Nuestra Señora de la Cristiandad. Peregrinación y sermón
Contento, lleno de gozo, admirado de esta juventud nuestra que durante tres días, con frío, barro, lluvia y viento caminó 100 km para la Virgen Santísima.
Hace nueve años un grupo de locos amigos pensó en emular la famosa peregrinación que va desde París a Chartres en Pentecostés donde, año tras año y con misa tradicional en cada parada, realizan miles de peregrinos franceses.
- “Imposible” - me dije entonces- “esto es Argentina, no Francia” - y me equivoqué.
Vengo promoviendo esta actividad única en nuestra Patria desde hace algunos años pero sólo el año pasado pude asistir a la última jornada de la misma donde había más de 600 peregrinos.Se trata de la Peregrinación “Nuestra Señora de la Cristiandad".
Este año la caminé completa, los cien km. Las cuatro décadas se sintieron pero los rosarios cantados, la alegría que se vivía y las conversaciones amenas hacían que se pasaran como un suspiro.
Al llegar a la mitad de esta cruzada, tuve el honor de celebrar la Santa Misa del domingo para la multitud (esta vez éramos más de 1000); con lo que quedaba de mí, celebré la Misa tradicional; con los sacerdotes que me asistían para poder dar la comunión debimos fraccionar hasta en cuatro partes las sagradas formas para que todos pudiesen recibir al Señor. Era algo magnífico.
Estábamos muertos pero felices, así que la prédica fue corta, basándome en un famoso texto de Gramsci donde dice odiar a los indiferentes. Se los dejo por si les sirve (hacer clic AQUÍ)
Odio a los indiferentes
P. Javier Olivera Ravasi
Sermón del domingo 19 de Agosto de 2018
Peregrinación “Nuestra Señora de la Cristiandad”
“Si alguno viene a mí, y no odia a su padre y madre, a su mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo (Lc 14,26).
Porque hay un odio que es santo y otro que es pecado, como enseña San Gregorio y toda la teología católica.
Siguiendo un famoso discurso del comunista italiano, Antonio Gramsci, haremos una breve reflexión pensando, principalmente, en la situación actual de nuestra Patria.
Odio a los indiferentes[1].
Porque vivir quiere decir tomar partido.
Quien en serio vive hoy en la Argentina, no puede ya pensar en una vida de paralíticos, de cristianismo anónimo o de catolicismo edulcorado. No.
Porque ya no hay más lugar para la indiferencia, la apatía o el parasitismo.
Por eso, odio a los indiferentes.
Porque la indiferencia es ese peso muerto de la historia que obra poderosamente en ella; pasivamente…, pero obra… La indiferencia es aquello con lo que no se puede contar…
Tuerce proezas, arruina planes, castra voluntades y se ríe burlonamente de los héroes y de los santos.
Por eso odio a los indiferentes.
Y los odio porque primero los odió el Señor, en cuya boca no caben los tibios, los apáticos ni los que transigen a costa de todo.
“Quien no está conmigo, está contra mí; quien no recoge conmigo desparrama”, dijo el Nazareno.
Por eso odio a los indiferentes.
Porque con sus medias tintas, sus “no confrontaciones”, sus “tolerancias a lo que de lugar”, cooperan al mal.
Por eso, odio a los indiferentes.
La pereza, la inacción o la cobardía son los ingredientes de ese alimento que venimos consumiendo desde hace años en nuestra Patria y en nuestra Iglesia.
Y esto ya debe terminar.
Porque en esta vida, que no es otra cosa que un peregrinar hacia la otra, se nos pedirá cuenta no sólo de lo que hemos hecho, sino de lo que hemos dejado de hacer.
Por eso, odio a los indiferentes.
Pero a su vez, amo a los intransigentes; a quienes se levantan con el orgullo de rebelarse contra el sistema de lo políticamente correcto pateando el tablero de los mercaderes.
Amo a los intransigentes que sienten, lloran y gozan al verse contrariados por su Fe, padeciendo un poco por el nombre de Cristo.
Amo a quien se sabe distinto del mundo y no teme morir de pie, cara al Sol, ante las habladurías de los pusilánimes y las inacciones de los “prudentes”.
Por eso amo a los intransigentes.
Por eso Dios también los ama.
A los que no transigen, a los que no negocian su Fe por un plato de lentejas… A quienes apuestan al “sí, sí” y al “no, no” del Evangelio.
A quienes gozan de ser católicos e hijos de sangre española y no temen desafiar los molinos del mundo y sus acomodos.
Odio a los indiferentes y amo a los intransigentes.
Porque creo que esos son “los mismos sentimientos de Cristo Jesús”.
Porque vivir quiere decir tomar partido. Por eso amo a los intransigentes.
Pidamos en esta Santa Misa el espíritu de esos santos misioneros que plantaron nuestra Fe en esta patria gaucha, recia y viril que tiene a Dios por Padre y a María por Madre; para que el mundo nos señale y, a nuestro paso diga: allí hay alguien que no transige.
Allí hay un católico de ley.
Amén.
¡Y los invito desde ya para el año que viene!
En cuanto esté el vídeo que Caravel producciones está haciendo, lo subiremos.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
Peregrino
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5 comentarios
A quienes gozan de ser católicos e hijos de sangre española y no temen desafiar los molinos del mundo y sus acomodos.
¿y los que no son hijos de sangre española ?
no entiendo, le agradeceria una aclaracion. Gracias
Saludos cordiales
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En Argentina, lugar donde se predicó el sermón, hay quienes aún siguen insistiendo en que uno debe avergonzarse por ser hijo de España, que no sólo nos trajo a Cristo y a Su Iglesia, sino a la misma civilización cristiana. Dios lo guarde. PJOR
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