Desobediencia debida: justificación doctrinal del alzamiento Cristero (3-3)
3.1. La postura vaticana
Como sabemos, el Vaticano es también un estado con una diplomacia milenaria. Dentro del conflicto que tratamos, la Santa Sede debió enfrentar las posiciones con muchísimo cuidado (pocos años antes debió hacer equilibrio en la primera gran guerra) y, al momento de pronunciarse sobre el conflicto mexicano lo hizo analizando cada una de las palabras.
Existe, sin embargo en Roma el diario titulado Osservatore Romano, que se encarga de difundir, no siempre con total fidelidad, las posiciones de la jerarquía eclesiástica romana; fue en este periódico donde se presentaron declaraciones que tuvieron una especial resonancia.
Para citar uno de los casos famosos, baste recordar la famosa noticia aparecida el 11 de agosto de 1926, que vino de perillas a los jefes de los Cristeros para demostrar la cercanía de la Santa Sede:
Ni se diga que los católicos podrían unirse y organizarse para intentar una defensa por las vías legales, puesto que toda asociación de fieles que pretenda un fin tal, ha sido estrictamente vetada por la Ley Calles con las penas más graves (Art. 10-16); de manera que no resta a las masas que no quieren vivir sometidas a la tiranía y no son ya contenidas por la pacífica predicación del clero otra cosa que la rebelión violenta[1].
No resta… otra cosa que la rebelión violenta…, se decía. De este modo, la idea de que Roma apoyaba el movimiento armado y su justificación desde su órgano de difusión “sin comprometerse” como lo era el “Osservatore” se difundía más y más. El Vaticano, para evitar críticas internacionales, tardó casi dos años en matizar esta declaración el editorial con una nota aclaratoria que rezaba así:
Hay quien cree y quiere hacer creer que circule en México, y en algunos otros lugares, la voz de que el mismo Sumo Pontífice ha impartido una bendición especial a la insurrección armada y ha incluso concedido especiales indulgencias a los combatientes, estimulando con esto (según dicen ellos mismos) también la colecta de dinero destinado a los combatientes. Consta en numerosos y conocidos documentos que el Santo Padre se ha colocado siempre de parte de sus hijos mexicanos perseguidos y sufrientes por la fe de sus padres, pero también está documentado que nada hay de verdad en la voz anteriormente citada[2].
Lo que se intentaba era desmentir que estuviese “documentada” la bendición papal a la insurrección armada, así como también que se hubieran permitido “colectas” en su favor o dado “indulgencias a los combatientes”, al estilo de las antiguas Cruzadas.
Pero no todo es tan sencillo; no fue sólo el Osservatore Romano quien puso las bases para una interpretación favorable al levantamiento, sino el mismo Papa Pío XI. Era una época difícil; no sólo se habían cerrado los templos al culto en México, sino que también se desarrollaban los primeros levantamientos. En este contexto, el Papa recibió a un grupo de jóvenes mexicanos el 30 de diciembre de 1926, dentro del marco de las fiestas por el bicentenario de la canonización de San Luis Gonzaga, diciéndoles:
En primer lugar, Nos hacemos referencia y ordenamos saludar primeramente a vosotros que desde la lejana tierra mexicana habéis venido hasta Nosotros, ¡hijos de mártires y fuertes como los mártires mismos! Honor a vosotros y a vuestra región, a vuestros obispos y a vuestros pastores, a vuestros presbíteros, a todos los vuestros quienes tan glorioso combate sostienen por el honor de Dios, por el Reino de Cristo, por el honor de la Santa Madre Iglesia, por la dignidad y la salvación de las almas, causando admiración al orbe entero[3].
Luego del discurso, el Papa pidió transmitir este mensaje a sus hijos de México, junto con sus saludos y su Bendición.
Remarquemos las palabras: glorioso combate que es sostenido por los mexicanos por el honor de Dios. Como si fuera poco, el 3 de enero de 1927, el Papa recibió en audiencia privada a los diecisiete jóvenes que habían asistido al evento, acompañados por el arzobispo José M. González y Valencia y por algunos sacerdotes mexicanos residentes en Roma, con las siguientes palabras:
Vosotros, tornando a México, diréis a todos las palabras que habéis oído de nuestros labios; les diréis que Nosotros hemos saludado en vosotros a todos los mexicanos […], pero sobre todo y principalmente, a esa amada y generosa juventud mexicana. Les diréis que Nosotros sabemos todo lo que ella hace, que sabemos que combate, y lo bien que combate, esa gran guerra que se puede llamar la batalla de Cristo[4].
Nos parecen palabras claras, tanto por su contexto como por su significado; sin embargo hay quienes no creen ver en esta postura papal un “apoyo” al movimiento cristero, dándoles simplemente un “sentido metafórico”[5].
3.2. ¿Se dieron las condiciones para el alzamiento?
Es fácil profetizar desde el futuro; sin embargo vale la pena ponerse a analizar si las circunstancias para el levantamiento fueron o no legítimas para que se diera en un modo católicamente aceptable (al final de cuentas y como lo hemos visto, los mismos Cristeros se hacían la pregunta).
Recordando las condiciones planteadas, podríamos resumirlas así: 1) que existan violaciones ciertas, graves y prolongadas a los derechos fundamentales; 2) haber agotado todos los recursos; 3) sin provocar desórdenes peores; 4) que haya esperanza fundada de éxito; y 5) si es imposible prever razonablemente soluciones mejores.
Veámoslas una a una.
1) Violaciones ciertas, graves y prolongadas a los derechos fundamentales
Desde la consolidación de Carranza, a principios de 1915, los católicos venían sufriendo todo tipo de vejaciones; a partir de la toma de posesión de Calles, las agresiones se habían convertido en continuas y a todo mundo resultaba patente el propósito de impedir a la jerarquía el cumplimiento de sus funciones si no era con la anuencia y bajo las órdenes del Estado.
Para sólo citar un ejemplo, el cristero Aurelio Acevedo enumera sin exhaustividad el número de sacerdotes asesinados durante el período de Calles comparándolo con los periodos que lo antecedieron y lo sucedieron (entre 1914 y 1938). De 1914 a 1924, se habían asesinado a 16 sacerdotes; en el período de Calles, entre 1924 y 1928, 56; entre 1929 y 1934, todavía bajo la égida de Calles, 19; ya con Cárdenas, entre 1936 y 1938, otros 4[6].
Además, hay que sumar las matanzas de los católicos a la salida de las iglesias, cuando todavía se permitía el culto público; la proscripción de todo tipo de imágenes y objetos religiosos; la prohibición de vestir de negro en señal de luto; las palizas y vejaciones a los activistas católicos, sin importar la edad ni el sexo; la deportación sumaria de cientos de católicos a las Islas Marías; la imposibilidad de cualquier tipo de defensa jurídica eficaz por el solo hecho de ser católico.
Era la persecución a causa de la religión, violando así los derechos fundamentales del ser humano.
2) Haber agotado todos los otros recursos
Los recursos que se podían interponer ante la Cámara de diputados no sólo fueron desechados arbitrariamente, sino que algunos de ellos ni siquiera habían sido estudiados. Legalmente hablando, no había otra instancia dónde acudir.
El intento del boicot económico, también se produjo; los resultados inmediatos, en cuanto a efectos negativos para el gobierno, habían sido (y seguían siendo) mucho mayores de lo que se esperaba. La respuesta de los católicos al boicot en las grandes zonas urbanas continuaba siendo ejemplar.
Al mismo tiempo, en poco tiempo se habían recogido dos millones de firmas pidiendo que se suspendiera la aplicación de la ley, sin ninguna consideración de parte del gobierno.
Los mismos obispos Díaz y Ruiz, le habían facilitado a Calles una salida diplomática en una reunión, que permitiría al mismo tiempo el cese al boicot, la reanudación de cultos y la distensión de un ambiente de discordia ensangrentado ya por los primeros levantamientos: únicamente tenía que declarar a la prensa que la inscripción de sacerdotes era sólo una medida administrativa, con la que el Estado no pretendía dirigir los asuntos internos de la Iglesia. Pero ni siquiera a eso se había mostrado propicio el presidente Calles. Y todas esas vicisitudes eran conocidas por las grandes masas que, por otro lado, experimentaban en carne propia, día a día, los efectos de la persecución.
En efecto, más que una lucha entre la “religión” de la incredulidad y la fe verdadera, en la base del conflicto subyacía la certeza que tenía el pequeño grupo en el poder de que debía aniquilar a la Iglesia católica para ser dueño de las conciencias. El enemigo a vencer eran los obispos, los sacerdotes, los profesores de las escuelas católicas, pues enseñaban que cuando se oponen la obediencia a Dios y la obediencia a los hombres, siempre hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Y esto en manera alguna lo podían tolerar quienes pensaban que una ley puede ser expedida prescindiendo de la naturaleza humana e, incluso, en contra de los derechos más fundamentales del hombre, y que, por ser ley, debe ser obedecida. No podían admitir que la Iglesia católica hubiera hablado de justicia social y hubiera propiciado la formación de sindicatos católicos aun antes del triunfo de la Revolución. No podían soportar que los padres católicos educaran a sus hijos en verdades ajenas a la «verdad positiva, científica» que, con un desfase de cincuenta años respecto del mundo occidental, pretendía ahora imponerse en México como verdad oficial. No podían tolerar que el pueblo, católico en un 99% según el censo de 1910, acudiera puntualmente a adorar, día tras día, a un Dios que también había sido proscrito por la verdad oficial. No podían sufrir, finalmente, la existencia de una jerarquía que se dijera de origen divino y que, sin haber recibido ninguna delegación del grupo revolucionario, gozara de mayor autoridad en todos los estratos de la población. Especialmente esto último no lo podían soportar[7].
Los recursos se habían agotado en el momento mismo que Calles había decidido instrumentar cuantas leyes fueran necesarias para someter a la jerarquía de la Iglesia a los arbitrios revolucionarios.
3) No provocar desórdenes peores
El requisito, como es fácil de ver, se refiere al ámbito prudencial, es decir, a la esfera de lo contingente. Desde finales de 1910, México venía sufriendo una interminable serie de guerras intestinas entre los diferentes grupos revolucionarios, con excepción de un relativo periodo de paz (entre 1920 y 1923). La población civil se encontraba ya a merced de todo tipo de arbitrariedades por parte del gobierno, de manera tal que era difícil pensar que se ocasionaría un estado de cosas todavía peor que el que se padecía. Ciertamente las calamidades que supuso la guerra, como masacres, devastaciones, asesinatos y todo tipo de represalias, sin duda no estuvieron contempladas por los dirigentes de los Cristeros ni, mucho menos, por los que se levantaron en armas espontáneamente en defensa de su religión y de sus familias.
Ahora bien, como los Cristeros veían claramente que la salvaguarda de la fe y de la libertad para practicarla y transmitirla a sus hijos era un bien tan precioso que ningún tipo de calamidades que se ocasionaran eran comparables con su pérdida, se vieron obligados a actuar en consecuencia. Por eso, aunque los desastres provocados por la guerra fueron grandes, sin embargo, para ellos era inaceptable adoptar una postura pasiva cuando lo que peligraba era algo tan valioso.
Actuaban, entonces, en conciencia.
4) Que haya esperanza fundada de éxito
Si un levantamiento armado manifiestamente iba a fracasar, realmente era temerario el hacerlo, pues en caso de no triunfar, la situación de los oprimidos sin duda sería peor después del fracaso. ¿Qué se puede decir del levantamiento de los Cristeros en relación con este principio?
Lo primero que debe recordarse y que muchas veces se pasa por alto, es que a lo largo de toda la guerra los Cristeros mantuvieron una altísima convicción de triunfo y esto dado a las muchas victorias que consiguieron incluso en condiciones desventajosas y con un número de bajas mínimo; existía una certeza casi sobrenatural de su victoria, como lo declara González Morfín[8].
Esta moral de victoria había ido creciendo a causa de hechos objetivos. El movimiento comenzado por pocas decenas de hombres en poco tiempo contaba con 20.000 soldados esparcidos en buena parte del territorio nacional y, en el mes anterior a los “arreglos” entre la Iglesia y el Estado, el ejército cristero se componía ya de 50.000 hombres, sin contar un buen número de colaboradores tácticos que los ayudaban indirectamente sin participar en los combates. Si bien la geografía militar no había cambiado sustancialmente desde principios de 1928, cuando los cristeros delimitaron claramente su área de influencia, sin embargo, el dominio ejercido sobre la llamada “zona liberada” continuaba en aumento, prueba de ello es que eran cada vez más eficaces sus sistemas para establecer y recaudar impuestos.
Por otro lado, nunca se extinguió la esperanza de que los católicos de otros países (especialmente norteamericanos), financiaran decididamente el movimiento armado, o que el gobierno de Calles perdiera el respaldo americano.
Amén de ello, estaba la confianza enorme que se tenía en la destreza militar del general Gorostieta, quien poco tiempo antes de su muerte, estaba terminando de afinar los detalles para la toma de Guadalajara, la segunda en importancia en el suelo Mexicano. Su muerte aplazó la toma de una ciudad que, de haber sido mantenida en las manos de los Cristeros, les hubiera permitido resolver parcialmente sus problemas de abastecimiento militar.
5) Si es imposible prever razonablemente soluciones mejores
Esta condición establece implícitamente que el objetivo de la lucha armada no necesariamente tendría que ser la caída de un determinado gobierno ni, mucho menos, el ascenso de otro, sino únicamente el alcanzar un estado de cosas diferente en el que se garanticen los derechos por los cuales ha sido emprendida la lucha armada.
En relación con los cristeros, al parecer, esta posibilidad permaneció siempre viva. Por eso en la perspectiva de los jefes cristeros (Gorostieta y Degollado Guizar) se vislumbraba una solución pactada en la que se obtuviera del gobierno al menos el reconocimiento de las libertades esenciales por las que se estaba combatiendo. También en una carta del general Gorostieta, en la que mostraba desacuerdo con los dirigentes de la Liga que le negaban fuera él quien, llegada la hora, pactara el armisticio[9], se advierte que en la mente de todos el momento de llegar a un acuerdo con el gobierno se veía cada vez más cercano.
Además, durante todo el tiempo en que se mantuvieron levantados en armas, en el ánimo de los cristeros no subsistía otro objetivo que no fuera el de rescatar sus derechos más elementales, en ese momento, conculcados; por esto mismo, vieron concluida la razón de luchar en el momento en que el gobierno, por conducto del presidente de la República, admitió:
I. Que el artículo de la ley que determina el registro de ministros, no significa que el Gobierno pueda registrar a aquellos que no hayan sido nombrados por el superior jerárquico del credo religioso respectivo, o conforme a las reglas del propio credo.
II. En lo que respecta a la enseñanza religiosa, la Constitución y las leyes vigentes prohíben de manera terminante que se imparta en las escuelas primarias y superiores, oficiales o particulares; pero esto no impide que, en el recinto de la iglesia, los ministros de cualquier religión impartan sus doctrinas a las personas mayores o a los hijos de éstas que acudan para tal objeto.
III. Que tanto la Constitución como las leyes del país garantizan a todo habitante de la República el derecho de petición y, en esa virtud, los miembros de cualquier iglesia pueden dirigirse a las autoridades que corresponda para la reforma, derogación o expedición de cualquier ley[10].
De hecho, concedidos a la Iglesia, con estas declaraciones del presidente Portes Gil, los espacios mínimos de libertad para ejercitar su ministerio, los cristeros se decidieron (en su mayoría) a deponer las armas.
Puede servir, para terminar, un juicio difundido por una revista católica durante el primer año de la lucha armada; allí, de algún modo, se resumen los motivos y la moralidad para los combatientes de la necesidad de dar el “buen combate”, del que hablaba San Pablo[11]:
El combate es reñido y la victoria indecisa; pero los mejicanos (sic) han cumplido con su deber. Y los hombres libres de todas las latitudes les admiran y les aplauden y les bendicen. No son bandidos, como les llama el gobierno, ni siquiera rebeldes, como les dice la prensa asalariada. Su nombre verdadero es libertadores.
Es verdad que alguien ha dicho que la injusticia no ha de convertir a los católicos en injustos, ni el despojo en despojadores, ni el bandolerismo en bandidos, ni el asesinato en asesinos, ni la tiranía en anarquistas. Pero afirmar esto es desconocer en los católicos el derecho de legítima defensa.
En casos extremos, cuando en vigor de las circunstancias la resistencia pasiva resulta ineficaz o prácticamente imposible, es lícito oponer a la autoridad del tirano la resistencia activa a mano armada […].
Concedemos de grado que estos grupos de libertadores son inferiores en número y en elementos al ejército callista. Pero esto mismo recomienda su arrojo y su heroicidad en lanzarse a una lucha desigual. También reconocemos que la victoria definitiva, en estas circunstancias, no será obra de un día. Pero es un hecho que la insurrección, lejos de ser sofocada, ha ido en progresión ascendente, y que el trono del callismo, apuntalado con cadalsos, ha comenzado a bambolearse.
Todo el que haya seguido de cerca la cuestión mejicana habrá visto que los católicos no echaron mano a las armas (más) que después de ensayar inútilmente los medios de una resistencia pacífica, o cuando esta fue prácticamente imposible. Recordemos el boicot, que dio resultados maravillosos, hasta que los rojos de Calles cometieron con los propagandistas salvajismos sin nombre. Recordemos el Memorial presentado al Congreso, respaldado con millones de firmas de los católicos, que pedían la reforma o la derogación de la Ley[12].
***
Hemos intentado plantear la doctrina y los hechos del levantamiento armado mexicano. Los episodios que nos ocupan tienen aún varias aristas por pulir e investigar; recién ahora, entrando en el siglo veintiuno y a casi cien años del problema comenzamos a beber de las fuentes y archivos que, poco a poco están cada vez más cerca del estudioso.
De las lecturas y testimonios, vemos cómo el pueblo mexicano no sólo aplicó la doctrina del derecho al levantamiento contra la opresión, sino que incluso logró sin saberlo, la proclamación por parte de la Iglesia de un derecho que se encontraba ya en el Antígona de Sófocles (obedecer a la divinidad antes que a los hombres). En efecto, a partir del “caso cristero” la historia forzó la necesidad de declarar la doctrina en el actual Catecismo (nro. 401).
P. Dr. Javier Olivera Ravasi
Para descargar el artículo completo, aquí
FUENTES y BIBLIOGRAFÍA
Acevedo, Aurelio (ed.) (2000). David I – VIII, Estudios y Publicaciones Económicas y Sociales, México.
Barquín, Andrés y Ruiz, José (1967). María González y Valencia, Arzobispo de Durango, México, JUS.
Beltrán de Heredia, Vicente (ed.) (1932). Biblioteca de Teólogos Españoles, Salamanca.
Degollado Guizar, Jesús (1957). Memorias de Jesús Degollado Guízar, último general en jefe del Ejército Cristero, México, JUS.
de la Taille, Maurice (1922-1924), “Insurrection”, en Dictionnaire Apologétique de la Foi Catholique, tome II, Paris, Gabriel Beauchesne.
Dumont, Jean (1997). El amanecer de los derechos del hombre: la controversia de Valladolid, Madrid, Encuentro.
Encíclicas papales:
León XIII, Quod apostolici muneris, 28-12-1878. AAS 11 (1878), pp. 372-379.
León XIII, Diuturnum illud, 29-6-1881. AAS 14 (1881), pp. 3-14.
León XIII, Libertas, 20-6-1888. AAS 20 (1887), pp. 593-613.
Pío XI, Firmissimam constantiam, 28-3-1937. AAS (1937), pp. 189-211.
González Morfín, Juan (2009). La guerra cristera y su licitud moral, México, Porrúa-Universidad Panamericana.
López Ortega, Juan Antonio(1944). Las naciones extranjeras y la persecución religiosa, México, edición del autor.
L’Osservatore Romano, Roma, 1926-1928.
Moctezuma, Aquiles (1929). El conflicto religioso de 1926, sus orígenes, su desarrollo, su solución, México, s/e.
Peón, Cristóbal (1927). “La situación religiosa en México y su legalidad”, en Razón y Fe. Revista Quincenal Hispano Americana, nº 27, Madrid
Pereña Vicente, Luciano (ed.) (1954). Teoría de la guerra en Francisco Suárez, vol. II, CSIC, Madrid.
San Agustín, La ciudad de Dios, en Bernardus Dombart y Alphonsus Kalb (eds.), Corpus Christianorum, Series Latina (CChL), Brepols, Turnhout 1953 ss., 47, 111.
San Agustín, Epistulae, en Alois Goldbacher (ed.), 229, 2, Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum (CSEL), Wien 1866 ss, 57, 497-498.
San Agustín, Contra Faustum, en Joseph Zycha (ed.) XXII, 75, CSEL 25, 673.
San Agustín, Epist. 189, 4, en CSEL 57, 133-134.
San Agustín, In Heptateuchum, enIoannes Fraipont (ed.), VI, 10, CSEL, 28, 429.
San Ambrosio, De officiis, en Mauritius Testard (ed.), CChl, Brepols, Turnhout 1953 ss.
San Atanasio, Epist. ad Amunem monachum, en J.P. Migne, (ed.). Patrologiae cursus completus, Ecclesia Greca, Paris 1857-1866.
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, BAC, Madrid 1956
.
[1] L’Osservatore Romano, 11-VIII-1926: 1. El resaltado es nuestro.
[2] L’Osservatore Romano, 8/9-VI-1928: 1.
[3] L’Osservatore Romano, 4-I-1927: 3. El resaltado es nuestro.
[4] El texto completo puede leerse en López Ortega, 1944: 62-64 y en Acevedo, 2000: 204.
[5] Esta interpretación se descarta desde el momento mismo en que el grupo de jóvenes no estaban ante el Santo Padre ni en calidad de combatientes, ni en su representación […]. Finalmente, el discurso completo no se encuentra en ninguna publicación oficial; tal es la posición de González Morfín en su tesis doctoral (González Morfín, 2009: 182). Vale decir que su interpretación no nos convence.
[6] Cfr. Acevedo , 2000 : 205-209.
[7] González Morfín, 2009: 199-200.
[8] González Morfín, 2009: 202. Cuando el general cristero Degollado Guizar, después de un sonado triunfo, fue felicitado por Gorostieta a causa de su ingenio militar, este declinó los elogios diciendo: Se equivoca usted en eso, mi general: yo siempre he creído que los triunfos de nuestras armas en la División a mi cargo se deben a Cristo. No se puede uno explicar eso de otro modo: que sin jefes preparados, con armas inferiores a las del enemigo, siempre salimos triunfadores, aun cuando hemos tenido que correr (Degollado Guizar, 1947: 213).
[9] Acevedo, 2000: 231.
[10] González Morfín, 2009: 207.
[11] He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he guardado la Fe (2 Tim 4,7-8).
[12] Peón, 1927: 295 y 298.
26 comentarios
Revolución Francesa versus Insurrección de La Vendée; Revolución Mexicana versus Alzamiento Cristero; Revolución Rusa versus Rusos Blancos.
Si no tenemos idea de lo que es una revolución y una contrarrevolución-mínimos conocimientos históricos-nos vamos a hacer un lío. La Revolución Francesa fue la que provocó una Guerra Civil al igual que la Revolución Rusa y la Mexicana. También las contrarrevoluciones son guerras civiles pero no son origen sino consecuencia.
No ha habido jamás ninguna revolución con fundamentos cristianos, ninguna, a ver si queda claro.
La Historia no es la Física pero es una ciencia que tiene sus propias definiciones y su propio vocabulario. La revoluciones dan un giro copernicano a la política, las costumbres y las leyes de un país y son siempre violentas, es la famosa trágala. Bien, pues hay gente que no las acepta porque resulta afectada por ellas, y las libertades religiosas son una de los principios más afectados por las revoluciones, a consecuencia de estos recortes-a veces muy drásticos-surgen las contrarrevoluciones.
Hay guerras de independencia, guerras civiles (revolucionarias, contrarrevolucionarias o de secesión), guerras por el control geoestratégico de una zona, guerra por el "espacio vital" (Lebensraum), guerras religiosas (casi siempre mezcladas con otros intereses), guerras de conquista, etc... y cada una de ellas tiene un tratamiento distinto.
La guerra cristera fue una guerra civil contrarrevolucionaria así como la guerra de Secesión de los EE.UU fue una guerra civil originada por la obediencia o desobediencia al gobierno federal de los EE.UU.
Hay guerras en que el elemento moral, y no religioso, está en el fondo de la cuestión, como en el caso de la esclavitud dentro de la guerra civil americana, otras que son puramente políticas y otras que tienen distintos componentes.
La guerra cristera no tuvo más fundamento que la defensa de las libertades religiosas, así se entiende que el General Gorostieta-al menos en la película-dijera que luchaba por la libertad. Y es que una revolución, siempre pretenciosamente amiga de las libertades, suele originar la pérdida de muchas de ellas en nombre de otra cosa.
Un cristero era un mexicano con unos derechos que su propio gobierno le negaba: de asociación, de prensa, de culto, etc...y no sólo hay que verlo como un católico sino como un ciudadano al que se le recortaban derechos fundamentales.
Pretender que los católicos pierdan derechos y se conviertan en ciudadanos de segunda dentro de su propio país podría ser extrapolable a los ateos, los judíos y otras religiones. Si la Ley Calles era buena las Leyes de Núremberg también. Si los judíos hubiesen podido provocar un levantamiento en Alemania por el recorte de sus libertades habrían estado en su derecho. Y para eso no hace falta más que sentido común.
La Iglesia ha apoyado y promovido las cruzadas, en cambio no animó a los cristeros, al menos no ni de cerca. ¿Por qué? Entonces la sociedad era cristiana y a los cristianos les tocaba defenderla. A los musulmanes se les presentaba como lo que eran.
Los cristeros eran en cambio un grupo dentro de una sociedad.
Por ´último, tenía que existir una razonable esperanza de éxito, cosa que en el caso de los cristeros no era tan claro.
Por lo demás, León XIII tampoco alentó a los carlistas.
El P. Javier es historiador y, cuando yo mencioné los movimientos contrarrevolucionarios del s. XX, con justa razón me recordó la contrarrevolución cubana que, efectivamente, tuvo su foco principal en El Escambray (Sancti Spíritus y Santa Clara) y que yo había olvidado como casi todo el mundo (conocí a un hijo de un contrarrevolucionario de Santa Clara que, después de estar como preso político en una cárcel cubana vino a parar a España, y se quedó asombrado porque le pregunté si su padre había estado luchando en El Escambray, ya que no sabía que nadie en España conociera ese episodio).
Es decir, hay que saber de qué se está hablando y no mezclar las cosas.
----------------
Palas: el concepto justamente de contra-revolución fue lo primero que profesores progresistas y demo-cristianos atacaron en la defensa de mi tesis, de la cual era presidente el Dr. Jean Meyer (que visitaba casualmente la Argentina en esa ocasión y se dignó a presidir el tribunal).
Tuve que explicar, como vienen diciendo más arriba, que lo de los Cristeros se engarza con una serie de contra-revoluciones católicas y nacionales (la Vendée o los Chouanes son sólo dos ejemplos) donde el concepto se aplica claramente. La pregunta está en saber qué cosa es la revolución; y yo respondí con De Maistre: «Lo que llaman contrarrevolución no será en absoluto una revolución contraria, sino lo contrario de la revolución» (JOSEPH DE MAISTRE, Consideraciones sobre Francia, Dictio, Buenos Aires, 1980, 147).
Lo mismo decían los jefes cristeros, cuando escuchaban que se le aplicaban el mote de «revolucionarios»: «se trata exactamente de lo “contrario de una revolución”» (JEAN MEYER, La Cristiada, t. 3, 145).
Y la Historia de la Iglesia reciente, también.
Sólo Dios es el que gobierna el universo y la historia. Los cristianos siempre han implorado a Dios la protección, como fue la tradición cristiana siempre.
San Pablo ordenaba a los esclavos la obediencia a sus amos, más todavía si eran cristianos. Tenía que ser el corazón del hombre el que cambie.
Fue así como Constantino da giro en su vida, facilitado este por la inmensidad del sacrificio de los mártires cristianos que seguían a su Maestro.
Cuando Dios no quiso, nadie pudo poner la mano encima del Salvador, hasta que llegó la hora de las tinieblas, permitida esta por Dios mismo. Nada escapa de su voluntad, por la santidad de vida los cristianos deben obtener la protección del cielo. Eso es lo que enseñaron y Gregorio XVI y Pío IX y León XIII y Pío X y Pío XI en los momentos tan difíciles.
Los cristianos no se amotinaron en las ciudades imperiales en los tres primeros siglos, como puse el ejemplo de un oficial romano que prefirió morir antes que rebelarse al Imperio, al que quería servir por el mandato de Dios, aunque estos echaran el incienso a Júpiter. Jesucristo no aprueba eso, pero la autoridad sí.
Estas son realidades y los hechos, gusten o no.
Por lo demás, ni los cristeros ni los carlistas consiguieron militarmente nada efectivo o duradero en sus sociedades respectivas. ¿Es eso una realidad, o no?
El conseguir militarmente algo efectivo no tiene que ver nada con el principio de la desobediencia debida y su legitimidad.
Es curioso que la contrarrevolución haya sido tenida por reaccionaria-que lo era-y la revolución por progresista. Eso se mantuvo hasta la revolución castrista (1959). A partir de esa fecha los principios revolucionarios quedaron también obsoletos. Hoy en día ha triunfado la estrategia de Hitler que consistió en utilizar el sufragio universal-principio democrático-para, acto seguido, conculcar la misma democracia. Esta estrategia es la que hoy sigue Maduro en Venezuela y no la castrista. Pero, en resumidas cuentas, los opositores venezolanos han acabado en la cárcel lo mismo que los cubanos.
En este momento la revolución es cosa del pasado, y para dar un giro copernicano a la sociedad se pueden utilizar perfectamente las imperfecciones e indefinición de la misma democracia. Naturalmente eso impide también la contrarrevolución, metiendo a las sociedades modernas en un lodazal que da lugar a chocantes interpretaciones como la de Menka.
Cambian, sí, los accidentes: la izquierda es apresurada y drástica, por eso forma en la vanguardia. La derecha, en cambio, prefiere formas conciliadores e incruentas, y adopta estrategias "sin tiempo". Por eso se hace llamar engañosamente "conservadora". Y hay necios que le creen.
La íntima y esencial identidad de ambas se nota muy claramente en su coincidencia en el Gramcismo, apoyado sin distinciones por las derechas e izquierdas que se turnan en el poder. Gramcismo que -y esto no lo duda nadie- es revolucionario 100%.
"Así, por ejemplo, el 4 de noviembre de 1926, el padre Mariano Cuevas, famoso historiador mexicano residente entonces en Roma, habiendo hecho una consulta a un notable grupo de moralistas de la Universidad Gregoriana (los padres Mostaza, Benito Oggetti, el mismo Maurice de la Taille), recibió la siguiente respuesta:
Los mexicanos, civiles y eclesiásticos, tienen pleno derecho a ejercitar la resistencia armada en las actuales circunstancias, si tienen sólidas esperanzas de éxito y de no producir males mayores […] "
Y esto era de los más favorable.
Unas líneas antes:
"Fue en 1924, poco antes del alzamiento, que se publicaba en París la cuarta edición delDictionnaire Apologétique de la Foi Catholique; allí puede leerse aún hoy un extenso artículo con la voz “insurrección” que ofrecía el status quaestionis y el pensamiento contemporáneo en respuesta a las posibles aflicciones de un gobierno injusto[11]. Con distinciones académicas, quedaban claros los diferentes tipos de resistencia a la autoridad:
a) la resistencia pasiva, que consiste en no obedecer a las prescripciones de una ley.
b) la resistencia activa legal, que consiste en demandar la revisión de una ley a través de los medios legales.
c) la resistencia activa a mano armada, que consiste en oponerse por la fuerza a la ejecución de una ley.
d) la rebelión, que consiste en emprender la ofensiva contra la autoridad de la que emana la ley.
Mientras la última actitud es – se dice – en todos los casos prohibida, la primera es siempre obligatoria"
En la primera cita consta con claridad, y es razonable, que exista la esperanza de éxito.
Pero recordemos la doctrina tomista olvidada de que la guerra la puede declarar solamente la autoridad legítima. Que un tirano no lo sea, aún así se deben ver las consecuencias.
Y si recurrimos a la doctrina de León XIII (que no es de León XIII, resume la doctrina tradicional cristiana según se ha disertado al principio), la cosa queda bastante clara:
Quod apostolici muneris, de León XIII:
"Si alguna vez se diera el caso de que la potestad pública fuera ejercida por los gobernantes temerariamente y traspasando sus límites, la doctrina de la Iglesia católica no permite levantarse por propia cuenta contra ellos, a fin de que no se perturbe más y más la tranquilidad del orden o de ahí reciba la sociedad mayor daño; y cuando la cosa llegare a términos que no brillara otra esperanza de salvación, enseña que ha de apresurarse el remedio con los méritos de la paciencia cristiana y con instantes oraciones a Dios."
La cual es que "los principios revolucionarios quedaron también obsoletos".
En cambio el Nacionalismo Católico Argentino, al cual adhiero especialmente en este punto, entiende que eso no es así.
Es más: todo el proceso de desacralización + descomposición moral + des-civilización que a diario padecemos, es una demostración flagrante de que los principios y la praxis revolucionaria siguen plenamente vigentes.
Y si alguna duda aún cupiese, que se tenga en cuenta que los mismos tres países que dieron en su momento el puntapie inicial revolucionario, a saber Inglaterra, EEUU y Francia, siguen siendo hoy en día los dictadores de la política mundial.
Las democracias se han metido donde no tenían competencias y han invadido el espacio sagrado y las convicciones morales de los ciudadanos. Esto no es algo atribuible a revolucionarios sino a liberales cosa que, con gran perspicacia, vio Donoso Corté en el S, XIX.
En lo accidental en cambio, tenemos diferencias. Porque ¿qué son los liberales sino revolucionarios? No Palas, allí no te sigo. La Democracia es una etapa de la Revolución. Si bien lo miras, que se asalte una capilla en Democracia es la demostración más acabada de lo que afirmo.¿O acaso vamos a ser tan ilusos de creerle a la democracia lo que ella diece de sí misma?
Una de las cosas que más me han llamado la atención de los católicos españoles -conste que sólo a través del trato virtual por medio de este portal- es su acendrada devoción por la Democracia. Llegan al colmo de defenderla a la vista de sus aberrantes vicios, diciendo que "no es la VERDADERA democracia". Se equivocan de medio a medio: la verdadera democracia es la que ahora están conociendo. La de la posguerra era sólo un folleto vendedor, adobado para incautos.
Luego de la Francesada, el Liberalismo adoptó dos estrategias a modo de pinzas: opuestas en lo accidental, coincidentes en lo esencial. La estrategia conciliadora -o de Derechas - se siguió llamando Liberalismo. Los más ansiosos e impacientes en cambio, fueron destinados a la vanguardia "opositora" de la Izquierda: Socialistas, Comunistas y Anarquistas.
La ya famosa y universal idea de la "Democracia", fruto maduro de la Revolución, fue reivindicada por ambos flancos, diestros y siniestros. Su base -no lo olvidemos- es la "soberanía del pueblo", quintaesencia del ideal revolucionario. Los EEUU se consideran "democráticos", y algunos estados del Este sovietizado también, como por ejemplo la ex-República Democrática Alemana.
Pera más inri aún, hay que considerar que el ideal romántico de Democracia que muchos han comprado -y defienden ardientemente-, ¡no es más que una versión del ideal del Comunismo!
Efectivamente, éste prometía una especie de Paraíso Político Terrenal, idéntico al ideal de Democracia que muchos defienden.
Nadie sabe cuál es la verdadera democracia porque empezó con máximos y está en mínimos.
Es obvio que en Inglaterra o en Holanda no ha existido conflicto armado que pueda llamarse revolución, pero si aplicas a esa palabra a otro concepto más abierto, sin cambios aparentes en gobiernos o constituciones, si que ha habido una revolución cultural y social.
Precisamente la falta de una revolución violenta impide la contrarrevolución y sume a los católicos en las penosas controversias que aquí vemos.
La contrarrevolución, decía el P. Javier, es justamente lo contrario a la revolución. Pero, claro, se refiere a las revoluciones a la antigua usanza.
Hubo contrarrevolucionarios en Cuba pero no puede haberlos en Venezuela. ¿Por qué? porque es un régimen que, con pinzas, es democrático y el castrismo nunca lo ha sido.
Ahora en los países árabes están dispuestos a llamar "democrático" a cualquier país que no corte cabezas. Por lo tanto la democracia en si misma ya no dice nada, nada representa y nada asegura.
El relativismo se ha comido los cimientos de la democracia, si es que ésta alguna vez tuvo cimientos. Así que el mejor de los regímenes políticos-que también la Iglesia ha alabado-puede ser ya un chicle que se estira hasta límites indeterminados. Pero ¿se puede organizar una contrarrevolución para luchar contra esa revolución de la que tú hablas?
no se puede esperar de todo el mundo a que sea un mártir.
La rebelión cristera la veo muy natural. Que sea sobrenatural, es otra cosa.
No recriminaré a los cristeros su lucha; que sea lo mejor; creo que si estuviera allí no estaría de brazos cruzados. No descarto que militara, armas incluidas. ¿Pero de qué manera? ¿Hasta cuándo? Son cuestiones esenciales.
Aquí se mezcla mucho la simple y llana rebelión natural contra matanzas indiscriminadas. Es muy comprensible rebelarse contra ello.
Un punto importante a favor de los cristeros es, una vez obtenidas concesiones mínimas, se abstuvieron de otras luchas.
Hoy en día, en Nigeria por ejemplo, veo lo más natural y justo defender las iglesias. Pero no hacer un estado dentro del estado, o lo que sea, se sobreentiende.
Hoy en día tengo la costumbre quedarme en la entrada de la iglesia, siempre. Por si entra uno a tirar una bomba o lo que sea; sí, es por eso. Otro día le dije a un amigo que por eso me quedo en la entrada, y este se reía. Pero es por eso.
Veo de lo más normal que los cristianos en SIria se defiendan, y al resto de las salvajadas de los desalmados.
Por último, distingamos la legítima defensa de proyectos de lucha, guerrilla, etc. Allí es muy fácil perderse.
---
"Es obvio que en Inglaterra o en Holanda no ha existido conflicto armado que pueda llamarse revolución, pero si aplicas a esa palabra a otro concepto más abierto, sin cambios aparentes en gobiernos o constituciones, si que ha habido una revolución cultural y social."
---
Bien, probemos darle a la palabra de marras esta significación:
REVOLUCIÓN = ANIQUILACIÓN DEL CRISTIANISMO.
Significado amplio como el que más. Bajo el paraguas de ésa, que sería "la" revolución, se cobijan las demás "revoluciones": sexual, religiosa, política, militar, etc.
Para facilitar esta comprensión bástanos remitirnos a la Francesada, la cual fue, a no dudarlo, explícitamente anticristiana. Se pretendía borrar todo rastro de la Cristiandad, costumbres incluidas.
También la soviética sirve de paradigma, pues ya no sólo pretendía borrar el nombre de Cristo de la faz de la tierra, sino también el de Dios.
Ambas sangrientas a más no poder, sin embargo, ¿no es acaso el gramcismo actualmente en curso, tan o más revolucionario que ellas?
Sin dudas que lo es, porque su objetivo es "formatear" a toda la Humanidad. ( perdón por la referencia informática, pero viene bien en orden a la comprensión de lo que esa peste significa.)
La Democracia, como en su momento el Comunismo, son meros instrumentos de la Revolución. La cual los va a tirar a la papelera apenas entienda que no le sirven o se le presenten otros que considere más aptos. Es lo mismo que haríamos tu o yo en iguales circunstancias, eso no tiene nada de extraordinario.
La defensa en la mínima expresión, pero la justa.
De Maistre, Vogelin, Carl Schmitt, todos aquellos considerados como adalides del pensamiento reaccionario son una filfa comparados contigo.
No te quito razón, lo que te digo es que hay que reformar el vocabulario histórico para dar sentido a esa revolución que tú ves o se producirá confusión: En el principio fue la Revolución...
"La distinción entre inmanencia y trascendencia modera la hybris y ayuda a mitigar las pretensiones totalizadoras del poder político. Estos logros culturales tan sobresalientes inauguran en la evolución histórica la denominada "edad ecuménica", el periodo en el que se alcanza el más alto periodo de diferenciación, frente al cual el proceso de inmanentismo-al que tu llamas revolución*-que incoa la Modernidad, con independencia de sus orígenes gnósticos, metastásicos o neoplatónicos, puede ser pensado como un retroceso."
* la frase interpolada es mía.
Es decir que para Voegelin lo que tu llamas revolución constituye un retroceso histórico.
¿Llamar sólo "revolución" a las que implican efusión de sangre? No lo veo muy acertado. A nuestro proceso de asunción de fueros en ocasión de acefalía cuando la invasión napoleónica a la península, acaecida en 1.810 en el Cabildo de Buenos Aires, se lo llamó "Revolución de Mayo". Y no se disparó un solo tiro, salvo a la noche para festejar.
(Sí, ya sé, no me lo digas: eso no fue una revolución, y el P. Javier ya lo ha explicado en excelentes artículos previos. Más aún, ¡creo que fue una contra-revolución!. Pero bueno, la historiografía liberal acuñó esa expresión y así se les enseña a los escolares argentinos. Lo puse como un ejemplo de que el término se usa independientemente de que se haya dado dentro de un proceso violento o pacífico).
Es muy posible no obstante, que haya dos acepciones para la palabra revolución.
Uno sería el que tú mencionas, que refiere a un determinado hecho histórico localizado en el tiempo y en el espacio (Francesada, Rev. Soviética, etc.) que cambia radicalmente las condiciones de la vida de un determinado país.
Otro sentido más general hace referencia a un proceso muy extendido en el tiempo y en el espacio, que ha logrado demoler a la Cristiandad y que se propone, sobre sus ruinas, construir una parodia: el Nuevo Orden Mundial.
Habría una relación entre ambos conceptos: las revoluciones particulares han ido jalonando el avance de "la" Revolución. O lo que es lo mismo, la definitiva liquidación de los restos del orden cristiano.
Pues bien, es dentro de ese proceso amplio de "la" Revolución que la Democracia juega su papel eminente. Y lo seguirá jugando hasta tanto sus promotores evalúen que les resulta útil a sus fines. ¡Y vaya si les ha resultado útil! Basta ver los "logros" de las democracias en el último siglo para comprender porqué la defienden tanto quienes pretenden borrar no sólo a la Iglesia, no sólo al orden cristiano, sino incluso al mismísimo Orden Natural.
Lo sé porque viví con uno de ellos, mi abuelo, que era cristocéntrico, creía en el valor de la persona sobre la máquina, en la Ley Natural, en los gremios más que en los sindicatos y, desde luego, en la trascendencia sobre la inmanencia. Pero ya entonces no había muchos como él.
Al mismo tiempo, dirigió una misiva al Zar por los atropellos de los derechos de los católicos polacos.
Y no es solamente esto: los que viven un conflicto lo ven solamente a su nivel. El Papa lo tiene que ver en el conjunto, y además, nunca puede dejar de lado la doctrina católica al respecto. Y como hemos dicho, la doctrina católica, desde el principio, está muy clara.
Lo de la "visión de conjunto", hay que recordar que Rusia era un aliado político de la Santa Sede en contra de los gobiernos occidentales dirigidos por las logias. Por eso el conflicto polaco se tenía que ver necesariamente en el contexto más amplio.
Te puedes defender, pero como el mismo Santo Tomás apuntaba, esa defensa no puede degenerar en la sedición.
Otro apunte: no existen en la historia dos hechos iguales; existen analogías, no identidades.
Lo digo por el silencio de Pío XI durante dos primeros años de la lucha de los cristeros. Era comprensible que los católicos reaccionaran, pero no sería conveniente ir demasiado lejos. Parece que el papa dejó tiempo esperando se llegue a un acuerdo.
Esto viene útil a efectos de discernir la conveniencia -o necesidad, u obligación moral- de involucrarse en la lucha democrática (la única lucha política posible dentro de la actual situación) en este momento de la Historia en el que Dios nos ha puesto.
Y yo discierno de que no es conveniente involucrarme ahora porque el actual estado de la Iglesia me mueve a concentrar en ella los talentos que Dios me dio, que son contados. Entiendo que hoy por hoy eso es prioridad uno para mí.
Ya vendrán tiempos mejores.
O vendrá Cristo.
Dios dirá.
----
Interesante dato que desconocía, Menka. Alemania, Austria y Rusia se habían fagocitado a la católica Polonia, y sin embargo la Santa Sede no parecía muy activa en defenderla.
Las compejidades del caso eran enormes. Austria era católica y lo fue hasta la caída del Beato Carlos, en la IGM. Y Polonia había salvado al Sacro Imperio apenas siglo y medio antes, cuando su rey Juan Sobiesky fue con sus tropas al Sitio de Viena y volcó la balanza a favor de los sitiados.
Dejar un comentario