Leído para Ud.: recensión de dos libros sobre la Cruzada Española
Presento aquí dos excelentes recensiones de un monje y sacerdote amigo sobre dos libros aparecidos recientemente sobre la Guerra Civil Española y sus mártires. Vale decir que el Padre Rossi colabora con la causa de canonización de los mártires benedictinos del Monasterio del Pueyo, (Barbastro, España).
Que les aproveche
Cárcel Ortí, Vicente, Mártires del siglo XX en España. 11 santos y 1512 beatos, 2 vol., BAC, Madrid 2013, 2816 pp.
Decía Vladimir Soloviev que «la idea de una nación no es lo que ella piensa de sí en el tiempo, sino lo que Dios piensa de ella en la eternidad». Estas palabras, aplicables a cada pueblo en su paso por la historia, encuentran una aplicación del todo especial en España, y esto en razón de la misión del todo trascendente y sobrenatural que a esta nación ha confiado el Rey y Señor de la historia y de los hombres.
España es más que una nación. Podríamos decir que es un espíritu. Es un espíritu que se ha forjado en su razón existencial luchando contra quienes quisieron destruirlo o diluirlo, intentándolo confundir o fragmentar. Es un espíritu que alcanzó su madurez en la unidad natural y sobrenatural y legó a la historia cotas inimaginables de santidad y belleza. Es un espíritu que marcó el camino a sus pares, a veces con medios incomprendidos o «modernamente incorrectos», y prefirió la injusta acusación de atraso a la pasividad culposa ante el mal ajeno. Es un espíritu que se expandió y fructificó, que dio a luz la fe de un continente entero, prolongación suya en el tiempo y en el espacio; eligiendo el sacrificio maternal de una muerte lenta y desgastante, sin mirar por sí mismo y con la inmortal convicción de que los valores del alma se refuerzan cuando se donan. Lamentablemente hoy es un espíritu que agoniza y más se asemeja al pábilo apenas humeante y a la caña resquebrajada que a la ciudad en lo alto del monte que supo ser (y que debe volver a ser sino quiere morir).
El gran poeta José María Pemán lo definió con claridad: «España ha sido a través de su historia nada más que esto: Fe, Monarquía y Milicia como instrumentos de su Unidad» (La historia de España contada con sencillez, Homolegens, Madrid 2009, 435).
Porque España fue grande y libre cuando fue una, y cuando esa unidad se fundó en el Altar, el Trono y la Espada. Los tres elementos, Fe, Monarquía y Milicia, se ordenan a su vez uno respecto del otro, y se jerarquizan: la espada debe servir al trono y el trono ha de ser vasallo de la cruz; sólo así se hace la auténtica unidad española, herencia en todos los órdenes del valor, de la justicia y del heroísmo de sus caballeros, de sus reyes y de sus santos.
Y principalmente de sus santos, porque aunque es cierto que España necesita hoy de manera perentoria el retorno al valor de sus guerreros y la entereza de una corona bien ceñida; más cierto es que le hacen falta santos, grandes santos como los de ayer. Es sobre el terreno abonado del testimonio de la santidad sobre el cual ha de florecer el viejo clavel del espíritu español. Y le hacen falta santos, digo, no porque no los tenga, sino porque le es preciso verlos, descubrirlos entre los recuerdos que muchos españoles quieren clausurar para siempre. En España hay tierra regada por sangre de infinidad de mártires y el regadío ha sido reciente, pero hay que trabajar por hacerlo actual, porque si no se toma conciencia de ese suelo fecundado no hay esperar restauración de ningún tipo.
Y a este fin contribuye de manera egregia esta voluminosa obra que presento, corrección y aumento considerable de otra anterior; fruto del denuedo científico y de la pasión por los testigos de la fe de nuestro tiempo que tiene el p. Vicente Cárcel Ortí, quizás el más grande conocedor de la persecución religiosa republicana española y del conjunto del desarrollo de la Iglesia en la España del siglo XX (y XXI). Este sacerdote valenciano, nacido en 1940 y ordenado en 1963, ha publicado ya más de 40 libros y unos 400 artículos, dotados todos de gran seriedad documentaria; últimamente está dando a imprenta unos muy importantes estudios: La II República y la Guerra civil en el Archivo Secreto Vaticano (con dos volúmenes ya publicados, uno en prensa y otros dos en preparación; los edita la BAC). Entre sus obras referidas al tema de la persecución religiosa destacan, entre tantos otros, La persecución religiosa en España durante la Segunda República (1931-1939), Rialp (Madrid 1990); La gran persecución. España 1931-1939. Historia de cómo intentaron aniquilar la Iglesia Católica, Planeta (Barcelona 2000); Mártires del siglo XX. Cien preguntas y respuestas, Edicep (Valencia 2001); Persecuciones religiosas y mártires del siglo XX, Palabra (Madrid 2001); Caídos, víctimas y mártires. La Iglesia y la hecatombe de 1936, Espasa Calpe (Madrid 2008); y Mártires españoles del siglo XX, BAC (Madrid 1995). Esta última obra es la que ahora rearma y completa para ofrecer una visión actualizada del martirologio español, adecuando levemente el título, «ya que no se trata solo de los españoles martirizados, sino de todos aquellos que, aunque no eran de nacionalidad española, derramaron su sangre en diversos lugares de nuestra geografía nacional» (p. XXV).
La obra se compone de dos voluminosos tomos pero está concebida como un único. En ella se reúnen por primera vez las biografías de todos los mártires de la persecución comunista en España en la década del 30 reconocidos por la Iglesia en sucesivas beatificaciones y canonizaciones. Las biografías son en general sucintas pero completas, y constan de hermosos detalles de vida y martirio. Están agrupadas en tres grandes conjuntos que se conforman según el Pontificado bajo el cual fueron beatificados o canonizados los mártires; y al interno de cada conjunto los diversos capítulos representan a diferentes causas, algunas de las cuales son personales y otras (la mayoría) que abarcan grupos homogéneos de testigos de la fe. En total suman 10 beatificaciones bajo el pontificado de san Juan Pablo II: 471 mártires agrupados en 38 causas; 4 beatificaciones más en el Pontificado de Benedicto XVI: 530 mártires correspondientes a 27 causas; y la todavía reciente beatificación en el Año de la Fe, reinando en la Iglesia el Papa Francisco, en la ciudad de Tarragona el 13 de octubre de 2013: 522 mártires de 33 causas. El total es de 1523 mártires reconocidos oficialmente como tales, de los cuales al momento 11 han sido canonizados, todos por san Juan Pablo II, en 2 ceremonias en los años 1999 (Roma) y 2003 (Madrid).
Además de las vidas de los mártires, el a. despliega su gran erudición para ubicar espacial y socialmente en cada caso, describiendo la vida cristiana de muchas de las diócesis de España y el aporte que de su seno hicieron al martirologio común. De destacar es también la «Introducción general sobre mártires y persecuciones religiosas» (pp. IL-CVII), donde recuerda las condiciones para la declaración del martirio, especificadas por el Papa Benedicto XIV, y la actualidad de los procesos super martyrio; además de recordar enseñanzas del Concilio Vaticano II y de san Juan Pablo II, «el Papa de los mártires del siglo XX». También son valiosísimos los apéndices documentarios, 8 en total, constantes de documentación editada e inédita de muchos obispos españoles, así como también de textos y homilías de los Papas y Cardenales que han oficiado las diferentes ceremonias de beatificación y canonización (2451-2672). Inapreciables es, por concluir, el índice de los mártires según apellido y según estado civil o eclesiástico, y la relación de lugares de nacimiento y de martirio de cada uno de ellos (2674-2186).
Especial mención quiero hacer del «Estudio sobre las raíces históricas de la persecución religiosa española y características generales de la misma» (3-270), que preside lo que propiamente puede considerarse el texto del volumen.
En este estudio acomete el a. la clarificación de responsabilidades con el magnánimo objetivo de ayudar a todos a «pedir perdón y perdonar», y para que resulte más evidente el auténtico testimonio de quienes no murieron sino por defender su fe. Este tema es crucial y el a. demuestra maestría a la hora de enfrentarlo, porque fundamenta sin ambages los delitos flagrantes que la II República española (1931-1939) cometió contra la Iglesia y contra España, y que fueron el verdadero motivo de la contienda civil de 1936. La tergiversación que se ha hecho de estos sucesos los vuelve de mayor importancia, y el a. deja bien claro que la agresión a la Iglesia fue injustificada («tanto la Santa Sede como la Jerarquía española acataron lealmente el nuevo régimen», 7) y respondía a un plan de destrucción de la fe que trascendía a la misma realidad española y era obra de la ideología comunista («en el caso de España, la propagación marxista y anarquista tuvo una capacidad de penetración extraordinaria», 26) y del «protagonismo singular» que adquirió la Masonería (30).
Esta acusación histórica lanzada certeramente contra el gobierno republicano español de la década del 30, por su confesional e injusto azote contra la Iglesia de Jesucristo, no lo ciega al a. para señalar, a un tiempo, las responsabilidades que pueden achacarse a la misma Iglesia, no como causa de la persecución (que no la puede tener proporcionada) sino del gran abismo que se abría entre grandes grupos de fieles y la estructura jerárquica, producto del liberalismo y el clericalismo del siglo XIX, y en última instancia, del fariseísmo, como muy bien señalaba ya en 1937 el p. Leonardo Castellani («Sobre tres modos católicos de ver la guerra de España», en Las ideas de mi tío el cura, Excalibur, Santa María de los Buenos Aires 1984, 155-163). Negando, por falsa, la atribución de ingentes propiedades y riquezas a la Iglesia (expoliada de gran parte de lo suyo por ministros como Mendizábal allá por 1837); sí puede hacerse mea culpa respecto de la falta de penetración eficaz en los ámbitos políticos y culturales más avanzados de la nación (11) y de un importante descuido de la educación religiosa popular (12), razones por la que se operó una separación general entre la Iglesia y el pueblo, que fue cada vez más influenciado por los poderes externos contrarios a la fe y las ideologías enemigas de España. Aquí puede encontrarse, creo yo, un cabo de explicación, si bien no al enseñamiento de ciertos elementos contra todo lo religioso, sí quizás a la temerosa pasividad de muchísimos cristianos que no fueron capaces de alzar una mano ni una voz en defensa de su culto y su clero (241).
Es de lamentar que en algunos juicios el a. preste servicio a un pensamiento más moderno y “felizmente democrático”, que no enreda la verdad que busca probar y no diluye el testimonio de los mártires, pero que compromete, a mi entender, la restauración, que está para concretarse, del espíritu español. Al decir, por ejemplo, que «todos los caídos de la guerra y los que sufrieron la represión en ambos bandos, por la defensa de unos ideales políticos y sociales, merecen el máximo respeto y son recordados como modelos a imitar por quienes siguen semejantes ideologías» (5) no nota el a. que ambos bandos no son equiparables, y que la lucha entablada no era entre ideales políticos, sino entre los enemigos de España, y quienes quisieron patrióticamente librarla de la destrucción. Franco y quienes con él se levantaron no encontraron motivo en una idea política o social determinada, que la tenían, sino en el proceso de destrucción de la identidad nacional histórica española en medio del cual estaba sumiendo a la nación el gobierno republicano y las ideas dialécticas a que se estaba abriendo de par en par las puertas de España. Franco luchó por España y los caídos por Dios y por España no son seguramente mártires pero sí héroes, y así deben ser honrados. Sin ánimo de juzgar a cada uno de los que luchó en contra de España, a ellos no merece este calificativo. Y no hay que perder de vista que la persecución y la guerra fueron dos cosas diferentes, pero el enemigo en ambos casos era el mismo, y el hecho histórico fue conjunto, y una victoria de los sin-Dios significaba una misma consecuencia, con dos formalidades: la destrucción de España y de la Iglesia en ella.
Jesucristo, el Rey de la historia y de los pueblos, que padeció en la cruz para brindar fortaleza a los mártires de todos los tiempos, intervino en favor de España y de su Iglesia, otorgándoles una legión de testigos al calor de cuya sangre, han de volver a ser. Porque al decir de san Juan Pablo II: «En la historia del siglo actual [XX] es, tal vez, el que se caracteriza por las más grandes negaciones del cristianismo, pero también se distingue por el extraordinario ejército de confesores y mártires, que han sembrado la semilla de una nueva vida en Europa y en el mundo, según el antiguo principio: sanguis martyrum, semen christianorum» (268).
Secretaría general de la Conferencia Episcopal Española – Oficina para las Causas de los Santos, 11 santos y 1512 beatos. Álbum, EDICE, Madrid 2013, 426 pp.
Al hilo de la exposición de la obra de don Vicente Cárcel Ortí, Mártires del siglo XX en España, presento también ésta, que le es un excelente complemento, pensado de hecho como tal. Se trata del Álbum que publica la Conferencia Episcopal Española, por medio de la Oficina para las Causas de los Santos, en el cual se nos ofrecen fotografías de los 11 santos y 1512 beatos mártires de la persecución religiosa de los años 1930 en España.
Prologado por Mons. Juan Antonio Martínez Camino, Obispo auxiliar de Madrid y gran benefactor de las causas de canonización y beatificación de los mártires en España, el volumen se abre con el Mensaje que el Episcopado español envío a todos los fieles con ocasión de la última gran ceremonia ocurrida en la ciudad de Tarragona el 13 de octubre de 2013. Allí fueron beatificados 522 «firmes y valientes testigos de la fe», de todas las condiciones civiles y eclesiásticas, de edades, diócesis y ocupaciones muy variadas. A continuación del Mensaje y divididas en cuatro partes, según los tiempos de las beatificaciones, se registran todas las imágenes de los mártires elevados a los altares, añadiendo a cada cual el nombre, el lugar y fecha de nacimiento, la edad, y el lugar y fecha de martirio. A cada mártir acompaña un número, que se corresponde con la numeración que adopta el p. Vicente Cárcel en la obra dicha, con lo cual se facilita la búsqueda de la vida y martirio de cada testigo y la relación a su imagen y las de sus eventuales compañeros de martirio.
Es un material conciso pero sumamente útil, ya que contribuye a acercar la figura de los mártires, prolongando sus testimonios y fortaleciéndolos en el tiempo. Todo lo que refuerza la realidad histórica de cada uno de los testigos, es un medio privilegiado para la validez y veracidad de su testimonio: sean sus reliquias, que tienen un valor del todo especial, sean también aquellas cosas que les pertenecieron, los sitios donde vivieron o murieron, sus escritos si los hay, y sus imágenes. Es este un recuento de ellas, y nos muestra un cortejo de rostros de mucha serenidad y decisión, de intensa fe y firme esperanza. Es cierto que al lector lo condiciona el saber quiénes son aquellos que descubre en estas fotografías, y que muchas veces trasladamos a la imagen que vemos los contenidos conceptuales del sacrificio que los mártires hicieron, lo que da a sus semblantes una belleza especial; pero a su vez es más cierto que el martirio no se improvisa y que en la mirada viva de cada uno de los que interiormente estaban dispuestos al testimonio entero, ha de poder siempre adivinarse ese compromiso.
Esta obra, como señala Mons. Martínez Camino en el Prólogo, sirve «como guía y colofón» (7) a la trilogía de publicaciones ya hechas por la Conferencia Episcopal, bajo la autoría de María Encarnación González Rodríguez, directora de la Oficina para las Causas de los Santos, donde se recoge la biografía de cada uno de los mártires según los periodos de su elevación a los altares: Quiénes son y de dónde vienen. 498 mártires del siglo XX en España, Edice (Madrid 2007); Los primeros 479 santos y beatos mártires del siglo XX en España. Quienes son y de dónde vienen, Edice (Madrid 2008); y Los 522 mártires del siglo XX en España de la Beatificación del Año de la fe. Quiénes son y de dónde vienen, Edice (Madrid 2013).
P. Juan Manuel Rossi, IVE
Monje en el monasterio “Nuestra Señora del Pueyo” (Barbastro)
http://santuariodelpueyo.verboencarnado.net/
75 comentarios
"Por esto la Iglesia, aun siendo hija del Príncipe de la Paz, bendice los emblemas (pf) de la guerra, ha fundado las Ordenes Militares y ha organizado Cruzadas contra los enemigos de la fe.
No es este nuestro caso. La Iglesia no ha querido esta guerra ni la buscó, y no creemos necesario vindicarla de la nota de beligerante con que en periódicos extranjeros se ha censurado a la Iglesia en España. "
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católico pocho escribió en el anterior post; transcribo su comentario aquí: "Todo esto se está ocultando a los españoles, católicos o no. Se cubre con un manto de que si es franquismo o lo que sea, pero les hace ignorantes de su historia o avergonzados , que es peor, cuando debiera ser, es,
un orgullo."
Claro que hubo mártires cristianos y barbaridades horribles cometidas por los que negaban a Cristo. Pero también se manipuló y mancilló el nombre de Cristo en vano para mundanas y autoritarias y pseudo fascistas ideologías de poder tan opuestas en todo al mensaje de Cristo.
Ya va siendo hora de que proclamemos valientemente el mensaje de Cristo y de su Iglesia, honremos a sus mártires y depuremos a la Iglesia de ideologías mundanas autoritarias que tanto odio han desprendido y sufrimiento causado. Y lo que es peor que han desfigurado el rostro de la Iglesia de Cristo asimilándola a ideologías que nada tienen que ver con su mensaje.
Disculpe Vd. P. Juan Manuel Rossi pero todos los que lucharon lo hicieron por España, por ideas más o menos discutibles pero por España. No todos los republicanos eran unos asesinos de curas, monjas u obispos. Hubo mucha gente que lo que quería era que no hubiera una dictadura que a la postre resultio en sus primeros años implacable. Hace ya más de 70 años de aquello. Como Católico, creo que nadie debe matar pero todo el que se dejó la vida en dfensa de sus ideales merece el mismo trato, bien de héroe, bien de engañado o bien de irresponsable... pero todos por igual. Ya está bien de dividir entre buenos y malos según el que juzgue sea de derechas o izquierdas. Me niego a pensar que entre mis paisanos todos los de un bando eran asesinos y los del otro héroes. No, nunca es así, en niguna guerra y menos en una guerra civil.
Mons. Fulton Sheen decía a menudo: "cuando llegue al Cielo, si lo hago algún día, tres cosas me preguntaré:
1) ¿cómo puede ser que gente que pensaba que debería estar acá, no está?
2) ¿cómo puede ser que gente que pensaba que nunca podría haber llegado acá, está aquí?
3) ¿cómo diablos llegué yo mismo aquí?"
Saludos
P. Javier
Dices que no todos en el bando "republicano" -revolucionario- eran asesinos de curas, monjas, etc... Normal, porque la población de socialistas, comunistas o anarquistas -así como de republicanos de izquierda, que eran muchos menos- era de varios millones de personas y la de miembros de la Iglesia era de varias decenas de miles. Pero esos cuatro grandes grupos ideológicos en que más o menos se dividía la izquierda aparte de tener grandes diferencias entre ellos, tenían una característica en común que era su aversión a la Iglesia católica, que en los 3 grupos revolucionarios era de verdadero frenesí aniquilador, que no llegó al exterminio total porque es muy difícil en la práctica, ya que se aguza el ingenio y cuando se llevan ya varios meses de persecución, los que se saben perseguidos se esconden como Dios les da a entender o consiguen pasarse a la otra zona, etc...
Dices también que lo que mucha gente quería era que no hubiera una dictadura, dando como a entender que la mayor parte de la izquierda lo que quería era esto -puesto que a continuación dices que esa dictadura en sus primeros años fue implacable-. Quería aclararte que lo que se ventilaba en la España del 36 y siguientes no era si iba a haber dictadura o no, sino de qué signo e intensidad iba a ser la dictadura que de manera segura íbamos a tener. La democracia no tenía el menor protagonismo en aquella España porque sencillamente había sido destruida. Pretender dar a entender que socialistas revolucionarios que no hacían sino repetir como posesos su objetivo de dictadura del proletariado, o que anarquistas ultrarrevolucionarios o que comunistas férreamente estalinistas etc... querían evitar una dictadura es estar fuera de la realidad. Lo que querían era precisamente una dictadura, pero de carácter totalitario, bastante distinta de la que tuvimos.
P. Javier, coincido plenamente con la puntualización. No obstante, es hora de unir no de volver a dar vueltas a la división entre buenos y malos.
Ahora bien, el término "Cruzada" debe cogerse con pinzas: todo es muy complejo. El bando nacional estaba formado por:
- militares borbónicos y liberales (algunos pretendieron que el divorcio no se derogase sin éxito pro presión d ela Iglesia) que acabaron restaurando la monarquía. Rl grupo que mandaba
- tradicionalistas, católicos y monárquicos carlistas. La última guerra carlista en España se libró en el 36.
- derechistas con mucho que perder con los rojos más extremos.
- ejército moro de las colonias.
- filofascistas varios.
No dudo que muchos se tomaron la guerra como una auténtica "Cruzada", para ellos era la legitima defensa frente a su extermino seguro más pronto que tarde.
El Régimen del 18 de julio (camaleónico donde los haya) se alió con la Iglesia desde un inicio y con los capitalistas y los terratenientes, con la primera porque no tenía legitimidad popular y ésta se la procuraba en parte, y con la segundos para financiarse. La Iglesia se aprovechó también e impuso sus condiciones (Estado confesional católico) hasta los años 60 en los que dio ya esquinazo a Franco, siguiendo unos derroteros similares pero contrarios en vez de pasar a la neutralidad como debía ser desde un principio.
El régimen del 18 de julio derivó conscientemente hacia lo que tenemos ahora: una monarquía que garantiza la uniformidad de España (la unidad es dificil si los territorios no se sienten representnados) y la inserción como sea en la Unión Europea y demás entradas en organismos internacionales occidentales que blindan el sistema borbonico indefinidamente.
"Da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es un buen católico... ¿qué más quieren?"
Pablo VI, tras la muerte de Franco:
"Ha hecho mucho bien a España y ha proporcionado un desarrollo extraordinario, y una época larguísima de paz. Franco merece un final glorioso y un recuerdo digno de gratitud".
Esa España que nos hace orgullosos de sentirnos hispanos. Que no es la "españa" de Rajoy ni la del borbón, ciertamente.
De alguna manera, esa España - cuya restauración está para concretarse, como bien dice el P. Rossi - murió en buena medida con Franco. Lo suyo fue una lucha numantina con final anunciado.
Y no lo dice sólo este argentino: conozco muchos españoles nacidos bajo Franco y residentes aquí, que ya no quieren volver a España ni de visita. ¡Quien te ha visto y quien te ve!: ya no la reconocen.
Mi abuelo era un leonés maragato anticatólico y antifranquista visceral, venido a la Argentina hace unos 100 años. Mantenía correspondencia con su primo, el general republicano T. Martínez Cabrera. Correspondencia que mandó a España cuando el general se lo pidió, como prueba para defenderse de acusaciones que recibía desde su mismo bando, y que pusieron su vida en peligro.
Desde que fue fusilado por los nacionales, en mi familia se instaló que eso había sido una salvajada de Franco. Y así quedó por décadas. Hasta que a una tía mía se le dio por solicitar a la Embajada de España las actuaciones del juicio sumario contra Martínez Cabrera. Se las entregaron en 1.985 y todos pudimos leerlas.
Resulta que el general de marras estaba al frente de un regimiento en Murcia al momento del levantamiento nacional de 1.936. Cerca de allí había otra guarnición más pequeña que se manifestó favorable a Franco. Entonces la atacó y la venció, tomando numerosos prisioneros nacionales. Hasta allí nada reprochable. Pero sucedió que luego Martínez Cabrera dispuso el fusilamiento de los prisioneros, y por ese crimen de guerra fue condenado y ejecutado en junio de 1.939.
Un año después, aún en plena guerra civil, Astorga, le retiró el título de "Hijo Adoptivo" conque lo había honrado por beneficios que había recibido de parte del militar. Pero la corporación municipal en 2.007 se lo reintegró, alegando que «fue un hombre de honor y una de las figuras más importantes de la guerra civil, que mantuvo una gran preocupación por salvar vidas durante la contienda».
Patético, ¿no?.
Es magnífico y cierto todo lo que dice.
En dicho bando figuraban también, obviamente los republicanos de izquierda y centro-izquierda, pero a modo de remolque y porque no les quedaba otra opción: el tipo de "república" que se vislumbraba en caso de victoria no animaba demasiado. Estos últimos no eran numerosos y pocos de ellos combatieron en realidad. Socialistas, comunistas, anarquistas -y los escasos poumistas- sin embargo eran combatientes puros de ideología y la abrumadora mayoría de dicho bando. Todos ellos tenían su versión revolucionaria que imponer, entendían que esa era su guerra, e imponer su revolución implicaba acabar con derechas, burguesía centrista y derechista y clero.
Naturalmente, eso no quita que avanzando la guerra y ya con el ejército popular implantado, hubiese reclutamientos forzados en los cuales también tuviesen que combatir gente que no sentía la revolución de la misma manera. Pero la mayoría eran combatientes ideológicos y revolucionarios.
En el otro lado digo tres cuartos de lo mismo, solo que se trataba de defenderse de la revolución, porque amenazaba aniquiladoramente. Quienes sabían que estaban dentro de los estamentos a los cuales la revolución iba a perseguir no tenían más opción que protegerse. Y éstos claro que luchaban por Dios y por España, porque esos dos conceptos eran atacados por la revolución. De hecho es que las familias políticas que se unieron contra la revolución del 36 -que es lo que es la guerra civil española: la lucha desesperada contra la revolución del 36- buscaron un esqueleto ideológico que les uniera: defensa de la unidad nacional, de la propiedad privada, del orden público y del respeto a la religión, o sea, Dios y España en resumen.
"Según las estimaciones de Matthews, en los primeros meses de la guerra, los jóvenes y no tan jóvenes que se aprestaron a tomar las armas de manera voluntaria pudieron llegar a constituir unos 120.000 milicianos y soldados en la zona republicana y otros 100.000 combatientes voluntarios en la zona franquista. Pero la guerra no podía librarse con tan pocos hombres en armas y hubo que recurrir a la movilización forzosa de varones entre 18 y 45 años para mantener las operaciones: la República llegó a movilizar a 1,7 millones de hombres en 28 reemplazos, mientras que sus enemigos movilizaban a 1,2 millones de hombres en 15 reemplazos"
Los debates guerracivilistas solo sirven para incrementar el dolor y el odio.
Los que no nos identificamos con ninguno de los dos bandos, los que pensamos que aquello fue una barbarie solo podemos hacer todo lo posible para que no vuelva a repetirse.
Con el debido respeto, no haces más que recurrir a los tópicos manidos de siempre: "una guerra cruel e injusta", "miserable, sangrienta y entre hermanos", "pena y vergüenza"... y bla, bla, bla. En primer lugar, todas las guerras son crueles e injustas en mayor o menor medida, pero algunas son INEVITABLES, y la Guerra Civil de Liberación lo fue. José María Gil-Robles (que no era precisamente franquista) publicó sus memorias con el título de "No fue posible la paz". Porque, efectivamente, no lo fue. El pueblo español aguantó la ola de crímenes del Frente Popular durante cinco años (en los que Franco salvó a la República DOS veces), hasta que la situación se hizo insostenible y fue necesario alzarse en armas para que la "media España que no se resignaba a morir" (otra vez Gil-Robles) no pereciera. Se habla de guerra entre hermanos... ¿Tú crees que los católicos españoles podemos considerar como "hermanos" a aquellos chekistas salvajes que torturaban y asesinaban inocentes por el simple hecho de ser católicos? Para los soldados que lucharon noblemente en el campo de batalla en ambos bandos, todo mi respeto (y en el Valle De Los Caídos, no se olvide, hay combatientes de los dos lados); para los asesinos y torturadores chekistas y sus amiguetes de las Brigadas Internacionales, ninguno. Sólo cabe rezar por sus almas.
A mí la Guerra Civil no me da vergüenza. Me puede parecer triste y lamentable que se TUVIERA que llegar a esa situación, pero vergüenza no me da porque supuso la reacción viril del pueblo español contra la anti-España que quería exterminarles. (Lo de las "dos Españas" siempre me ha parecido un mito.) Lo que sí me causa pena y vergüenza son los cinco años de asesinatos y persecución religiosa que precedieron a la guerra. Aunque, en realidad, la guerra empezó en 1934, con la sublevación de Asturias, algo sobre lo que también habría mucho que hablar.
Es necesario conocer el pasado para construir el presente y el futuro. Y es preciso que las nuevas generaciones sepan POR QUÉ hubo una guerra, para así no volver a caer en los errores del pasado (en los que ya estamos cayendo otra vez). Ya lo dijo Cicerón: "Si ignoras lo que pasó antes de que tú nacieras, siempre serás un niño."
Y con respecto a lo de los que fueron movilizados "a la fuerza", sólo diré que su número fue muy inferior al de los que fueron voluntarios. Pero parece ser que a algunos ese matiz les preocupa mucho.
Te recomiendo el libro del filósofo católico Julián Marías: "La guerra civil ¿cómo pudo ocurrir?
Es tremendamente lúcido.
"¿Los políticos, los partidos, los votantes querían la guerra civil? «Creo que no, que casi nadie español la quiso. Entonces, ¿cómo fue posible? Lo grave es que muchos españoles quisieron lo que resultó ser una guerra civil. Quisieron: a) Dividir al país en dos bandos. b) Identificar al «otro» con el mal. c) No tenerlo en cuenta, ni siquiera como peligro real, como adversario eficaz. d) Eliminarlo, quitarlo de en medio (políticamente, físicamente si era necesario). Se dirá que esto es una locura...Efectivamente, lo era (y no faltaron los que se dieron cuenta entonces, y a pesar de mi mucha juventud, puedo contarme en su número). Si trasladamos esto a la vida colectiva, encontramos la posibilidad de la locura colectiva o social, de la locura histórica».
Raciocinio viciado: «De ahí la necesidad de un pensamiento alerta, capaz de descubrir las manipulaciones, los sofismas, especialmente los que no consisten en un raciocinio falaz, sino en viciar todo raciocinio de antemano».
En la zona que se llamó «nacional» y fue llamada por sus enemigos «facciosa», todo el que no se sumó al «movimiento» fue {perseguido, normalmente (y desde luego en el caso de los militares) por rebelión. Esta persecución se extendía a todos los afiliados a partidos del Frente Popular, pero no estaban seguros los radicales, ni los pertenecientes a la CEDA, ni los maestros, ni, por supuesto, ios masones. En la zona «republicana» («roja» pafa los enemigos), solamente los partidos del Frente Popular eran aceptados (los republicanos, meramente tolerados); todos los demás, aunque fuesen republicanos históricos, eran perse-gudos; los falangistas, sin la menor esperanza de salvación; los sacerdotes, religiosos, monjas, etc., si no se escondían a tiempo eran exterminados. En ambas zonas, todos los que no eran incondicionales eran sospechosos.
Las «depuraciones» dejaron sin puestos de trabajo a millares de persons a las que se consideraba «desafectas», aunque no hubiesen cometido ningún acto
delictivo ni hostil; y la depuración hacía ingresar inmediatamente en la categoría de los sospechosos, sometidos a vejaciones y peligros. La condición de militar retirado en una zona, de dirigente sindical en la otra, significaba el encarcelamiento y, con bastante probabilidad, la muerte. Por supuesto, en la zona republicana, con la excepción del País Vasco, todo culto religioso fue prohibido, y los incendios de iglesias y conventos fueron frecuentísimos, en muchos casos realizados sistemáticamente. En toda España se constituyeron tribunales («de guerra» o «populares») sin la menor garantía jurídica y de particular ferocidad; estaban compuestos, en un caso, por representantes de todos ios partidos del Frente Popular y de las organizaciones sindicales; en el otro, por militares y representantes políticos. Esto sin contar con las abundantísimas «checas» o sus equivalentes, absolutamente irresponsables, y con las «sacas» de las prisiones, con pretextos de traslados que solían ser al otro mundo.
No me interesa recordar el aspecto más horrible y siniestro de la guerra sino para recordar que fue un universal terrorismo, ejercido no sólo contra los enemigos, sino contra los que se podían considerar neutrales o incluso partidarios no fanáticos o incondicionales, dentro de la propia zona, lo cual significó un chantaje generalizado, que excluía toda crítica y todo matiz de posible disidencia. Así se llegó a la aceptación de todo (incluida la infamia), con tal de que fuese «de un lado».
La consecuencia inevitable fue el envilecimiento. Nadie quería quedarse corto, ser menos que los demás en la adulación de los que mandaban o la execración de los adversarios. Esto fue un poco menos compacto en la zona republicana, por su falta de disciplina y coherencia, que dejó un estrecho margen de «pluralismo». Esta diferencia puede comprobarse en la actual publicación de los dos ABC: el republicano de Madrid y el franquista de Sevilla. La mentira, como puede verse allí mismo día por día, dominaba en ambos campos por igual.
Esta actitud, unida a la decisión de «pasar por todo», y en ocasiones al fanatismo -no siempre-, llevó a que la inmensa mayoría de lo que se escribió en ambas zonas fuese literalmente vergonzoso. Es aleccionador, pero infinitamente penoso, leer lo que escribieron muchos que tenían pretensiones de intelectuales, literatos, profesores, eclesiásticos, hombres de leyes. Hubo excepciones, sin duda, de decoro literario, nobleza, generosidad y valentía; pero no pasaron de excepciones. En algunos casos, lo lamentable fue simple debilidad y amedrentamiento, y pasada la terrible prueba no siguió formando parte de la personalidad de sus autores; en otros significó una corrupción profunda que llevó hasta la denuncia, el aplauso a los crímenes propios o la calumnia."
Julián Marías.
Que nadie quisiera la Guerra Civil no significa que ésta fuera inevitable. Tampoco nadie o casi nadie se quiere morir, pero la muerte es inevitable.
Y lo de que nadie "quería" la Guerra Civil es harto discutible. A Negrín le habría gustado que la guerra hubiera durado unos cuantos meses más para que enlazara con la Segunda Guerra Mundial y así tener el apoyo de las potencias "aliadas". Y las incitaciones belicosas de Largo Caballero son bien conocidas: estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de tener el poder absoluto y sovietizar a España.
Lo que dice Julián Marías no es palabra de Dios como pretenden algunos. Julián Marías fue un hombre que dijo y escribió algunas cosas sensatas a lo largo de su vida, pero también dijo y escribió muchas tonterías. Con todos mis respetos para su persona, era un tibio. Y ya sabes lo que pasa con los tibios, ¿no?
Equiparar a los dos bandos contendientes en la Guerra Civil me parece un simplismo y una injusticia. Y si no, léete lo que dijeron y escribieron Pérez De Ayala o Marañón, que en un principio habían apoyado a la Segunda República (como hombres falibles que eran), pero eran mayores y conocían el tema mejor que Marías. Y léete también lo que escribió el propio Azaña, que no era sospechoso de ser "facha".
¿Que "cómo pudo ocurrir"? Pues porque la Segunda República, ese régimen que el señor Marías también apoyó al principio, quiso cargarse a España y a la religión católica. Así de simple.
No hay peor ciego que el que no quiere ver.
No era un tibio Julián Marías. Tibios son los que renunciaron a pensar y a ser lúcidos sumerhiéndose en la barbarie de uno y otro bando, por obligación, por miedo, por ceguera ideológica.
No es tibio quien por ser fiel a sus principios y a sus valores cristianos bien entendidos y no ideológizada, se libró por los pelos de una condena a muerte. Fue detenido por no haber hecho nada más que ser un intelectual cristiano y coherente que no fue tiralevitas de nadie. Y fue traicionado para más Inri por su mejor amigo, del que no habló jamás mal en público en su vida, ni siquiera durante su vejez.
Pero claro era un tibio, por no ser fascista y denunciar los crímenes que clamaban al cielo en uno y otro bando.
Hablar de la guerra civil, de sus causas, de sus orígenes, de su naturaleza, de qué se ventilaba allí, sin propaganda detrás, sino con conocimientos basados en documentación múltiple y variada, es un ejercicio sanísimo, porque muchas de nuestras miserias actuales vienen precisamente de entonces, de lo que la izquierda se propuso y a lo que se creyó legitimada entonces.
Y desde luego en todas las guerras hay horror, crímenes, etc..., pero no debe caerse en el error de considerar que con esa "equidistancia" y mirando para el futuro exclusivamente actuamos correctamente. No eran lo mismo unos que otros ni les motivaba lo mismo. No es lo mismo acorralar al que consideras tu enemigo de clase llevado de puro odio de clase, que tener que defenderte de una revolución en marcha presa de pánico y desesperación, ya que el gobierno es como si no estuviera -y desde el 18 estuvo un gobierno títere de Giral durante mes y medio-. No es lo mismo perseguir desde los comités revolucionarios a los enemigos de clase y eliminarlos en cuanto es comprobado que son derechistas o clérigos, que juzgar a izquierdistas y hacerlo con severidad al constatar su participación en la revolución o graves responsabilidades en su producción. No es lo mismo asesinar a monjas por centenares torturándolas horriblemente cortándoles pechos, etc... y hasta violando a algunas, que dar ingestas de ricino y rapar cabezas.
No es lo mismo.
Lo cierto es que los que tenían el control de la calle eran socialistas revolucionarios y comunistas, de tal manera que hasta el mismo Besteiros-que era otro de los moderados-no pintaba nada en su partido. En mi pueblo, en una sola mañana, antes que las tropas republicanas pudieran llegar, mataron a tres personas en la Revolución de Octubre de 1934. Dos años antes de que empezara la guerra.
La investigación y castigo de los causantes de aquel golpe de estado fallido fue, diciéndolo de un modo suave, bastante chapucera.
Después de aquello sólo quedaba esperar la segunda intentona. Como Franco se adelantó no se puede hacer ucronía pero sospecho, y dado que mi familia era católica, que a lo mejor no estaría yo aquí para contarlo porque la costumbre de celebrar el primer viernes de mes o ir a la procesión del Corpus empezaba a ser algo así como pretender ir a misa en la Siria actual. Las cosas como son.
El de la II República fue del segundo tipo. Yo que sé lo que significa que un grupo armado tenga el control porque he vivido muchos años bajo la amenaza directa de ETA, me imagino lo que tenía que ser vivir bajo la amenaza continua de grupos que, ora quemaban una iglesia, ora desalojaban un convento de monjas, sin que el gobierno parpadeara.
El gobierno en el caso de ETA actuaba poniendo tú el valor por adelantado, pero en el caso de la II República ni siquiera se molestaba en perseguir a los agresores. Ya en 1931 empezó la quema de iglesias pero no se detuvo a nadie ni se hizo un solo juicio contra los perpetradores de los delitos, de la misma manera que Azaña tampoco tuvo la menor intención de llevar ante los tribunales a los asesinos de Calvo Sotelo. No se atrevían a impartir justicia ni con Julián Marías, ni con Besteiro, ni con Ortega y Gasset, ni con Unamuno porque allí los que manejaban el poder real tenían otros nombres.
Claro en esa situación la paz republicana era una entelequia. A lo mejor debíamos de considerar que la guerra empezó antes del 36. Empezó desde el momento en que la justicia dejó de funcionar y nos ponemos casi en el año 31. En mi pueblo nunca se supo quién o quiénes mataron a aquellas tres personas el año 34: dos empresarios y un obrero, sólo circulaban rumores, "dicen que..."
Tibio es el que no se moja. Y Marías quería contentar a unos y a otros sin mojarse; por lo tanto, era un tibio. Ya lo dijo Nuestro Señor Jesucristo: "Quien no está conmigo, está contra Mí." Ahora bien, es verdad que Marías no fue siempre así. Te aconsejo que leas lo que sobre Marías escribió Ricardo De La Cierva en su excelente libro "Misterios de la Historia", donde queda claro que el famoso filósofo no fue siempre tan "conciliador" como ahora se nos quiere dar a entender. (Tiene especial interés lo que dice el autor sobre la contribución de Marías al latrocinio perpetrado por el Frente Popular en Prensa Española en los últimos tiempos de la guerra.)
Si a ti te parece que defender la religión católica y la existencia misma de España es "renunciar a pensar y a ser lúcido sumergiéndose en la barbarie", yo ya no sé qué decir.
Y eso que dices de los crímenes... Mira, entre los dos bandos enfrentados hubo diferencias enormes, aunque la gente simplista pretenda despachar la cuestión con banalidades del estilo de "todos hicieron barbaridades". Entre los rojos hubo facinerosos y asesinos sin escrúpulos que mataban a gente inocente. Si luego esos criminales fueron ajusticiados, no significa que ambos bandos fueran iguales. Unos perseguían la religión y otros la defendían. Unos tenían chekas y otros tribunales militares con una garantía procesal. Unos supieron superar sus diferencias con la suprema autoridad de Franco y otros se mataron entre sí como bestias. Cabe recordar a los brigadistas internacionales que fueron víctimas de su jefe, André Marty, el "carnicero de Albacete", o los milicianos fusilados en Aravaca por resistirse a ir al frente, unos 200, enterrados junto a mártires como los dos Ramiros, Maeztu y Ledesma, o los recientemente conocidos casos de docenas de brigadistas de la 84 Brigada que conquistó Teruel, mandados por el alcalde socialista de Mérida, que fueron fusilados por resistirse a suspender su permiso tras la dura batalla. No; en la lucha entre el bien y el mal, los nacionales fueron los del bien y los rojos los del mal. Y nadie me convencerá de lo contrario ni me convertirá en un tibio de ésos que Dios vomita de su boca. Lo siento.
Pues que es muy ilustrativo. Tú añoras una dictadura en la que no había derecho de expresión, reunión, manifestación, asociación política. En la que había censura previa ( Esta conversación no la jubiéramos podido mantener) En la que las mujeres requerían firma del marido para contratar o ejercer una profesión. En la que se torturaba en las cárceles, en la que se sometía a la Iglesia a la vergüenza de inmiscuirse el dictador en nombramientos eclesiales, en la que se tenían que exiliar por no pensar igual que el dictador gente como Manuel de Falla, Severo Ochoa, Américo Castro,Pedro Salinas...
Pues yo eso no lo añoro. Nada de eso tiene que ver con Cristo y con la Religión católica.
He intentado saber cómo actuaba la justicia española durante el periodo de la II República y, si es posible, qué tipo de acusaciones y castigos se daban a los que cometían agresiones contra propiedades particulares, quemaban iglesias o sacaban a la luz los cadáveres de frailes y monjas enterrados (existen fotos) pero no hay documentación, que yo sepa.
La impresión que da es que armaban un poco de ruido con la policía por aquí y por allá, incluso detenían a alguien, pero jamás se concretaba en nada. Tampoco hay ningún libro que lo explique, y si alguien lo conoce me gustaría leerlo.
En mi opinión la justicia puede ser una pantomima-como en el caso de la URSS o la Alemania nazi-o puede estar ausente, como creo que fue el caso de la II República. La ausencia de justicia es una guerra latente porque la impresión de impunidad de determinados hechos delictivos no deja más que dos alternativas: o ir armado y defenderse o asumir la condición de víctima propiciatoria, y un país no puede resistir así mucho tiempo.
Que yo sepa la II República Española sólo actuó dos veces: En el caso de la Revolución de Octubre-que fue un fallido golpe de estado-y en el caso de Casas Viejas (1933), cuando el anarquista Seisdedos armó la troca, y siempre militarmente. Pero, fuera de eso, los sucesos de la calle se tomaban a beneficio de inventario. Y, como ya he dicho, incluso la culpabilidad de los que se levantaron en armas en octubre del 34 no se aclaró. Una total dejación de poder.
Julián Marías.
Lo que me estás diciendo es que el gobierno de Franco revertía la carga de la prueba haciendo que el acusado tuviera que demostrar su inocencia en vez del procedimiento habitual que es la demostración por la fiscalía de su culpabilidad (cosa que actualmente existe con las acusaciones por violencia de género, mira por donde).
La República desde luego no actuaba así, lo que hacía es simplemente no acusar, aunque la persona fuera más culpable que Judas, y en ocasiones ni siquiera investigar por miedo a la reacción de la calle.
Ahora bien, Julián Marías vivía en tiempos de la República y no observó nada pero, en cambio, si observó las deficiencias legales en tiempos de Franco ???
Efectivamente Franco actuó arbitrariamente efectuando juicios sumarísimos y haciendo lo que dice Marías. ¿Te costaría a ti mucho reconocer lo dicho por mi o tienes pruebas de lo contrario? Porque si no puede que Proby sea franquista, y además lo ha admitido, pero tú eres una cosa bastante fea que no quieres admitir. Ajusta tus contestaciones y no cargues en el debe del franquismo lo que corresponde a la república.
Demuéstrame que los procedimientos de los republicanos eran los correctos, que siempre buscaron al culpable y, fuera cual fuera su color, le aplicaron la más estricta justicia. Y sobre todo hazme el favor de decirme dónde puedo encontrar yo actas judiciales o procesos llevados durante el tiempo republicano contra personas que alteraban el orden público o destruían la propiedad religiosa. Porque las sinagogas ardían en Berlín al mismo tiempo que las iglesias en España con el mismo resultado de total impunidad y, créeme me gustaría, encontrar pruebas de lo contrario.
Desde posiciones izquierdistas siempre se ha acudido al impagable comodín de colgar el sambenito de rigor, ya sea fascista o luego franquista con el que descalificar de inmediato y que las opiniones del así descalificado queden ya de entrada rebajadas de categoría, porque queda sugerido que las opiniones de los demás, o sea de los antifranquistas son las buenas, ya que se tiene la convicción a fuerza de repetir el argumento, de que antifranquista es igual a demócrata.
Un truco muy típico de los antifranquistas es hacerse pasar por eso, por demócratas, alegando que como el franquismo era una dictadura, alguien al que califiquemos de franquista es alguien que añora y echa de menos las dictaduras, y los demás, o sea los antifranquistas somos demócratas de primera. Craso error.
Para empezar, el hecho de que hubiera una dictadura al término de la guerra y así durante mucho tiempo -aunque suavizándose- es algo que nos debería llevar a preguntarnos: ¿porqué sería así? ¿la democracia era posible? ¿la destruyó Franco? Todas estas preguntas son cruciales y está todo muy tergiversado por odio y deseos de victoria moral en aquel conflicto. Franco no destruyó ninguna democracia, sino la oleada de violencia con mirada para otro lado en el medio año previo a la guerra civil. Haber decidido Azaña primero y luego Casares gobernar para media España y por miedo a sus socios de la extrema izquierda concederles impunidad permanente tenía consecuencias: el miedo y la desesperación de la media España que no se resignaba a morir y que la legalidad y la legitimidad del Estado de derecho hacían aguas por todas partes.
El proceso revolucionario del 34 pudo ser sometido desde el Estado de derecho y con la democracia de fondo. No ocurría así con el del 36, mucho más peligroso, ya que iba creciendo revistiendose de ropajes de legalidad. Al término de la guerra, la democracia era imposible por mucho tiempo, ya que fue destruida a conciencia, y la alternativa -y esta es la cuestión- no solo no era una democracia, sino una dictadura peor aún.
El único momento en que la democracia era ya posible en España durante el franquismo fue en los años 60. Pues el país estaba ya reconciliado básicamente y con buen nivel de vida. Pero ahí ocurría que se podía comprobar que el antifranquismo en lo que estaba es en lo que siempre estuvo: en el derrocamiento, en la ruptura -como quedaba claro con el contubernio de Munich-. Nadie en la izquierda hubiera aceptado una transición democrática llevada a cabo por el franquismo directamente y en cuanto la izquierda hubiera recuperado el poder, hubieran ido a lal persecución de lo que viesen franquista, porque el resentimiento era muy fuerte en la izquierda. El franquismo vio esto y comprendió que tenía que continuar hasta la muerte de Franco. Hizo ahí, en los 60 lo que se pudo hacer: suavizarse y convocar un referéndum que ganó el régimen. Un referéndum que a buen seguro que fue más democrático que cualquier tipo de elecciones que se pudieran llevar a cabo durante el periodo del frente popular -como las elecciones repetidas en Granada y Cuenca de mayo del 36, por ejemplo.-.
Sin Corte, sin Dinastía y sin Corona, pero fue una Monarquía.
Una Monarquía Cristiana.
Representó el último palpitar de la moribunda Cristiandad.
Franco tuvo las atribuciones de un rey y actuó como tal. No como los reyes tiranos del Absoutismo, infectos de Liberalismo y rodeados de una nobleza decadente y repulsiva. Tampoco como esos farandulescos monigotes "contitucionales", alimentados por la nostalgia y los presupuestos oficiales. No, Franco fue rey efectivo y eficaz, porque por cuatro décadas actuó como un Padre para su patria, que lo respetó hasta su último aliento.
Fue llamado "Caudillo" por quienes le admiraban y "Dictador" por sus enemigos. Pero no fue ni lo uno ni lo otro: fue un Monarca, amado por su pueblo y amante de su Patria.
Madrid fue un incendio continuo pero Málaga fue un incendio total. La iglesia que estaba más cercana al domicilio donde nació mi padre desapareció totalmente. La actual talla del Cristo de Mena, ya no es de Mena porque la original resultó calcinada.
Entonces ¿por qué dicen tan solemnemente en las películas que ver arder las sinagogas fue el preludio del Holocausto? Si seguimos esa lógica el destino de los cristianos españoles sería igual de espeluznante, digo yo.
En ciertos documentales sobre la II GM la presentación es una sinagoga ardiendo porque resulta impactante. ¿El ver arder las iglesias es un espectáculo menos repulsivo? Estamos hablando del año 31, no del 36, advierto. Es decir que las iglesias españolas ardieron antes que las sinagogas alemanas.
Lo que dices sobre el Régimen de Franco es mentira.
El Régimen de Franco fue un régimen cristiano y de derecho en el que se permitía lo bueno y se prohibía lo malo, al revés que ahora.
Lo de las torturas en las cárceles es pura bazofia inventada por el antifranquismo para ocultar lo que era evidente para quien no tuviera una venda en los ojos: que lo que querían era sustituir un régimen católico por una brutal dictadura del proletariado. Y ni siquiera dudaron en utilizar el terrorismo para ello. Luego, cuando vino la demoniocracia, se lamentaron de que los terroristas siguieran matando. Pero cuando vivía el "dictador" bien que les aplaudían.
Los que se exiliaron lo hicieron porque quisieron, no porque Franco les obligase a hacerlo. Hubo otros muchos "izquierdistas" y combatientes del bando rojo que al terminar la guerra se quedaron en España, trabajaron y prosperaron. Ángel Palomino les retrató muy bien en su magnífica novela "Los que se quedaron". Pero claro, era mucho más cómodo para algunos irse a Argentina o a Méjico.
"Esta conversación no la jubiéramos (sic) podido mantener" en época de Franco, dices tú. Ni falta que hacía.
Lo que decía Julián Marías me parece, como mínimo, poco creíble.
Si a ti te gusta este régimen ateo, anticristiano, abortista, divorcista, corrupto y amoral, quédate con él. Yo no lo quiero para nada..Los católicos creemos en las verdades absolutas y la democracia es el régimen relativista por excelencia, el régimen del "depende". Pues al diablo con el relativismo.
Tiene razón Pío Moa cuando dice que uno de los peores males que padece actualmente España es el antifranquismo.
"La prudencia invita a no extralimitarse en juicios precipitados. Ni a acusarle de maltratador ni a considerar a su exesposa un arpía vengativa por un divorcio. Desde luego no seré yo el que se meta en ese jardín. Sí es cierto algo: si la exmujer quisiera acabar de raíz con su carrera y su prestigio le bastaría con haber denunciado algún maltrato –ni siquiera golpes– para que López Aguilar hubiese dormido en un calabozo. Y lo hubiese hecho en virtud de la ley que sacó adelante, uno de los proyectos estrella del zapaterismo de tan grato recuerdo. Al eurodiputado canario le hubiese ocurrido lo que a tantos hombres víctimas de una venganza, que tan sólo con el testimonio en comisaría de su pareja pasan unas horas en arresto policial hasta que un abogado consigue ponerles en libertad. Cierto es que la gran mayoría de los denunciados son culpables de maltrato y merecen quedarse entre rejas esa y otras muchas noches, pero también lo es que la ley no contempla la presunción de inocencia que ahora reclama justamente el político y su partido, el mismo que ha aplaudido que hasta ahora ocurra lo contrario". Carlos Herrera
Eso se llama revertir la carga de la prueba, es decir encarcelar a una persona antes de saber si es culpable y obligarle a demostrar su inocencia,
Como ahora no está Julián Marías para hacer tan agudas observaciones me permito hacerlas yo. Este tipo de leyes y acciones judiciales son profundamente antidemocráticas, con Franco y con Rajoy (que ha dejado la cosa como estaba, como hace casi siempre).
Existe una cosa que se llama "arresto preventivo", ¿conoces? Pues eso.
Creo que han quedado perfectamente clara las posturas. Y todo el mundo se ha retratado.
Una última pregunta: ¿por qué lo llaman religión cuando quieren decir ideología?
En la lucha entre España y la anti-España venció la primera. Y hay que dar gracias a Dios por ello. Y pedir que la anti-España no vuelva a las andadas para que no sea necesario reaccionar otra vez.
El hecho de que durante la guerra y después, las izquierdas llevaran actos de terror fruto de un odio exagerado, y que sus acciones fueran de una crueldad que pasma, muy superior a lo que hicieron los otros, que poseían un odio más reciente y defensivo o de respuesta, es algo que igualmente se puede constatar.
Ir al análisis de la guerra civil adoptando tesis de la
equidistancia y confundiendo ésta con la objetividad no es un análisis correcto bajo mi punto de vista. Esto queda bien bajo un prisma de bondad mal entendida y de perdones que no nos corresponden tres generaciones después. Además, echemos un vistazo a las guerras que conozcamos: ¿en ellas la culpa en la producción de la misma se repartiría al 50% entre los dos bandos? ¿Los crímenes son iguales y repartidos equitativamente siempre? Pues no. Eso es rarísimo y la guerra civil española no es un excepción: si vamos a las causas, orígenes vemos que no es así.
"¿Por qué qué habéis dicho todos
que en España hay dos bandos,
si aquí no hay más que polvo?
En España no hay bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay bandos.
No hay más que una hacha amarilla
que ha afilado el rencor.
Un hacha que cae siempre,
siempre,
siempre,
implacable y sin descanso
sobre cualquier humilde ligazón;
sobre dos plegarias que se funden,
sobre dos herramientas que se enlazan,
sobre dos manos que se estrechan."
"Los políticos españoles, apenas sin excepción, la mayor parte de las figuras representativas de la Iglesia, un número crecidísimo de los que se consideraban «intelectuales» (y desde luego de los periodistas), la mayoría de los económicamente poderosos (banqueros, empresarios, grandes propietarios), los dirigentes de sindicatos, se dedicaron a jugar con las materias más graves, sin el menor sentido de responsabilidad, sin imaginar las consecuencias de lo que hacían, decían u omitían. La lectura de los periódicos, de algunas revistas «teóricas», reducidas a mera política, de las sesiones de las Cortes, de pastorales y proclamas de huelga, escalofría por su falta de sentido de la realidad, por su incapacidad de tener en cuenta a los'demás, ni siquiera como enemigos reales, no como etiquetas abstractas o mascarones de proa."
Julián Marías.
Tibieza, tibieza y más tibieza.
Me dan náuseas esos argumentos, de verdad.
(¿Qué es eso de que "para ser Cristina no hay que ser pro fascista"? ¿Quién es Cristina?). ;-)
Yo no soy fascista. Soy franquista, que es distinto. El Régimen de Franco no fue fascista. Y, de todas formas, el comunismo es infinitamente peor que el fascismo. El fascismo, por lo menos, le dio al Vaticano la condición de Estado.
Lo de Julián Marías ya cansa. Por favor, cambia el disco.
lastima que tenga ya dias este debate y que sea ya tardisimo, nada menos que Proby y ramosov a la vez! ay si me hubiera enterado ...
Saludo :-)
Ser un cristiano tibio es cambiar el que a hierro mata a hierro muere por la idolatría a la violencia limitar sin control ( mucho más allá de lo que permite el limitado uso de la legítima defensa contemplado en el catecismo).
Ser un criatiano tibio ea cambiar aquello de los últimos serán los primeros por el culto a la autoridad pseudodivinizada de una jerarquia cuartelera.
Ser un cristiano tibio es cambiar la cultura de la vida por el ¡viva la muerte!
Ser un cristiano tibio es pasarse por el forro el principio se libertad religiosa tal como lo entiende la Iglesia.
Ser un cristiano tibio es cambiar el "ay de vosotros los ricos" por medrar y emriqucerse a la sombra del dictador.
Y así podría seguir hasta rellenar páginas.
Cuando intervengas en otra ocasión, recuerda que Martínez Barrio no tenía "masas" que le siguieran a parte ninguna ni representaba nada en el frente popular; o que los socialistas de mediados de los años 30 no se caracterizaban precisamente por desear mejoras laborales.
Eso sí, intervén cuanto quieras, que tu centrismo progre es bien venido, pero argumentando, no señalando a los que te "rechinan" porque te parecen ultras.
Copio este párrafo de Antonio 1 escrito bastante más arriba para poner de manifiesto cómo con su misma argumentación resulta obvio que quienes tienen razón son los que no hablan de "republicanos" para referirse al frente popular, sino de rojos o revolucionarios. Si los republicanos de izquierdas eran como muy bien dice tolerados (siempre que no molestasen a la revolución añado yo), y los demás desgraciados republicanos históricos de centro o centro-derecha eran perseguidos -hay montones que murieron como Salazar Alonso, Melquiades Alvarez, Rico Avelló, .., y otros que se salvaron de milagro, simplemente porque tuvieron suerte en la huida, como Lerroux, Miguel Maura, Hidalgo Durán..., ¿alguien puede decirme porqué se oculta la revolución que toleraba simplemente a unos republicanos y perseguía a otros por "fascistas" y con total desvergüenza llama republicano a ese bando revolucionario?
En el otro lado se perseguía a los republicanos de izquierda pero ¡ojo!, no por ser izquierdistas, sino porque ser la facción política que normalmente abrió las puertas a la revolución, dejándola crecer de modo impotente durante la primavera trágica y finalmente, al verse sobrepasados totalmente, al entregarles armas, el 19 de julio y siguientes, lo que generalizó la guerra. A los demás republicanos situados fuera del frente popular, en la zona nacional se les consideraba simpatizantes y se les respetaba plenamente.
En la zona nacional o contrarrevolucionaria no se perseguía a los izquierdistas sino por las responsabilidades que tenían en la llegada de la revolución o en sus crímenes. Pongo un ejemplo para que se entienda mejor: Maurín era líder del POUM y en España no había nadie más izquierdista que él o los de su partido. Este señor justo antes de la guerra fue a Galicia a un congreso de su partido. Le sorprendió allí el inicio de la guerra y fue detenido y preso. En la zona roja pillar a un lider derechista era muerte segura por ser derechista -derechas y clero eran condenados a muerte por el marxismo, solo había que ejecutar tal sentencia a muerte-. Pero Maurín se pasó la guerra en prisión pues era obvio por sus arengas y escritos había alentado a la revolución, se le juzgó al final de la guerra y estuvo en prisión hasta el año 46. Luego el izquierdismo no conducía a condena a muerte -y nadie había mas izquierdista que Maurín- sino las culpas por crímenes de eso que en la izquierda no se quiere pronunciar y que era la revolución.
En el otro lado llevaba a la muerte la condición derechista o clerical, como dice muy bien Antonio 1, que curiosamente, tampoco menciona la palabra tabú 'revolución'. Y era así, porque ésta, la revolución era el periodo de enfrentamiento en que el marxismo ya exigía la eliminación de derechas o clero por ser opuestos por principio a la revolución. Todo giraba por tanto en torno a la palabra tabú, (revolución): si no se estaba con ella -y no lo estaban ni derechistas ni el clero- se era reo de muerte.
Por esto digo que la equidistancia llevada a los terrores de retaguardia y las represiones es un grave error, porque no tiene nada de objetivo, porque supone no entender exactamente QUÉ se perseguían unos y de QUË se defendían otros.
Franco "odió" tanto a sus enemigos que ordenó que los soldados del bando rojo fueran enterrados junto con los del bando nacional en el Valle De Los Caídos, bajo la amorosa sombra de la Cruz de Cristo, y perdonó en su testamento político "a cuantos se declararon sus enemigos, sin que él les tuviera como tales".
Franco no ejerció la violencia "limitar" (supongo que has querido decir "militar") sin control. La justicia estaba sujeta a los tribunales civiles.
Franco nunca se consideró un dios ni los franquistas pensamos nunca que lo fuera. Sí pensamos - y lo seguimos pensando - que era un hombre fuera de lo común y que salvó a España de la destrucción.
El Régimen de Franco defendió tanto la vida que no legalizó jamás el crimen del aborto ni toleró la eutanasia ni la eugenesia (al contrario que los nazis). Y el grito de "¡ Viva la muerte !", que acuñó el General Millán Astray y fue uno de los lemas de la Legión, debe entenderse como que el soldado de la Legión no teme a la muerte y está dispuesto a afrontarla si es preciso. Eso no quiere decir que la busque o que desee morir.
Franco no se pasó por el forro el principio de libertad religiosa. En aquella época el que quería ser de otra religión lo era sin problemas, y al que era ateo o agnóstico también se le respetaba.
Y sí, es posible que hubiera gente que medrara y se enriqueciera a la sombra del Caudillo (del "dictador", como tú le llamas), pero la inmensa mayoría de la gente tuvo un nivel de vida más que aceptable y perfectamente compatible con las convicciones cristianas.
Ser cristiano tibio es no reconocer que Franco salvó a España y a la Iglesia. Y de bien nacidos es ser agradecidos.
Y también ha quedado clarísimo que como en todos los conflictos hay dolor y maldad, pues nada, decretamos que en la guerra civil española todo es al 50%: culpas, crueldades, terrores, etc... con un ligero desvío a favor del frente popular, que el pobrecillo perdió la guerra, y para compensarlo. Da igual que en ninguna guerra de la historia se dé ese grado de participación en las culpas en la producción del conflicto: en la española sí, y los que se salgan del tema, pues nada, son maniqueos.
Y sí, Tejero es un héroe.
Y si ya han quedado claras las posturas, ¿por qué "insistes"?
Lea, por favor, la verdad sobre Toribio Martínez Cabrera; era un gran militar y un gran hombre:
www.diariodeleon.es/noticias/revista/toribio-martinez-cabrera-cronica-olvido_497263.html
Haz el favor de dejar de insultarme.
Ya veo el respeto que los "liberales" tenéis por los demás.
España tradicional y católica, ¡¡¡ SÍ, GRACIAS !!!
España liberal y tibia, ¡¡¡ NO, GRACIAS !!!
España marxista y asesina, ¡¡¡ NO, NI EN SUEÑOS, GRACIAS !!!
JAJAJA. Que seamos cristianos y también católicos no quiere decir que seamos tontos, hombre. Sabemos cuáles son los orígenes y causas de la guerra civil, qué se cocía allí vistiéndose con ropajes de "república", "legalidad" y "legitimidad", y si Azaña, Casares Quiroga y toda esa recua no hacían nada porque se creían que podrían controlarlo, y porque se unieron umbilicalmente a los revolucionarios desde el 34, desgraciadamente, para defenderse de una revolución en marcha solo quedaba el ejército -ya que las milicias derechistas eran escasas como para hacer frente a las izquierdistas que se iban creando, y solo podían apoyar algo al ejército-. Media nación no se iba a resignar a morir, es normal, ¿no?
Y quítate la careta de equidistante y objetivo, que no tienes nada de eso. Igual que nosotros de tontos no tenemos nada aunque seamos cristianos y católicos.
"Hay que perdonar antes de rezar el padrenuestro y pedir a Dios que nos perdone »
"Dios ha limpiado mi corazón y me ha convertido en un humilde predicador de la reconciliación".
Claudio Sánchez -Albornoz
PEREZ BUSTAMANTE:Pablo VI no le tenia nada de simpatía a Franco.
Proby : yo no odio a Franco y me parecen unos ignorantes los que le aplican tres clichés sin más para criticarlo despiadadamente, por eso creo que puedo decir ya que reconozco muchas cosas elogiables de su mandato , que su régimen tuvo grandes aciertos injustamente olvidados .... pero también errores gravísimos como la brutal represión tras la guerra y otros que no menciono para no hacer esto muy largo.
Bustamante : cita usted a Juan XXIII PARA LOAR a Franco..... y yo le pido que cite también a Pablo VI
Sobre el Valle de los Caídos : no comparto la visión del PSOE de que es un lugar símbolo del horror y la tumba faraónica de lo que ellos consideran un monstruo.
El PSOE y la izquierda se ponen enfermos ante su mención
Yo no.
Pero tampoco creo que sea un lugar que no merezca ni una sola critica y que todo sea una maravilla inmaculada
Tu comentario es muy respetable y propio de personas sensatas. Pero no obstante quería hacer referencia a la consideración errónea a mi juicio o al menos exagerada del carácter brutal de la represión franquista. Ese carácter brutal es un mito como tantos. Con ello no estoy diciendo que fuese suave -que en España somos muy de extremos-, sino que lo que se ha pretendido desde la izquierda como 'represión brutal' está exagerado.
La represión de la inmediata posguerra fue básicamente la represión del terror rojo descubierto en las zonas de España que los nacionales ocuparon en los 3 primeros meses del 39 -Cataluña, Castilla la Nueva, Valencia, Murcia, Andalucía occidental-, que son las zonas en las que se llevó a cabo la práctica totalidad del terror rojo.
Numerosos criminales autores o cómplices de crímenes tremendos fueron hallados y sobre ellos cayó la justicia del vencedor. En Madrid y provincia, el historiador Julius Ruiz ha dado unos 3100 como ejecutados por los vencedores tras la guerra. Cabe pensar que en Cataluña la cifra fuera similar, y siguiendo las proporciones, en el resto de la España ocupada a principios del 39 pudieron ser condenados a muerte y finalmente ejecutados 4 ó 5.000 más. Eso es lo que hubo entre el 39 y mediados de los 40: 10 ó 12.000 ejecuciones, de 23.000 sentencias de muerte ya comprobadas en los archivos. Todo encaja, porque además es sabido que la costumbre era conmutar la pena a la mitad de los sentenciados a muerte.
¿Es esta una represión de posguerra brutal? En mi opinión, no. Lo habría sido si las cifras hubieran sido las que les gustan a nuestras izquierdas -que no fueron- o si los derrotados hubieran sido lo que decían las izquierdas de ellos: que eran legítimos, democráticos, etc..., que tampoco lo eran, porque las revoluciones marxistas no son legítimas ni democráticas.
Además, aunque no suela decirse demasiado, los sentenciados a muerte eran casi siempre criminales sin escrúpulos. Y muchos de ellos recibieron penas de prisión a pesar de sus crímenes -ver caso del "matacuras" en último post del blog de Javier Paredes- y en los años 40 ya estaban en sus casas. Aunque la justicia de aquella época no era la mejor que podía darse, los criminales en cuestión eran juzgados, contaban con abogados defensores y se analizaban las pruebas en contra, los agravantes, las atenuantes, etc.., y de ahí que a gente como Marcos Ana, que asesinó a 3 personas siendo joven no lo ejecutaran. Una represión brutal no tiene en cuenta nada de eso, créeme.
Quien no lo quiera ver así tiene un serio problema.
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