"Una Iglesia unida".
Hermoso deseo. Hermosa petición. Y muy hermosa oración. Por otro lado y además, la Iglesia Católica es “Una", como seña de identidad de su ser Verdadera. Es decir: que viene única y exclusivamente de Dios.
Lo ha dicho el Papa León XIV en la Homilía de la Santa Misa de Comienzo de su Pontificado. Que deseamos lleno de aciertos, y con plenitud de frutos. Esos frutos que nos darán a conocer su corazón como Buen Pastor de la Iglesia. Y nos enseñarán a reconocerlo y celebrarlo como tal.
La Unidad en/de la Iglesia es tan urgente como necesaria. Porque está hecha unos zorros. Y perdonad que repita esta misma idea, que me parece tan evidente como trágica.
Porque, mientras no cale entre Jerarquía y fieles, “reconstruir la Iglesia de Jesucristo” no pasará de ser un bulo más para adormecer conciencias.
Las de todos. Que están tan somnolientas -mala cosa ese sueño!-, que parece que ya están inmersas en el sueño eterno. Vamos: que están más muertas que vivas. Bien que: a unas las han matado; y otras, se han suicidado directamente.
Y no estoy cargando las tintas. La inmensa y demoledora Descristianización, ni me la invento ni la agrando. La constato como realidad palmaria.
Por cierto: en este horizonte, los que más daño hacen son los que la niegan, o los que dicen que no hay que hacer una tragedia del asunto: que ya lo arreglará el Señor Jesús; o que el Espíritu Santo gobierna la Iglesia.
Y mientras, nosotros a vivir tan tranquilos: que son cuatro días… Dejo aparte, a propósito, a los que la han propiciado tanto activa como pasivamente. Que son legión: serán juzgados más duramente por el Tribunal Divino.
Que esté y sea “una Iglesia unida", no nace de la noche a la mañana. Ni basta hablar bien de ella y cantar sus bondades. En absoluto. Máxime estando como está. Rota en mil pedazos. Por mor de gran parte de los Jerarcas; bien por acción directa: no hay más que oír sus rajadas, a cual más gorda. Bien porque, pudiendo y debiendo impedirlo -ya que siempre existe una Jerarquía para hacerlo “sin llamarse a andana"-, no lo ha hecho, y/o no lo hace. Que ha pasado y pasa.
Ahora bien. Quién rompe la Unidad de la Iglesia? O, al menos, quién lo intenta?
* La rompe el que destroza la Doctrina: se inventa lo que le da la gana, incluso negando la Palabra de Dios. De paso, destroza la Fe como primera y obligada desgracia.
* Quien desprecia la Disciplina de los Sacramentos, “haciendo de su capa un sayo": las malditas “creatividad y espontaneidad", tan socorridas y veneradas en tantos sitios y por tantas personas “de iglesia"; o el malhadado “aggiornamento", causa y justificación de toda sinrazón, espiritual y eclesialmente hablando.
Pero pretender, tan osada como erradamente, que la Iglesia Católica ha de “agiornarse", es decir: “ha de ponerse al día", es admitir ya de entrada, que se ha quedado atrasada, si no obsoleta.
Claro que, sabiendo como sabemos que ES de Dios, que la ha Fundado Jesucristo, es admitir, ya de entrada, que Cristo se ha quedado atrasado, si no obsoleto. Pretensión cierta y bien al día de la progrez eclesial.
* Por último -aunque se pueden aducir más horizontes-: quien no obedece cuando hay que obedecer. Aunque en este apartado puede haber excepciones, obligadas en conciencia.
Por ejemplo, cuando se manda pecar, romper contra el propio Espíritu, ir contra la Doctrina y contra la Tradición, etc. En estos casos, y más: hay que resistirse y desobedecer. Elemental.
Para lograrlo, lógicamente habrá que cortar también -o sea: romper tajantemente-, con el lenguaje ambivalente que desde el Concilio se ha instalado en la oficialidad de la Iglesia.
Es decir: habrá que dejar de “tener encendidas una vela a Dios y otra al diablo". El modo de hablar de la misma, venido de Cristo, era: Que vuestro SÍ sea Sí, y vuestro NO sea NO. Que todo lo que pasa de ahí, de mal espíritu proviene.
Un inciso: En Cristo todo es tan sencillo, tan simple y elemental como la propia Verdad.
Este modus loquendi que nos aconseja el Señor ha de llevar a dejar de afirmar una cosa y su contraria. O, afirmado un modus operandi, dejar abierta la puerta para hacerlo de otras diferentes maneras, a veces contrarias.
Ésto NO hace sino fomentar la arbitrariedad, que es el portón abierto para todas las aberraciones.
Por ejemplo: se dice que “hay que hacer las cosas así". Pero, a la vez, se señalan “excepciones", o directamente se abren posibilidades distintas, que se acaban convirtiendo en praxis “oficial", pues nadie las corrige.
Y no las corrige nadie porque se han dejado abiertas esas “posibilidades", u opciones “parecidas” o “distintas". Y, para acabar de arreglarlo, los que mandan están cansados de que si hacen algo les lluevan las críticas desde todos lados.
Un ejemplo neto de ésto -por señalar, claro-, han sido las “normas para la absolución sacramental de los pecados", que trajeron en tantos sitios la práctica de las “absoluciones colectivas".
Lo que trajo consigo, necesariamente, “la pérdida del sentido del pecado", tanto en fieles como en tantísimos Jerarcas. Con el consiguiente abandono -a toda caña-, de la práctica del Sacramento de la Confesión: los Sacerdotes no se ponen a confesar y los fieles no se confiesan.
La Descristianización estaba de este modo muy bien servida: con mesa y mantel. Y muy bien regada: con el mejor de los vinos: la misma Sangre de Cristo.
La Jerarquía, del Papa al último de los Sacerdotes, va a tener que arremangarse. Porque no sólo la inercia instalada de años en la Iglesia tiene su peso. Lo que va a hacer muy ardua la tarea de revertir esta deriva.
De entrada, los Jerarcas van a tener que GOBERNAR, si quieren ser, real y eficazmente, Jerarquía. Porque, si no gobiernan, ha perdido su ser y, por tanto, su sentido y función.
Y este GOBERNAR, va a tener que hacerlo “contra” los miembros de la propia Institución, en primer lugar -"toma nísperos, Ramona, que empieza la temporada!"-: contra Pastores y ovejas. Donde “hay mucha tela que cortar".
Y luego, como no puede ser de otra manera si quiere seguir respirando en Libertad, CONTRA el mundo y sus máximas; empezando por los Gobiernos de turno, volcados todos, por/desde el NOM, contra la Iglesia Católica.
Para todo ésto no le va a faltar ni la asistencia del Espíritu Santo -ahora y aquí SÍ-, ni la de la Santísima Virgen María: ahora y aquí también. Lo que, además de ser un alivio, lleva consigo garantía del triunfo más sonoro y rotundo.
Ella, por querer de Dios y por encargo expreso Suyo, nos ha advertido, por ejemplo en Garabandal, de la mala deriva de tantos y tantos Jerarcas, de todos los tamaños y nóminas.
Por algo será: señalando el Mal, señala el Remedio. Sin olvidarnos de la Promesa de Yahwé Dios:"Yo seré con vosotros aún más generoso que antes".
Con Ella, pues, “nos llamaremos vencedores". Pues lo seremos. Que ya es hora de soltar lastre, y de fiarnos de Dios y de su Madre, madre de la Iglesia también!
Ejercicio todo él que es una auténtica y muy sana LIBERACIÓN. Indefectiblemente. Y que “sanará” a la Iglesia y a todos sus hijos.
Amén del “efecto apostólico” que engendrará: algo así como un “efecto llamada", tan eficaz de suyo.
Quien se avergüence de serlo -vencedores!-, y de estar ahí, es SU problema. Y de nadie más.