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7.07.17

Un solo Dios. Una sola Iglesia. Una sola familia... y viceversa.

familia

Ante tanta confusión como campa a sus anchas y que se acumula, día a día, en el quehacer de la Iglesia Católica, se hace necesario volver la mirada de la Fe, el afán del corazón y la capacidad de la razón para ir a lo esencial, al “núcleo duro” de “lo católico” -para saciar ahí nuestros afanes de Verdad y de Bien-, puesto en solfa ya por tantos y tantos personajes y personajillos “eclesiales", y por tantos y tantos voceros -aulladores, más bien- que los magnifican y los hacen “reinas por un día".

La Verdad primordial es que hay UN solo DIOS -uno en esencia y trino en personas- y solo puede haber UNO. Como explicaba perfecta e irrefutablemente el entonces cardenal Ratzinger: “los dioses no son dios". Y en la misma lógica “Dios no es los dioses”, podríamos redondear nosotros, aunque repitamos lo mismo de otra manera. Basta un somero vistazo a las distintas mitologías/religiones de todos los tiempos y lugares para darnos cuenta certera de todo esto.

Allí, los “dioses” asumen y encarnan todo lo peor de la naturaleza humana y, encima y para mayor oscuridad y desvarío, todo eso se “diviniza": Y así, hay un “dios de la guerra"; cuando Dios es un Dios de Paz. Un “dios del amor” reducido a mera lujuria; cuando Dios es Dios de Amor, que se da y se hace, por tanto, don. A los dioses se les debe total “sumisión", cobrándose además la insumisión con la muerte del osado; cuando Dios es un Dios que nos ha hecho libres, y que nos libera de nuestras personales ataduras, debilidades y pecados -que esclavizan siempre-, no cobrándose las afrentas sino entregándose Él mismo a morir por nosotros, por nuestra verdadera libertad, a la que restituye su dignidad y valor.

Así podríamos seguir. Pero siempre sacaríamos la misma conclusión: “los dioses no son dios". Esta es precisamente la “novedad” bíblica”, o sea, REVELADA -es decir, donada y entregada por Dios mismo a nosotros, sus hijos- respecto a Dios mismo. Como rezan los judíos dos veces al día desde muchísimos cientos de años antes de Cristo en el Shemá: “Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es Uno” (cf. Dt 6, 4-9). Uno y Único. Y no puede ser de otra manera.

baldaqino 

Por lo mismo y en la misma intelectiva -natural y revelada-, solo hay -y solo puede haber- UNA IGLESIA VERDADERA, que encarna y acoge en su seno UNA ÚNICA RELIGIÓN VERDADERA. Exactamente la que ha fundado Jesucristo como Roca, como Madre y Maestra, como Salvación. La Iglesia Católica es el “ser” y el “estar” de Cristo en medio de nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).

Precisamente por esto, “fuera de la Iglesia -para un católico- no hay salvación” (San Cipriano de Cartago, s. III): Dogma de Fe -luego forma parte del “núcleo duro” de los católico-, proclamado por Bonifacio VIII, en la bula Unam sanctam, a. 1302). Para los no-católicos, estén encuadrados donde estén, que da lo mismo, no tenemos mucha idea de lo que hace Jesús con ellos. La certeza la tenemos para los católicos: la salvación si son fieles; la condenación si reniegan de su Fe y de su amor a Jesucristo y a su Iglesia.

Todas las demás “realidades” eclesiales y/o religiosas lo son “secundum quid” y bajo algún aspecto: parcial, contrario, o como sea en cada caso. Pero ni son “LA” Iglesia, ni son “LA” Religión a la que nos convoca el Señor, porque no son y no pueden ser la que Él mismo nos ha entregado como DON, como MISTERIO y como VOCACIÓN.

A diferencia de todas las demás, es la única que no hemos hecho con nuestras manos: se nos ha dado (Is 9, 6). Como se nos ha dado Jesucristo. Y, por eso mismo y en esa misma longitud de onda, es la única que no podemos ni debemos mangonear -no tenemos ningún derecho ni siquiera de intentarlo-, a riesgo de que deje de ser la que Jesús nos entregó y, en consecuencia, deje de salvar. Solo Él, Jesús, salva. Solo Ella, la Iglesia, salva porque tiene los elementos necesarios para ello. Esta es la “novedad” de la Iglesia Católica. Lo que no caracteriza a ninguna otra, por ninguna otra los posee en su plenitud originaria.

familia

Y en la misma línea de la Verdad revelada -o sea, donada- “a la imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo. El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo [el mismo que Dios nos tiene y nos entrega] se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y viceversa: el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano” (Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 11).

El amor humano que lleva al matrimonio y funda la familia -lo mismo que la Iglesia, lo mismo que la Creación, lo mismo que el hombre- es hechura divina “para todo hombre de buena voluntad"; pero, para el católico, es su específica “Vocación y Misión en el mundo y en la Iglesia”, como predicó una y otra vez por todo el mundo, incansablemente, san Juan Pablo II.

¿Qué sucede? En los no católicos, lo que ha sucedido siempre: que la luz de la razón aun pudiendo llegar por sí misma -y hay que afirmarlo con rotundidad- a descubrir estas verdades -un solo Dios, una sola religión verdadera, un solo matrimonio-, no siempre “acierta"; mucho menos cuanto más alejadas de Dios y su Revelación esté la sociedad y la cultura en la que se forma; es más: la historia humana está sembrada de tantísimos ejemplos de desaciertos respecto a Dios, al mundo y al hombre.

Por el contrario: la Revelación proporciona a la razón humana las verdades y los instrumentos para no caminar a ciegas, para no indagar sin saber el resultado y, quizá, sin esperanza incluso de alcanzarlo; sino para hacerlo -indagar- con la seguridad de poseer la Verdad. Y poder construir la propia vida y ayudar a construir la misma sociedad en la que uno está inmerso, precisamente con esos mimbres: con unos cimientos que resistan todos los vendavales, todas las tormentas, todas las inclemencias. Porque está fundada sobre roca (Lc 6, 48), que es Jesucristo.

Sólo si se acepta a Dios se acepta su Iglesia, se acepta la condición humana, se acepta el matrimonio y se acepta la familia. Y al revés: el rechazo de Dios, conlleva el rechazo de la Iglesia, del matrimonio y de la familia fundada en éste; amén del desconocimiento de la persona y su dignidad intrínseca.

Pero a Dios es muy difícil aceptarle y conocerle fuera de la familia. De ahí que el Concilio hablase de la familia como “iglesia doméstica". De ahí que la Iglesia siempre ha reconocido a los padres como “los primeros educadores” en todo…, pero especialmente en la Fe. A esto se refiere el final del título del artículo, “y viceversa".

Es lo que explica los ataques crueles. denodados, inhumanos, salvajes y destructores respecto a la persona humana, al hombre y a la mujer, al amor humano y la sexualidad, al matrimonio y a la familia: hay que borrar toda sombra de Dios en las conciencias y en las vidas de las gentes; y hay que “construir” la sociedad “como si Dios no existiese".

Que existe. Por eso, no se construye nada sino que se destruye todo.

6.07.17

¿O sea: que Jesús era contrario a la igualdad?

ultima cena

¿Alguien en su sano juicio -y con un mínimo de sentido moral y religioso: en católico, me refiero- puede pretender a estas alturas que Jesús era un discriminador de tomo y lomo? ¿Se puede ser más “cortito", por muy cardenal de la Iglesia Católica que se sea?

Por cierto: ya se ve -patet, que diría mi maestro- que lo de ser cardenal, arzobispo, obispo, sacerdote, religioso o asimilado… no aporta absolutamente nada a lo que natura non dat; la gracia presupone la naturaleza, y, por eso precisamente se asienta en ella como en su sujeto, pero no la sustituye: solo la mejora, si uno lucha por ser santo; en caso contrario, se hace uno más tonto de lo que ya es.

Por cierto: no solo es el caso del señor que nos ocupa, como si fuese algo raro o insólito; sino el de ya tantos y tantos reiterados, cansinos, enfermizos, bobalicones, ilógicos, cerriles y nada “eclesiales” miembros de la Jerarquía Católica, que “se dejan llevar por todo tipo de doctrinas” (cf. Ef 4, 14; Hbr 13, 9) menos por las que deben. Lo digo con dolor, porque soy sacerdote; pero, en conciencia, no puedo callar ante estas memeces que, se quieran o no, hacen daño a la misma Iglesia, y a sus mismos hijos.

Hablar, a estas alturas, de “sacerdocio exclusivamente masculino” -cuando es bien sabido que, hasta ayer mismo, la Iglesia como tal no se sentÍa autorizada ni legitimada para hacer algo distinto a lo que hizo Cristo, ni en este ni en ningún otro tema-, y presentarlo -consciente o incoscientemente- con toda la mala baba de que uno es capaz como algo “negativo", que “no está ayudando a la Iglesia a presentarse como una pionera de la igualdad de derechos"…, es pasarse por donde le da la gana -fruto también, pero no solo, de su cortedad manifiesta-, desde la misma institución del Sacerdocio por parte de Jesucristo, hasta todo el conjunto de la teología de siempre respecto al mismo, pisoteando la praxis de siempre y sin ningún “corte” o “laguna” desde su nacimiento; además de ningunear a san Juan Pablo II que dejó escrito y rubricado que la pretensión de un sacerdocio “femenino” era “un caso cerrado en la Iglesia Católica".

El tal Marx, card. Reinhard, se suma a la ya larguísima lista de miembros de la Jerarquía que, abducidos por las insanas ensoñaciones que producen los despachos eclesiales -les pasa lo mismo a cierto tipo de “teólogos"- cuando en ellos no se hace nada de lo que se debería hacer. Y se cumple lo que me decía mi madre, fruto de la sabiduría popular: “cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas". Y es el caso.

En el seno de la Iglesia y por parte de bastantes de sus miembros, se está produciendo -con plena conciencia- todo un entramado de “opiniones", “praxis", “pastorales", “documentos", “declaraciones", “términos", “medias verdades", “afirmaciones sin fundamentar y sin explicar lo que quieren decir", “aperturas", etc., que tienen como intención y finalidad la presentación de la realidad de la Iglesia Católica hasta el día de hoy -bueno, exactamente hasta hace 4 años- como algo “superado” porque ya no comunica con la gente, con la mentalidad de las gentes, con los jóvenes, con los religiosos y estos con el personal, con los sacerdotes, con la sociedad…, con el mundo, en definitiva. Con esta premisa -falsa de toda falsedad; falta de Fe, de Esperanza, de Caridad, de Comunión y de Eclesialidad- se “motiva” entonces la “creación” de la “nueva Iglesia", empezando por “una nueva imagen” de la misma, como dice el sr. cardenal.

Se pretende asentar que "más que la religión nos debería preocupar la salud, la comida y las relaciones humanas": esto lo dice uno que se las da de teólogo -y durante años ha sido incluso referente para la jerarquía española-, presentando como verdadera y única misión de la Iglesia “humanizar el mundo". Es la “cultura” de la acogida, la de tender puentes, la que no juzga, la de la paz…:

Ahí tiene que estar la Iglesia, ése ha de ser su único horizonte; al precio, claro, de esconder todo signo visible de Dios, empezando por su misma Palabra -encarnada en Jesucristo, sí, pero del que ya no sabemos realmente nada cierto-, porque ésta -la Palabra, Jesús mismo, sus Sacramentos, su Salvación- ya “no sirve” al “hombre de hoy". Luego, tampoco sirve la Iglesia de hasta ayer mismo.

Si para eso se ha de acusar a la Iglesia de lo que nunca ha dicho ni hecho, y si se ha de tergiversar lo que siempre ha dicho y hecho…, pues se hace. Y “aquí paz y después gloria".

Amén.

2.07.17

¡Qué mala suerte: Charlie Gard no era musulmán!

charlie gard

Tengo en mi recuerdo la que se montó, mediáticamente, cuando apareció la foto de un niño -un poco más mayorcito que Charlie- varado y muerto en una playa. La barca en la que “viajaba” había naufragado y el mar lo había posado piadosamente en la arena.

Y se montó lo que no estaba escrito; y se aprovechó para escribir, apresurada y desmesuradamente, todo un recital de lágrimas de cocodrilo o de sentimentalina en vena. No recuerdo si hubo notificación desde el Vaticano, pero quizá sí; es más, me extrañaría si no la hubiese habido.

No cargo las tintas: no tiene sentido hacerlo porque todo el mundo lo recuerda; otra cosa es la valoración que haga cada uno del suceso y de las connotaciones que quiera derivar de él.

El tal niño ahogado tenía dos circunstancias que obraron a su favor, aparte la de ser una criaturita y de morir trágicamente, aunque el mar tiene estas cosas: la primera, que era musulmán y, para más inri, huía de la guerra pretendiendo refugiarse en Europa: esta era la segunda. Las dos obraron un cóctel que la prensa occidental no podía desaprovechar para cargar las tintas y arrimar el ascua a su sardina, aunque fuese de plástico. Por cierto: también la prensa afín a los yijadistas, y la prensa de los países musulmanes de tránsito de refugiados -nada libres en el ejercicio de su profesión-, también arrimaron sus sardinillas a su fuego, faltaría más.

Y entre todos convirtieron al tal niño en un icono, en el que derramar su compasión -tan miserablemente selectiva, por cierto-, y sacar toda la tajada posible, porque “hay que vivir que son dos días".

Y ahora viene lo verdaderamente miserable, cocido todo ello en el ámbito europeo, tan inhumana y cruelmente vomitivo.

Charlie Gard era -o es, porque quizá no haya muerto aún, aunque condenado sí está- un bebé de poquísimos meses, casi recién nacido. Para más señas, inglés de antes del brexit, o sea, europeo total. Y es lo que le ha perdido: a él y a sus amorosos y muy valientes padres. Es europeo, de una Europa tan “cilizada” que mata a sus ciudadanos tengan la edad que tengan y por el motivo que sea; motivos que van acotando los mandamases, ley tras ley, para que todo tenga cobertura “legal", incluso las inmoralidades más crueles; y, “a protestar, al maestro armero".

No es inmigrante o refugiado, sino europeo, se supone que con todos los derechos del estado de bienestar, que es lo que se lleva -dicen- en Europa. Por si no era suficiente tamaña desgracia, nació enfermo, con una enfermedad dura, con un tratamiento que no tiene asegurado el 100 x 100 de éxitos -como pasa con tantísimos otros tratamientos, y no por eso se dejan de aplicar-, y con unos padres-coraje que lucharon por conseguir el dinero para poder llevarlo a EEUU y que se le tratase allí, porque en Inglaterra les decían que no.

Apelaron a los jueces ingleses: les dijeron que no. Apelaron a los tribunales europeos…, y en el de “Derechos Humanos” -que tiene narices el tema, por escribir una palabra qe se pueda leer sin ofender a nadie-, les dijeron que no; y que, además, había que retirarle toda la ayuda médica para que se muriese como un perro: cosa que -todo hay que decirlo- por las leyes inglesas y europeas no se puede hacer con los perros. Para rematar su inhumana crueldad, ni siquiera han permitido a sus padres llevárselo a casa para que muera allí, en su cuna, con sus progenitores.

Destilan tanta hipocresía que los calificativos más gruesos no harían justicia a su postura: lo que no consienten -por ley- con los perros lo imperan con este niño, ciudadano inglés y ciudadano europeo.

Por eso decía que Charlie había tenido muy mala suerte: ni era musulmán, ni refugiado, ni huía de la guerra, ni se había ahogado… Era un niño, y un niño enfermo. Y no ha habido lugar en toda Europa para él. Mucho menos ha habido corazón y misericordia.

Tampoco sé si del Vaticano ha salido alguna nota al respecto… 

29.06.17

"No es el siervo más que su Señor" (Jn 15, 20)

jesus

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mi antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que os dije: “No es el siervo más que su señor". Si a Mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán. Si guardaron mi Palabra, también guardarán la vuestra. […] Pero debía cumplirse la palabra escrita en su Ley: “Me odiaron sin motivo" (Jn 15, 18-25)

Así se expresa Jesús en la Última Cena, en su íntima, excelsa y pública oración sacerdotal ante su Padre y antes sus Apóstoles. Claramente les advierte que no esperen recibir un trato mejor que el que Él mismo -siendo verdadero Dios y verdadero Hombre- recibió. Es el “peaje” que necesariamente han de pagar “los suyos” por ser precisa y verdaderamente “suyos": “La Cruz es la señal del cristiano” enseña el Catecismo, y es un encuentro que no debemos ni podemos soslayar si queremos serle fieles. Quitar el hombro de la Cruz Salvadora es dejarle solo -abandonarle, como tantos y tantos- y renunciar a nuestra verdadera vida: la imitación de Cristo.

El título y el tema vienen a cuento de los mordiscos, de las pedradas, de los linchamientos públicos que emergen -rabiosos, violentos, descarados- desde los cuatro puntos cardinales, y que sufren, inmediatamente, todos los que pretenden seguir manteniendo -alta y visible- la Palabra de Dios, la Doctrina de la Iglesia y la Salvación de las almas. En especial, si los tales pertenecen a la Jerarquía Católica.

El caso del obispo norteamericano, Thomas Paprocki (Springfield. Illinois) al que han  bombardeado -nada menos que pidiendo su dimisión, dada su indignidad, claro- porque se ha atrevido a declarar públicamente en una carta pastoral -para ser leída en todas las Misas- entre otras cosas que los actos homosexuales son pecado -lo han sido siempre y lo siguen siendo y lo seguirán siendo-, de modo que todo aquel que, muribundo pero impenitente, pide sacramentos, no se le pueden administrar; y todo aquel homosexs del que consta que ha muerto impenitente, no se le puede “honrar” con pompas fúnebres, ni acoger y dar sepultura en camposanto. Todo normal según la tradición de la Iglesia Católica. Pero no para el mundo y los mundanos. Y menos aún para los “orgullosos", en la acepción más inaceptable, moralmente hablando. Y lo mismo pasa contra Munilla, o contra Reig, o contra los 4 cardenales…

Y NUNCA, NUNCA, NUNCA con tantísimos otros que, seguramente, están muy ocupados con los migrantes, con la amazonia, con el cambio climático, con los galápagos, con el independentismo…, y con vete tú a saber, y no tienen tiempo de entrar a los temas que destrozan la misma Iglesia desde dentro. Que seguro que es casualidad: no hay por qué pensar mal de nadie. Pero vamos: con nombres y apellidos. No digamos con los aplaudidos hasta con los pies por cargarse los Sacramentos, el Matrimonio, la dignidad de la persona, etc., etc.

Teniendo presentes las palabras de Jesús, es muy sencillo saber cómo tener criterio para poder discernir con “olfato católico” y, en consecuencia, para saber cómo debemos actuar, también “en católico".

¿Aplauden los mundanos? Ya están descalificados los aplaudidos y todo lo que han aplaudido. ¿Critican los mundanos? Buena señal para los criticados, y también para saber nosotros a quién escuchar y a quién seguir. ¿Odian a los leales? Amarles nosotros, rezar por ellos, arroparles, darles calor y cariño, también públicamente. ¿Persiguen y calumnian? Bienaventurados son ya los así perseguidos -y lo serán aún más después-, y los que así han padecido por el Señor, que es el mejor pagador.

Todos ellos -los perseguidores, los calumniadores, los insultadores, los escupidores- son “odiadores sin motivo": del mismo Señor en primerísimo lugar, y luego de todos los suyos. Pero los Pastores fieles, recibirán mayor premio. Los “perros mudos” -como los califica el mismo Jesús- y los “aplaudidos” ya han recibido aquí su paga. Y no tendrán otra, porque nadie puede pretender cobrar dos veces por lo mismo.

Bueno, excepto si eres político, sindicalista y/o asimilado. O personificas a Hacienda, claro.

23.06.17

Hay que reescribir la historia. ¿Por qué?

Desde que hemos empezado -a bombo y platillo, y desde una parte del mundillo “católico” que se ve que no quiere permanecer como mero espectador- con los 500 años de las proclamas luteranas, estamos asistiendo a toda una orquestación -nada inocente, por cierto, y, menos aún, inocua- de loa y alabanza -desaforada, gratuita, mendaz, antieclesial y antihistórica- del único protagonista por excelencia de todo el evento: el mismísimo Lutero, sin el cual lo de los 500 años ni existiría.

Y no creo que sea una apreciación mía, dadas las reiteradas manifestaciones -también públicas y también a bombo y platillo para no desentonar- que, acerca del tal sujeto, se están desgranando periódicamente con una constancia que, si no es “casual” tendrá que ser, forzosamente, “causal": no queda otra posibilidad.

Desde “medicina para la Iglesia", hasta “místico de la gracia” con una “abrumadora experiencia de la gracia", pasando por “testigo del Evangelio", para acabar poniéndolo al nivel de los grandes santos católicos… La verdad, como recorrido no está nada mal; pero que nada mal. Ni del padre Pío se han dicho semejantes cosas, y eso que estuvo un montón de años con estigmas, y constan además que hizo milagros en vida. Es lo único que todavía no ha dicho nadie de ese mundillo supuestamente “católico": que Lutero ha hecho milagros…; pero no tardará en caer esa breva, tal como vamos.

Lo que más impresiona -al menos a mí- de todo este “asunto” que en sí mismo sería irrelevante si no fi¡uera por las intencionalidades que lo impulsan, es que todos estos inciensos -más falsos que Judas, sin perdón- vienen del mundillo “catolico”: nadie del mundillo luterano se ha atrevido a tanto con Lutero, su padre y fundador. Lo que, en sí mismo, no deja de ser curioso. O sospechoso.

Porque todo esto es claro que no es “casual” sino “causal", como he dicho antes. Y ¿por qué lo digo y en qué me baso?

Los bienintencionados -que los hay: es su problema, no el mío- pueden pensar que detrás de todo este bien montado tinglado está la tan socorrida y anhelada “ansia ecuménica”. Por cierto y como inciso: no sé por qué se insiste en eso si el mayor pecado de los católicos es el “proselitismo"… ¿O será que el ecumenismo no es proselitista? Debe ser eso seguramente, claro. Perdón, porque no había caído. Debe ser que el ecumenismo es darle a la “sinhueso” para justificar unos cuantos sueldos y unos cuantos cargos; no porque nadie pretenda que los herejes se den cuenta de sus herejías y rectifiquen y vuelvan a su verdadera casa que no debían haber abandonado nunca.

Decía que los bienintencionados pueden pensar eso; y que la “unión” con los “hermanos separados” bien merece unas alabanzas -aunque sean mendaces y falsas- al causante de la escisión, ruptura y pérdida de la mitad de la Iglesia Católica en Europa. Y de la pérdida de las raíces cristianas de la misma Europa, a día de hoy; aunque esto último no es solo culpa de los luteranos: hay muchos católicos muy plingaos en tamaño desatino y en la consecución de semejante desastre, eclesiásticos y laicos, pero “católicos".

El ecumenismo bien puede ser un mero trampantojo, y el que se lo crea es su problema. No van por ahí los tiros últimos de toda esta “desmesura"; por decir algo misericordioso, que se lleva mucho ahora en la Iglesia.

¿Hay algo más allá del ecumenismo? Pues, en mi opinión, si. Y se le escapa -o no- al autor de la frasecilla “místico de la gracia” -un auténtico obispo católico, que fue profesor durante bastantes años de un seminario- cuando deja entre interrogantes al Concilio de Trento en una pregunta que puede parecer favorable al mismo…, pero que no lo es, por la pregunta que le precede.

Las preguntas son: “¿Quizás Lutero estaba en lo correcto al expresar su extática experiencia del amor divino de una manera tan distintiva? ¿Quizás el Concilio de Trento tenía derecho a ofrecer un claro correctivo teológico a la forma en que Lutero formulaba la relación entre la fe y las obras y entre la Biblia y la razón?". Y contesta “afirmativas las dos". Cosa que, evidentemente, no puede ser asumido por la fuerza de lo que contienen: si tiene razón Lutero, no puede tenerlo Trento. 

Y este es el quid: hay que entrarle ya a Trento. Hasta ahora, a nadie desde la misma Iglesia se le había ocurrido tal cosa. O quizá ocurrido sí, pero se había cuidado muy mucho de decirlo a los cuatro vientos, pública y visiblemente. Hay que entrarle a Trento: esta es la última “consigna” de ese submundo que está en la Iglesia, y ha salido de la Iglesia, pero que yo no es la Iglesia, como denuncia san Pablo.

¿Por qué? ¿Por qué hay que cargarse Trento? Porque Trento salvó a la mitad de la Iglesia; que siguió siendo CATÓLICA precisamente por el Concilio de Trento. La prueba es que en todos los sitios a donde Trento no pudo llegar se perdió la Fe y desapareció la Iglesia. Por esto molesta Trento. Y hay que darle. Y desprestigiarle. Porque Trento es la Fe y la Doctrina y la Disciplina de la Iglesia Católica.

¿La razón última de todo este desmadre? La razón última es muy fuerte. Y adelanto que es solo mi opinión, que puede estar perfectamente equivocada. Pero yo no pretendo ser el Credo, sino que estudio las cosas, intento comprenderlas y doy una explicación. Y a veces, como ahora, puedo aventurar lo que puede haber detrás.

¿Qué puede haber detrás? Dos cosas, una a corto y otra a largo plazo; y las dos con la Iglesia -la única que existe- como objetivo a batir. 

A corto: Trento impide este “ecumenismo” pret à porter que se quiere imponer deprisa y corriendo. Lo de Lund fue un anticipo,y un aviso a navegantes. De ahí las declaradas “canonizando” a Lutero, por ejemplo.

A largo: la misma Iglesia, que sinTrento se queda sin pilares: no se sostiene; como se ve día sí, día también con las burradas que se están haciendo -y no solo diciendo- públicamente. Y que nadie corrige, al menos públicamente. Y debería saberse, para bien de las almas, si ha sido así.