¿Salvar a Francisco o destruir la Iglesia? [como mínimo, colaborar al tema]
Roberto Esteban Duque, sacerdote y profesor de Ética y Bioética de la UFV en Madrid, escribía una “Tribuna abierta” (ABC, 17-IX-18) titulada “La delgada línea entre salvar la Iglesia y destruir a Francisco". Bien argumentada, sacerdotal, intelectual y académicamente. Y me ha sugerido el título con el que abro este articulo.
Lo primero que hace es desmontar la patraña -por juzgarlo yo suavemente- de que la Iglesia ha estado 2000 equivocada. -"con escamas en los ojos", dice- “respecto de la homosexualidad y enviar desde el Vaticano al EMF de Dublín al p. James Martin, un reputado jesuita gay, a quitar esas escamas". Caso que califica -él también juzga- de “provocador” amén de manifestar “la deriva ideológica de reforzar los postulados de la comuidad LGTB, alejada de la castidad y proclive a la promiscuidad".
Lo segundo que apunta es que tras largos siglos de “dominación y represión” que ahora, “con un nuevo pontificado, la ideología barrería de un plumazo desde la resistencia de un lobby todo ese gobierno “despótico y equivocado de la Iglesia".
En tercer lugar, no duda en afirmar que el que todo esto salga a la luz es bueno, “no solo para extirpar -añade-, sino para que el autor sea consciente del sufrimiento que es capaz de provocar, anestesiado hsta ahora por la vileza del ocultamiento y el poder ilimitado sin virtud". Lo del jesuita desmelenado en Dublín es el icono o, mejor, la foto fija de dicho poder ilimitado, visible y operante incluso en la pública presentación de un acontecimiento mundial de la propia Iglesia, que se manifiesta con ello contraria radicalmente a lo recibido por Jesucristo para que lo lleve al mundo.
Y remata con una aplastante afirmación: “Este tipo de clero, en el que el potencial para el mal domina sobre la santidad de vida, y donde se patentiza un notorio fracaso moral, es el causante de la actual catástrofe que devasta a la Iglesia. […] es ella misma quien provoca desde una evidente desviación de la sexualidad un espantoso escenario de sufrimiento".
A partir de aquí, ya es más opinable lo que expone en su “Tribuna abierta". Y es a lo que voy a entrar, sine animus criticandi: simplemente como opinión personal mía, que matiza la suya.
Ataca a Viganó por pedir la dimisón de Francisco, tras acusarle de cómplice del card. McCarrikk, pues le parece desmesurado y poco leal, además de imprudente y arriesgado; y apunta que la verdad de lo que hay detrás de los abusos debe salir a la luz antes de que se vaya este Papa.
En esto último estoy totalmente de acuerdo, porque la Iglesia Católica no aguanta otro pontificado con esta porquería soterrada y/o mal e insuficientemente desenterrada. O sí. Pero, en principio y me parece lo deseable, todo esto debe acabar ya: cuanto antes mucho mejor para todos, empezando por la misma Iglesia, naturalmente.
Su frase final es de lo más preocupante, aunque no sé, ciertamente, qué intención hay detrás, porque no lo dice: es como si lo dejase en el aire o no quisiera ir más allá: “La fuerte oposición interna del actual pontificado busca debilitar a un sector de la Iglesia para que otro se refuerce. Entre salvar la Iglesia y destruir a Francisco hay una linea muy delgada que conviene discernir con prudencia".
Aquí -y así- acaba.
Como advertencia no está mal: está muy bien. pero se queda corta… o en nada, en suspenso.
Porque, ¿qué quiere decir don Roberto, además de denunciar que las cosas están mal, mal, mal? ¿Cómo interpretar estas dos aseveraciones últimas: hacia dónde apuntan? ¿Acaso hay que salvar a uno -a una- a costa de condenar a la otra -al otro? ¿O pretende decir que de ese modo pueden caer los dos elementos de la disyuntiva? ¿Denunciar los dichos y hechos de Francisco cuando contrastan claramente con lo que la Iglesia ha enseñado siempre y no puede cambiar, es denunciar y atacar a la Iglesia, y dinamitar su misma esencia?
El 1 de agosto ya escribí que “Al Papa no lo elige Dios". A la Iglesia, no es que la haya elegido: es que la ha fundado el mismo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. Antes no existía: Jesús no ha escogido entre lo que había, pues ni siquiera se ha quedado con lo que ya había, con los judíos, elegidos y “creados" ex novo por Él, pero que se habían desvirtuado hasta el punto de rechazarle. A Él, el Mesías prometido y, supuestamente, esperado por todos: jerarcas y pueblo.
Por cierto: es el mismo rechazo de Cristo que, desde dentro de la Iglesia Católlica y por algún que otro sector eclesial -y sus cabezas visibles al frente, con nombres y apellidos-, están pretendiendo hacer.
Esta es la confusión y el combate entablado en su seno. No es un mero pulso entre facciones de poder -así lo dice expresamente don Roberto-: esto lo hay, sí. Pero hay mucho más. Lo que hay es el combate entre la fidelidad a Cristo Y A SU IGLESIA y el rechazo a Él y a Ella. Simpliciter y yendo al fondo.
¿Es “católico” decir que “el problema más importante hoy en la Iglesia Católica es la inmigración"? ¿Es “católico” hablar de los plásticos en el mundo cuya limpieza se constituye en problema eclesial? ¿Es “católico” tergiversar la Palabra de Dios y hacerla “partidista"? ¿Y romper, a mansalva y por cualquier motivo, la disciplina de los Sacramentos? ¿Y “cargarse” las Misas convirtiéndolas en un espectaculo mundano de luz y sonido? ¿Es “católico” el servilismo de los medios de comunicación “oficialistas y oficiales"; denunciado por Gansweing, obispo católico que se sepa, hace unas pocas semanas, y animando a los laicos católicos a tomar las riendas de esa comunicación católica? ¿Es “católico” que un obispo, públicamente y como tal, alabe y anime a los masones a proseguir su “benemérita” labor? ¿Y que ninguna autoridad aclesial lo denuncie y desautorice y lo “empapele"? ¿Ha sido “católica” la formación que se ha dado a los sacerdotes -coherente con un “nuevo” modelo de cura- en los últimos cincuenta años? ¿Y la actuación de la Jerarquía, que ha reconocido -ellos mismos, y sin que naide les forzase o se lo reclamase- que lo han hecho francamente mal en todos sus cometidos? Y así podríamos seguir hasta el próximo mes…
Cuando se “denuncian” estas cosas -las diga quien las diga, vengan de quien vengan- PORQUE NO SON CATÓLICAS, no se está “atacando a la Iglesia” por “atacar a su jerarquía". Ni se está atacando a la Jerarquía cuando se denuncian sus desafueros, reconocidos por ellos mismos, repito. No. Se está defendiendo a la Iglesia Católica de sus malos pastores. Malos pastores, denunciados por Jesucristo en el Evangelio, al que tenemos todos -en la Iglesia- el deber y el derecho de acudir y de recurrir siempre que haga falta.
Para nada se está arriesgando, y menos imprudentemente, el romper “una linea muy delgada” en la Iglesia. Simplemente se les está diciendo y recordando a los pastores, que por lo que hacen y dicen parece que lo han olvidado, que son pastores de la Iglesia Católica: no recoge-plásticos ni comprensivos pastoralistas y moralistas para los que el pecado, de repente, ha desaparecido. ¡Magia! ¡Aleluya! ¡Nos ha visitado un Ángel!
Luego vienen. obligados, los escándalos, las componendas, el tapar y callar, el pagar un pastizal…, y se le echa la culpa al “clericalismo” -cuando no han sabido ni ser clérigos: ni los autores ni los encubridores ni los “mudos"-, y al “elitismo", cuando ni siquiera han sabido ni ser lo que eran. Tampoco han debido escuchar a Francisco cuando decía que “las denuncias, sobre uno mismo y no sobre los demás". O quizá lo han borrado. Delete. ¡Es tan fácil!
Y callar estas cosas es “otorgar", como dice el refrán. No da ninguna luz. No aporta nada, No se defiende nada: SE CALLA: Se está MUERTO.
Y así, calladitos, ni se defienden los principios ni se enseñan a nadie; incluso aunque se “recuerden” en las catequesis o en la formación como “referentes” que ya no se refieren a nada real, porque no descienden a la vida real.
Y punto, que ya vale por hoy.
Rezad por mí.