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4.08.18

Lo que no iba a pasar..., ha pasado.

Iba a escribir sobre el Evangelio de mañana domingo, pero la actualidad, bastante “rabiosa” para que se cumpla el tópico, se me ha apoderado. Y se lo dedico a los “ingenuos", por decir algo que se puede decir sin que sea una ofensa. Supongo. Aunque vete tú a saber…

Mucha gente de iglesia -a todos los niveles y en todos sus carismas-, en el mismo CV II y desde su cerrojazo en 1965, han jugado con fuego durante tanto tiempo que, no sólo han acabado quemándose, sino que le están pegando fuego a todo el paisaje y a todo el paisanaje. Lo hayan pretendido así o no, que de todo habrá, y hay. Pero no más de esas dos posibilidades. Y lo están consiguiendo: las cenizas se ven y, en algunos lugares, los restos humean.

Los frutos ahí están: una Iglesia desgarrada como no se conocía desde los intentos de la Reforma, en el s. XVI. Intentos a los que la Iglesia Católica respondió firme y adecuadamente, con un Concilio, el de Trento, que sigue estando vigente, legalmente vigente aunque, en la práctica, el Concilio Vaticano II ha supuesto el fin de esa Contrarreforma Católica; que, al menos en la Iglesia de entonces y en unos cuantos países -España entre ellos-, paró en seco la “reforma protestante". Vamos: la herejía protestante, para ser más técnicos y ajustados a verdad.

Es cierto que a unos cuantos -desde dentro de la Iglesia Católica- todavía les escuece el tema -¡que, a estas alturas ya son ganas de rascarse!-; y están tratando de desmontarlo todo: pegándole fuego al tinglado,como he dicho; porque, para toda esa panda, la Iglesia Católica como tal debe desaparecer. Y ya se han convencido, tras más de dos mil años, de que solo puede hacerse “desde dentro".

¿Cómo se ha llegado a esto en y desde el CV II? Se juntaron un cúmulo de “circunstancias” bien “apañadas” que prendieron la chispa. No es que saltaran chispas, que saltaron, sino que el fuego prendió primero tímidamente, como si no fuese a prosperar; pero luego, poco a poco, la llama fue tomando cuerpo y, a pesar de los cortafuegos de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI - por cierto: unos santazos-, hoy todo está que arde. Y tira a base de bien, porque los vientos que corren ayudan: ¡van a toda pastilla! De barbacoa, naturalmente.

Vamos a intentar explicarlo aunque, como es natural, va a estar todo muy resumido: espero acertar con las custiones más importantes; a mi modo de ver naturalmente, porque no tengo otros ojos.

En primer lugar, la Iglesia, desde su Cabeza Visible, el papa Juan XXIII, quiso mirarse a sí misma: cómo se veía a sí misma, y, en consecuencia, qué tenía que decirse a sú misma; a la vez, quiso mirarse en el mundo: en lo que vino a llamarse “los signos de los tiempos", deslumbrada -no Ella, sino los que manejaron los hilos y siguen manejándolos: ellos o sus “retoños"- por esos “signos": la “ciencia” -los progresos técnicos- y la “intelectualidad marxista” -sí: el marxismo; que hay que tener tragaderas para llamar a eso intelectualidad y para creerse intelectual aceptándolo: no digamos, “teólogo"-, que parecían “comerse” todo lo que se les pusiese por delante: el mismo mundo, amén de comerse las personas, las sociedades, las culturas y hasta la misma Iglesia: las “teologías de la liberación” y las “comunidades de base” no son otra cosa. Y lo han conseguido allí donde han arraigado prácticamente la Iglesia Católica ha desaparecido.

Estas fueron las “premisas” que alegó Juan XXIII para convocar el Concilio -"no sin una inspiraciòn interior", dirá en su Diario-; y para Navidad, “todos a casa": ahí la inspiración interior le salió rana, la verdad; para Navidad solo se había acabado la Primera Sesión del CV II, además de estar acabándose la vida del propio Papa, enfermo grave de cáncer de estómago, que no quiso operarse pues estaban comenzando ya los trabajos inmediatos previos. Las premisas no habían salido de él, seguramente, pero las asumió, venidas de gran parte de la gente con la que se había rodeado.

Los frutos no se hicieron esperar, pues el cardenal Montini, su sucesor, estaba “muy bien” preparado para tomar el relevo en la cúpula romana estando, como estaba, perfectamente imbuido de esas premisas -participó en su presentación, discusión y aprobación, dentro y fuera del Concilio-, y otras más que irían saliendo.

Así está, por ejemplo, casi toda hispanoamérica, Brasil incluído y, además, como auténtico “signo": en menos de 40 años, la población católica ha pasado del 96% a menos ya del 50%. Y siguen regodeándose y dándole gloria a “dios” por ello; con una gran parte de su Jerarquía tocando las campanas, no solo alegres, sino eufóricos. Helder Cámara & Cía podría explicar muchas cosas si no fuese porque está gagá. Pero ha escrito incluso un Diario, y eso sí está ahí para el que lo quiera. Y sus manos derecha e izquierda también se saben quiénes eran, y también han largado por extenso: ¡la progrez eclesial había ganado el CV II, y por goleada! Así lo proclamaron ellos y toda la prensa, incluso la poca que estaba en contra y alarmada.

Por cierto: lo de ese mirarse a sí misma me ha recordado lo de David, cuando le entró no se sabe bien qué, y se planteó cuántos súbditos tenía; y mandó hacer el censo de su reino. Y lo hizo. Y el Señor le dió una colleja más que notable. Pues, tal cual. Y en la colleja estamos en la Iglesia Católica. Merecidísima, por otro lado. ¡Deberíamos aprender de la Historia, grande y  pequeña, que enseña mucho: en especial, a no tropezar en la misma piedra!

“Pastoralismo” fue la una de las grandes “visiones” del CV II: se quería un Concilio “pastoral” o “pastoralista". ¡Nada de declaraciones dogmática, por favor! ¡Qué aburrimiento y qué atraso! La Iglesia debía ser una iglesia “moderna", libre de lastres que no la dejaban ser lo que debería ser, que sintonizase con “los signos de los tiempos” y con la gente del hoy, y que en lugar de ver al mundo como enemigo del hombre -mundo, demonio y carne: las tres concupiscencias clásicas-. lo elevase a la categoría de interlocutor: más que válido, autorizadísimo. Al fin y al cabo, ¿no había mandado Jesús a los suyos al mundo?: Id por todo el mundo…

El problema -la madre de todos los problemas-, fue que, en lugar de sintonizar la Iglesia Católica, desde su Jerarquía, su Teología y su Doctrina con los signos de los tiempos para “santificarlos” y ponerlos al servicio del hombre, por ponerlos al servicio de Dios; y convertir de este modo el mundo en un “lugar teológico” por excelencia, que fuese para todos los hombres de todos los tiempos el lugar del “primer encuentro” de Dios con el hombre -y del hombre con Dios-, del primer Amor, si se me permite la expresión, precisamente para “ganarnos” el encuentro “eterno y definitivo” con Él…, sucedió todo lo contrario: “los signos de los tiempos” se convirtieron en la pauta por la que debía regirse la propia Iglesia. Y en esto estamos ya; no solo a marchas forzadas -nunca mejor denunciado-, sino en caída libre.

Pero “la pastoral", sin la Teología y sin la Doctrina que le dan cancha, le marcan el rumbo y la protegen de peligrosos “experimentos", no llega a ningún sitio; o no llega a nigún sitio adecuado; y se estampilla contra las rocas como un barco sin gobierno.

Y no lo digo yo, sino los mismos “protagonistas” a los que les ha estallado la bomba entre las manos; por ejemplo, los Obispos chilenos: “Hemos fallado en nuestro deber de pastores”. Y no han sido los únicos en reconocerlo. Y habrá más declaradas de estas, porque no hay otra forma de darle la vuelta al asunto, ab interno de la Iglesia, que este reconocimiento: mea culpa!

Y desandar, claro, el camino. Contritos, si es posible, y eliminados los componentes de la progrez eclesial; que, no son nada difíciles de detectar.

El fracaso de la pedagogía de la religión en las mismas escuelas catoíicas; el fracaso de las catequesis a todos los niveles; el fracaso en el acceso de los católicos a los distintos Sacramentos, donde se les ha dejado sin criterios morales; el fracaso de las universodades católicas para mantener el tipo “en católico"; el peso -nulo- de la Iglesia Católica -y de “los católicos” a nivel personal- en las sociedades, en los Foros Internacionales y en los Países -salvo con Juan Pablo II y con Benedicto XVI-; todo eso y más marcan unos niveles tan desastrosos como dolorosos: el cierre de tantas casas religiosas, el vacío de los seminarios, y la nulidad -espiritual y apòstólica- de tantas vidas sacerdotales y religiosas…, dan unos resultados tan estremecedores como ciertos, y que no hay forma de tapar. Porque, no se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín

Durante muchos años -durante el mismo Concilio y después de él- en la Iglesia se nos ha vendido la “burra” de que la Doctrina no se tocaba. La misma burra que se nos ha presentado últimamente con todas sus mataduras: “la Doctrina no se toca, se cambia la pastoral", que fue y es un mantra adormecedor y engañador: “se busca simplemente -pretendían explicar- comprender y acompañar al personal de una forma más profunda, más humana, más cercana y más misericordiosa"…, sin “torrarles” -ni mucho menos ofenderles diciéndoles la verdad de siempre- con catecismos, pecados y demás.

Bueno: pues ¡ya se ha abierto el melón; y se ha tocado la Doctrina de siempre! De hecho, “se ha cambiado algún punto del Catecismo de la Iglesia Católica", por “inadmisible". El primero, sí. Claro que siempre se empieza por uno: se le quita el “tapón” a la botella y ya se puede beber y/o verter el contenido.

Los “ingenuos” podrán argumentar que es un punto de segundo orden, y que además “la sensibilidad” de la cultura actual “lo exigía", etc., etc. Ya… Pero esto es como el rascar, que “todo es empezar". Y ya se ha empezado. Por cierto: a esto se le pilla gusto enseguidita; especialmente desde el poder, o desde los contubernios.

Como en las series que están tan de moda hoy, estamos en el cap. 1, de la T 1.

Habrá más capítulos y más temporadas. Necesariamente. Porque la “pastoral", especialmente la desnortada, “necesita” credibilidad y honorabilidad para salvar la cara. ¡Por eso precisamente necesita cambiar muchas cosas de la Doctrina y de la Teología! ¡Y las va a cambiar para poder seguir llamando “pastoral” a lo que ya no lo es! Lo otro, cambiar la pastoral sin cambiar la Doctrina ha sido, y es, un tranpantojo y un engañabobos: la gran mentira.

Es exactamente lo mismo -calcadito- de lo que ha sucedido con las “leyes” y la “legalidad” en el mundo de la política y de la democracia. Y, si se quiere una iglesia “democrática", hay que acabar con la que hay/había: que no lo es, porque no lo puede ser.

Lo que va saliendo es ya otra cosa. O está a punto de serlo.

Amén.

1.08.18

'Al Papa lo elige Dios'

Es un aserto al que se agarra mucha gente, la verdad. Y se agarra a eso, bien por poca formación doctrinal y/o espiritual; bien por un afán -lícito, aunque equivocado- de seguridad. De seguridad en Dios y en la Iglesia, para uno mismo y para los demás; bien porque, sin más, así lo creen ya que, quizás, así se lo han enseñado. Pero hay que decir que las buenas intenciones no hacen verdadera una idea, o un deseo, o una historia.

Otra cosa es que se pueda decir tal cual…, porque no se puede. Simplemente, no es verdad.

Que se sepa, pues está incluso revelado, es que Jesús -verdadero Hombre y verdadero Dios- escogió al primer Papa, a Pedro: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Y fuera de este -que se sepa, insisto- a ninguno más.

También escogió a los primeros Obispos, los demás Apóstoles. E instituyó el Sacerdocio Católico el dia del Jueves Santo: el mismo día en que instituyó el Sacramento de la Eucaristía y les dio a los hombres la capacidad -sobrenatural- de hacerlo en “su” Nombre: nunca en nombre propio.

Por tanto, lo que Cristo ha dado a “su” Iglesia -la Iglesia Católica y a ninguna otra, aunque esté de moda no decirlo así- como señas de identidad fundacionales y para siempre, es el Papado -con el Papa que lo encarna en cada momento-, son los Obispos -sucesores de los Apóstoles- y los Sacerdotes: su Presbiterio. Que se suceden históricamente a lo largo de los siglos: sin ellos no habría Misa, ni Eucaristía; ni siquiera habría Iglesia, porque no estaría Él presente y actuante: Salvador. 

Por contra, ¡nadie ha dicho jamás que haya visto votar al Espíritu Santo en ninguno de los múltiples cónclaves que ha habido en la historia de la Iglesia! Y no lo han dicho porque no lo han visto: de hecho, nunca ha pasado. Y no ha habido nigún Padre de la Iglesia, ni teólogo digno de ese nombre, ni escuela eclesial ni familia religiosa que haya afirmado tal cosa: que Dios elege al Papa. Nunca.

Porque al Papa lo votan exclusivamente los Cardenales Electores; es decir, los que tienen derecho a voto. Y nadie más. Y sale elegido el que sale elegido, con perdón por la perogullada.

Lo que también se sabe -porque lo han dicho los interesados en hacerlo así y en decirlo-, es que ha habido elecciones en las que el resultado estaba más que amañado de antemano. ¡Cosas de la poca integridad de las personas, aunque sean Cardenales! ¡Así es la vida!

Podría citar casos y dar nombres pero, ¿para qué? No aportan mucho a lo que estamos considerando. Nada, de hecho: ¡si hasta ha habido algún momento con más de uno o más de dos papas! Lo que demuestra, negro sobre blanco, quién elige al Papa. Y a los Obispos los nombra el Papa. Y a los Sacerdotes, su obispo,

Otra cosa es -yendo de abajo a arriba- que la vocacion sacerdotal es divina: ahí sí es Dios quien elige, quien da la vocación. Y uno, la acepta o la rechaza. Y la acepta con todas sus consecuencias, incluido el celibato, renunciando a otras posibilidades -icluso realidades presentes- para ser consecuente con esa llamada divina. Llamada que nadie puede darse a sí mismo. Llamada de la que deben asegurarse -les va en ello su felicidad terrena y eterna- los superiores, empezando por el Obispo. O el Papa y sus asesores, de cara a los mismos Ordinarios que va a llamar personalmente..

Otra cosa es ya la “carrera": la “plenitud del sacerdocio” -los obispos-, reservado a unos pocos que son llamados por sus superiores; y las dignidades -los Cardenales-, que crea el Santo Padre y de donde sale elegido el Papa.

Y así, unas veces sale elegido un Papa a la altura del Corazón de Cristo -los hemos conocido-, y otras veces sale elegido un Papa a la altura del corazón de los hombres, que ya sabemos cómo va la cosa. También los hemos conocido.

En el primer caso, la Iglesia va como la seda, por decirlo de alguna manera; aunque siempre hay “problemas” porque, ni el demonio ni los pastores mercenarios dejan por eso de existir. En el segundo caso y para todos en la Iglesia Católica, son tiempos de más Fe, de más Oración, de más exigencia personal -mayor Santidad, en definitiva-, porque son tiempos de prueba: no para Dios, sino para nosotros por parte de Dios. Porque ahí nos espera.

Y esto no desmiente que, se dé el caso que se dé, Dios siempre escribe derecho: hasta con renglones torcidos. Y “saque de los males bienes, y de los grandes males, grandes bienes".

Amén.

24.07.18

"Este sí que es el Profeta que había de venir al mundo" (Dom. XVII, ciclo B, TO)

De san Marcos, y de la mano de nuestra Santa Madre la Iglesia, nos vamos este domingo a san Juan -da la impresión que continúa y completa la escena de Jesús enseñando sin prisas a la muchedumbre que se le ha congregado delante, corriendo, recogida el domingo anterior-, con la multiplicación de los panes (cinco, de cebada) y los peces (dos), aportados por un chaval; hasta el punto de que se saciaron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres ni niños; y aún se recogieron un montón de cestos con las sobras. Porque sobrar, sobró, y mucho.

Jesús está encariñado -verdaderamente misericordioso- con la gente que le sigue casi sin más motivo que porque es Él, además de por lo que hace en su favor: Su “doble corazón” -divino y humano-  hace que sus manos sean tan “largas” -tan generosas- como grande es su cariño. Y se derraman abundantemente sobre la gente.

Pero con el debido orden: primero, alimentar el alma, la conciencia, el corazón y la voluntad del hombre porque, como dirá en otra ocasion, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo también lo está. No digamos si lo sano es lo más principal que tenemos y nos especifica: alma, corazón, voluntad y conciencia. Y, por eso, la primera “medicina” -el primer “alimento"- que les da es su Palabra; les enseña con Paciencia, con Verdad y con Amor: todo divino y a lo divino. Y luego, una vez instituida la Eucaristía, se nos dará todo entero -Cuerpo y Sangre- como Pan vivo que ha bajado del Cielo.  ¿Con qué finalidad? El que come de este Pan vivirá para siempre.

Solventado lo primero, después ya sí se preocupa del cuerpo¿Con qué compraremos panes para dar de comer a estos? Lo decía para tentarle [a Felipe], porque bien sabía lo que iba a hacer. ¡Y vaya si lo hace! Hasta saciarse: ¡no podían tragar materialmente más: estaban ahítos! ¡Así les paga, inmediatamente, las ansias de Dios que le han demostrado, buscándole, bordeando el lago “a la carrera"!

Los Evagelios aún nos contarán otra nueva multiplicación de panes y peces. Sólo una más. Y ahí se acabó el dar de comer Jesús a la gente. Lo que demuestra que Jesús no vino para eso: si hubiese sido ese el motivo de su Encarnación, el hambre en la tierra se habría acabado en cuanto pisó este mundo; que, a pesar de ser el lugar del encuentro de Dios con el hombre, éste lo convierte en un pudridero de crueldad y malicia, en cuanto se descuida un poquitín.

Por contra, su Palabra, que es Eterna y Actual -igual que Él-, sigue alimentando a todos los hombres, generación tras generación, porque todos son convocados e interpelados por Ella; lo pretendan así los hombres -se dejen convencer por Ella- o La desprecien y La rechacen, y pretendan construirse una vida y un mundo sin Dios: ¡la mayor desgracia que le puede acaecer a una persona! ¡Pobres!

Porque sin Dios uno queda irremisiblemente condenado a ser pobre, pordiosero e indigente…, y sin posibilidad añguna de salir de ahí por sus solas fuerzas: Solo Dios salva .

Dios es la riqueza de la Iglesia. Su verdadera riqueza: Pan y Palabra. Y es lo Ella que tiene que dar a los hombres -en primer lugar y como primer servicio- de todas las culturas, de todas las latitudes, de todas las generaciones, de toda condición: ricos y pobres, sanos y enfermos, hombres y mujeres, esclavos y libres, intelectuales o artesanos. A todos sin distinción. Y abundantemente, para que se llenen cestos con las sobras y nada se pierda.

Pasar de ahí a meter de tapadillo -o con todo descaro- expresiones como “iglesia de los pobres", “iglesia del pueblo", “una iglesia pobre para los pobres” u otras semejantes, dicho así y sin anestesia, chocan frontalmente con el hacer y el decir de Jesucristo y, por lo mismo, chocan frontalmente con el decir y el hacer de la Iglesia: bien se puede decir que no son “católicas".

Es más: toda connotación que pretenda parcelar y empequeñecer la universalidad de la Iglesia, por principio, no es católica. Y no sirve: lo menos -lo menor- no puede ser ni representar el todo, lo mayor.

La Iglesia Católica, por serlo, es Una y Única, es Santa y es Apostólica. Son las “Notas de la Iglesia Verdadera", la que salió así de las manos de Jesús, la que Él nos dejó y a la que nos trajo, la que nos salva ya en este mundo, pues nos consigue -nos lleva- a la Vida Eterna.

Nada que ver -a no ser que se explique muy bien, despacito y con buena letra-, con la iglesia “de base", es decir, sin Jerarquía, o sea sin Iglesia Católica; o “ecuménica", por ejemplo; y/o con la que “gime” casi con dolores de parto con la “unidad de las iglesias” -por cierto, un “foro” al que, con muy buen criterio, nunca ha querido pertenecer-; porque todas esas posturas siempre suponen y siempre acaban con que la Iglesia Católica es “una más entre otras muchas” y, por tanto, no puede presentarse -ya no tiene créditos- como la única verdadera, la poseedora en exclusiva de los medios completos y totales de salvación. 

Es decir: a la Iglesia Católica, si se mete en esos ámbitos se la llevan al huerto, porque es la que lleva todas las de perder, si se deja arrastrar por esas “modas", “modalidades” y “puestas al día” -se llamó  a eso aggiornamento, en el Concilio-, porque es la única que pone, arriesga y pierde “todo". Porque es la que lo tiene, real y verdaderamente. Las otras no pierden nada, porque nada tienen, pues nada son…

Además, “una iglesia pobre para los pobres” no le serviría ni a los mismos pobres, a los que dice deberse en primer lugar.

Porque, ¿qué hospitales iba a construir para los necesitados y abandonados por los poderes públicos o los egoístas recalcitrantes? ¿Qué comedores de caridad? ¿Que bancos de alimentos? ¿Qué medicinas iba a proporcionar?

Desde la Iglesia, ¿a quién se iba a enviar al mundo para evangelizar…, a la vez que se enseña un oficio, o se da de comer, o se acoge en un orfanato, o se monta una escuelita o una universidad? Y a todo esto se llega, porque se ha llegado: sin ir más lejos, la primera universidad del Nuevo Mundo fue la de Méjico y la montó… ¡la Iglesia Católica! Y se ha llegado por voluntad de los mandos eclesiásticos, que han sabido además pedr ayudar a los ricos para el dinero y a los pobres, pagándoles dignamente, para el trabajo.

Una Iglesia “materialmente pobre” -por sistema-, ¿qué iba a dar, si nada tendría? Un pobre por muy buena voluntad que tenga, ¿qué va a dar? ¿Cómo va a ayudar? ¿A quién va a socorrer?

Para dar hay que tener, porque ” nadie da lo que no tiene". Por esto la Iglesia “pide": para “dar” y “darse". Y también para evitar a los necesitados la vergüenza de pedir.

Y, por cierto, si alguien no se cree que la Iglesia es pobre, le recomendaría que intentase vivir unos pocos meses como viven tantos y tantos sacerdotes, con una dedicación de 24 h/24 h, menos unos pocos días de descanso al año, dejando sustituto, eso sí. Y todo con 1000 euros/mes; un obispo con un poco más. ¿Hay algún político, sindicalista, mandurriero, fajador de EREs andaluces, ministro, ex, el presi de los futbolistas, etc., que sean mileuristas? Los curas lo son en su inmensa mayoría. Algunos, ni eso.

Y un último apunte: como dice un sacerdote, misionero, especializado desde hace más de veinte años en rescatar niños de los basureros de Mozanbique -lleva bastantes miles de ellos en su haber-: “la pobreza mata". 

La conclusión ante lo visto, oído y disfrutado por los que han buscado a Jesús, no era nada trabajosa de encontrar, pues estaba cantada: ¡Éste sí es el Profeta que había de venir al mundo! Y es el que ha venido y el que está en él: en cada Sagrario, en cada Misa Santa, en cada alma en Gracia, en cada palabra del Evangelio, en cada Sacramento. Lo llena todo. Lo posee todo. ¡Es el Señor!

Ciertamente, no cabe otra alternativa; excepto la de pretender “racionalizar el milagro, poniéndolo al alcance de la (in)comprensión del hombre moderno": es decir, !negándolo! Esto se les da muy bien a los “hermanos separados", sean del color que sean; o de famosos colorines, que también los hay. Y a los “hermanos enfermizamente acomplejados” -que abundan en la Iglesia Católica-, que también lo niegan.

Amén.

¡Y buen Domingo en el Señor!

"El debate sobre el aborto es un camino de crecimiento..." (Macri. Argentina)

Macri

Esto dice el presidente de Argentina, el flamante doctor Macri, que no sé ni cómo ha llegado a tal convencimiento -se me escapa la altura intelectual y moral del asunto en cuestión-, ni cómo se ha atrevido a decirlo públicamente: que esa es otra. Pero es que a los políticos vendidos al NOM nada se les pone por delante. Bueno, sí: el DINERO. Y por eso hacen y dicen, dicen y hacen, lo que sea menester y manden los jefes, que para eso pagan. Y deben pagar bien, porque si no, no se entiende cómo hacen y dicen, dicen y hacen tales monstruosidades.

Matar al personal solo hace crecer el número de muertos, que yo sepa. Y, que yo siga sabiendo, el aborto es matar: una señora va a tener un hijo, aborta, y ya no lo tiene; eso sí: tiene un hijo muerto, matado directamente: se ha puesto en manos de quien se lo mata para que se lo mate y… “a correr que son dos días".

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19.07.18

"...porque andaban como ovejas sin pastor" (Domingo XVI, ciclo B, TO).

Así veía el Señor a la muchedumbre que se había congregado -corriendo- ante Él, junto al lago: Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma (Mc 6, 34).

¡Qué “morriña” nos ha puesto san Marcos en el alma al no contarnos lo que Jesús les dijo! Se ve que el Espíritu Santo pensó que no nos hacían falta, porque nos basta saber -¡esta es nuestra seguridad y nuestra confianza!- que Jesús nos sigue enseñando…

¡Cómo es el Corazón de Cristo! ¡Grande, grande, grande como no hay otro, ni lo puede haber! Un  Corazón que, por ser así, penetra a la perfección nuestros corazones: Él nos conoce a cada uno más y mejor que todo lo que podamos presumir de conocernos a nosotros mismos. Por eso nos dirá en otra ocasión: Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré. ¿Ye atreverás a ir a Él? Deberías: ¡no le des esa baza al demonio!

Es exactamente lo que nos muestra este último versículo del Santo Evangelio del próximo domingo. Desde su propio Corazón, Jesús nos ve como somos y como estamos: como ovejas sin pastor. Se sitúa perfectamente. Y, desde ahí mismo, se puso a enseñarles [se pone a enseñarNOS] con calma; es decir, desde el cariño humano y divino que nos tiene; porque el Amor -especialmente SU Amor es paciente-, no tiene prisa jamás cuando está con nosotros, porque nosotros necesitamos tiempo siempre para entender: y nos lo da.

Además, nos da su Gracia junto a su Palabra: cosas que no nos niega nunca; al contrario: nos las da a manos llenas. Jesús siempre espera. Siempre nos espera…, mientras tengamos tiempo, claro. Que no lo tenemos ilimitado, por cierto, sino limitado. Y nunca jamás podemos saber en realidad cuánto es.

Jesús nos enseña con calmaAyer y hoy..Él no tiene ninguna prisa: nosotros sí debemos tenerla; porque, como nos enseña la Escritura Santa -o sea, Él- caritas Christi urget nos ["el Amor de Cristo nos urge"]: tenemos que tener “prisa” en escucharLe, en acoger su Palabra -siempre verdadera, siempre salvadora, siempre a nuestro favor-, en poner el esfuerzo que nos corresponde por entenderla y, ya con su Gracia, luchar con afán por ponerla en práctica: por vivirla: La Fe sin obras está muerta.

Nadie puede negar, a estas alturas de la historia de las sociedades -especialmente las del primer mundo- y de la historia de la misma Iglesia Católica que, desde mediados del siglo pasado, muchísimos pastores, miembros de la Jerarquía a todos los niveles, se hicieron mercenarios. Alguna excepción hay, pero pocas, muy pocas; tan pocas, que no han sido suficientes: la descristianización es desoladora a más de trágica.

Hoy, por ejemplo, ¡cuánta gente se dice católica y ya no sabe lo que significa eso ni a la hora de ir a Misa; no digamos en lo referente al Matrimonio, a la sexualidad, a la dignidad de la persona humana y su destino eterno, al pecado, la gracia, la Iglesia y el mismo Jesucristo! Las sociedades se han descristianizado porque antes se han corrompido las conciencias. Y se ha hecho a conciencia, activa, pasiva o permisivamente, desde quienes deberían haber sido pastores y han dejado que llegasen los lobos y dispersasen el rebaño, o se han largado al ver venir a los salteadores para, en ambos casos, hacer estragos.

Pero si el evangelista no nos narra lo que les dijo a aquella muchedumbra ansiosa de Jesús que lo busca a la carrera -con prisa-, la Palabra de Dios sí se detiene, también despacio para que se la entienda bien, lo que por boca de Jeremías les dice -les echa en cara, les acusa y les maldice- a los que debiendo haber sido pastores y de los buenos -han tenido al mejor Maestro, a Jesucristo-, se han “reconvertido” en mercenarios y asalariados. Al Espíritu Santo no se le escapa el tema. Ni las personas.

Lo recoje la Primera Lectura de la Misa de este Domingo, de la mano del profeta Jeremías, uno de los grandes Profetas: ¡Hay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño! -oráculo del Señor-. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: “A los pastores que pastorean mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones -oráculo del Señor-". Fuerte. Muy fuerte. Y tan actual que no se pueden ocultar los resultados porque están presentes, bien a la vista..

Pero es que de Dios nadie se burla. Puede parecerlo…, pero no: ¡nadie le gana a Dios! ¡Nadie es más fuerte que Él!, aunque a veces, con nuestras coordenadas de lugar y tiempo, nos pueda parecer lo contrario. Pero ahí está nuestra Fe, que nunca queda defraudada por parte del Señor.

Claro que, como siempre y más en concreto cuando nos tiene que decir algo fuerte -y esto lo es: los pastores traidores, que se venden al mismo enemigo de sus ovejas, y abandonan el redil después de dejar abirta la puerta y haberse llevado los mastines-, nos deja la esperanza y la confianza en Él, para que no nos ataque el “virus” -la tentación- de la derrota, del miedo y, finalmente, de la desesperanza.

Por eso, nos sigue hablando Dios por mano de Jeremías:Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países (…), y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá -oráculo del Señor-. Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia".

Ciertamente: ¡En Él esperaré!