El P. Sosa, "oráculo de la Nueva Iglesia". O así.
Normalmente no escribiría del padre Arturo -título, el de “padre” que da toda la impresión de que el interfecto ya no sabe ni lo que significa-: pues dar rienda suelta a las estulticias de una mente que, eclesialmente hablando, ha explotado en mil pedazos no merece la pena.
Entonces, ¿por qué estoy escribiendo esto? Para intentar paliar las repercusiones que tienen siempre las rajadas de “personajes", aunque sean tan supuestos o “simbólicos” como lo es este.
Y lo hago, en primer lugar, para defender a mi Madre la Iglesia Santa: porque cuando se enseña desde la propia Iglesia -de la que se vive como una rémora, y sin la que no se estaría donde está, como es el caso- lo contrario de lo que Ella enseña, se la insulta, se la degrada: y sus hijos no podemos callarnos.
En segundo lugar, porque hay gentes que, deslumbradas por los cargos de algunas personas que han subido -en la Iglesia- a base de no pesar nada -de “flotar” en el éter-, pasan a “creerse” lo que estos mindundis difunden en los medios.
Pero además, como el demonio se las sabe todas -es “ángel"; “caído", pero ángel, y nos da mil vueltas-, utiliza a estas personas y sus intencionados desvaríos para hacer daño, mintiendo, que es lo específicamente suyo; de ahí mi interés en escribir lo que estoy haciendo: para administrar la triaca contra el veneno.
Y ahi vamos.