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8.10.19

La persecución de los buenos. Bis

Hace exactamente un mes publiqué un post con este título: La persecución de los buenos. Y lo repito nuevamente, porque los acontecimientos me lo imponen.

A dia de hoy -es público, pues está publicado hasta por el mismo Vaticano-, los Heraldos del Evangelio están siendo comisariados exactamente por “los buenos", por los “oficialistas” de turno y de “obediencia debida”. Aunque ya se sabe que, en la Iglesia Católica, y en esto de la obediencia, siempre hay una excepción: “que nos manden pecar". En este caso, hay que resistirse, ya que obedecer se convertiría automáticamente en obediencia INDEBIDA: y se cometería un pecado. Mortal o Venial, según materia. Pero PECADO. Y no hay otra.

Automáticamente, han salido personas singulares a entrar al tema, como hago yo hoy. Por mi parte, lo considero un deber en conciencia, en primer lugar; aparte la cercanía de su situación a mi experiencia personal.

Otros, también han salido a la palestra, en el bando que podríamos calificar de contrario: cargando contra ellos. Curiosamente -hoy mismo, sin ir más lejos- los de “la banda de la cizaña", osease, el Vidal “veneno mortal” y sus mariachis, vuelven a la carga en esa línea “tan católica” -bendecida incluso por padres y demás jerarcas católicos-, de sembrar la única semilla de la que tienen abundates reservas: la SOSPECHA. Y utilizando lo que mejor se les da: la MENTIRA. 

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29.09.19

«Dios Padre ha querido correr el riesgo de nuestra libertad». Parte Iª

Desde que descubrí esta frase en los escritos de san Josemaría, Fundador del Opus Dei, nunca ha dejado de iluminarme, por expresarlo de algún modo. "El Señor ha querido correr el riesgo de nuestra libertad”, escribe con una piedad y un enamoramiento que, realmente, emociona y enseña.

Porque Dios Padre, después de habernos regalado la LIBERTAD tan absoluta de la que gozamos, lo asume -y así lo entiende san Josemaría- con todas las consecuencias. En primer lugar, para con Él mismo: la respeta totalmente, incluso cuando nos decidimos por ofenderle y pecar. Y también, como consecuencia y para rescatarnos del pecado y de la condenación eterna, para entregarnos a su propio Hijo, su Primogénito, el Inocente y la Inocencia: todo en favor nuestro.

Pero especialmente asume el riesgo de nuestra libertad, por nosotros mismos: porque sin libertad, sin la libertad que Cristo nos ha ganado [qua Christus nos liberavit] no somos nada, incapaces de vivir como hijos suyos, inútiles para amar y amarLe. A nivel de las vacas quedaríamos.

De hecho, san Josemaría Escrivá de Balaguer no dudaba en señalar “el primado de la libertad” como una de las señas de identidad más específicas de la Obra fundada por él: recibida en su alma -con toda su alma- de las manos de Dios. “¡Viva la libertad!”, era uno de sus “gritos” preferidos, según he sido capaz de comprender.

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14.09.19

De la rigidez y los rígidos

Los dos términos están de moda; de “rabiosa actualidad", como diría un clásico especialista en ella. Y lo es por mor de una nueva andanada que ha recaído -¡cómo no!- sobre los “rígidos” y, de rebote, sobre la rigidez que ejercen, que es su fechoria más peligrosa: a la que hay que temer más que a un nublado. Algo así como la DANA por la España de estos días.

Ciertamente, y como viene siendo ya costumbre en la iglesia de hoy -algo así como una de sus señas de identidad-, nunca se identifica a los tales: son eso, “los rígidos". Algo así como Arzálluz, cuando se soltó con aquello de que “unos movían el árbol y otros cogían las nueces". Y se quedó tan ancho el hombre: que tenía ganas de darle a la lengua.

Pero no acaba ahí el tema, pues a continuacion y para quien quiera entender, el autor de la diatriba se pone a hablar de los “cismáticos” y de los “cismas” que, dice, es donde acaban las rigideces y los rígidos.

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9.09.19

La persecución de los buenos

Para los verdaderos hijos de la Santa Madre Iglesia uno de los grandes peligros que les acechan, con la consiguiente tentación que no es pequeña: al contrario, es lo que bien puede llamarse “la persecución de los buenos"; es decir, aquella generada contra ellos por los que se presentan y se tienen por “buenos": los “oficialistas” eclesiales, jerárquicos y/o asimilados.

Lo han experimentado muchas almas santas, precisamente por sus afanes de fidelidad, al pretender mantener levantada en alto -bien visible- la bandera de Cristo: su Doctrina, su Palabra, sus Hechos, sus Mandatos: en definitiva, su Iglesia. No pretenden tener otra honra. Pero esta, exactamente esta, pretenden mantenerla contra viento y marea, también contra “los buenos” que les hacen la guerra. Y son perseguidos por “los buenos"; que, como no puede ser de otra manera pues a eso se agarran, tienen autoridad sobre ellos. Y esto sucede, hoy, en la Iglesia Católica, a todos los niveles, también a nivel institucional.

Por supuesto, no es nada nuevo. Por tanto, nadie puede sorprenderse, aunque no deja de ser “sorprendente” por decirlo de un modo suave que esto siga pasando, bien públicamente o “a la chita callando".

Y, por cierto: todos los perseguidores, como acredita la Historia eclesiástica, acabaron muy mal, ya que el mismo Señor toma la defensa de los suyos. Y esto lo saben tanto los perseguidos -para su confianza, seguridad y triunfo- como los perseguidores, aunque no quieran hacer caso de cómo han funcionado, y funcionan, las cosas en las que Dios está por medio.

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1.09.19

¿Complot? ¿Acaso hay grabadoras?

Acabo de leer a un entendido en cuestiones de la Iglesia -al menos eso creía yo, aunque últimamente no lo estoy teniendo tan claro- que se ha hecho eco, ni más ni menos, que de una rajada -una más- del “famosísimo” p. Sosa que, si no lo es, está haciendo méritos para serlo, con máster incluido y pedigrí acreditado; rajada a la que da la misma credibilidad que si de la mismísima burra de Balaam se tratara.

La “rajada” no se refiere a su negación de la existencia real del Demonio, convertido por el famoso p., del que he perdido el nombre, en mero “símbolo": o sea, como la estatua del “ángel caído” en el parque del Retiro, en Madrid. Tema en el que, por cierto, se muestra reincidente y/o contumaz: se ve que no le han llegado en buen estado las “grabaciones” con las palabras y las acciones de Jesucristo que lo acreditan; y, al faltarle este punto de apoyo, como demostración evidente y palpable, se niega a dar crédito a lo que ha podido leer -en los Evangelios, por ejemplo-, en algún momento de su vida.

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