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11.01.21

Pasión por la SANTIDAD. Iª parte.

La SANTIDAD es la GRAN pasión del Señor: ¡Él es SANTO! ¡Si la Tercera Persona de la Santísima Trinidad se llama, precisamente, Espíritu Santo, el Santificador, que nos ha sido enviado por el Padre y el Hijo!

Por tanto, Él es Santo y nos quiere santos, a nosotros sus hijos: no en vano, y por la Gracia bautismal, participamos de su misma naturaleza divina: consortes divinae naturae, se nos revela en el Nuevo Testamento. Para nosotros, no hay nada más grande en este mundo, ni en el otro: porque perdura por toda la Eternidad.

Ya en el Antiguo Testamento Dios nos había dicho y escrito en repetidas ocasiones por mano de sus Profetas: Sereis santos para Mí, porque Yo, Yahweh, soy santo. (Lev 11, 44-47; 20: 26; 21: 8; Num 6: 5; 15: 40). En una traducción más “cercana” e “íntima” de la expresión griega y/o latina, pero sin perder un ápice de su intensidad, podríamos también decirlo así: Seréis “mis santos", porque Yo, Yahweh, soy santo.

Como es lógico, natural y sobrenaturalmente hablando, Jesucristo, no deja de levantar, bien visible y muy en concreto esta “bandera”: Sed perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto, nos dirá. Y, por  cierto, no podría señalar nada más excelso. Pero también aquí podríamos traducirlo de este modo: Sed “santos", como vuestro Padre Celestial es “santo”, sin que cambie un ápice ni su sentido ni su fuerza.

Esa misma “pasión” divina la quiere Dios para todos nosotros, sus hijos. Por eso, esta debe ser nuestra primera PASIÓN: debemos vivir APASIONADAMENTE nuestra vida cristiana en toda su plenitud.

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27.12.20

¿En la mano? ¿En la boca? ¡¡¡En GRACIA!!!

Se vuelve a repetir la escena: sin salir aún de la pandemia, fase 2, se empieza a temer la fase 3 -hay sitios donde ya es una ralidad-; y da la impre de que en bastantes sitios se ha vuelto a restringir el culto público; de hecho, en algunas diócesis del mundo mundial vuelve a haber cerrojazo.

“La salud es lo primero”, se suele decir; pero, a nuestros mandamases por lo civil, no les importa que nos muramos: por eso no hacen nada para impedirlo; aparte, eso sí, manejar dinero con motivo de la tal pandemia: “algo” siempre cae con tanto movimiento. Que suele ser mucho, muchísimo.

Ni siquiera les importa el matarnos: lo hacen con soltura, con ganas y harta afición. Por eso elaboran las “leyes” -abuso de ley, siempre- adecuadas para tal fin: ahí está la flamante EUTANASIA: ¡que no sé cómo hemos podido “vivir” hasta ahora sin ella! Seguramente hemos podido vivir hasta ahora por no tenerla.

El resultado es talmente el mismo: ¡nos matan! Solo que, con esta “ley", todo es más cínico y asqueroso. Pero es “lo progresista": lo pregonan ellos; a mí nunca se me ocurriría calificarlos así: para mi son  “la progrez", simplemente. O sea: la hez que se ha aupado a los gobiernos del mundo occidental. Por supuesto: con las trampas o las intrigas que haya hecho falta. Y las ha hecho: ahí está el pucherazo que le han montado a Trump, como penúltimo ejemplo.

Con este motivo de los estrechamientos de los aforos; de “algunos” aforos, claro; porque otros se abren sí o sí, caiga quien caiga: si eso, ya cargará alguien con la culpa, y nunca será un político, por su.

Pues, como decía, con motivo de estos trajines pandémicos, tanto en la fase anterior como ahora, se ha vuelto a suscitar, en algunos círculos religiosos, el debate de “comunión en la mano", mayoritaria, impuesta desde arriba, o “comunión en la boca"; con opiniones para todos los gustos; aparte los que opinan que les da igual, tanto una como la otra: pero estos no cuentan; tampoco los que tienen derecho a hacerlo en la boca, y pretenden ejercerlo.

Pienso que, para los católicos que quieren vivir como tales, fieles a su Iglesia para ser fieles a Jesús, cuando hay Doctrina y Código, las “opiniones" sobran. Es el caso.

La Iglesia Católica ha decretado que el fiel tiene derecho a comulgar tanto en la boca como en la mano. Y, como es un derecho del fiel, no hay autoridad en la Iglesia que, mientras esté vigente ese decreto, pueda pasar por encima del derecho de los fieles. Aunque los miembros de la Jerarquía -no todos-, puedan creerse lo contrario. Por supuesto: mayor abuso fue el “cerrojazo patronal” de los templos. Sin comparación. 

Hago un inciso: me ha sorprendido que algún miembro de la Jerarquía en España ha protestado por la limitación de los aforos en los lugares de culto… ¡cuando ellos, y solo ellos, los cerraron a cal y canto! “Cosas veredes, Nicomedes". O quizá es que alguno empieza a rectificar, que es de sabios, reconociendo los pasados errores. 

Volviendo a la Comunión. Me sorprende el debate. Y me sorprende porque desde hace bastantes años, en España, ante el silencio de obispos y sacerdotes, o con su colaboración activa -por supuesto, como mínimo con la pasiva-, se ha ido imponiendo esto, sí o sí, en la mayor parte de los sitios: de pie y en la mano; bastaba quitar los reclinatorios para estar imponiendo, injustamente, tal forma de proceder. Y, si no bastaba, se mandaba así…, y tal cual.

Desde luego, no recuerdo un debate como el de ahora. Ni tantas protestas por el tema, también como ahora.

Uno comulga como quiere, porque tiene ese derecho reconocido. Y los clérigos no pueden imponer una u otra forma: es un derecho del fiel.

Otra cosa es que a unos les parezca mejor de una manera, de rodillas y en la boca, por ejemplo: así nos lo habían enseñado siempre en la Iglesia Católica, como señal externa y, a la vez, interior de Fe en la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía; y, por consiguiente, de veneración y respeto a la Sagrada Forma: ¡es el Señor! Pero hemos de respetar el derecho de los demás a hacerlo de la otra forma.  Aparte los que solo pueden comulgar de pie, o sentados…

Ahora bien. Recuerdo todo esto, que es Doctrina y Derecho, porque me parece que el tema es “accidental", es decir, secundario -y más con la que está cayendo-, respecto a lo verdaderamente ESENCIAL a la hora de acercarse un fiel a comulgar: examínese cada uno a sí mismo, nos dice san Pablo, porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo y la Sangre del Señor, come y bebe SU PROPIA CONDENACIÓN.

En este contexto y en esta enseñanza, ¿qué significa “discernir"? Examinarse con detenimiento y profundidad ¡en conciencia!-, sobre si uno está o no en pecado grave. Y caso de reconocerse así, solo puede ir a comulgar después de una buena confesión. En caso de no poder confesarse en ese momento: NO DEBE COMULGAR.

¿Por qué? Porque la comunión de los fieles no forma parte de la participación del fiel en la Santa Misa. Se puede estar en MIsa, incluso cumplir el precepto diominical, sin necesidad de comulgar, sí o sí. Lo mismo que se puede comulgar fuera de la Santa Misa. Otra cosa es que, como tantas otras, se hayan dejado, sí o sí, sin motivo alguno. ¿Por qué? No lo sé: deberán explicárnoslo los que lo han impuesto así.

A todo esto, no se ha oído ni una sola palabra sobre el verdadero problema a la hora de comulgar: estar en Gracia de Dios, no tener conciencia de pecado mortal; aparte la hora de ayuno, como es natural y obligado. y como única participacion del fiel en ella

Por supueso: lo de comulgar en las Misas, sí o sí, o sea, sin discernir, como parte de la propia Misa y como única participacion activa en ella por parte del fiel, es otro abuso que se viene dando en tantísimas parroquias desde hace muchos años también.

Por ejemplo, ¿cuántos años hace que en España, en las Misas o fuera de ellas, en los diferentes medios de formación, y/o en las catequesis a todos los niveles, se recuerda la estricta obligación de no poder acercarse a recibir la Santa Comunión sabiendo que uno está en pecado MORTAL?

Y, el que lo hace, por supuesto que no comulga; ni hace una pantomima: comete un “horrible SACRILEGIO"; como enseñaba el Catecismo que aprendí, y de memoria, siendo bien pequeño. Y me ha servido desde entonces. Es que ni se me ha olvidado.

Esta es la condición esencial a la hora de ir a recibir la Santa Comunión: estar en gracia de Dios. Supuestas otras: de entrada, estar Bautizado; saber qué es lo que se recibe; no estar impedido para ello por pena de excomunión; y no estar en una situacion grave y estable de pecado mortal. Por supuesto, para acercarse a comulgar no basta el mero “permiso” de la conciencia personal, sin tener en cuenta todo lo anterior; porque la conciencia personal ha de formarse con los criterios precedentes.

De ahí las dos obligaciones que tenemos, sí o sí, los sacerdotes, y también los señores Obispos: facilitar el acceso a los fieles para que puedan acercarse a Ella con las debidas disposiciones. Y para eso, necesariamente, obligatoriamente, y en conciencia, hemos de dar facilidades para que puedan CONFESAR con frecuencia. No hacerlo así gravaría fuertemente nuestras conciencias de pastores. A la vez que defraudaríamos a nuestros fieles, a los que nos debemos de modo absoluto.

Así que: ¡¡¡En gracia!!! ¡Como Dios manda! Y manda muy bien…

22.12.20

Monseñor Sanz Montes, arzobispo de Oviedo.

Don Jesús es de los que no calla: él, habla. Y lo hace públicamente: saliendo a la palestra, que debería ser uno de los sitios preferidos de todo Obispo que se precie.

Porque, entre otras muchas cosas -y deben llegar a todas ellas; sin intermediarios, o por personas de su entorno cercano, que tienen esa función-, están para HABLAR: desde Cristo, a los hombres, entrando con valentía y honor -el honor de Dios, en el que está el suyo propio-, a los temas que están ahí; especialmente los que se refieren a la Salvación de almas y sociedades.

Este ha sido siempre el papel de la Iglesia, por la voz más que autorizada de su Jerarquía. Dirigiéndose, en primer lugar, a los CATÓLICOS, los hijos de Dios en su Iglesia en medio del mundo, como es lógico; y acabando en “todos los hombres de buena voluntad"; que tambien los hay.

Y don Jesús, se ha despachado. Hablando como Obispo, sin ofender a nadie, sin pretender imponer nada, recordando los deberes de conciencia de todo el mundo; incluso -aunque ya sabemos, pues harto demostrado nos lo tienen-, la de los políticos que no gastan ni gustan de ella; con las lógicas excepciones -caso de que las haya entre ellos; cosa que dudo mucho-, y que se deben contar, fijo, con los dedos de una mano. Y deben sobrar casi todos los dedos.

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19.12.20

El 5º: "No matarás". (por lo civil y por lo eclesiástico)

Es lo que tiene -porque lo trae consigo necesariamente-, lo de organizarnos “como si Dios no existiera”. Es el triste, inhumano y criminalmente famoso Ut si Deus non daretur, del “siglo de las luces"; que, como primera provisión, nos ha dejado a oscuras. ¡Esto sí es un apagón, y no lo de la Cañada Real madrileña! Por poner un poner, y sin ánimo de menospreciar lo que pase allí.

Y, como consecuencia obligada y evidente, la degradación del hombre; porque este, sin Dios, está “fundido": no puede vivir como hombre; a oscuras, el hombre no puede hacer prácticamente nada. Sin Dios, sin “su” Dios, está degradado aunque no lo quiera, aunque no lo pretenda o ni siquiera lo reconozca: así de roto está.

Este Occidente de nuestros pecados, que ha sido un faro de civilización, de cultura, de religión y de progreso; cultivado y moderno hasta no hace tantos años, ha renegado de sí mismo. Y se ha vendido al NOM.

El precio que ha cobrado ha sido convertirse en defensor de todo lo ajeno a él, excepto de lo que debería ser su prioridad más absoluta: sus propios ciudadanos, y sus valores más enraizados en su historia, que es lo que lo ha hecho grande. No cabe otro diagnóstico fuera de este: ¡ha enloquecido!

De tal manera está tan fuera de todo control, o tan pinchado de todo lo pinchable, o tan harto de sí mismo -el dinero no lo es todo-, que ya ni se aguanta. No caben más posibilidades. Y se ha metido en un proceso imparable de auto-eutanasia, en un suicidio programado, día a día y sin retorno -ojalá me equivoque-, que no tiene otra finalidad: es un despeñadero mortal… para nosotros; porque nunca es para ellos: no conozco a ningún politico que haya pedido la eutanasia para él.

De paso, se llevan por delante todo lo que pueden. Y pueden mucho, la verdad. Especialmente en Europa, y en este país, antes España.

La prueba del algodón: nos matan cómo y cuando quieren; corrompen a todo el que se les pone por delante: igual les da el mundo judicial que los niños de infantil; mienten siempre, y cada vez con mayor descaro, hipocresía e impunidad; nos roban: no solo a manos llenas -que se les han quedado pequeñisimas en na’-, sino que hay que llenarse los bolsillos, más las cuentas corrientes personales  -sin contar cónyuges, parejas, amiguetes, asesores, expertos, paniaguados, síndicos y demás fruslerías-: todo se les hace poco… 

Y encima, y para mayor recochineo -se lo deben pasar de miedo a nuestra costa con este tema: no necesitan ver a los morancos para reirse-, ¡quieren que, sí o sí, una y otra vez y siempre, les votemos! Y vamos nosotros e, incomprensiblemente, ¡les votamos! Con lo que más dinero p’al bolso; p’al suyo, claro; pues cobran hasta por cada voto recibido.

¡Pa’ no echar gota, oigan!

Lo penúltimo, ya saben, es lo de la EUTANASIA. Así que, ojito que “van muy en serio". Estos rojelios y asimilados solo sonríen a los batasunos y demás yerbas catalanas. Por tanto, y nunca más pertinente: ¡que Dios nos coja confesados! Es que, como no estemos en gracia de Dios, encima nos desgracian por toda la Eternidad. ¡Sería la última faena que nos hacen estos tíos… y con nuestro dinero!

Pero es perfectamente evitable con la Confesión frecuente; y, en especial, con la última Confesión y recibiendo la Unción de Enfermos y el Santo Viático: que todo lo tiene previsto el Señor, a nuestro favor; aunque pinten bastos.

¡Absténganse no-creyentes, rojelios o no! Se siente. Pero, “el que juega con fuego, se quema": lo verán, fijo, si no se convierten. Aparte de que “sarna con gusto, no pica".

Estos políticos “nuestros” -nosotros los pagamos y los votamos, y viceversa-, son tan “modernos” que, de una tacada, nos retrotraen más allá de la prehistoria: ¡que ya es progreso, oigan!

Michener, en su saga novelada de la historia de Sudáfrica, La Alianza -gran historia, y desconocida para muchos de nosotros-, comienza narrando una migración prehistórica por aquellas tierras. Cuando una persona mayor o muy enferma, no podía seguir marchando, se la recostaba a la sombra de algún buen árbol, se le dejaba agua y comida para varios días…, y los demás proseguían la marcha: era inútil quedarse; aparte que necesitaban seguir para llegar a tiempo al nuevo asentamiento.

Pero, eso sí: ¡no mataban a nadie de los suyos! Lo “dejaban” morir “a solas", que no es lo mismo, ni de lejos. Tampoco tenían remedios para hacer más. Y la persona que era tratada así, lo comprendía: sabía muy próximo su fin. Y se entregaba a la muerte, cuando viniese… ¡Hasta estos respetaban la vida desde el nacimiento hasta la muerte natural! Porque es lo verdaderamente humano.

Ahora, la progrez sin Dios y, por tanto, sin nada humano en su corazón, simple y directamente te mata. ¿Los motivos? Les sobran…, porque como no los hay… Lo último en eutanasia que he leído es lo de una señora mayor, de una residencia que, en uno de esos países europeos tan modernos y progresistas que han incorpordado la eutanasia a su acervo cultural y moral, manifestó que esto del COVID era un tostón: que estaba aburrida, que no podía salir ni estar con sus amigas como antes…

¡Para qué quieres más, Juana! Los de alrededor, sin más dilación, le dijeron que si quería, le quitaban el aburrimiento. Bueno, el aburrimiento y, ya de paso, todo lo demás. Ella dijo que sí, supongo; y se la cargaron: ¡eutanasiada “por aburrirse"! ¡Que ya es progrez, por su, y en grado sumo! Y por hablar, claro.

¿Y los señores obispos? Son tan modernos y tan progres ellos también, están tan a partir un piñon y tan en diálogo permanente y cercano con el mundo de hoy, ¡que ni siquiera citan los Mandamientos de la Ley de Dios! Es que no hay que ofender a nadie con “nuestras cosas". Ya, ni recuerdan que son las de todos.

Por que son de Ley Natural todos ellos; y, por tanto, rigen -están vigentes- para todos los hombres, creyentes o no, rojelios o no, de la progrez o no. Y, por tanto, Dios nos pedirá cuenta a todos; también a los anteriores. ¿Se les habrá “olvidado", lo de los Mandamientos, a los señores obispos? Supongo. 

¡Qué más da! ¡O qué más les da! Solo conozco a uno que sí lo ha dicho y lo ha encarecido. Al menos -y no es pequeño testimonio, al contrario: es enorme testimonio-, ante todos sus sacerdotes en la Catedral Magistral: Eso era MATAR, y el 5º Mandamiento era NO MATARÁS: estaba yo presente, aunque no soy de esa diócesis.

Una Iglesia Católica que, por boca de sus jerarcas, enmudece y/o se pasa al lenguaje del mundo con razones de mera conveniencia humana -a estos tipos de la eutanasia les van a conmover con lo de que “los pacientes van a perder la confianza y el aprecio por sus médicos"-, por muy dignos que sean pero sin una sola palabra de vida y horizonte espiritual, intentando que calle hasta el mismo Cristo… está tan moribunda como la persona que los prehistóricos sudafricanos dejaron piadosamente recostada en un árbol, con comida y bebida para unos pocos días… A no ser que Dios, que todo lo puede, haga algo realmente providente.

Da la impresión de que la “nueva primavera de la nueva iglesia” ha sufrido el embate inmisericorde de unas lluvias tan torrenciales -una auténtica DANA- que ha arrasado hasta la buena simiente, y todo ha quedado reducido a un perfecto erial improductivo por estéril.

Así estamos. Tendremos que rezar, con el Salmo, bastante más; pues ya se ve que aún no es suficiente; aunque sí cada vez más urgente y necesario.

Recemos: Estaban enfermos por sus maldades, por sus culpas eran afligidos; aborrecían todos los manjares, y ya tocaban las puertas de la muerte. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Envió su Palabra para curarlos, para salvarlos de la perdición. (Salmo 106/107).

¡Ven, Señor, no tardes!

Aprovecho que hablo de los señores Obispos para comunicaros, si no lo sabéis aún, que el arzobispo de Sevilla, mons. Asenjo, ha pedido, en una carta espectacular por lo sobrenatural de toda ella, que recemos por él: tiene una grave enfermedad en los ojos; de hecho, de uno de ellos da la impresión de que ya lo ha perdido. Recemos, pues. Dios es nuestro Padre. Monseñor Asenjo nos ha dicho que necesita nuestras oraciones, así como nos encomienda él desde las suyas.

Y, ya puestos, no me resisto a recoger otro testimonio -me lo manda un amigo, Jordi Picazo, que le hizo una entrevista personal-: el de Pilar Rahola, personaje sobradamente conocido por esta España también nuestra, que se declara públicamente como no-católica. Dice: “Si los políticos cumplieran los Diez Mandamientos, iríamos muy bien”. Y eso que no es “obispa", por cierto. O, quizá, porque no lo es.

Ahí lo dejo.

12.12.20

Hasta el lenguaje eclesial es repudiado y abandonado.

Me refiero a la nota de la Conferencia Episcopal Española respecto a la próxima aprobación de la “ley de eutanasia” que ha muñido este gobierno que, no contento con la burla con la que nos desgobierna, encima nos mata, con todos los medios a su alcance. ¡"Por lo legal” todo, oigan, no se crean…!

Para los señores obispos de este pais -antes la Católica España desde siempre-, lo más de lo más que se les ocurre, desde su posición de Obispos, para dar criterio y oponerse al tema, es calificar el asunto como de “no es un atajo, no es la solución"; “incita a la muerte a los más débiles” y ¡cómo no! “es expresión de desigualdad social".

Se adorna con aquello de “ruptura moral” por parte del gobierno, además de “un cambio en los fines del Estado". Y poco más; aunque, como adornos en la faena, son de agradecer.

Pero es que estas mismas palabras podría haberlas escrito un budista o un musulmán. Incluso en lo de convocar una “jornada de oración y ayuno", también podrían haberlo dicho todos esos, y con esas mismas palabras.

Estos señores obispos son ya tan poco obispos -con las excepciones de rigor, que las hay, y muy honrosas: Reig Plá, o Munilla e Iceta, además de Cañizares las representan con honra y honor-, que ¡se les ha olvidado hasta hablar como obispos!  Y se les ha olvidado porque han abandonado ejercer como tales. 

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