"Repensar" sin creer

Sale un miembro, o así, de la Pontificia Academia de la Vida -con su bien ganado prestigio “a la contra"-  con que “hay que repensar” el tema homosex, con todo lo del mundillo; que, tal como vamos, se nos quedan fuera, y eso sí que NO.

Por supuesto, y para marear la perdiz y disimular algo su desvergüenza si posible fuera, se le añade un tema incompatible total con el anterior por fuerza de los hechos: la anticoncepción. Si no hay concepción, no puede haber “anti” la misma. Digo yo.

Desde el posconcilio, y como sistema habitual y fijo de trabajo, la “discusión", el “repensar", la “puesta en común", acabando con la perlita de la “votación", han destrozado la Verdad  de la Doctrina cambiándola por la “opinión"; con el agravante de ir asumiendo todos los postulados del mundo modernete; caracterizado, no como cosa “curiosa” sino como algo fijo, porque hay que montarse la vida “como si Dios no existiera". Y así le va. Y así nos va, claro.

Por cierto, las “opiniones” acogidas con cariño y mimo para que nadie se sienta ofendido ni siquiera incómodo, se traducen y se incorporan al acerbo eclesial como “excepciones"; que, por fuerza de los hechos, quedan ya al poco, como praxis bien aceptada y mejor asentada, ahogando y corrompiendo de este modo, tanto la ortodoxia como la propia ortopraxis. Amén.

Todo traginado, condimentado, presentado y perfectamente impuesto desde bien arriba. Cuanto de más arriba en la imposición o en la tolerancia de tal sistema, mejor.

Como “detallito” determinante de dónde proviene todo ésto está, para aviso de navegantes, que el que se resiste a agachar la cresta y tragar, se le pone la proa, se le cataloga de disidente, y se le persigue con mayor o menor saña: depende de dónde se haya situado y significado el héroe. O mártir incluso, ya que estamos en el mundo eclesial.

¿Todo esto, en qué se traduce, en la práctica? En la Sagrada Liturgia, sin ir más lejos, o por ir a la Raíz: se han sembrado tantas “excepciones", o se han alumbrado tantísimas “posibilidades” que ya no se sabe ni dónde está el original.

Y, al final, todo se resuelve en “libertades” y en “creatividades libertarias” a las que se confiere el derecho a existir. Y se imponen abusivamente, matando no sólo la Piedad de la gente, sino, muy especialmente, su Fe y su Libertad.

Un ejemplo paradigmático: la expresa prohibición, por parte de Sacerdotes y Obispos, de comulgar de rodillas y en la boca, que es lo establecido. Vamos: que les niegan la Comunión! Y no me invento nada.

De este modo se arrasa con todos los Sacramentos; hasta arrancar la Vida Católica de países enteros: como campos sembrados de piedras y sal.

A todo este personal de cuota y nómina les sobra no sólo la Revelación -Palabra de Dios -, sino también la Tradición y el Magisterio, “Palabra” de la Iglesia. Todo lo que nos había llegado, les molesta y, por tanto, lo rechazan.

Lo de San Agustín, “Creer para entender, y entender para creer", algo que ha cimentado el quehacer teológico y magisterial de la Santa Madre Iglesia durante milenios, se desprecia. No interesa en orden a la “nueva iglesita marchosa y molona” en la que están obcecadamente inmersos. Siempre desde arriba.

Lo peor de todo el asunto es la Verdad de aquello que dijo el Señor Jesús a Santa Teresa: “Nadie se engaña sin quererse engañar". Porque todo esto es concienzuda y tercamente buscado en la Iglesia.

Claro que ésto sólo se remonta y reconstruye con la fórmula que nos da Dios Padre en el Libro de Oseas: “Dejemos de llamar Dios a las obras de nuestras manos". Amén.

Y no hay otro remedio. Se siente.