Venero perenne de Doctrina y Vida. Parte IIª.
Volvemos a la Carta de San Josemaría, de 9 de enero de 1959, dedicada muy en especial a sus hijas e hijos Supernumerarios.
Son los miembros de la Obra que, normalmente desde su Vocación Matrimonial -la gran mayoría de ellos-, y con su lucha personal por seguir a Cristo y estar muy unidos a Santa María, buscan santificar su Matrimonio -abierto a la vida, y centrado en la educación cristiana de su hijos: ellos son los primeros educadores en la Fe-, dan prioridad a su Vida de Piedad; hecha de frecuencia de Sacramentos -que dan la Gracia Santificante que significan-, y de vida de oración. Sin descuidar su Formación, que dura toda la vida.
A partir de aquí, buscarán santificarse en medio del mundo, con un apostolado de amistad y cercanía, construido desde el ejemplo y el trato personal.
Y paso a copiar de la Carta que nos ocupa:
6a. "Pero volved los ojos a esos pueblos que han alcanzado un crecimiento casi increíble de cultura y de progreso; que, en pocos años, han llevado a cabo una evolución técnica admirable que les proporciona un alto nivel de vida material. sus investigaciones -es una maravilla cómo Dios ayuda a la inteligencia humana- deberían haberles movido a acercarse a Dios, porque, en la medida en que son realidades verdaderas y buenas, proceden de Dios y conducen a Él.
6b. Sin embargo, no es así: tampoco ellos, a pesar de su progreso son más humanos. No pueden serlo, porque, si falta la dimensión divina, la vida del hombre -por mucha perfección material que alcance- es vida animal. Sólo cuando se abre al horizonte religioso, culmina el hombre su afán por distinguirse de las bestias: la religión, desde cierto punto de vista, es como la más grande rebelión del hombre, que no quiere ser una bestia".
Esta es la única y verdadera disyuntiva que se le plantea a la persona humana: o vivir para Dios, como hijo de Dios -hablo para bautizados: hijos de Dios en su Iglesia-; o quedarse a nivel animal, y vivir para sí mismo y sus apetencias: exacerbadas siempre por las máximas mundanas, que no son otras sino las de Satanás.
Y no hay más.
En una nueva vuelta de tuerca, San Josemaría nos dirá expresa y directamente: “O vivimos vida sobrenatural, hijos míos, o vivimos vida animal, porque la vida meramente hominal, no existe”.
La vida hominal, la vida que correspondería al hombre en su estado “natural” -estado que NO EXISTE por sí mismo -como no existe “el buen salvaje"-, una vez que Dios se ha Encarnado, y nos ha rescatado del pecado y de la Condenación eterna, elevándonos a la dignidad de Hijos por la Gracia del Bautismo-, es una mera entelequia; más para estudiosos que para la vida real de la gente. No digamos para los Católicos. Porque la Encarnación y la Pasión y Muerte de Cristo comprometen a todos, cada uno desde su situación personal: porque la Redención es Universal: alcanza, de suyo, a todos.
Para esto sirve la Fe. Para esto nos ha buscado personalmente nuestro Señor Jesús. Para esto necesitamos Formación, seria y profunda, que vaya a las raíces de las cosas, empezando por nuestras raíces más genuinas: hemos salido de Dios, y a Dios hemos de volver: algo que NUNCA hemos de olvidar.
Para esto sirve la Gracia que recibimos en los Sacramentos: muy en especial, la Gracia del Sacramento de la Confesión -donde se nos perdonan los pecados, si estamos arrepentidos de ellos, claro-, y la qu recibimos en el Sacramento de la Comunión, en la que se nos da como alimento salvador el mismo Jesucristo, haciéndonos una misma Carne con Él.
Por eso hay que confesar: como es Jesucristo, Dios mismo, quien “está” en el Sacramento de la Eucaristía, “comulgar” en pecado grave es un horrible Sacrilegio: no es comunión, sólo es pecado.
La advertencia de San Pablo sigue imperturbable el paso de los milenios en la conciencia de la Iglesia Católica: a la hora de pretender ir a comulgar, nos previene: “examinese cada uno a sí mismo: porque el que come y bebe el Cuerpo y la Sangre del Señor sin discernir, come y bebe su propia Condenación”.
Palabras mayores, donde las haya.
Cierto, que estas advertencias se silencian en tantísimos sitios y desde hace mucho tiempo en el seno de la Iglesia Católica.
Y así nos va.
¿Alguien puede creer todavía que la descristianización es fruto del azar, del calentamiento global o del influjo de los microplásticos en nuestras venas?
Seriamente, porque nos jugamos al Felicidad terrena y Eterna: O volvemos a las raíces que no debimos abandonar nunca jamás, o estamos irremediablemente perdidos.
No en un futuro más o menos lejano, sino ya: porque es ya totalmente evidente.
Decidiros por lo que prefiráis. Sabiendo que cada uno recibirá según haya optado: el que crea se salvará, el que no crea se condenará.
Amén.
8 comentarios
Para empezar, se silencian en la misa ya que, a diferencia de las lecturas del tradicional rito romano, esos versículos terribles han sido suprimidos en la liturgia reformada.
Igual que se redujo el ayuno eucarístico a una sola hora (¡ayunar una hora! no paramos de ayunar) para impulsar a todos a comulgar en todas las misas. Los frutos están a la vista: confesonarios vacíos y multitud de comuniones presumiblemente sacrilegas.
En pocas iglesias sucede lo del ES.
Si no hay confesores no te confiesas.
¿ Pero a qué esperan los sacerdotes a sentarse en el confesionario ?
Se habla mucho del cielo y nada del infierno, y menos del purgatorio.
Pero en realidad, para qué confesarse si todos iremos al cielo a jugar al golf y a la canasta, tal y como se relata en las cartas que los familiares dirigen a sus difuntos en los funerales.
O los futbolistas cuando meten un gol y con los deditos señalan el cielo para dedicárselo a sus abuelitos.
El es la gran luz Divina y nosotros nacimos débiles pobres y El con su Gracia nos va haciendo crecer.
Pecamos somos criaturas; que aunque bautizadas; nuestra naturaleza tiende a satisfacer las necesidades primarias y abusamos de ellas; otras veces nuestra mente se llena de ideologías mundanas y nos apartamos del Camino del Dios vivo y empezamos a sentirnos mal.
El Señor nos espera para que rectifiquemos nos arrepintamos de corazón y nos acerquemos al Sacramento de la Penitencia y confesemos nuestros pecados y rebeldías.
Jesús nos da su vida en el Sacramento de la Eucaristía sacrificio de su vida y alimento para nuestras almas.
Gracias Señor por tu vida llena de Amor y Redención por nuestras transgresiones y pecados perdónanos!
Gracias x tus palabras, María de las Nieves.
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