La Fuente de la Esperanza y el Borde de la Pobreza
En su reciente viaje apostólico al Africa, el Papa llamó a esa región del mundo, “continente de la esperanza.” Como colombiano que soy, recuerdo que ese mismo apelativo, tan hermoso, fue dicho primero de Latinoamérica. No niego que se siente algo raro cuando ves que algo que parecía identificar tan claramente la parte del mundo de donde eres, de pronto se empieza a aplicar a otros países y regiones.
Pero más allá de sentimentalismos, el uso de esa misma expresión para dos realidades eclesiales separadas por todo un océano puede leerse de varios modos: (1) ¿Será que Latinoamérica, bajo la doble tenaza de la injusticia social y la izquierda de cuño castrista? (2) ¿Será que la esperanza brilla más claramente para la Iglesia en Africa, porque allí, según cifras que ciertamente no conozco, el crecimiento de la fe ofrece razones más fundadas para esperar un futuro más brillante? (3) ¿O será, finalmente, que hay una realidad más profunda, un algo que conecta a Africa y Latinoamérica y que hace que el mismo mote pueda aplicárseles a ambas?