El ABC de Evangelizar
01a de 12 Están claras las cosas para los católicos: el que no está evangelizando, está siendo “evangelizado” por el mundo.
01b de 12 No hay entonces que formar a la gente sólo para que conozca su fe sino para que pueda defenderla y proponerla.
01c de 12 La palabra clave que hemos perdido los católicos, como comunidad de fe, es “militancia.” Pero se puede recuperar.
02a de 12 La apologética es importante pero no mucho más que para neutralizar ataques y preparar terreno.
02b de 12 Ningún católico debería salir a la calle sin claridad sobre cuáles son los ataques más frecuentes contra su fe
02c de 12 Un buen apologeta ve más allá de las discusiones. Su corazón busca el momento de proclamar el amor que le colma.
03a de 12 La palabra clave del comienzo en la vida cristiana es “encuentro.” Todo bien brota del encuentro con Cristo.
03b de 12 Las ideas claras, los valores altos, la liturgia solemne: todo cae en el vacío si no se puede decir: “Me amó y se entregó por mí.”
03c de 12 A Cristo se le conoce como Señor o sencillamente no se le conoce. No es, ni sabe ser, ni quiere ser otra cosa.
04a de 12 La evangelización que no pasa por el arrepentimiento sincero tampoco pasó nunca por el corazón.
04b de 12 Si el proceso de nueva evangelización no conduce al sacramento de la confesión tampoco conduce a vida nueva.
04c de 12 Al pecado no sólo hay que entenderlo, situarlo o contextualizarlo. Hay que detestarlo y superarlo.

Hay casos de manifestación tan temprana de la tendencia homosexual que uno estaría tentado de ver el hecho como algo congénito o connatural a la persona. El dilema moral que se plantea es: ¿por qué condenar a alguien que no escogió ser así? Incluso si no se toma una actitud agresiva contra la persona que tiene esa tendencia, se puede argumentar que se la está violentando al no permitirle desarrollar su mundo afectivo de la manera que le resultaría más plena y gratificante. El ejemplo que se da suele ser este: “Si Ud. siendo una persona heterosexual, estuviera en un país o región donde se le impidiera desarrollar su gusto por el sexo opuesto, Ud. se sentiría reprimido y violentado: así se sienten los homosexuales en una sociedad que rechaza o no acepta su tendencia.”
Pero, en cambio: ¿En dónde puede un laico de a pie enterarse de que existe algo bello que se llama conversión, o que existe algo luminoso e inspirador que se llama santidad? Unos cuantos, que quizás debamos ver como afortunados, asisten regularmente a pequeñas comunidades surgidas de Movimientos Eclesiales. Ya se trate de carismáticos, neocatecumenales, focolares, o semejantes, estos bendecidos tendrán una imagen más amplia, justa y fresca de qué significa ser Iglesia. Sin embargo, si hablamos de porcentajes, es mucho mayor el número de los que, considerándose todavía conectados con su fe católica, no harán mucho más que ir como por inercia invencible a su parroquia, sin mucha claridad de qué se puede esperar o qué se puede aportar, además de la consabida limosna en la misa.
En el mucho razonar la inteligencia conserva el control; adorar en cambio es perder el control pero sin perder la gracia.





