Hablemos de homosexualidad en la Iglesia
Hablemos de un tema incómodo: homosexualidad en la Iglesia; concretamente, en la jerarquía católica.
No voy a dar nombres ni porcentajes nuevos. Yo no tengo fuentes privadas ni datos confidenciales. Tengo los datos que todos conocemos; por ejemplo, que siempre que se hace una estadística de abuso de menores (sobre todo, si se incluye adolescentes), se encuentra que la mayor parte de los abusados sexualmente son varones que han sido abusados por varones. En cualquier otro campo de la estadística o la sociología, un dato así llamaría poderosamente la atención y acarrearía las acciones pertinentes. En la Iglesia Católica de hoy, el dato se omite mayormente, no se toman medidas enfocadas a enfrentar esa realidad y todo se cubre bajo un manto común (que también es real) de “clericalismo".
Así que nadie espere de este breve escrito revelaciones insospechadas o un destapar de escándalos inéditos.
Quiero enfocarme más bien en un serio malentendido que ha sido difundido por varios conferencistas y predicadores de bastante renombre, entre los que se cuenta un antiguo Maestro de la Orden de Predicadores (esto es, superior general de mi propia comunidad): Fr. Timothy Radcliffe. Solo por citar un texto suyo: en Noviembre de 2005, él publicó un extenso artículo en The Tablet bajo el título “Can Gays be Priests?” (¿Pueden ser sacerdotes los gays?). Citemos una de sus frases:
A vocation is a call from God. Having worked with bishops and priests all over the world, I have no doubt that God does call homosexuals to the priesthood, and they are among the most dedicated and impressive priests I have met.
Una vocación es un llamado de Dios. Habiendo trabajado con obispos y sacerdotes de todo el mundo, no tengo ninguna duda de que Dios llama a los homosexuales al sacerdocio, y ellos están entre los más dedicados e impresionantes sacerdotes que he conocido.
Estas palabras no son una excepción, viniendo de su boca o de su pluma: han sido su modo consistente de expresarse al respecto. También es cierto que el mismo tono puede uno encontrar en muchas otras declaraciones de sacerdotes de otras comunidades religiosas, y también en algunos diocesanos.
Por su parte, como sabemos, el Papa Francisco ha mantenido a la vez una actitud de gran apertura y afectuosísimo apoyo a lo que se ha llamado pastoral LGBT (al estilo del muy conocido P. James Martin, S.J.) mientras, a la vez, enseña que, si hay una tendencia arraigada al homosexualismo, una persona no debería intentar ser sacerdote. Las palabras fuertes con que se ha referido a este tema (en mayo de 2024) valieron después una disculpa por parte del mismo Vaticano.
En toda esta discusión hay tres realidades que se entrecruzan:
1. Cuando Radcliffe u otros hablan de personas homosexuales no mencionan un punto que es fundamental en la moral católica: la distinción entre la tendencia y la práctica homosexual. Queda en el aire la impresión de que, si esto no importa, no debería nadie hacerse problema con que un sacerdote tenga una vida homosexual activa.
2. En la pastoral de James Martin y de otros parece claro que todo consiste en acoger, incluir, no discriminar e incluso celebrar. El verbo que nunca aparece es “convertirse” (verbo demonizado ciertamente con toda la legislación en contra de las llamadas “terapias de conversión"). Queda en el aire que, si una persona no tiene que ser llamada a conversión por un determinado comportamiento, entonces ese comportamiento no riñe con la moral cristiana.
3. En ocasiones asoma un tema cultural, que se vio muy claramente a partir del rechazo que Fiducia supplicans (de diciembre de 2023) tuvo en la mayor parte del episcopado africano, prácticamente desde su publicación. El punto es que fácilmente se da por supuesto que las culturas “atrasadas” o “primitivas", como algunos suponen que son las africanas, no logran captar la dirección supuestamente inexorable hacia donde va la Historia; dirección que al final aprueba toda clase de expresiones sexuales. Lo “desarrollado” e “inevitable” equivale a lo “progresista", según esa manera de pensar.
Si uno profundiza más, se da cuenta que “el mundo” (en sentido bíblico), y quienes le siguen, ha dado la espalda a la sabia enseñanza del Papa San Pablo VI en Humanae vitae, n. 12:
El acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad.
Observamos nosotros que, a precio de destruir el vínculo entre los fines propios del afecto conyugal (unitivo y procreativo), se han creado dos gigantescas industrias, fuentes de inmenso lucro: por una parte, la sexualidad desenfrenada, que ya ni siquiera mira si se trata de placer con hombre, mujer o cosa; y por otra parte, los varios negocios de procreación asistida, con su imparable producción y uso de embriones humanos. Por supuesto, tales torrentes de dinero y placer son hoy durísimos obstáculos en contra de una enseñanza moral como la que predicaron Pablo VI o Juan Pablo II.
Pero volvamos a nuestro tema central. Cuando se entiende la sexualidad como negocio, como entretenimiento o como pura expresión de afectividad, quedan de hecho igualados el deseo sexual heterosexual y el deseo homosexual. Es así que en nuestro tiempo ambos son vistos, casi unánimemente, como expresiones subjetivas que deben ser respetadas o incluso “celebradas” por la sociedad. La Iglesia, en ese enfoque, debería unirse a esa corriente de aprobación y “orgullo” precisamente para dar una señal de tolerancia, convivencia pacífica, e incluso, amor cristiano.
¿Se reduce todo al deseo?
Y ese es el punto que creo que debemos abordar en primer lugar: ¿De verdad es equivalente el deseo heterosexual y el deseo homosexual? O, si son diferentes, ¿qué implicaciones tiene ello en la vida de la Iglesia y concretamente en el ejercicio del orden sagrado?
El año de mi ordenación sacerdotal, 1992, se celebró en México el Capítulo General de los Dominicos en que fue elegido el padre Radcliffe. En cuanto a nuestro tema, uno de los argumentos que se planteó en ese Capítulo fue que la castidad propia de los religiosos regía para todos los que hemos hecho este voto: heterosexuales u homosexuales, y que en ambos casos se requería de una vida célibe en perfecta continencia. Dice textualmente en su Informe el anterior Maestro de la Orden, Fr. Damian Byrne:
It must be clearly understood that no matter what one’s sexual orientation, the vow demands a celibate life lived in perfect continence.
Debe entenderse claramente que, sin que importe cuál sea la orientación sexual que uno tenga, el voto [de castidad] exige una vida célibe en perfecta continencia.
Si bien el tono parece austero, parece claro que aquellos dominicos acogieron como doctrina para la Orden lo mismo que estamos estudiando en este artículo, esto es, que tanto lo heterosexual como lo homosexual finalmente son deseos y que lo que un fraile debe hacer es aprender a “manejar” esos deseos de manera que pueda vivir en “continencia".
Por cierto, el uso de esa palabra, que no es la más característica para hablar de castidad en la Orden de Santo Domingo, revela algo: en cuanto “contenerse” (que es próximo a obligarse o incluso a reprimirse) puede haber una semejanza externa entre deseos hacia el otro sexo o hacia el propio. Pero, ¿se capta así correctamente la esencia del voto de castidad de un varón consagrado, uno que va tras las huellas y el ejemplo del Verbo Encarnado? ¿Es así, de verdad, que unos deseos y otros son tan completamente semejantes?
Los hechos que yo he conocido en más de 30 años de ministerio ordenado, predicando retiros a más de 1000 sacerdotes en países tan diversos como Estados Unidos, México, España, Panamá, República Dominicana, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina; esos hechos me conducen a un “no” bastante claro: no es lo mismo, para un hombre consagrado, buscar la castidad cuando existe una orientación sexual hacia otros hombres que cuando hay una orientación hacia las mujeres–si bien es cierto que en ambos casos pueden darse irregularidades, abusos y pecados.
¿Dónde están las diferencias? Para comprenderlo hay que salir del ámbito individualista que se centra sólo en cada quien y en sus apetencias. La visión externalista y pragmatista de aquel texto del Capítulo General de 1992 se queda solo en el individuo y al final lo que tiene para decirle es: “Sientas lo que sientas, o desees lo que desees, con quien sea, no se te ocurra ponerlo en práctica". Y desde ese ángulo da lo mismo cuál sea el deseo íntimo del mismo individuo.
Las cosas cambian cuando examinamos a quién se dirige tal deseo y en qué entorno sucede. Vamos por partes.
El caso heterosexual
¿Cómo reacciona una mujer que se sabe deseada y que, sabiéndolo, de algún modo se involucra en una relación con un hombre consagrado? ¿Qué expectativas tiene? ¿Qué futuro desearía, incluso si tal futuro parece imposible? Para responder, me remito a mi experiencia en el servicio a los sacerdotes a través de incontables horas de diálogo, consejería y confesión: sin que yo conozca una sola excepción, la mujer enamorada que se sabe deseada quiere tener a ese hombre para ella. No quiere simplemente momentos o “experiencias"; no le bastan noches de placer, días de cercanía o regalos costosos. Finalmente lo que ella quiere es que él esté con ella, exista para ella, viva junto a ella, construya una historia que ambos puedan llamar “nuestra historia”.
No faltarán mujeres que, por admiración sumisa, realismo resignado u otras causas, acepten permanecer “en la sombra” pero el deseo y tendencia del corazón femenino no es ese. Hay razones antropológicas muy profundas que explican su anhelo; razones en las que no podemos detenernos aquí pero que se resumen en la palabra “hogar": la mujer quiere hogar: espacio donde su propia ternura, su singularidad de mujer, la historia de su propia afectividad dada y recibida se concrete en ritmos, espacios y rituales de afecto que le llenen el corazón de recuerdos y gratas expectativas. En el fondo, es la misma razón por la que muchas hijas, que están perfectamente bien en casa de sus padres, empiezan a sentir una necesidad de tener su espacio propio, que puedan decorar a su manera: un espacio en que puedan exteriorizar e imprimir su propia sensibilidad, gusto, manera de ver y organizar el mundo.
Si este análisis es correcto, entonces el impulso de la mujer enamorada que se sabe deseada puede sintetizarse en términos de una fuerza “centrífuga”: en el fondo ella quiere que ese varón, independientemente de que sea un “consagrado", sea del todo suyo. Por lo mismo, si de verdad se siente deseada y si de verdad está enamorada, no quiere lidiar con obispos, con provinciales, con otros frailes, o con las múltiples solicitaciones propias del ministerio ordenado de su hombre. Repito: su impulso es esencialmente “centrífugo", en la medida en que quiere que ese hombre salga de donde está para quedarse con ella.
El caso homosexual
La persona homosexual, que en este caso es un varón que se sabe deseado por otro varón (consagrado) tiene una lógica distinta a la de la mujer. Su centro de gravedad muy pocas veces o ninguna busca algo que se llame “hogar”: su interés se concentra mucho más en lo corporal y material, y para ello le conviene que ese consagrado esté donde está.
Yo he conocido un número representativo de hombres involucrados en relaciones homosexuales con religiosos o sacerdotes. Siempre los he tratado con respeto pero también con absoluta claridad a partir de la enseñanza de la Iglesia. ¿Qué desean? Por supuesto, la intimidad física y la exclusividad; pero también quieren poder, dinero, lujos, lugares exclusivos. En muchos casos, sus exigencias se acercan bastante a un modo elegante de prostitución masculina–aunque por supuesto tal designación les parecerá degradante y dirán que es completamente incapaz de describir sus sentimientos.
Lo cierto, sin embargo, es que en el caso homosexual el impulso “centrífugo", que es tan vigoroso en la mujer, no existe prácticamente nunca en estos varones, de hecho: nunca en los casos que yo he conocido. Lo que yo he visto, y que muchos han visto pero difícilmente lo dirán en público, es que aquel que se vuelve pareja de un hombre consagrado, no tiene interés en llevárselo sino en disfrutarlo y disfrutar de aquello que tal consagrado le pueda dar desde su realidad, su cargo y su manejo del dinero.
Por este motivo las relaciones homosexuales toman un carácter distinto: sólo rarísimamente avanzan hacia la consolidación de algo que parezca un hogar; al contrario, permanecen en una especie de bucle firme y muy bien defendido en el que se perpetúa el intercambio de placer, dinero, regalos y privilegios. Con lo cual podemos explicar también el origen de lo que a veces se ha llamado el “lobby gay".
El Lobby Gay no es otra cosa que la consolidación de ese intercambio que acabamos de describir: todo parte de un pacto de complicidades, que implica a varios o muchos varones, y en el que circulan regalos, nombramientos, protegerse la espalda, cuidar privilegios y sobre todo, asegurarse en el poder. El impulso aquí, lejos de ser “centrífugo” es completamente “centrípeto": de lo que se trata es de consolidarse en el mando y controlar, desde el centro, la información que llegue a ser pública.
Por el camino de estos datos y estas consideraciones uno entiende cuán irreal, e incluso irresponsable, resulta presentar como equivalentes el deseo heterosexual y el deseo homosexual: su modo de iniciarse, de crecer y de consolidarse son tan distintos que efectivamente llevan a desenlaces harto diferentes. En el caso homosexual, la experiencia muestra que se avanza hacia una especie de enquistamiento en el poder que asegura dos cosas: defensa del grupo y provisión de nuevos cuerpos jóvenes: los de aquellos que tengan tales inclinaciones o estén poseídos de una ambición grande de acceder a esos círculos.
Antes de cerrar este artículo, quiero apuntar dos cosas. Primera, que por su misma naturaleza de secretismo y protección mutua es extremadamente difícil saber cuál es la extensión real de esta situación en cada ámbito de la Iglesia. Ocasionalmente uno puede tener sospechas sobre una u otra persona pero es brutalmente irresponsable y absolutamente contrario a la caridad cristiana lanzar acusaciones concretas, salvo si hay certeza plena que pueda ser llevada, en caso necesario, a un juicio canónico.
En segundo lugar: todo esto que hemos dicho explica bastante bien las actitudes disciplinarias y de formación a las que hemos mencionado al referirnos al Papa Francisco. Si bien él desea una Iglesia que sepa acoger a todos, evidentemente no es ciego frente a hechos como los que aquí comentamos.
Conclusión
En todos los siglos una vida casta, serena, generosa y alegre ha sido un inmenso desafío. No tendría que ser menor en nuestro tiempo.
Quienes por misericordia de Dios hemos recibido y ejercemos el ministerio ordenado somos conscientes de nuestras debilidades pero también sabemos que pretender justificarlas es y será siempre una negación de la gracia suficiente que Jesucristo está dispuesto a darnos. Nuestras faltas y pecados, en cualquier área de la vida, son motivo de tristeza, indignación y escándalo en el Pueblo de Dios, incluso si algunas personas se muestran inclinadas a ser más nuestros cómplices que nuestros verdaderos amigos en el Señor.
Debe quedar claro que cualquier falta contra la castidad hace daño al Cuerpo de Cristo pero también hay que entender que son diferentes las dinámicas que brotan del deseo heterosexual y del deseo homosexual: mientras que el primero genera un impulso centrífugo, que tiende a formar algo semejante o igual a un “hogar", el otro impulso, el homosexual, tiende más bien a la autopreservación en el poder según la lógica de lo que se ha llamado Lobby Gay.
Soy consciente de que es fácil omitir lo dicho en este artículo y reducirlo todo a “chismes", “tendencias ultraconservadoras” o “interpretaciones subjetivas". Invito a quienes así piensen a que intenten mover un poco el mundo de las personas involucradas o posiblemente involucradas en relaciones homosexuales. La auténtica guerra que esto suele suscitar les hará despertar de sus ilusiones.
Puesto que estas realidades nos atañen a todos, en cuanto creyentes, también a todos nos atañe cultivar las virtudes de humildad, oración, penitencia, dominio propio y auténtica caridad para que la Iglesia, liberada de la carga de los pecados de este orden, y en realidad, de todo orden, responda con mayor fidelidad y libertad al amor de Cristo y a la misión de llevar el Evangelio íntegro a todas las naciones.
55 comentarios
Nota de fray Nelson: Gracias por expresar tu opinión. La he leído y estoy en desacuerdo.
Así, pues, un consagrado hetero que conoce a una mujer, puede acabar rompiendo su voto, pero no la Iglesia. En cambio, un consagrado no hetero que conoce a otro hombre no rompe su voto, pero sí contribuye a romper la Iglesia...
Lo voy a compartir en mi boletín electrónico.
Saludos, Diego García.
Colombia, Bucaramanga.
En cuanto al Lobby Gay, hoy en día es muy poderoso en todo el mundo (a nivel político, económico y mediático), y es evidente que existe también en la Iglesia, incluso en ambitos que, por las formas estéticas (incluso litúrgicas), se muestran conservadores o tradicionales. De hecho, éste es, en general, un tema "taboo", y, por este motivo, uno agradece escritos como el suyo.
La batalla católica por las ideas deberá librarse en el campo del derecho y ley naturales. Pero de momento, pocos están dispuestos a dar la cara y luchar...
La mujer no puede utilizar la condición del sacerdote para obtener nada a no ser que el sacerdote se secularice y se case con ella; en cambio el sacerdote homosexual que tenga relaciones con otro sacerdote puede desecharlo a su gusto, puesto que la relación siempre es "material fungible", o utilizarlo como escalera para subir en la curia.
Según lo entiendo, el deseo heterosexual, por sí mismo no es pecado, por lo que basta con mantenerlo bajo control y no ejecutarlo.
El deseo homosexual, en cambio, por ser desordenado, obliga no solo a la continencia, sino además a luchar por su erradicación.
Por otro lado, si partimos del significado sacramental que tiene el celibato en el sacerdocio (configurarse con Cristo célibe y ESPOSO DE LA IGLESIA) no basta con que el sacerdote sea varón en su cuerpo sino que además, lo debe ser plenamente en todos sus deseos.
Un varón con deseos homosexuales, tiene una disonancia en su condición integral de varón y, por tanto, no es idóneo para ser presencia de Cristo varón y esposo de la Iglesia.
Nota de fray Nelson: Puede ser materia de otro artículo. No es necesario entrar en suspicacias de por qué no se dice todo en cada artículo.
Nota de fray Nelson: Hay varias simplificaciones fáciles en tu comentario pero prefiero dejarlo y que resuene como quisiste plantearlo. Por citar una de esas simplificaciones: en el clero diocesano, la fase de seminario corresponde a un tiempo bastante breve comparado con el ministerio ordenado como tal. Por otra parte, hablar de un clero "repleto" de homosexuales también simplifica demasiado las cosas.
2. Por ello, lo consecuente es partir de que la Iglesia Católica no nace según los deseos y proyectos del hombre viejo (mundo, carne y demonio), sino según la Voluntad de Dios.
3. En el Seminario la norma para el acceso: varón con verdadera vocación sacerdotal. Y esto excluye tendencia, afeminamiento y práctica antinatural, e incluye conversión, castidad y configuración en Cristo.
Me gustarìa que se tratara mas el tema de este artículo por que el problema que se percibe es que algunos por alli quisieran anular el pecado y cambiar la moral de la Iglesia.
Por otra parte comprendo yo que la union de un hombre y una mujer se basa en dos seres que se complementan mutuamente.
Una de las razones por las cuales debería tenerse suma prudencia al momento de admitir personas con tendencias homosexuales en los seminarios es la ambigüedad intrínseca de todos estos términos, comenzando con la palabra "tendencia". Cuando se leen ensayos, informes y libros especializados en conducta sexual humana, lo que salta a la vista es una enorme disparidad en las definiciones; dependiendo de qué autor se lea, así cambia la comprensión general alrededor de conceptos tan simples como "deseo", "atracción" o "excitación sexual". El consenso brilla por su ausencia. El problema de fondo es que, si ni siquiera se ha llegado a una conformidad científica sobre lo que realmente significa identificarse con una determinada orientación sexual, entraña enorme riesgo asumir que las consecuencias del deseo homosexual en un sacerdote (con la delicada labor que tiene entre manos) serían inocuas.
En resumen, mientras los avances en la investigación neurobiológica, médica, psiquiátrica, antropológica y sociológica nos arrojan datos más concluyentes y certeros (lo que podría determinar, entre otras cosas, si se excluye definitivamente el interés homoerótico como una patología), la mera prudencia debería desaconsejar la presencia de varones con afectividad homosexual en los seminarios. Esto serviría tanto a fieles como a la misma persona que se autoidentifique homosexual.
Los experimentos en la vida eclesial no creo que conduzcan a buenos resultados.
Le saludo cordialmente.
Nota de fray Nelson: Como se ha dicho muchas veces y en muchos lugares, la infalibilidad papal tiene un alcance limitadísimo porque supone declarar "ex cathedra" una verdad afirmando que debe ser creída con fe católica y para siempre. Pero entiendo tu inquietud: hay muchas cosas que no tendrían por qué seguirse debatiendo. Y eso simplemente está mal y genera confusión.
Vivimos ésta triste situación en mi familia, y aun cuando con pruebas se acudió a las altas jerarquías e incluso hasta el Nuncio, nadie hizo nada, y todo quedó olvidado. Solo la gracia de Jesús, hace que uno sane el corazón, y nos mantengamos en nuestra amada Iglesia.
Gracia y paz.
2. Y la moral católica tiene que ver con lo primero y fundamental a tener en cuenta: Cristo, Fin de la Ley eterna, natural y moral, funda la única y verdadera Iglesia Católica.
3. Cristo es verdadero Dios y Hombre, no un hombre caído, y cuando dixit que si con nuestra mirada deseamos acostarnos con la vecina, pecamos de adulterio, nuestro corazón está enfermo, adulterado, necesitamos al Médico, incluso nos dixit que nos arranquemos antes los ojos, para entender el peligro del infierno. Esto es moral universal que define un acto intrinsecamente malo, pecado de muerte; y si viene alguien con moral situacional, a contarnos un mal evangelio (Amoris Laetitia: comunión divorciados vueltos a casar; Fiducia supplicans: bendición de parejas o dos personas que se "aman" del mismo sexo) sea anatema. Pues, el sodomita es tanto el que adultera con el miembro como con la vista, y también lo mismo, peor aún, el corazón adúltero antinatural con el miembro como con la vista.
4. La moral universal la tenemos en los Mandamientos de Dios y en el Fin de la Ley eterna, natural y moral que es Cristo y Su Evangelio. Así, pues, la diferencia entre no-Iglesia Católica e Iglesia Católica es partir de que la Iglesia Católica no nace según los deseos y proyectos del hombre viejo (mundo, carne y demonio) que dictan un mal evangelio y por eso son malditos, sino según la Voluntad de Dios: Mandamientos, Cristo y Su Evangelio. Todo deseo de mundo, carne y demonio dentro de la Iglesia es no-Iglesia, es anticristiano mediante un mal evangelio y por ende están malditos. Reitero, las palabras de San Pablo: si viene un ángel, un papa, un clérigo, un monje o un laico "católico" a enseñar un evangelio distinto, no lo escuches porque viene del deseo del hombre viejo y del demonio, y sea anatema.
Dios nos da la gracia de modo abundante, para vivir en gracia de Dios.
A la persona le toca obedecer a Dios y la gracia de Dios no le va a faltar.
El sacerdote es eso sacerdote y su ministerio es sacramental, todo lo que salga de aquí es tentación.
La mujer casada tiene a su marido y todo lo que salga de aquí es tentación.
La persona celibe debe buscar su lugar en la vida, ya consagrada, sacerdotal o en el matrimonio y todo lo que salga de aquí es tentación.
No hay que dar más vueltas.
Hay que hacer oración todos los días y frecuentar los sacramentos.
Con Dios en nuestra alma la victoria está asegurada.
Quien no haga oración que no pida peras al olmo porque la fuerza no viene de nosotros sino de Dios.
Nota de fray Nelson: Yo entiendo que cuando tú dices "este comentario" te refieres al tuyo propio, ¿o a cuál?
Bueno quisiera decir que tambien soy de la opinion que deberia desaconsejarse a un joven con atraccion al mismo sexo o con inclinaciones homosexuales estudiar para sacerdote . Es exponerse , como ir a la boca del leon y esta en juego niños, jovenes y hasta los mismos sacerdotes .
Por otra parte hay que tambien tomar encuenta para la seleccion idonea de sacerdotes aquellas personalidades con trastornos narcisistas de personalidad . Tambien esto es muy peligroso para los seminaristas y mas con el agravante que ses un narcisista y homosexual.
Hay mucho que investigar y tratar sobre este tema .
Espero leer mas articulos suyos Fr. Nelson que nos instruyan con la verdad y a la luz de nuestra fe.
Gracias y Dios le bendiga
¿Por qué se recela en la Administración pública de una mayor de edad sexual de 16 años que tiene relaciones sexuales consentidas con un tipejo de 45 años?
La respuesta está en el Derecho Natural y en el sentido común, como la "vocación religiosa" de un homosexual o un pederasta con consentimiento de los ínclitos. Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. Ya le pueden dar vueltas porque se lo mandan los poderosos, ya...
Nota de fray Nelson: Como dicen en España, "no les des ideas"... que para allá parece que van las cosas.
2. En cuanto a lo particular de Fr. Timothy Radcliffe: "Una vocación es un llamado de Dios. Habiendo trabajado con obispos y sacerdotes de todo el mundo, no tengo ninguna duda de que Dios llama a los homosexuales al sacerdocio, y ellos están entre los más dedicados e impresionantes sacerdotes que he conocido." Perdone, hermano fraile Timothy, pero tengo dudas razonables de que esa llamada que usted atribuye a Dios sea falsa. Pues, el solo deseo de acostarse (tendencia homosex o heterosex al modo homosex) con persona del mismo o contrario sexo en modo homosex, es para el corazón el mismo acto pecador como si se hubiese consumado. El protestante puede justificarse con la mentira y tratar de engañar porque es hereje, pero un católico no.
- Génesis 19,1-13: "1 Llegaron, pues, los dos ángeles a Sodoma a la caída de la tarde; y Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Y viéndolos Lot, se levantó a recibirlos, y se inclinó hacia el suelo, 2 y dijo: Ahora, mis señores, os ruego que vengáis a casa de vuestro siervo y os hospedéis, y lavaréis vuestros pies; y por la mañana os levantaréis, y seguiréis vuestro camino. Y ellos respondieron: No, que en la calle nos quedaremos esta noche. 3 Mas él porfió con ellos mucho, y fueron con él, y entraron en su casa; y les hizo banquete, y coció panes sin levadura, y comieron. 4 Pero antes que se acostasen, rodearon la casa los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, todo el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo. 5 Y llamaron a Lot, y le dijeron: ¿Dónde están los varones que vinieron a ti esta noche? Sácalos, para que los conozcamos. 6 Entonces, Lot salió a ellos a la puerta, y cerró la puerta tras sí, 7 y dijo: Hermanos míos, os ruego que no obréis perversamente. 8 He aquí ahora tengo dos hijas que no han conocido varón; permitidme sacarlas a vosotros y haced con ellas como mejor os parezca; pero no hagáis nada a estos hombres, pues se han amparado bajo mi techo. 9 Mas ellos dijeron: ¡Hazte a un lado! Y dijeron además: Este vino como extranjero, y ya está actuando como juez; ahora te trataremos a ti peor que a ellos. Y acometieron contra Lot y estaban a punto de romper la puerta, 10 pero los dos hombres extendieron la mano y metieron a Lot en la casa con ellos, y cerraron la puerta. 11 Y a los hombres que estaban a la entrada de la casa los hirieron con ceguera desde el menor hasta el mayor, de manera que se cansaban tratando de hallar la entrada. 12 Entonces, los dos hombres dijeron a Lot: ¿A quién más tienes aquí? A tus yernos, a tus hijos, a tus hijas y quienquiera que tengas en la ciudad, sácalos de este lugar; 13 porque vamos a destruir este lugar, pues su clamor ha llegado a ser tan grande delante del Señor, que el Señor nos ha enviado a destruirlo."
- Levítico 18,22: "No te echarás con varón como con mujer; es abominación."
- Romanos 1,26-27: "26 Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, 27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío."
- 1 Corintios 6,9: "¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones."
- Judas: "como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno."
3. Recordemos que para Dios nada es imposible. El NT refuerza lo declarado por el AT en la Ley dada a Moisés (Lev 20,13). La diferencia entre el AT y el NT es que el NT trae la Buena Noticia de la liberación y sanación del Pecado. El Salvador trae la esperanza y restauración para aquellos que son esclavos del pecado de la homosexualidad (homosex y heterosex).
4. Sólo desde una vida cristiana no sacerdotal, de monje o laico, puede ser liberado el pecador en modo homosex (homosex o heterosex), sea en tendencia (deseo) o práctica con varón o mujer. No que Dios y Su Cristo relaje, rebaje o descuente el pecado contra-natura, ni que lo bendia ahora, no, Dios no muda, pues sigue odiando tal aberración, sino que trae el rescate, el perdón y salvación en Jesús.
5. La inmoralidad y las normas de santidad no han cambiado (Deu 5,8; Mal 3,6; Mat 19; Heb 13,8; 1 Jn 5,21). La homosex es síntoma no causa de la decadencia de la Iglesia y la sociedad con la que convive, porque la Iglesia ha dejado de ser luz y sal para esa sociedad. Es decir, los gobernantes, jueces y sacerdotes presentan la descomposición natural de la Iglesia y la sociedad, porque han elegido la idolatría y el placer pecaminoso antes que obedecer a Dios y Su Cristo.
6. Y el comienzo de la decadencia comienza con la negación de que Dios tiene autoridad absoluta sobre Su Creación (Rom 1,21-23).
7. Los gobernantes, jueces y sacerdotes han negado la autoridad absoluta de Dios sobre Su Creación, pues han aceptado la pasión vergonzosa de la homosex (Rom 1,21), como hace Fr. Timothy, un "hecho vergonzoso", un abandono de las "relaciones naturales" (Rom 1,27), una "maldad" (1 Cor 6,9), e "inmoralidad y perversión sexual" (Jud 1,7). La homosex conlleva una "retribución debida" (Rom 1,27), "se opone a la sana doctrina" (1 Tim 1,10), y figura entre los pecados que excluyen a las personas del reino de Dios (1 Cor 6,9).
Hay ocasiones en que la verdad se reconoce con facilidad.
Gracias hermano por tu gran aporte a la Orden y a la Iglesia!
Un abrazo fraterno.
Fray Carlos Ávila O.P
Tanto al heterosexual como al homosexual le ha sido dicho: «si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis» (Rm 8,13); y «las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo» (Ga 5,19-21). El cristiano está llamado a combatir «el buen combate de la fe» (1 Tm 6,12), armado con «las armas de Dios, para poder afrontar las asechanzas del diablo» (Ef 6,11). Todo depende de ese combate, no de quien lo ejecuta. «Todo es posible al que tiene fe.» (Mc 9,23)
No es rechazable la homosexualidad -que puede tener múltiples causas-, sino la práctica de la homosexualidad. No es rechazable la heterosexualidad exacerbada -satiriasis o ninfomanía, que pueden tener múltiples causas-, sino sólo si se materializa en fornicación, adulterio, etc.
Se afirma, basándose en «incontables horas de diálogo, consejería y confesión», que «la mujer enamorada que se sabe deseada quiere tener a ese hombre para ella. No quiere simplemente momentos o “experiencias"; no le bastan noches de placer, días de cercanía o regalos costosos. Finalmente, lo que ella quiere es que él esté con ella, exista para ella, viva junto a ella, construya una historia que ambos puedan llamar “nuestra historia”.» Con todos mis respetos, pienso que esa visión de la sexualidad femenina es, por desgracia, completamente equivocada. Quizá lo fue así hace un tiempo; hoy, desde luego no; así me lo confirma mi experiencia durante más de 40 años en el campo del Psicoanálisis.
Nota de fray Nelson: Por supuesto que mi visión no es "completamente" equivocada. Decirlo equivale a tacharme de mentiroso, que creo que no es tu intención. Yo podría estar "parcialmente" equivocado pero para ello es clave preguntar: ¿En tu experiencia te refieres a psicoanálisis a mujeres que han estado directamente involucradas con varones consagrados? La aclaración es importante.
"No es rechazable la homosexualidad -que puede tener múltiples causas-, sino la práctica de la homosexualidad. No es rechazable la heterosexualidad exacerbada -satiriasis o ninfomanía, que pueden tener múltiples causas-, sino sólo si se materializa en fornicación, adulterio, etc."
Por supuesto que es rechazable, porque es una conducta anómala, contra-natura y anti-evolutiva (impide la procreación y entorpece la preservación de la especie, fomenta la transmisión de diversas enfermedades de orden sexual, así como la multiplicación de esa misma conducta estéril al favorecer la promiscuidad homosexual y alejar de las relaciones heterosexuales sanas). Eso en el plano meramente racional, sin mencionar y profundizar en el juicio moral teológico de la Iglesia sobre dicha tendencia y conducta.
1. M.M.T. dice bien usted: "Dios nos da la gracia de modo abundante, para vivir en gracia de Dios." y "A la persona le toca obedecer a Dios y la gracia de Dios no le va a faltar."; porque la Verdad nos hace libres.
2. Recuerde que Cristo es la gracia de Dios: Fin de la Ley eterna, natural y moral.
3. Recuerde también que no somos angelitos, que estamos inficionados por el pecado original, aún estando bautizados, por ello exorcismo bautismal y renovación bautismal, que la tentación NO es pecado y es el trabajo del demonio para santificarnos como prueba de fe.
4. Recuerde también que el Creador nos ha dado inteligencia y libertad, que la fe católica es traditio (conocimiento de Dios y Su Cristo), confianza en Dios y Su Cristo, y don bautismal (virtud teologal fe, esperanza y caridad). Pues, el acto meritorio es el que a través de la inteligencia movida por la gracia divina sabe que la tentación es mentira y la voluntad movida por la Gracia no consiente, acto meritorio libre de cooperación con Dios por Su Gracia, por la mediación de Cristo, por la virtud o principio activo, injerto de divibidad bautismal, que se actúa en santa humanidad, como otro Cristo, en obediencia por la fe, con confianza por la esperanza, en bondad por la caridad.
Gracias por su claridad en los comentarios. Estamos en tiempos tan confusos que los creyentes nos necesitamos replantear todo, y es algo que duele mucho, pero que bien que Usted con tal claridad y caridad muestre lo que la Iglesia siempre ha enseñado y sobre todo, que es la verdad.
Dios le bendiga.
Un comentarista de su blog dice que no es rechazable la homosexualidad -que puede tener múltiples causas-, sino la práctica de la homosexualidad".
En el catecismo, que también habla de la homosexualidad, en su número 2357, se dice que:
La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves la Tradición ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
Y en el número 2358, se dice que: Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación (es) objetivamente desordenada, (es decir pecaminosa).
Esto lo dice el catecismo. Un católico no puede ir por la vida de librepensador en cuestiones morales. Tiene que creer lo que piensa la Iglesia. Un católico no puede tener opiniones sobre el aborto, la eutanasia, el adulterio o la homosexualidad contrarias a la doctrina de la Iglesia. Digo yo.
"“Sientas lo que sientas, o desees lo que desees, con quien sea, no se te ocurra ponerlo en práctica". Y desde ese ángulo da lo mismo cuál sea el deseo íntimo del mismo individuo. Las cosas cambian cuando examinamos a quién se dirige tal deseo y en qué entorno sucede".
Pero incluso desde el primer ángulo un deseo, el heterosexual, es natural y, en sí mismo, no tiene nada de reprensible; mientras que el otro, el homosexual, es intrínsecamente desordenado: de allí, entiendo, las consecuencias que con razón marca en su post: unas en sí constructivas, las del deseo heterosexual; mientras que las otras son en sí destructivas.
El homosexual padece una tendencia intrínsecamente desordenada, y así la Iglesia, con razón, juzga que, cuando tal tendencia es arraigada, constituye una condición que hace inapto para el Orden sagrado. Las consecuencias de abusos, en su gran mayoría de índole homosexual, no son sino una demostración del desorden anterior que ya constituye la mera tendencia. Si se exige de un candidato al Orden madurez afectiva, con razón se ha de excluir al que padezca un desorden afectivo como el de la homosexualidad.
El Cardenal Ambongo-arzobispo metropolitano de Kinshasa- ante la pregunta de un periodista sobre la fidelidad al voto de castidad de los sacerdotes de su diócesis, contestó que controlaba a sus sacerdotes bastante bien y que no podía hablar de casos de homosexualidad, pero si se daban un número de ellos que tenían relaciones con alguna mujer determinada y, a veces, tenían hijos, en cuyo caso los secularizaban y les pedían que, si querían seguir siendo católicos, se casaran, atendieran a sus hijos y fueran buenos padres de familia. En opinión del cardenal la vida sacerdotal requiere una dedicación plena y no era partidario del matrimonio para los sacerdotes. No sé cuál puede ser tu experiencia con las mujeres congoleñas, porque resulta que hablamos de la Iglesia, no de Europa, y en este momento África es un continente que está dando muchos sacerdotes.
Gracias.
Nota de fray Nelson: Sí, de acuerdo. En donde yo veo la sabiduría que tuvo San Pablo VI.
Es cierto que hay crisis de vocaciones, pero estoy casi seguro que esa crisis sería menos grave si no hubiera tanta tolerancia a ese tipo de cosas.
Nota de fray Nelson: No comparto aquí ese enlace porque no estoy de acuerdo con el carácter altamente especulativo (en cuanto a suposiciones, conjeturas) que tiene. Gracias por tu aporte.
Por si puede aportar algo a lo ya dicho por su paternidad, no hay que confundir deseo, consentido, con tentación.
El deseo, consentido,desde la Teología:
"Habéis oído que se dijo: no cometerás adulterio. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón". (Mt, 5,28)
Esto es inapelable. No hay distinción entre deseo y práctica.
El deseo desde la psicología católica moderna. Los deseos, según Popcak (cfr "Dioses Rotos") se corresponden con los anhelos del corazón humano desorientados por el pecado original. Y ante ellos caben tres actitudes: La del adicto, que se tira al barro; la del estoico, que se reprime causándole tristeza; y, la del místico, que se abandona a la gracia de Dios.
La castidad, que aplica a todos, pues los que hacen votos deben abstenerse; los no casados también deben hacerlo; y, los casados en esa vía unitiva y procreativa que ha enseñado siempre la Iglesia, de Uno con Una, y sólo ellos. Según el mismo Popcak se corresponde al anhelo del corazón humano de Comunión. La adicción lleva a la lujuria, el estoicismo a la castración y el misticismo a la única vía de satisfacción, la castidad.
- Los actos homosexuales son considerados pecado por razones ya descritas anteriormente.
- La homosexualidad es considerada tendencia desordenada, pero en sí misma no constituye pecado siempre y cuando no sea ejercida.
Puesto que se ha dirigido a mí le respondo a lo que me ha dicho.
Me dice: "Recuerde que Cristo es la gracia de Dios fin de la ley eterna natural y moral"
- Cristo no es la gracia de Dios. Cristo infunde la gracia de Dios en el alma que es diferente. Y no es fin. El fin es la Gloria de Dios.
Me dice: "Recuerde que no somos angelitos"
- Nosotros evidentemente que no, pero es Dios el que actúa en nosotros en toda obra buena.
Y respecto a la tentación que es lo último que menciona decirle que la tentación sí existe, pero volvemos a lo mismo, con la gracia de Dios se supera, porque es Dios el que lo hace en nosotros y no nosotros.
-ciertos estudios afirman que en estados unidos hay un 50 por ciento de curas homosexuales dentro del clero catolico, ahora bien, no se nada sobre la credibilidad de dichos estudios. y eso ha dado pie que se diga en estados unidos que el sacerdocio católico es la profesión gay por excelencia.
-el libro de sodoma, el autor afirma fredecic martel afirma, basándose en su trabajo de investigación, que el porcentaje de homosexuales dentro del clero catolico de algunos paises es escandalosamente alto.
-por ultimo, yo he conocido jóvenes cristianos que se caracterizan por un autentico testimonio de vida cristiana que me han dicho que quieren ser sacerdotes pero que les da miedo entrar en algún seminario por todas esas historias que se escuchan de homosexualidad dentro de los seminarios.
Dice un señor, que se presenta como fraile dominico, que la homosexualidad en la Iglesia es un tema muy controvertido y confuso. Yo no comparto esta opinión. Desde que Dios se reveló al pueblo elegido hasta nuestros días en la plenitud de los tiempos, la postura de la Iglesia no ha sido favorable a este pecado de pensamientos o actos impuros. Siempre lo ha tenido claro y así lo ha manifestado. No hay controversia ni lío posible, como no los hay sobre si las mujeres tienen alma, digan lo que digan, digan lo que digan... los demás. De lo que sí parece ser que ha habido controversia es sobre el sexo de los ángeles, pero sobre el pecado nefando, nunca, digan lo que digan, etc.
El problema práctico que plantea la homosexualidad es que, por definición es infecunda, por lo tanto, para satisfacer el deseo promiscuo y desordenado necesita ir reclutando más y más carne fresca. Por eso, la homosexualidad activa es viralmente proyectiva.
Los comentarios están cerrados para esta publicación.