(129) Otro micropost, esta vez contra el ternurismo excesivo
Me pregunto si con tanta caricia de Dios el pecador se convierte, o sigue pecando sin temor, cual niño mimado que como respuesta a sus trastadas encuentra, como bonificación, una carantoña.
Es propio de Dios, cuando quiere, mostrarse como Padre bueno y cariñoso. Pero esta ternura ni es su única pedagogía, ni la muestra más importante de su amor, ni se produce al margen de la cruz del Verbo.
El centro de la pedagogía divina es la cruz del Hijo, el centro del amor divino es el sacrificio de su Primogénito.