(264) Iglesia visible y Leviatán
1. La Iglesia, sociedad visible
Afirma el Catecismo Mayor, 144, que «el noveno artículo del Credo nos enseña que Jesucristo fundó en la tierra una sociedad visible».
El énfasis puesto en la visibilidad de la divina fundación, responde a una sabia pedagogía magisterial: dejar claro a los creyentes que la obra de Jesucristo es cierta y no dudosa, reconocible y distinguible.
Consultando el diccionario de la RAE confirmamos la acepción: algo es visible cuando «se puede ver», «tan cierto y evidente que no admite duda»; y llama la atención «por alguna singularidad».
Está muy claro, por ello, que esta singular sociedad fundada por Nuestro Señor Jesucristo, por ser visible, debe suscitar certezas y no dudas, debe ser lo que es y no otra cosa, debe tener el rostro que le corresponde, y no el del Leviatán.
2. La invisibilidad como tentación
La Iglesia, que es Arca de salvación, siendo visible puede ser encontrada; pero también rastreada, acuciada, combatida por quien rechaza la salvación, y prefiere ahogarse. Si no es visible no es cazada, pero tampoco descubierta. Si no es visible, no puede ser perla que se halla en el campo.
La invisibilidad confesional, el mimetismo a ultranza, la integración en la Modernidad, no supone un aumento del alma, no implica una mayor autenticidad ni un mejor fruto. La tentación de mostrarse dudosa, incierta, inconsistente, líquida, adaptable al recipiente de los valores del orden mundial, es una tentación que sólo se puede resistir con la gracia, con los conceptos y principios de la clasicidad, con el deseo del martirio.

1ª.- Modernidad contra catolicidad.- No hay manera de congeniarlas. Cuando se intenta la simbiosis, la mente católica percibe ese conato como una tensión infructuosa, problemática, sin resolución posible; como una fragmentación interna que deviene en crisis.
1ª.- Occidente era la Cristiandad.- Con la mal llamada Reforma, la Cristiandad comenzó a deconstruirse, quedando tan sólo una Europa progresivamente descatolizada (pues eso es la secularización) —y una cristiandad superviviente, llamada Hispanidad (evangelizadora y occidentalizadora).
Se dice de la sociedad occidental de hoy día que es líquida, por oposición a sólida. Se olvida, sin embargo, que un agua mala puede congelarse, y no por ello perder maldad, antes bien ganarla por petrificación. Y que un error consolidado, congelado en paradigma, es más difícil de superar que un líquido, pues toma forma de obstáculo.
Todo pecado mortal —sobre todo si es sistematizado en vicio o en estructura de pecado—, contiene una pretension nihilista.





