(319) El Umbral y el Reino. Derecho natural y realeza social de Cristo
De alguna manera, la doctrina de la realeza social de Cristo encuentra en su fundamento racional, que es el derecho natural, una forma de supervivencia que la hace, aún hoy, reivindicable.
Es por esto que, en nuestra pobre opinión, la promoción del derecho natural debería ser una prioridad de todo católico implicado en política. Porque todo católico debe querer que Cristo reine. Y no sólo en los corazones.
La ley y el derecho naturales, grabados por Dios en el alma humana, son el pórtico intelectivo de la gracia, un preámbulo de sabiduría previa a la revelación.
Por eso creemos que promocionando el derecho natural se hace una inversión doctrinal de futuro. Pues un elemento importante del reinado social de Nuestro Señor estará presente, y de esta presencia emanarán, sin duda, grandes bienes sociales, los bienes de la sabiduría divina. Con el auxilio de la gracia, daran mucho fruto, personal y social.
1. Proporcionando un umbral jurídico al Reino de Cristo
Aunque las circunstancias actuales no permitan una realeza social de Cristo difundida, es decir, una unidad católica; sí es posible pretenderla en un sentido intenso, esto es, conteniéndola racionalmente, y como en promesa, por así decir, en la doctrina jurídica y el pensamiento político-social católico.
Condensándola en su reservorio jurídico, que es la doctrina clásica del derecho natural. Un reservorio, según la acepción de la RAE, es un depósito de sustancias nutritivas destinadas a ser utilizadas por un organismo. (Tal cosa, para las sociedades, es el derecho natural. Un preámbulo racional y jurídico del orden de la gracia, un anticipo del orden social en estado de amistad, un depósito natural de verdades y bienes nutricios contenido, también, en el Depósito, que lo recuerda y repropone, protegiéndolo).
Es sano y razonable defender el reinado social de Cristo a partir del derecho natural, porque:
«La doctrina católica tradicional de que la sociedad se debe constituir en el reinado social de Cristo encuentra su fundamento racional en el conocimiento previo a la revelación de que la sociedad se debe regir por el derecho natural, que son las leyes que rigen la actividad humana, accesibles a la razón de los hombres. De esta ley se desprenden deberes y derechos de los hombres.» (Ignacio BARREIRO CARÁMBULA, El derecho natural y el reino social de Dios, Verbo, núm. 491-492, 2011, p. 65-100.)
En definitiva es defender el orden natural, proponiendo al mismo tiempo un orden sobrenatural que tiene, como misión irrenunciable, su guardia y custodia. La idea es difundir la ley natural de la justicia sin separarla del orden de gracia que la hace plenamente posible.
De alguna manera, el misteriosismo que rodea la eclesiología personalista, ha producido un oscurecimiento del anclaje que tiene la Iglesia, en cuanto sociedad perfecta, en el derecho natural. Y este oscurecimiento se ha proyectado sobre la doctrina sociopolítica católica.
2.- La ley y el derecho naturales, sabiduría de Dios participada
Dios, con su sabiduría, ha ordenado el mundo creado. Este orden, que llamamos ley eterna, se denomina ley natural cuando se refiere a la persona y a la sociedad.
La ley natural es la misma ley eterna, en cuanto participada con la razón por la criatura racional (Libertas praestantissimum 6, 1888; Veritatis splendor 44, 1993) Y no sólo en su vida personal, sino también, y sobre todo, en su vida social. La ley natural también se refiere a lo justo, y entonces constituye un verdadero derecho natural.
Las leyes civiles, que han de ordenar la vida personal y social, no pueden elaborarse como si el derecho natural no existiera, sino sobre su suelo firme. Porque la ley natural «proporciona la base necesaria a la ley civil que se adhiere a ella, bien mediante una reflexión que extrae las conclusiones de sus principios, bien mediante adiciones de naturaleza positiva y jurídica.» (Catecismo, 1959)
Por eso creemos firmemente que reivindicando la ley y el derecho naturales como fundamento de las leyes, el católico promueve al mismo tiempo una realeza social mínima, pero fructífera y vivificante. Es de sentido común que saneando las leyes se propicia, con la ayuda de Dios, que Cristo reine. Porque las leyes tienen una pedagogía tal, que forman en lo justo, educan en lo justo, mentalizan de lo que es justo, dándolo por sentado y cerrando caminos al mal y al error.