16.01.20

(404) Más errores funestos del neomodernismo contemporáneo

La mentalidad neomodernista lleva decenios difundiéndose. Tanto, que sus principios intelectuales son, en general, considerados católicos; ortodoxos, pero no demasiado, como si el exceso de rectitud fuera malvado: mero triunfalismo, que diría Rahner.

Toda la cosmovisión neomodernista, a un nivel especializado, gira en torno a un “ninguneo moderado” del orden del ser, tenido por cosista; a una irresponsable relectura naturalista del orden sobrenatural, tenido por extrinsecista. 

Para ello, con notable ingenio, el neomodernista ha llevado a cabo una reubicación de la doctrina católica en espacios intelectuales alternativos, como la teoría de los valores, los derechos humanos o la psicología de la autoestima y la búsqueda existencial de sentido.

Y ha mezclado, en explosivo cóctel, lo natural con lo sobrenatural, inventando una nueva idea del hombre. Y es que la Encarnación sirve a los neomodernistas para deducir lo sobrenatural de la naturaleza del hombre sin necesidad de pasar por la puerta de la fe ni la eficacia de los sacramentos. Así deducen la antropología de la cristología y acceden a lo natural desde lo sobrenatural.

Cristo se convierte, para ellos, en el anhelo de todo ser humano, de toda religión natural, por el simple hecho de ser humano. Toda persona estaría naturalmente religada con Dios, pretenden, por lo que toda persona, en el fondo, buscaría a Cristo aun sin saberlo, como si el fin sobrenatural fuera el único fin posible, y por ello todo hombre tiende necesariamente a él.

Las repercusiones de esta reinterpretación en clave inmanentista, heredera del modernismo blondeliano, son graves: la misión deja de ser necesaria, los sacramentos dejan de ser necesarios, la naturaleza deja de ser necesaria. Todo sería sacramento, Cristo sería sacramento, María sería sacramento, la Palabra sería sacramento, el mundo sería sacramento, la sexualidad sería sacramento. Luego nada son, en realidad, los siete sacramentos, sólo complementos al misterio sacramental que inunda todo por la Encarnación.

Lo único que les parece necesario es lo sobrenatural inmanente. La gratuidad de la gracia, de esta forma, queda gravemente comprometida. La creación ocupa el lugar que debería ocupar la gracia, siendo lo natural lo gratuito, y lo sobrenatural lo obligatorio.

Leer más... »

7.01.20

(403) En que se expone el doble juego neomodernista y su moderada rendición al Leviatán

No entenderemos la esencia del neomodernismo, ni la razón de su peligrosidad, hasta que no tengamos claro cuánto desea revestirse de ortodoxia católica. Y en muchos casos, sinceramente. Los neomodernistas no piensan como los heterodoxos, no desean rechazar la doctrina católica sino adaptar el modernismo a ella. No desean abandonar el catolicismo sino actualizarlo según sus preferencias, añadiéndole conceptos y principios entresacados del pensamiento moderno. 

Sobre todo, y ante todo, el concepto hodierno de persona, para lo cual acuden, por ejemplo, a los materiales intelectuales de la antropología existencialista, al hegelianismo moderado por el individualismo kiekegaardiano, al normativismo de Kant, o a la nueva deconstrucción metafísica heideggeriana.

 

Hay que tener claro que las especificaciones intelectuales del neomodernismo, es decir, el personalismo y la Nueva Teología, se revisten a menudo de piedad, no pocas veces sincera; y que su objeto es permanecer católico al mismo tiempo que moderno, y viceversa.

El humanismo que surge de la mentalidad personalista y neoteológica quiere ser católico, y cree poder serlo oponiéndose al humanismo ateo, como hace por ejemplo de Lubac; al relativismo doctrinal, como hace por ejemplo Hans Urs von Balthasar; o al liberalismo de primer y segundo grado, como hace por ejemplo Maritain; o incluso al capitalismo nihilista, como hace Mounier; el humanismo que postulan huye, para permanecer católico, de los extremos, por eso niegan que Sartre sea en verdad un existencialista; pretenden una vía media de conciliación según la cual se podría ser católico y al mismo tiempo se podría ser moderno.

Los neomodernistas en general exaltan la moderación y las delicias del perfil bajo. Por eso caen en manierismos y hechuras de sofisticada pose, en bondadosistas condescendencias y actitudes poco firmes, tímidas y acomplejadas. Decir sin decir, proponer insinuando, no condenar, no reñir, no anatemizar, no levantar la voz, andar con pasos de paloma y sugerir, para que el Leviatán no les ruja, que el cristianismo es pura sonrisa y desbordada satisfacción.

Quédate con el poder político y la vida social, dice el neomodernista al Estado moderno, que nosotros bendecimos tu potencia; nuestro es deseo es, tan sólo, ayudar, y para eso nos mantendremos católicos de puertas para dentro, donde no molestemos, reconocemos tu independencia y bendecimos tu autonomía. Déjanos, entretanto, rezar y seguir con lo nuestro, en todo caso, actuaremos, a lo sumo, a modo de semilla, para que todo lo bueno de la Modernidad vaya creciendo solo y disponiéndose a Cristo por su propia potencialidad.

Leer más... »

4.01.20

(402) En que se sigue exponiendo cómo los neomodernistas entienden la gracia

El neomodernismo entiende que el papel de la gracia santificante no es tanto elevar al hombre otorgándole un organismo sobrenatural, haciéndole partícipe de la naturaleza divina, como restaurar al hombre reparando su naturaleza, supuestamente capaz por sí misma de lo sobrenatural.

 

Los neomodernistas creen que lo sobrenatural está constitutivamente presente en la naturaleza humana. Sólo hay que saber que se tiene, pues se olvidó que se tenía; y convertirlo en el sentido de la vida mediante el compromiso cristiano, al amparo de una comunidad que acompañe y tutele el desarrollo de la propia potencialidad sobrenatural.

 

El neomodernismo entiende la conversión, por tanto, como un (auto) descubrimiento de la propia capacidad sobrenatural.

 

Los neomodernistas no conciben que la gracia no proceda de la naturaleza humana. Pretenden que convertirse es encontrarse con la vida sobrenatural que todo hombre posee en su interior por el mero hecho de ser humano, por haber sido creado a imagen y semejanza. De ésta deducen la vida sobrenatural como exigencia necesaria.

 

Los neomodernistas opinan que, tras la Encarnación, distinguir la gracia de la naturaleza es extrinsecismo tomista. Postulan que están de tal manera intrincadas una y otra que separarlas es antinatural. Y que la mejor forma de hacer atractiva la vida cristiana al mundo moderno, es haciendo atractiva la misma vida humana y sus realidades naturales, que en realidad serían sacramentales por sí mismas.

 

Así, propugnan que exponiendo cómo lo sobrenatural es lo auténticamente humano, se hace atrayente al hombre la vida cristiana. La gratuidad residiría, pues, no tanto en la gracia, como en la naturaleza.

 
 

1.01.20

(401) La reinterpretación neomodernista de la gracia

Pío XII sintetiza muy claramente la concepción neomodernista de la gracia: «Otros desvirtúan el concepto del carácter gratuito del orden sobrenatural, pues defienden que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llevarlos a la visión beatífica.» (Humani generis, n. 20).

En la mentalidad neomodernista no entra que el estado de gracia sea algo que pueda perderse, que no se deduzca del dinamismo de la propia voluntad, como pretenden Blondel/de Lubac. Lo suponen una exigencia inmanente, lo imaginan en la naturaleza de todo hombre por el hecho de ser hombre, como si fuera el único sentido posible de su vida, o su más existencial aspiración.

Leer más... »

27.12.19

(400) Algunos aspectos del neomodernismo

A lo largo de muchos artículos hemos estado contemplando cómo el neomodernismo, a diferencia del modernismo, pretende pertenecer católico e incluso ortodoxo, y que apela incluso al magisterio de la Iglesia. ¿En qué consiste entonces su peligrosidad?

En primer lugar, en que quiere permanecer católico, pero también moderno. En que quiere mantenerse en los principios del catolicismo, pero al mismo tiempo en los de la Modernidad. Para ello se atreverá a caminar sobre una cuerda de equilibrio: rechazará la tradición tomista, pero no del todo: intentará reinterpretarla. Aceptará la filosofía moderna, pero no del todo: intentará catolizarla.

Pretenderá evitar el caos, pero no con demasiado orden. No querrá la ley, para no ser rigorista; pero sí querrá la norma, para no ser ácrata. La indefinición será su método. 

 

En realidad, el neomodernismo pretende hacer tan importante la vida sobrenatural que la convierte en exigencia de la naturaleza humana, naturalizándola. Cree que la unidad es tan necesaria, que no duda sacrificar a ella parte de la verdad, dilatando el depósito hasta la indefinición, pero sin querer traspasar el límite de la ortodoxia. Sustituye el bien por el valor, y las virtudes por los valores.

 

Para luchar contra el ateísmo se propone volver tan natural la vida cristiana que ésta queda desposeída de su constitutivo sobrenatural. Le parece inconcebible que el ser humano pueda haber sido creado sin haber sido elevado.

Establece falsas dicotomías: entre Dios y el ser, entre el castigo y la misericordia, entre el derecho y el Espíritu. Padece una intensa tendencia a desjuridizar la religión, a recontextualizarlo todo, a reafirmarse en lo ajeno y no en lo propio.

 

En general, profesa el liberalismo de tercer grado, el positivismo moderado, el humanismo no ateo, antropocéntricamente teocéntrico.  La libertad religiosa es entendida a la manera de la ONU, pero sin radicarla en la subjetividad, sino en la dignidad teórica, no moral, del hombre, subestimando su naturaleza caída. 

La gracia es puesta al servicio de la naturaleza humana, quedando instrumentalizada y subordinada a la exaltación del hombre. La Revelación divina contiene, para el neomodernismo, misterios inconceptualizables imposibles de categorizar ni expresar en doctrinas inequívocas. Dios revela cosas sobre Sí, ante todo, para que el hombre pueda conocer el misterio de los misterios, que es el hombre mismo.

No considera el estado de gracia ni el de pecado, antes bien prefiere uno indefinido. Los Novísimos no tienen apenas presencia en la predicación, salvo una salvación universal identificada con la resurrección.