(216) Personalismo, IV: apertura a la Modernidad, psicologismo y naturalismo religioso
Afirma el gran Nicolás Gómez Dávila en uno de sus Escolios que «la humanidad cree remediar sus errores reiterándolos».
Y yo me pregunto si los católicos de hoy, en especial aquellos que de una forma u otra están implicados en la formación del clero y del laicado, también creen remediar sus errores reiterándolos.
Alejarse del sistema intelectual tradicional —es decir, del realismo metafísico— ha traído muchos problemas a la Iglesia. Es hora, pues, de rectificar.
—No nos cabe duda que la Modernidad —y su metástasis super-nominalista, o posmodernidad— es el gran error de Occidente; y que el personalismo no es más que una reiteración bienintencionada de sus errores, bajo un débil sistema conceptual de apariencia ortodoxa.
Su prevalencia durante el posconcilio fue un hecho. Conviviendo con mil y una heterodoxias, cobró prestigio y autoridad, llegando a conformar, hasta el día de hoy, una reacción de ortodoxia débil, o de apariencia de ortodoxia, poco eficaz contra el enemigo modernista.
Y es que un sistema en el que existen algunos elementos positivos, combinados con errores de origen existencialista, gnóstico e idealista, no tiene la suficiente entidad como para combatir el modernismo; antes bien sucumbe a él y es parte y artificio suyo; el modernismo no se puede refutar con humanismo devoto; la fenomenología de la persona no posee la suficiente potencia filosófica y teológica como para hacer frente al conjunto de todos los errores y herejías. No posee Tradición ni tradiciones, que es el arma más eficaz contra la máquina modernista, cuerpo y alma del mundo moderno.