InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Categoría: Postmodernidad

17.03.18

(255) El giro teológico del marxismo

1.- El giro teológico del marxismo consiste en rechazar la religión pero tolerar la fe. Con ello influye en la subjetivización de la teología católica, para que promueva una fe fiducial sin religión, esto es, sin proyección cultual y cultural, social, política y jurídica.

 

2.- El giro teológico del marxismo consiste en atraer a los católicos a un reino utópico, en el que podrán contribuir con elementos civilizadores, pero no específicamente religiosos.

 

3.- El giro teológico del marxismo consiste en transformar el cristianismo en fuerza social, en orden a la edificación de la urbe terrena.

 

4.- El giro teológico del marxismo sustituye, en la actual coyuntura, la teología de la liberación por la teología de la anomia y de la ambigüedad.

 

5.- También el cristianismo como un vivir para los demás, en sentido horizontalista, es incursión del marxismo en teología, naturalizando la caridad y desnortándola del cielo.

 

6.- Con la proyección del marxismo a la teología ha quedado minusvalorado el culto de dulía, las imágenes de los santos, los rompimientos de gloria, la eficacia mediada de los sacramentales, la visibilidad de lo sacro.

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10.03.18

(254) El Imperio del Mundo y el lenguaje de los valores

La Barca, zarandeada por las olas

1.- El doble abuso del lenguaje de los valores

En anteriores artículos hemos criticado el abuso de la teoría de los valores —así, en pluralen el lenguaje de la teología y filosofía católicas.

Nos hemos referido tanto al abuso común, por el cual el católico en general se expresa confusamente acerca de aquello en lo que cree; como al abuso especializado, por el cual el teólogo o filósofo católico en particular explican desenfocadamente aquello en lo que creen.

Las consecuencias de este abuso doble son muchas. Porque muchas son las acepciones del término. Su ambigua polisemia, siendo un rasgo esencialmente moderno, sirve a las mil maravillas al pensamiento anfibológico del Estado Mundial. Abusar de la teoría de los valores acerca peligrosamente a la dictadura del relativismo. Porque el pluralismo axiológico es su figura.

Este abuso del término va asociado al culto a los especialistas, propio de la mentalidad occidental  posmoderna. Mediante el lenguaje de los valores, el Occidente descristianizado proyecta y legitima su nueva ética, un derechohumanismo positivista y desustanciado elaborado por expertos, y difundido a través de tópicos y lugares comunes.

Porque es un lenguaje que no sólo se aparta del pensamiento clásico, sino también del lenguaje natural; tanto, que el pensamiento católico, cuando es axiologizado en sintonía con el paradigma hodierno, degenera en una especie de teología antiteológica, mezcla de literatura, espiritualismo, sociología y reflexión privada.

Es por esto que el uso indiscriminado de un enfoque axiológico de la realidad favorece el ensayismo, la anomia y la ambigüedad. El ensayismo, porque privatiza los conceptos católicos. La anomia, porque los desvincula de la regla de la tradición. La ambigüedad, porque los difumina y pixela.

2.03.18

(252) El lenguaje de los valores da problemas

La secularización puede ser interpretada, también, como una crisis del lenguaje con que se expresa la Iglesia, como una restricción conceptual del numen católico, como un abandono de la propia identidad intelectual.

Adoptar conceptos extraños, propios del mundo moderno, puede traer problemas.

 

1. Valores y piedra de tropiezo

El abuso del lenguaje de los valores hace invisible el lenguaje bíblico-tradicional, lo priva de visibilidad conceptual, tan necesaria a la Iglesia para poder “ser vista” como lo que es en esencia.

Y si la mente de la Iglesia, de alguna manera, no es vista en su lenguaje, no puede iluminar la oscuridad con las palabras con que puede y debe hacerlo.

Y es que con el término los valores, así en plural, los moralistas axiólogos pueden difuminar la virtud de la clasicidad en una vaga atmósfera humanitaria, general y no específicamente católica.

Es el término que ha usado el voluntarismo para hacer divisible la modernidad e incorporársela. A tal efecto, con el término de marras se suaviza y lima la piedra de tropiezo, se ahuyenta el fantasma del martirio y se disfruta de una más cómoda y tolerante espiritualidad del bienestar.

 

2. La máquina de vacío

Es de notar que este abuso del lenguaje de los valores desustancia el concepto de persona, lo desliga del orden de las esencias, legitima un uso liberticida de la conciencia, como proponía Bernhard Häring con ese eufemismo de la creatividad.

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23.02.18

(250) Ánomos y Anfíbolos, III: subjetivismo y desorden, contra el orden clásico

 Es un monstruo de dos caras, un Leviatán bifronte: Ánomos es anomia, y Anfíbolos es anfibología e indefinición. Son los padres fundadores del posmodernismo. Y su lucha es contra el orden clásico.

 

1.- Malos precursores.— Kant, Fichte, Hegel, Heidegger, introducen a Anfíbolos en el conocimiento de la realidad, dejando la razón en suspenso ante el ser, incapaz de un sí o un no, manteniéndola siempre en la indefinición, siempre pendiente y enajenada en su propia actividad inmanente. Como precursores del posmodernismo, son buenos fundadores pero malos consejeros.

a.- Otro tanto ocurre con el descripcionismo fenomenológico. Aporta poco y daña mucho. No sólo por ser, en definitiva, otra forma de poner las esencias a merced de un ego artificial. Sino también, y sobre todo, por constituir una reducción de lo real al mundo de la conciencia subjetiva. Thomas Molnar, entre otros, han denunciado lúcidamente el poder des-naturalizador de este poner entre paréntesis lo real. 

 

2.- El orden natural y sobrenatural en suspensión.— La reducción fenomenológica que provoca Anfíbolos se traduce en la desjuridización general que introduce Ánomos: bajo su perspectiva, la realidad, al no ser cognoscible en su esencia, queda desdibujada en lo que tiene de orden, de normatividad jurídico-política, de ley natural, de principio católico.

b.- Por extensión, ya no cuenta tanto la palabra divina como la respuesta que puede dar el hombre. Ya no es tan importante el Legislador divino como el legislado humano. Ya no importa tanto la unidad católica y su ordenamiento clásico, como un testimonio cristiano subterráneo al orden de la sociedad, a la que ya no se exige sometimiento a la ley natural ni al Dios Encarnado.

 

3.- Otra vez la libertad negativa.— La tesis de inspiración heideggeriana de Bultmann —que no importa tanto la cruz en sí misma como su significado—, es un resumen del proceso de subjetivización y desorden que venimos describiendo. Molnar lo asemeja, certeramente, al libre examen luterano. En el fondo, es la misma idea: lo que la realidad (divina) es para mí, eso es lo que verdaderamente importa. Es la misma idea del principio de autodeterminación, en que Pico de la Mirándola funda la dignidad humana: el hombre sin esencia definida, que alcanza a ser lo que quiera. —Responsablemente, eso sí, pero al fin y al cabo lo que  quiera.

c.- Con veracidad Cornelio Fabro critica a Heidegger su inversión existencialista: que el hombre pretenda determinar el ser, y no viceversa. ¿No es, acaso, la pretensión fundante de la modernidad?

 

4.- Crisis del derecho.— Ánomos desdibuja el sentido de lo justo. La pérdida del sentido del derecho trae consigo la impunidad, los abusos, los cambios de paradigma y los mil y un vientos de doctrina. Cuando se minusvalora lo que es justo, se justifica lo que es injusto. La desjuridización de la Iglesia es un síntoma de descomposición, sin duda paradigmático. La pérdida del sentido del derecho, fomentada por un concepto desenfocado de la misericordia, conlleva la subordinación de la prudencia jurídica a la conveniencia pastoral.

d.- Que en lo natural conduce al convencionalismo ético de la moral de la situación, pues desvincula el derecho de los casos particulares; y en lo sobrenatural a la tergiversación de la doctrina de la justificación, pues desliga la salvación de la obediencia meritoria (en estado de gracia) a la ley.

 

5.- La mente gnóstica.— El proceso coordinado por Ánomos y Anfíbolos conduce siempre al mismo resultado: el yo erigido en juez. No el yo natural, sino el yo autodeterminado, el ego transcendental. El yo gnóstico que curva la realidad hacia sí mismo, convertido en valor absoluto e infinito —eso sí, con la ayuda de Dios, para no ser pelagiano.

e.- El comunitarismo posmodernista parece, bajo esta luz, un recurso para salvar las apariencias de individualismo. Poner en conexión los egos autodeterminados, por muy piadosos que sean, y hacerlos depender unos de otros, no es propiamente poner en comunión.

 

y 6.- ¿El nihilismo educador?.— A la luz de estas consideraciones, entendemos el proyecto nietzscheniano como proyecto esencialmente moderno: es la voluntad de poder dejar en suspenso el orden del ser. El nihilismo, así, no parece más que la realización de esta suspensión, entendida como un derecho humano fundamental. Este proceso, en cuanto movimiento sin meta, en cuanto itinerario ciego, en cuanto praxis desvinculada de la tradición, será el numen bifronte que el constructivismo contemporáneo convierta en modelo educativo.

 

y f.- Conclusión.- Todo el empeño de Ánomos y Anfíbolos, por tanto, será contra el orden clásico. Urge recuperarlo de sus garras y rehabilitarlo. Urge un nuevo clasicismo católico.

 

 

David Glez. Alonso Gracián

 

10.02.18

(248) Del paradigma posmodernista y sus anticonceptos

No ha entrado en vigor ningún  “nuevo” paradigma que no sea el mismo nuevo paradigma en que nos encontrábamos. Nos encontramos donde estábamos, en el mismo estado de crisis, pero agravado. No es sino el mismo paradigma de la posmodernidad.

Conocer su hodierno desarrollo es vital para que sus toxinas no penetren en la mente de la Iglesia, y así se cumpla la Escritura: «no os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente» (Rom 12, 2)

 

1.- CALAMIDAD CONCEPTUAL Y PARADIGMA.— Nicolás Gómez Dávila, con su habitual perspicacia, comenta en uno de sus Escolios que «toda catástrofe es catástrofe de la inteligencia». Nosotros parafraseamos este aviso del genial reaccionario colombiano, y afirmamos que todo paradigma es paradigma de la inteligencia, esto es, plataforma conceptual, calamitosa, precisamente, por blindarse como praxis incuestionada.

Asociamos así paradigma filosófico-teológico e infortunio pastoral. Y esta asociación no es una valoración catastrofista, sino una constatación de hechos. 

—El hundimiento del catolicismo inmanentista, cual Titanic; la desmantelación posconciliar de la forma mentis católica, —no solo en España y Europa, sino en Hispanoamérica—  no es una opinión de profetas de calamidades, sino la comprobación de un paradigma calamitoso, el del posmodernismo, asumido por iglesias locales e instituciones docentes católicas bajo diversas perspectivas : teología de la liberación, teología de la anomia, situacionismo a lo Häring, aggiornamento imprudente, protoluteranismo, fenomenología antimetafísica, etc., etc.

 

2.- ES EL POSMODERNISMO, SIMPLEMENTE.— Ni el paradigma ni la calamidad son, en realidad, nuevos, porque no es nueva, en general, la corrupción conceptual de la posmodernidad. Es duro de aceptar, lo comprendemos, sobre todo para el que piensa que la Iglesia nunca ha estado tan bien como ahora. Pero si el numen se conforma con el espíritu del siglo, acaba contaminado por él y transformado en otra cosa. Ese como ahora, que decíamos, siendo referencia progresista al nuevo paradigma, nos retrotrae, en cambio, al pasado, al origen de la crisis, al pecado original de todos los paraísos artificiales, que es la libertad negativa. Lo novedoso es viejo y rancio, y no es progreso.

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