Comentarios a la carta encíclica Quas primas
Quas primas, 11 XII 1925
1.- «las causas supremas de las calamidades que veíamos abrumar y afligir al género humano»— Quiere Pío XI insistir en la razón de las tribulaciones que afectan a personas y sociedades. No se trata de hallar explicación de males secundarios o accidentales, sino de males esenciales, efectos totales de causas supremas. Es tal su gravedad, que es preciso hallar una explicación final, que ilumine su causa última.
2.- «este cúmulo de males había invadido la tierra».— El Pontífice quiere hablar, por tanto, de un daño universal.
3.- «porque la mayoría de los hombres se habían alejado de Jesucristo y de su ley santísima, así en su vida y costumbres como en la familia y en la gobernación del Estado».— La razón de este mal total, asegura la encíclica, es el alejamiento personal, familiar, social y político del Redentor y su ley.
4.- «nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador.».— Mientras no se corrija la negación y el rechazo privado y público del Salvador, mientras no cese la pretensión de autarquía individual y colectiva, los sufrimientos universales continuarán.
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Pío XI insiste en que la persona y la sociedad están abrumadas por un peso superior a sus fuerzas. Es el peso del pecado original, personal, social y político, desorden superior, en magnitud y complejidad, a las solas fuerzas de la persona, de la sociedad y de las instituciones.
Es necesario, para superarlo, el auxilio de la gracia sobrenatural. La indigencia de las fuerzas adámicas, personales y sociales, para afrontar las causas universales del mal originado, es de tal gravedad, que demanda un Salvador.
Pero el auxilio divino no se da, tan sólo, a la manera de un auxilio privado. Requiere, por la naturaleza pública de los males implicados, un auxilio natural y sobrenatural, privado y público, que ayude al bien común. Este auxilio total se fundamenta en la misma indigencia radical del linaje de Adán: «Sin Mí no podéis hacer nada» (Jn 15, 5). La verdadera paz se construye pidiendo socorro a Quien puede darla.
6 comentarios
Por eso la agenda 2030 es una utopia absurda. Es tratar de eliminar el mal de la tierra pero sin contar con Dios. Es lo que Benedicto XVI llama el reinocentrismo. Crear el reino de Dios en la tierra, pero sin Dios.
Bienvenido nuevamente! Extrañábamos mucho tus escritos!
Cuantos eventos en puerta para sembrar más confusión:
JMJ, Sínodo alemán en curso, Sínodo de la sinodalidad, y tantas declaraciones.............
Contar con tus análisis y reflexiones es muy valioso.
Gracias por regresar.
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A.G.
Gracias Guillermo. Hay muchas ocasiones y eventos de confusión, es verdad. Hay que pedir luces al Señor. Pedir la virtud de la tradicionalidad, para hacer frente a tantos males.
Muy cierto:
"23. Y si ahora mandamos que Cristo Rey sea honrado por todos los católicos del mundo, con ello proveeremos también a las necesidades de los tiempos presentes, y pondremos un remedio eficacísimo a la peste que hoy inficiona a la humana sociedad.
Juzgamos peste de nuestros tiempos al llamado laicismo con sus errores y abominables intentos; y vosotros sabéis, venerables hermanos, que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que se incubaba desde mucho antes en las entrañas de la sociedad.
Se comenzó por negar el imperio de Cristo sobre todas las gentes; se negó a la Iglesia el derecho, fundado en el derecho del mismo Cristo, de enseñar al género humano, esto es, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad.
Después, poco a poco, la religión cristiana fue igualada con las demás religiones falsas y rebajada indecorosamente al nivel de éstas.
Se la sometió luego al poder civil y a la arbitraria permisión de los gobernantes y magistrados. Y se avanzó más: hubo algunos de éstos que imaginaron sustituir la religión de Cristo con cierta religión natural, con ciertos sentimientos puramente humanos.
No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios."
Este es el caso de la España de hoy. Desde la apostasía constitucional de 1978, aplaudida entonces por casi todo el episcopado español y hoy por todo él.
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A.G.:
Hay un problema muy grave que es la aceptación eclesial generalizada de la libertad religiosa liberal, y todo lo que conlleva: la sustitución del derecho público cristiano por los derechos humanos, la sustitución del tomismo clásico por el personalismo, el rechazo de la propia tradición local hispánica, etc., etc.
No puede haber vida verdadera sin Jesucristo, que es la vida.
Si, eso es, por eso pienso que centrar nuestras esperanzas en la política contngente es un error garrafal. Sin la Iglesia y su gracia, la sociedad civil está condenada al fracaso. Por eso se requiere, primero, que se restaure el propio cuerpo eclesial y este vuelva a creer en la doctrina católica, porque a qué Iglesia puede unirse el Estado si la propia "Iglesia" no cree en ello.
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