(492) Un humanismo aumentado
Texto 1
«¿Qué es la adoración del mundo hoy practicada por los teólogos progresistas sino la versión aumentada del Humanismo Integral con la dignidad de la persona humana con que fue invadido ayer —hace de tres a cuatro décadas— todo el ambiente el católico de Francia y del mundo?» (Julio MEINVIELLE, El progresismo cristiano, Cruz y Fierro Editores, Argentina, 1983, pág. 194)
1.1. «la adoración del mundo hoy practicada por los teólogos progresistas».— Habla con razón el P. Meinvielle de muchos teólogos de hoy. Adoran la Modernidad, les parece parte del Evangelio. No sólo progresistas, moderados también. Algunos en tiempos del P. Meinvielle eran iconos del progresimo; ahora del conservadurismo. No todos, pues Mounier, por ejemplo, lo sigue siendo del izquierdismo católico más rancio. Maritain, H. de Lubac, H. U. von Balthasar, Guardini, Congar, etc., son ahora maestros del moderantismo.
1.2.«versión aumentada del “Humanismo integral”».— Sin duda, el tipo de humanismo practicado, en clave piadosista, por los moderantistas católicos, es un humanismo aumentado. El del Erasmo, Ficino, Bruni, etc., era de otra especie menos maligna, a pesar de sus excesos. El humanismo actual no tiene la devoción de aquel por el numen grecolatino. En lugar de Aristóteles venera a Heidegger, Blondel o Bergson.
1.3. «con la dignidad de la persona humana».— Esta es la clave del asunto. El humanismo hodierno, “enriquecido” con un concepto disminuido de dignidad humana, deviene aumentado de naturalismo, como bien anticipa el P. Meinvielle. Una dignidad que nunca decae es una dignidad ontológica. Una dignidad que se reduce, o incluso pierde, por el pecado, es una dignidad moral.
—Los personalistas sólo postulan dignidad ontológica; opinan que el pecado no priva a la persona de su dignidad. Lo cual es cierto de la ontológica, pero no de la moral. Y al omitir siempre este dato, y hablar tan sólo de la ontológica, suprimen la indignidad del pecado, y por tanto suprimen el pecado. (Un hombre siempre digno es un hombre que nunca peca. Pero el hombre peca. Luego ese hombre impecable es un ser quimérico; como quimérico, por pelagiano, es el ethos humanista aumentado de naturalismo. Ya lo diagnosticó certeramente Castellani:
«Las notas distintivas de este humanismo son las siguientes: 1) Silencio frente al error y frente a la herejía. 2) Complejo anticlerical. 3) Actúa en política, pero todo su interés está en prescindir de la fe, y reducirse al plano de lo temporal. 4) Personalismo. Persona humana por activa y por pasiva: es la suprema razón de ser de todas las cosas; el Reino de Jesucristo en el mundo, con sus legítimas exigencias para el hombre, queda como una verdad poco menos que archivada, o por lo menos impracticable. El Humanismo incurre así en Pelagianismo, o por lo menos, no toma en cuenta la necesidad de la gracia para sanar la naturaleza humana y superar sus problemas. La persona humana se considera únicamente como sujeto de derecho y libertades absolutas, callando las exigencias de la fe y del orden sobrenatural. El Naturalismo actual es Pelagianismo radical y es la gran herejía moderna» (Leonardo CASTELLANI, Domingueras prédicas II, Mendoza, Jauja, 1998, págs. 156-157)
1.4. «todo el ambiente el católico de Francia y del mundo».— Los personalistas y neoteólogos comenzaron invadiendo de liberalismo católico, ciertamente, el ámbito francés. No olvidemos que el neomodernismo es un fenómeno de afrancesamiento revolucionario de la Iglesia.También, desde luego, el ámbito germano. Los neomodernistas del entorno francoalemán alcanzaron resonancia global. Tras la crisis conciliar su sombra oscureció, con su inmenso y fatídico prestigio, el mundo eclesiástico casi por entero.
Conclusión.— La Iglesia, columna y fundamento de la verdad (Cf. 1 Tim 3, 15) no necesita nutrirse de pensamiento moderno. Tiene reservas nutricias de sobra para realizar su labor doctrinal sin acudir a extraños. Debe sanar el humanismo aumentado que padece y respirar de nuevo tradición. Sólo así podrá curarse de esta crisis de personalismo. Por la Modernidad se va al Maelstrom de la apostasía, no al cielo.