(401) La reinterpretación neomodernista de la gracia
Pío XII sintetiza muy claramente la concepción neomodernista de la gracia: «Otros desvirtúan el concepto del carácter gratuito del orden sobrenatural, pues defienden que Dios no puede crear seres inteligentes sin ordenarlos y llevarlos a la visión beatífica.» (Humani generis, n. 20).
En la mentalidad neomodernista no entra que el estado de gracia sea algo que pueda perderse, que no se deduzca del dinamismo de la propia voluntad, como pretenden Blondel/de Lubac. Lo suponen una exigencia inmanente, lo imaginan en la naturaleza de todo hombre por el hecho de ser hombre, como si fuera el único sentido posible de su vida, o su más existencial aspiración.
Para el neomodernista solamente lo sobrenatural explica lo natural y se pone a su servicio, entremezclándose difusamente en una vaga y nebulosa dimensión espiritual. Los neomodernistas hablan de la gracia como restauradora de una supuesta capacidad sobrenatural innata de la naturaleza humana.
Ponen la gracia al servicio de la naturaleza humana, pero de forma que la naturaleza presuponga la gracia. La distinción tradicional de órdenes es negada por extrinsecista y se postula su hibridación inmanentizando lo sobrenatural.
Para conocer el amor natural, el neomodernista parte del conocimiento sobrenatural de la vida intratrinitaria, como si ésta fuera su modelo esencial necesario, y entiende la persona divina a imagen de la persona humana, creando grave confusión al trastornar el concepto de sustancia. Para el neomodernismo, de conocer a Dios se pasaría necesaria y lógicamente a conocer al hombre, profesando una especie de relación de necesidad entre lo sobrenatural y lo humano.
Dios revelaría, ante todo, el misterio del hombre. Para eso hablaría Dios de Sí mismo, para hablar del hombre. La gracia, para el neomodernismo, es dada más para reparar lo humano que para elevarlo a lo sobrenatural, no tanto para divinizar al hombre, como para hacerlo más auténticamente humano.
19 comentarios
Explíqueme lo por favor. Muchas gracias. Me enseñan mucho estos artículos.
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A.G.:
Dios quiere que todos se salven y llegue al conocimiento de la verdad (1 Tim 3, 4). En este sentido, con voluntad que antecede a toda otra consideración, por así decir, a todos da gracias verdaderamente suficientes para poder realmente salvarse. Pero, dado que permite el pecado, consiguientemente, debe castigar a unos negando justamente gracias eficaces y castigándoles con justicia por sus maldades, y concediendo a otros, según su justa y liberal voluntad, gracias eficaces para que se salven. Es el misterio de la divina predestinación y la divina justicia.
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A.G.:
Claramente procede del pensamiento moderno, que es gnóstico. Sin duda, del hombre como centro, más aún, hace suya la máxima del Conde de Volney que luego asume Marx en su reflexión sobre el derecho hegeliano: "el hombre, ser supremo para el hombre".
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A.G.:
Claro, el Santo Bautismo es para todo hombre porque todo hombre está en pecado, inmundo a ojos de Dios e hijo de su ira, como enseña Trento.
De lo natural a lo sobrenatural no hay progreso continuado.
El anticristianismo se ve en que si Dios está obligado a salvar a todo hombre, pierde sentido el pecado original, la redención y por ende, toda la Biblia.
La antropolatría se ve en la confusión que hace de los atributos de Dios y los del hombre: ("...entiende la persona divina a imagen de la persona humana,...")
Finalmente, es sospechado de ateísmo porque si el hombre tiene la gracia salvífica asegurada, entonces Dios sobra.
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A.G.:
El problema es que el neomodernismo quiere combinar la esencia del mundo moderno, que has expuesto, con el catolicismo. Sí y sí. Y claro, es una mezcla imposible.
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A.G.:
En efecto, la gracia se recupera con el sacramento de la confesión, cuando ha sido perdida por el pecado mortal.
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A.G.:
Pertenecer a sectas o escisiones heréticas es pecado y se pone gravemente en peligro la propia salvación. El Bautismo es necesario.
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A.G.:
Sin duda que tienen una grave confusión al respecto, como bien dices Luis Fernando. De hecho, cuando reconocen la existencia de un estado de enemistad producido por el pecado, entienden la gracia como recuperación de una supuesta capacidad sobrenatural de la naturaleza humana.
Es conveniente no hablar de la predestinación nunca, pues aunque sea real en algún sentido misteriosísimo (Trento), sus explicaciones son opiniones teológicas sin más (Ludwig Ott)..
Por lo demás tienes toda la razón. Este error es gravísimo, ¿es el error de de Lubac? Ese pensamiento aniquila nociones tan básicas como pecado original, tanto en su noción oriental como occidental. Es sorprendente que un error tan grave haya pasado desapercibido sin sanción dentro de la Iglesia.
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A.G.:
No Tulkas. Hablar en católico de la divina predestinación es sumamente importante, oportuno y saludable, debe hacerse, porque todo el contenido del Depósito es salvífico y más una doctrina tan central. Santo Tomás lo hizo, y muy bien, no sólo como opinión, sino como elucidación. Y San Agustín. Recomiendo el libro del P.Garrigou al respecto. La predestinación forma parte de las verdades reveladas y es liberador y santificador aprender su doctrina tal y como la traditio nos la ha transmitido de generacion en generación. Dios nos concede conocer muchas cosas acerca de ella. (Ruego no uses mayúsculas)
Respecto al segundo párrafo. De acuerdo. Ciertamente es un error gravísimo que aniquila conceptos clave, o mejor dicho, los deforma. No sólo es el error de de Lubac, que recibe de Blondel. Es el error del personalismo teológico en general.
Una de las cosas que me resultan más familiares es la lucha contra la acedia, la tentación de huír, la de posponer los rezos...recé ante el Santísimo y cambié encontrando el gozo ante el Santísimo y ante la Santísima Virgen María. La tentación vuelve y la lucha continúa, pero ahora sé que la constancia viene en mi ayuda y la acedia remite. Hay virtudes que luchan contra eso porque la eficacia de las virtudes está, precisamente, en que ayudan al hombre a ser receptivo a la Gracia.
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A.G.:
Ese es el tema, que Dios no está obligado a dar al hombre el orden sobrenatural.
El socorro viene no sólo por la virtud. Principalmente, por las gracias actuales eficaces, que hay que pedir con insistencia. Por la intercesión de los santos que nos eligen para hacernos mercedes, como obtener gracias eficaces para nosotros. Por eso, hoy día, el declive del culto de dulía supone el declive del fervor espiritual, siembra de obstáculos el camino, favorece la acedia.
Yo jamás he estado en Praga lo mismo que tampoco he visto a Dios, pero no necesito moverme de aquí para allá para encontrarlos.
Naturalmente no pretendo hacer una correlación entre una ciudad y Dios, lo que digo es que, como no hay ningún viaje que nos lleve a Dios (excepto el viaje final), el movimiento y el zapping no son el camino si no hay un anhelo previo, como en algunas peregrinaciones, en muy pocos casos eso nos ayudará pero se incentiva constantemente como si ayudara, cuando cuánto necesitamos está en el Sagrario. En cuanto a Praga, no hay como la poderosa imaginación de un católico que también es don del Espíritu Santo.
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A.G.:
Muy de acuerdo. El P Royo Marín recuerdo que enseña que a un alma que ama el turisteo le resulta imposible la santidad.
Cada año nuevo que iniciamos sumará a los anteriores las piedras venerables con las que los cristianos construimos el Reino de Dios entre nosotros. Mas, estas piedras no las recogemos del suelo sino de las canteras del cielo. Son piedras que descienden para construir el muro de “ la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, del lado de Dios, que tenía la gloria de Dios” (Apoc,10), “y las hiladas del muro de la ciudad eran de todo género de piedras preciosas” (id. 21, 19), “A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria…y llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones” ( id, 21, 24 y 26). El ángel muestra a San Juan la excelsa condición a que estamos llamados los cristianos, y por nuestra predicación esta visión debe ser conocida por todos nuestros hermanos, creyentes y no creyentes. No es la ciénaga que vemos, sino los esplendores que no vemos, pero esperamos (Rom 8, 24-25) lo que constituye la materia de nuestros trabajos. Estamos en tensión entre las cosas de la tierra y las del cielo, “el Reino se establece con esfuerzo, y los violentos lo arrebatan” (Mat 11, 12). Nuestro testimonio debe ser tal que permita a los hombres ser deslumbrados por los esplendores del Reino. Para esto viene María con su Aurora, para iluminarnos como a “hombres nuevos” responsables de devolver a la Creación la salud traída por Cristo; “restaurar la armonía primitiva” (Pío XII); crear “ la Civilización del Amor” (Pablo VI); alentar a los hombres a “Cruzar el umbral de la Esperanza” (S.J.P. II). Tarea grande y permanente propia de los hijos de Dios.
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A.G.:
Sin duda que el neomodernismo es una mundanización, una modernización, una naturalización, porque al encerrar lo sobrenatural entre las exigencias de lo natural se lo reduce a mundo.
Me alegra que hable de la aurora mariana. Como sabe, el Beato Diego José de Cádiz, por el que tengo enorme devoción, hizo mucho por difundir la advocación de la Divina Aurora, sobre todo en el combate contrarrevolucionario, esto es, contramundano y contramoderno.
No entiendo muy bien esta frase, me da la impresión de que lo que trata de decir es que no es posible establecer ninguna analogía entre las relaciones interpersonales amorosas humanas y las relaciones intratrinitarias.
Se puede decir que una familia cristiana debe reflejar la unión de amor de la Santísima Trinidad?
Les agradezco su consejo.
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A.G.:
La fe es un don de Dios. El mundo moderno no lo entiende porque es apóstata y cristofóbico. Ánimo. Viva Cristo Rey.
La degradación de la doctrina de la gracia pasó por un proceso a todo lo largo del siglo XX, en el que no fueron ajenos teólogos como Maurice de la Taille, pasando por Henri de Bouillard, para culminar mas tarde en Karl Rahner
Este proceso consistió básicamente en sustituir el carácter de gracia creada por el de gracia increada. Siempre se hizo como una respuesta a la teología escolastica que desde hacia siglos tenia asentado el carácter creada de la gracia. La gracia es creada debido a que solo puede actuar en el hombre a través de sus facultades, lo que requiere la distinción del sujeto y sus operaciones. La facultades (basicamente inteligencia y voluntad) siempre son accidentales. Si la gracia actuara directamente sobre la esencia del alma, seria una comunicación entre dos sustancias (lo divino y lo humano) que se fusionarían, cayendose en el panteísmo. En la moderna teología que solo tiene presente la gracia increada, la vemos siempre impregnada de panteísmo y gnosis
En ese proceso histórico de degradacion de la nocion de gracia aludido arriba, me gustaria detenerme en el caso de Bouillard, por ser poco conocido, que expondré en un breve resumen a partir una exposición más amplia de este autor, que hago en un libro mio inédito sobre las nuevas teologías de mas de mil quinientas paginas y que titulo “Roca y espuma”, aludiendo al contraste de la verdadera teología que es como una roca con la falsa teología modernista que se deshace como la espuma, algo tan inestable como falso.
El teólogo jesuita francés Henri Bouillard, en 1941 realizó su doctorado en la Gregoriana bajo la dirección de Charles Boyer, y en ese mismo año se unió a la facultad de teología en Fourvière, cerca de Lyon, junto a Henri de Lubac. Su doctorado fue publicado en 1944 con el titulo de “Conversion et grâce chez S. Thomas d'Aquin. Etude historique”. Este fue el primer volumen de la prestigiosa colección "Teología" de ediciones Aubier, de la cual Bouillard fue cofundador junto con V. Fontoynont y H. de Lubac que fue su primer secretario. Cuando en 1946 fue publicada Surnaturel de Lubac, el libro de Bouillard se convirtió en parte de un debate más general sobre la posición de los teólogos de Fourvière. En ese debate en el que intervinieron como críticos los dominicos Garrigou Lagrange y Labourdette se caracterizo el concepto de nueva teología. En 1950, Bouillard fue removido de su puesto de profesor en Fourvière debido a sus conexiones la aludida “nouvelle théologie”.
Una de las metas de este libro era cuestionar el neo-tomismo. El subtítulo del libro es muy indicativo, pues pretende hacer teología histórica, en la que se manifiesten el carácter relativo, según las épocas, de los conceptos teológicos. Se plantea el problema del valor permanente de las formulaciones teológicas y magisteriales, en función de la evolución de los planteamientos filosóficos subyacentes. Así, por ejemplo, la afirmación del autor en la que declara reformable la definición de Trento sobre la gracia, por usar conceptos aristotélicos que considera hoy superados, sin más explicaciones.
El P. Bouillard enseña que el Concilio de Trento no hizo definitivo e inmutable la descripción de la gracia santificante como una causa formal. Sostiene que “ciertamente no fue la intención del Concilio canonizar la noción aristotélica, ni siquiera un concepto teológico concebido bajo la influencia de Aristóteles”. A fin de poder contradecir la enseñanza herética de su tiempo, empleó las nociones que eran comunes en la teología de aquel entonces y afirma que otras nociones pueden ser sustituidas por estos conceptos sin modificar el sentido de la enseñanza del Concilio.
Por otra parte, la obra refleja una actitud algo ambigua sobre las relaciones entre el orden natural y sobrenatural: bastantes textos admiten una doble lectura; parece entenderse que en la naturaleza existe una ordenación casi necesaria a lo sobrenatural, o que niega la posibilidad del estado de naturaleza pura.
Bouillard en definitiva, fue uno de esos autores que en un principio podrían aparentar, alla por los años 40, una cierta ortodoxia, con un cierto disfraz escolástico, pero que en realidad erosionaba la teología catolica, sobre todo en el tema de la gracia y de la causalidad en los sacramentos. Participó en ese largo plan de desontologización del cristianismo para convertirlo en una religión confusa e indefensa de sus fortalezas teologicas. Para ello se sirvió de la caricatura de que la Iglesia se valió de un filósofo pagano como Aristoteles, para definir muchos de sus conceptos.
Pero esto no es cierto, porque como dice Santiago Ramirez en su opúsculo sobre la Nueva Teologia, la Iglesia se sirvió siempre del sentido común, del que Aristóteles está lleno en muchas de sus enseñanzas y que descubrió una serie de categorías filosóficas que están mas allá de toda cultura y época.
Esas categorías que desechaba Bouillard son tan necesarias hoy como hace siglos, porque expresan una racionalidad validas por siempre y que son mucho más válidos que el oscurísimo lenguaje que utilizan los modernistas para supuestamente adaptar el lenguaje teológico al hombre de hoy.
Bouillard a medida que fueron transcurriendo los años se fue destapando como el auténtico hereje que era poniendo de manifiesto su sintonía con Blondel y Barth, que eran sus fuentes teologicas reales.
Muy bueno. Y esencial.
Ésa es la verdadera relación entre Fiolosofía y Fe: la relación es posible no porque la Filosofía se pueda usar como herramienta, sino porque contiene una verdad que es esencialmente verdad. Y de esa concordancia en la verdad se deriva que haya sistemas filosóficos más adecuados para expresar la Fe, simplemente porque son más verdaderos.
Bien, pues esta noción tan esencial de verdad hay muchos, incluso algunos que se consideran fieles e intelectuales, que no entienden. Basta pasearse por los comentarios de esta web.
Con respecto a la Predestinación no se puede afirmar nada sin riesgo, pues su misma formulación es misteriosísima, oscura. Para muestra un botón: definición del catecismo actual.
La predestinación va en contra de la esperanza.
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A.G.:
La predestinación no sólo no va contra la esperanza sino que la potencia. Es un consuelo saber que salvarse no depende principalmente del hombre. Es un consuelo saber que la gracia es eficaz. Es un consuelo guiarse por la brújula de los signos de predestinación. Es un consuelo saber que la oración ayuda eficazmente.
Dios nos ha concedido conocer en cierta medida el misterio de la predestinación. Puede Ud. consultarlo, por ejemplo, en los decretos de los concilios, en la predicación de los santos, en la liturgia, o en la Suma Teólogica. Todas estas enseñanzas verdaderas no son fortuitas sino providenciales.
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