(374) A vueltas con los valores
Comentario 1:
«En estas consideraciones ha de hablarse de algo que nos afecta a todos, a cada cual a su manera: esto es, de la virtud. Probablemente esta palabra empieza por sonarnos como algo extraño e incluso antipático: fácilmente suena a anticuada y a “moralizadora”» […] «Scheler aludió a la transformación que han experimentado en el curso de la historia la palabra y el concepto “virtud”, hasta tomar el penoso carácter que todavía revisten»[1].
«Si nuestro lenguaje tuviera otra palabra [que no fuera “virtud”]», la usaríamos. Pero no tiene más que ésta, de modo que, desde el principio, hemos de ponernos de acuerdo en que significa algo vivo y hermoso»[2].
1.1.- Virtud, palabra poco actual.— A los personalistas en general no les gusta demasiado la palabra “virtud”. El vocablo y el concepto les parece antipático. Durante los últimos decenios, virtud ha sido palabra malsonante, un tabú. Un atavismo de la “era constantiniana”, un escolasticismo.
Los males de la sociedad actual, se dice, son la falta de valores, no la falta de virtud. Las escuelas católicas educan en valores inspirados en el humanismo cristiano, pero no en la virtud, palabra demasiado grave, demasiado venerable, demasiado moral, demasiado confesional. Y porque la virtud de unos implica el vicio de otros, demasiado poco igualitaria. A la sociedad, para que sea democrática, se le pide que tenga valores, pero no virtud.
1.2.- Valor, palabra “actualísima".— La escuela personalista en general, aunque no niega el concepto de virtud, prefiere el término “valor”, o mejor en plural, “valores”, que aprendió de Scheler. Es un concepto espiritualista e inconcreto que vale para todo, incluso para el neopaganismo ecológico, las religiones adámicas, el liberalismo o la teologia de la liberación. En todo se pueden encontrar valores humanos. Como denunciaba el maestro Rafael Gambra, gran parte del pensamiento católico actual «ni siquiera […] se atreve a pedir una educación religiosa, católica, sino una educación “en valores”»[3].
1.3.- Virtud, palabra poco fenomenológica.— El personalismo, en cierto modo, es una axiología, una teoría hipostasiante de las valoraciones subjetivas, una especie de idealismo platonizante, como en Rahner o von Balthasar, cuyo misteriosismo y sinfonismo sustancia los valores y “desustancia” la virtud, subjetivizándola. El rechazo prejuicioso de Aristóteles pasa factura. Dado que el objetivo de la fenomenología católica es actualizar el catolicismo introduciendo en él las novedades de la filosofía moderna, es lógico que no sintonice del todo con lo antiguo. La terminología potente y guerrera de la romanitas, heredada por la escolástica, se presta poco a la experiencia espiritualista, más amable, “abierta” y humanitaria.
Es lógico, por eso, que la escuela personalista ponga entre paréntesis[4] el acervo heredado, o lo minimice; es lógico que opere en la forma mentis católica una moderación semántica de los vocablos. Con toda justeza aseguraba Don Ramiro de Maeztu, que «la filosofía de los valores, que ahora prevalece, viene a ser una forma eufemística de la teología»[5]. ¿No será que el término valor es el eufemismo del término virtud?
[1] Romano GUARDINI, Una ética para nuestro tiempo, Editorial Lumen, Buenos Aires, República Argentina, 1994, pág. 15.
[2] Ibid., pág. 16.
[3] Rafael GAMBRA, A vueltas con los “valores”, Verbo, núm. 369-370 (1998), Pág. 835-840.
[4] Es decir, que se someta al método fenomenólogico.
[5] Ramiro DE MAEZTU, Defensa de la Hispanidad, Rialp, Madrid, 2000, pág. 157.
Comentarios católicos, 1: A vueltas con los valores
27 comentarios
Podría poner algún ejemplo?
"como en von Balthasar, que sustancia los valores y desustancia la virtud, subjetivizándola".
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A.G.:
Ocurre en general con el personalismo, que desustancia a la persona, porque no le gusta el concepto de naturaleza, ser, sustancia, accidente, etc., prefiere otro tipo de nociones menos metafísicas.El misteriosismo de von Balthsar desustancia las virtudes, porque las deja sin contenido objetivo formulable, las desliga, imagino que sin pretenderlo, pero las desliga del orden del ser, que parece inaccesible.
El ejemplo más claro, en von Balthasar, es la virtud de la fe, cuya función, que es responder a la revelación con el entendimiento, queda un tanto vacía, puesto que es sustituida por el amor, que responde con la voluntad, lo cual conduce al subjetivismo.
También en la estética teológica el valor de la belleza precede al ser. Ocurre en general en la escuela personalista, por su concepto sinfónico y plural de la verdad, y sobre todo porque en sus principios hermenéuticos la acción precede al ser, y la experiencia del valor (por ej. la belleza) sustituye al conocimiento del bien, y la vivencia subjetiva se impone al acto del entendimiento.
En general, al sobrevalorar la experiencia y minusvalorar la intuición intelectual y el conocimiento abstractivo, como sobre todo hace Rahner; y al envolver los contenidos objetivos de la Revelación en el velo del misteriosismo, como hace von Balthasar, el peligro del subjetivismo (y del alejamiento del orden del ser, que es el que sustenta la virtud) es grande.
Se hablará de ello en próximos posts.
Yo no temo en hablar claro, a que temen estos entonces.
A veces le sigo a usted como quien se sujeta por fuera a un coche en marcha, no vea usted que difícil es pero es culpa mía por tener pocas luces.
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A.G.:
Pienso que es, simplemente, un error de perspectiva: el querer actualizar el catolicismo con las novedades de la filosofía moderna, para entrar en sintonía y abrirse al mundo.
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A.G.:
Por eso el infierno vacío es la conclusión lógica. Gracias por el comentario, muy buena observación.
Imagino la carcajada de muchos: tan enorme mi simpleza al recordar nuestra caída; hay hoy en día tantas ciencias que nos ilustran y que explican las carencias de las viejas creencias. Mal hará quien se ría, y se engaña quien quiere que le ilustre la última novedad de la estupidez humana. ¿Entonces, quién entiende, quién se engaña? ¿están las verdades para ser definidas por los que las ignoran? Creo que San Agustín nos lo aclara magistralmente.
"Quien entiende una cosa de manera distinta a como es, se engaña, y todo el que se engaña no entiende aquello en que se engaña. En consecuencia, todo el que entiende una cosa de manera distinta a como ella es, no la entiende. Luego una cosa no puede ser entendida sino como ella es. Nosotros entendemos una cosa así como ella es, del mismo modo que no es entender nada eso mismo que se entiende no así como ella es. Por lo cual, no hay duda alguna de que hay una perfecta comprensión que no puede ser mayor, y por eso que no progresa indefinidamente lo que se entiende que es cada cosa, ni que uno pueda entenderla más que otro." [Ochenta y tres cuestiones diversas. Cuestión 32]
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A.G.:
En realidad, lo principal que se pierde con el pecado original es el orden sobrenatural. Herido por el pecado, deterioradas sus fuerzas, hecho inmundo e hijo de la ira, el hombre, no obstante, no pierde su albedrío ni su razón, que quedan enfermas pero no destruidas. Por tanto, aún es posible la virtud natural, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, auxiliadas por mociones creaturales. El hombre caído puede realizar algunos actos honestos y virtuosos naturales sin la gracia de Dios, la virtud no se volvió imposible.
Pero dado el estado de su naturaleza deteriorada, la gracia era necesaria para cumplir íntegramente los mandamientos divinos, para sanar la razón y las potencias del alma, para recuperar la amistad con Dios.
Esto de los valores y las virtudes me llevan a esa conversación. Nos estamos despojando de las segundas y asumiendo los primeros.
Debemos ir a la definición de virtud y a la de valor.
Creo que la virtud va contigo. Te levantas, te acuestas con ella. Es una disposición para el bien como dice la RAE. Los valores son los trajes del armario. Los que te pones y te quitas. Los que pasan de moda o están de actualidad. Los que aceptamos o no según las conveniencias. Subjetivismo ytb adecuación a las circunstancias personales o del tiempo en que vives.
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A.G.:
Las virtudes van con la persona, en efecto, Soledad, son cualidades adquiridas o incluso infusas, también teologales. Se pueden perder, pero para conservarlas y aumentarlas está la gracia de Dios.
Y oportuno, en esta sociedad que se vuelve "líquida", amorfa, desestructurada, al haberse derrumbado los paradigmas de las virtudes que la mantenían en pie.
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A.G.:
Gracias Ricardo. Es como dices. La sustitución de las virtudes (que cualifican a la persona con el orden del ser) por los valores (que no pasan de ser cosificaciones de opiniones subjetivas) es parte de ese programa de liquidación de la Cristiandad en que el pensamiento moderno lleva mucho, mucho tiempo implicado. Y que este (des)orden nihilista sea introducido en la mente católica es un desastre mayúsculo. Se empieza apostando por la persona, en plan pelagiano, y se acaba apostando por la nada, en plan nihilista.
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A.G.:
Gracias Javier. Me alegro de que cale. En realidad, la oposición virtud/valores es figura de la oposición ser/devenir. Es el gran combate. Los valores son las ideas del nihilismo, una platonización del nihilismo. No me cabe duda, cada día lo tengo más claro.
En este caso la palabra "café" goza de un prestigio que conviene mantener aunque no se pueda encontrar.
En el caso de la virtud ha pasado lo contrario: ha sido sustituida de raíz de manera que el sucedáneo (valor) aparezca como un producto nuevo que haga olvidar al anterior aunque con la pretensión de que sea lo mismo. Podría no haber valores pero se han visto obligados a inventarlos porque necesitan una palabra a la hora de convencer a la gente para que ayude a otros-solidaridad-de que no se provoquen altercados-tolerancia-de que no se menosprecie a otros-igualdad-y así sucesivamente.
Las virtudes tienen un fin que es el bien; los valores tienen otro distinto que es la mera convivencia en cualquier sociedad por desquiciada que ésta esté y, cuanto más lo esté, más apelarán a ellos.
Lo que Soledad dice que comentó esa señora se oye continuamente y ¿cómo se combate eso? con la tolerancia, es decir consiguiendo que la señora vea esas conductas como normales.
La palabra valor no ha generado adjetivo que defina al que lo tiene, la palabra virtud tiene un adjetivo que, estando en desuso, todavía aparece en el diccionario: virtuoso. Escuetamente se decía: "es un hombre virtuoso" pero aquél adornado por los valores en alza no puede ser definido a no ser por una paráfrasis que no dice nada: "es un hombre con muchos valores". Lo primero es entendido por todos, lo segundo no porque las virtudes están perfectamente definidas y son reconocibles y los valores son meras abstracciones.
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A.G.:
Gracias Palas Atenea por tan buen comentario. La palabra valor, en efecto, no ha generado adjetivo, porque es una palabra trampa, una sustantivación de ideas, de valoraciones, que vale para todo y por tanto para nada. Es un eufemismo de la virtud. Las virtudes, ciertamente, tienen un fin, que es el bien, en definitiva, el ser. Por tanto, si se sustituye el bien (el ser) por el valor (la mente) el resultado es la desustanciación de la virtud. O sa, el nihilismo. No olvidemos que fue Friedrich Nietzsche el que puso de moda la teoría de los valores.
El dichoso "valor" de la tolerancia impide dar ejemplo porque hagas lo que hagas todo es lo mismo y es valorado de la misma manera. Procuro ser prudente, justa, fuerte y templada (las cuatro virtudes cardinales) pero no tengo la más mínima esperanza de que se dé cuenta. De las teologales ya ni hablo. Es muy triste.
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A.G.:
Palas Atenea describe muy bien el ambiente espiritual en que se mueve la juventud, ambiente de indefinición y de vaguedad moral. Es lógico, teniendo en cuanta que la familia es sociedad imperfecta y necesita de la sociedad, de las leyes, de las instituciones, para alcanzar sus fines educativos. Y si, desde arriba, se desordena moralmente a las nuevas generaciones, los resultados son catastróficos. Porque unos padres de familia no pueden suplir la pedagogía de las leyes y la traditio, que es un fenómeno social, y no individual, por más que quiera el personalismo.
El padre Ricardo Aldana Valenzuela es un gran conocedor de lo obra de von Balthasar, y en su breve estudio "LA ESTÉTICA TEOLÓGICA DE HANS URS VON BALHTASAR", dice lo siguiente
"Según la tradición metafísica, la apertura del espíritu al ser, es apertura a la belleza, a la bondad y a la verdad, que está en las cosas y que remiten a un misterio más grande que ellas... Más teóricamente expresado: «Las propiedades trascendentales del ser no pueden ser separadas entre sí, sino que se compenetran y co-determinan mutuamente; de ningún modo el hombre antiguo habría pensado
el trascendental bello contra el trascendental verdadero y el trascendental bueno..."
"El punto de vista que hace a Balthasar comenzar con la belleza, es que nuestra época se ha vuelto ciega a la belleza como propiedad trascendental del ser, de modo que ha quedado separada del bien y de la verdad, con la consecuente pérdida de importancia de la contemplación y de la sensibilidad y la percepción. Pero hay un motivo más para partir de la belleza: la Revelación de Dios, pues Dios ha aparecido, Dios se ha hecho manifiesto, no ha enviado desde el cielo un código de verdades sino que Él mismo se ha hecho presente (prae-esse, estar delante de). «Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14). Ver la gloria del Verbo encarnado permite recibir la gracia como bondad divina y reconocer la verdad eterna de Dios".
"El término central de la Estética teológica no es “belleza”, sino “gloria”, como se puede ya ver. La palabra Herrlichkeit, gloria, usada para decir “belleza teológica de la Revelación”, traduce en la intención de Balthasar la expresión bíblica kabod, dóxa (claritas o gloria en latín) e indica directamente la majestad de Dios que se ha hecho visible al hombre. No basta decir belleza, porque Dios no es un caso más entre las entidades bellas, tal como podemos concebirlas a partir del mundo. No es Dios, por tanto, el caso excelso del ser y de lo bello; nuestro concepto de ser no
incluye a Dios –santo Tomás–, sino que lo alcanza desde fuera, como el Sobre-Ser (así, Dionisio Areopagita y, con él, santo Tomás). La distancia entre el ser de Dios –Ipsum Esse Subsistens– y el ser creado, que no puede ser cubierta por un género común a ambos, como puede sugerir la “logicización del ser” (F. Ulrich), es la que cubre soberanamente la Revelación de Dios, sin cancelarla: el Ser de Dios aparece en el ámbito de los entes como uno más, por la Encarnación del Verbo. El espacio
infinitamente abierto de la trascendencia de la belleza del ser creado es ocupado por la gloria de Dios, como belleza increada, inconcebible, impredecible, más desemejante que semejante a la belleza creada".
CONCLUSIÓN:
La Teología de von Balthasar no se basa en una iluminación subjetivista de la conciencia, sino en una atención abierta de la misma al misterio de Dios manifestado en la Encarnación de su Hijo.
Para ayudar a entender el papel de esta fecunda "Anamnesis" nada mejor que las siguientes palabras de San Basilio: "El amor de Dios no depende de una disciplina impuesta desde fuera, sino que está constitutivamente inscrito en nosotros como capacidad y necesidad de nuestra naturaleza racional". "Hemos recibido interiormente una originaria capacidad y prontitud para cumplir todos los mandamientos divinos...Estos no son algo que se nos impone desde fuera".
Finalmente: Si quitamos a la Teología el Trascendental de la Belleza, la Teología se seca, corre el riesgo de caer en un racionalismo carente de vida.
No conviene olvidar las siguientes palabras de Nicolás Gómez Dávila:
EN EL SENO DE LA IGLESIA ACTUAL, SON "INTEGRISTAS" LOS QUE NO HAN ENTENDIDO QUE EL CRISTIANISMO NECESITA UNA NUEVA TEOLOGÍA, Y "PROGRESISTAS" LOS QUE NO HAN ENTENDIDO QUE LA NUEVA TEOLOGÍA TIENE QUE SER CRISTIANA".
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A.G.:
Andrés, prefiero no cite en mayúsculas, y menos aún si pretende algún tipo de alusión al autor de este blog, que espero que no.
No se deje deslumbrar por el uso de la palabra transcendental, porque en el personalismo hace referencia a Kant, su uso tiene más que ver con el proyecto idealista de Husserl, y el metafísico de Heidegger, que con la filosofía aristotélico tomista.
La estética teológica pretende ser una alternativa al conocimiento argumentativo, un modo superior de conocimiento basado en la experiencia y en la sensibilidad, y no es que niegue el ser, sino que lo pone en un lugar que no es el suyo. De hecho, se propone la via pulchritudinis como una forma superior de apologética, lo cual es señal de que la inteligencia del orden del ser (y de la gracia) se considera inferior a la experiencia del mismo mediante los valores estéticos subjetivos.
El misteriosismo de von Balthasar consiste, precisamente, en su anti-intelectualismo,que le lleva a sobredimensionar lo misterioso, y con ello, el orden del ser queda afectado, porque el acceso a él no se realiza mediante la inteligencia sino mediante la vivencia.
Pero para evitar mal entendidos no lo volveré a hacer.
Un cordial saludo
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A. G.:
Gracias Andrés. Recibe otro cordial saludo.
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A.G.:
Exactamente, el cristianismo habla de virtudes, y también la antigua sabiduría, la Veterum sapientia, habla de ellas, en lo que tienen de morales, de adquiridas: prudencia, justicia, fortaleza, templanza.
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A.G.:
El libro de Pieper es bueno, es un ensayo, en ciertos pasajes personal, pero es interesante y recto, aunque a mi gusto demasiado ensayista. Lo que ocurre es que para formarse sólidamente es preferible una obra sistemática y absolutamente clásica, como Teología de la perfección cristiana de Royo Marín, que es perfecta. Estudia cada virtud, moral, teologal e infusa, en relación con los dones del Espíritu Santo, y en el contexto de la doctrina católica.
Lo ha dicho Stanislaw Grygiel en una entrevista al calor del escándalo que la Universidad Pontificia de Letrán nos entrega estos días de verano. Me parece que de una manera elegante Grygiel ofrece una buena definición de lo que significan esos valores que quieren sustituir a las virtudes, no son mas que estupideces hinchadas de vanagloria humana.
Entre toda esta confusión resuenan unas palabras de nuestro Salvador, Jesucristo crucificado, están en Lucas 18 8, "Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?"
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A.G.:
Más que estupideces, responden a un plan estructurado y concreto, el de la Modernidad. Forman parte del proyecto de "liberación" del hombre de la ley divina, del endiosamiento de la libertad desligada del orden del ser. Forman parte del ethos de 1789.
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A.G.:
Me temo que no, que no es así. La gracia sobrenatural no es necesaria para toda obra buena. Hay obras buenas naturales que no necesitan de la gracia, basta una moción creatural, el concurso general de Dios, para realizarlas.
No se deje deslumbrar por el uso de la palabra transcendental,
porque en el personalismo hace referencia a Kant, su uso tiene
más que ver con el proyecto idealista de Husserl, y el metafísico de
Heidegger, que con la filosofía aristotélico tomista.
En el caso de Balthasar no es así, según el padre Ricardo Aldana:
"Balthasar usa entonces una palabra de cuño kantiano, “Estética”, para
referirse a un aspecto de la metafísica antigua; así, en la expresión “Estética trascendental”, el adjetivo tiene el sentido antiguo de los trascendentales del ser –no el sentido kantiano de la fundamentación en el sujeto de un conocimiento de validez universal– como aspecto de la metafísica del ser. Este aspecto ha sido olvidado en la enseñanza escolástica católica, de modo que a la enseñanza de la metafísica se suele añadir, como ciencia aparte, una Estética en el sentido kantiano, es decir, un estudio de las condiciones de posibilidad y el alcance de la percepción de lo bello, que ya no coincide con todo el ámbito del ser, sino que es sólo ese ámbito que cae bajo las categorías de la sensibilidad del sujeto cognoscente".
CONCLUSIÓN:
La via pulchritudinis se conecta con la tradición católica por medio de la Anamnesis", este término sirve para dar cuenta del hecho de que ha sido infundido en nosotros algo semejante a una originaria memoria del bien, de lo bello y de lo verdadero (como realidades coincidentes). Como bien explica Ratzinger: "Esta ananmensis del origen, que deriva del hecho de que nuestro ser está constituido a semejanza de Dios, no es un saber ya articulado conceptualmente, un cofre de contenidos que están esperando sólo que los saquen".
San Agustín pone bastante luz en esto: "En nuestros juicios no sería posible decir que una cosa es mejor que otra si no tuviéramos impreso dentro de nosotros un conocimiento fundamental del bien"
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A.G.:
En Balthasar lo misterioso y lo nouménico kantiano se terminan identificando, debido al misteriosismo epistemológico del autor. Por eso, lo transcendente, en Balthasar, aunque pretenda superar el kantismo, no lo supera, porque se mueve en la órbita del "sinfonismo epistemológico", el platonismo idealista, la primacía de la experiencia y la voluntad sobre la intuición intelectual y el entendimiento, etc., nociones comunes a la escuela personalista que proceden de Kant, Hegel, y la filosofía moderna en general, sobre todo en ese intento de superación del kantismo que, sin éxito, intentaron los existencialistas y los fenomenólogos. Le pasa algo similar a Husserl, que pretende un concepto propio de lo transcendental, pero no consigue salir de la órbita kantiana. También, Andrés, hay que tener en cuenta que muy a menudo los personalistas cuando hablan de lo transcendental se refieren a lo sobrenatural, y en esto se nota la huella de Hegel y del existencialismo, también de la filosofía de la acción.
Es más, la estética teològica se basa en la experiencia subjetiva y no en el conocimiento racional, porque apunta no al ser sino a la vivencia del valor. Por eso es presentada como alternativa a la apologética.¡! No sería presentada como alternativa superior a la apologética si no fuera considerada una forma superior de conocimiento alternativo a la razón teológica. En esto es decididamente moderna, y kantiana, porque los objetivos del kantismo estético son los mismos. Dado que la metafísica es imposible, se pretende accede a una forma superior de conocimiento del misterio, del noúmeno, y esa forma es el arte.
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A.G.:
El libro de Pieper es bueno. Pero, jeje, no puedo poner enlaces de descarga.
Muchas gracias y un saludo
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A.G.:
Pues pienso que a San Agustín se le puede interpretar en clave platónica: conocer es recordar. El concepto de anamnesis, aunque tendría que reflexionarlo, porque no lo he estudiado en profundidad, me parece que forma parte de la teología litúrgica, que adopta algunas ideas que empezaron en von Balthasar y Guardini. No domino este tema, pero me da esa impresión. Es un concepto que ha cobrado importancia en la teología del misterio pascual. Recuerdo, por ejemplo, la relevancia que le dan teólogos como Jean Corbon. Y me parece que lo usan en un sentido platónico que habría que estudiar. En la liturgia, según esta teología de la anamnesis, la Iglesia recuerda los eventos salvíficos, es memorial de la obra realizada por Cristo. No sé si está de acuerdo conmigo, o cómo lo interpreta Ud., Andrés, pero es la impresión que me da. Un saludo cordial.
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A.G.:
Gracias Adriana.
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A.G.:
Buena matización. Es hermoso eso de re-cordar, volver a traer al corazón. Me parece apropiado para la oración, incluso para la historia, para la literatura o el arte, para la liturgia no tanto, ni para el conocimiento intelectual. Pero es una buena expresión para definir una parte de la función de la memoria, potencia del alma tan devaluada hoy en día.
Así que los llamados valores que se utilizan hoy en día son bifrontes, como Jano, una cara mira al bien y otra al mal. Las virtudes, en cambio, siempre tienen como finalidad el bien.
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A.G.:
Sí que son bifrontes, como los derechos subjetivos, tienen un elementos bueno y otro malo.
Ahora, amigos, se acorrala al testimonio de Juan, el que dio testimonio de quien trajo la gracia y la verdad, de quien ha dado a conocer a los hombres a Dios revelado, de Jesucristo.
Termino contándoles confidencialmente que no creo que las heterodoxias de Balthasar tengan peligro, no he conocido párroco alguno que haya leído un solo folio de él, otra cosa son panfletos como el de Pagola, ahí está el peligro, el escándalo.
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A.G.:
Hay que distinguir. El personalismo pretende ortodoxia, a menudo sinceramente, y aquí está el problema. No tiene proposiciones heterodoxas y errores explícitamente formulados, al menos no claramente, sino más bien ambiguas, confusas, difusas, y este desenfoque es el que aleja de la sana doctrina y confunde tanto.
Si negamos a Cristo él nos negará.
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