(308) Principios y contraprincipios de sana política católica
1ª.- El derecho natural no es opinable.
2ª.- No hay que exponer a la sociedad a las mutaciones ideológicas del positivismo jurídico. Hay que garantizar que, respecto al bien común, la vida social repose sobre principios estables.
3ª.- La tradición política hispánica incide, especialísimamente, en una renovación del derecho penal clásico en sus fundamentos antropológicos y teológicos, también para el derecho eclesiástico.
Por ejemplo, para evitar que la autoridad desista de su potestad.
Para que el derecho canónico y su teología moral consiguiente se libere de la influencia del derecho administrativo moderno (dejando de denominar, por ejemplo, “situación irregular” al adulterio).
4ª.- El constitucionalismo es hoy, ante todo, el sistema de la democracia cristiana. Por eso la secularización promovida por el constitucionalismo es la secularización promovida por la democracia cristiana.
5ª.- La democracia cristiana constitucionalista contiene actualmente un principio liberal de tercer grado. La idea de un estado católico resulta, por eso, en su perspectiva, un antivalor.
6ª.- El constitucionalismo es personalista, porque fundamenta la defensa del ciudadano en la distinción individuo/persona. Suprime la noción de dignidad moral, sobredimensiona el concepto de dignidad ontológica, hace innecesaria la realeza del bien común.
y 7ª.- Con la imposición del tercer grado de liberalismo en el derecho público, se difunde la secularización y el indiferentismo, se desactivan el derecho natural y penal, y desaparece el derecho público cristiano. Las leyes civiles dejan entonces de estar sustentadas en la ley natural y divina. El orden de la gracia, en consecuencia, queda desligado de la vida social, con lo que se apuntala la secularización.
Que la unidad católica pueda parecer más o menos imposible, hoy día, ni merma el esplendor de la doctrina clásica, ni mengua el poder de Dios Todopoderoso. La tradición política hispánica entiende que no es lícito en la vida política apartarse de los preceptos de Dios y legislar sin tenerlos en cuenta para nada. Y de esta tesis hace su bandera. Como apunta con lucidez Caturelli:
«Pero estas imposibilidades o dificultades para nada alteran la doctrina. Es eternamente verdadero que el error no tiene derecho alguno, aun en un Estado como la China actual; será entonces menester la tolerancia del error en virtud del bien mayor de la Iglesia y de las almas (en hipótesis) sin que esto cambie la esencia de la doctrina; por ejemplo, deberá tolerarse el «pluralismo» de opiniones (subjetivamente sinceras, sostenidas por personas concretas que debemos amar en Cristo) pero mantener sin desmayos la verdad objetiva de la doctrina católica.» (Alberto CATURELLI, Liberalismo y apostasía, Gratis Date, Pamplona 2008, p.13)
(305) Séptimas morales y políticas, I: cosas que hacen falta
(306) Séptimas morales y políticas, II: Asaltar la Bastilla
(308) Séptimas morales y políticas, III: Principios y contraprincipios de sana política católica
4 comentarios
Si tuviéramos que esperar a que se dieran de nuevo las condiciones para que la sana doctrina tradicional católica sobre el Reinado Social de Cristo fuera aceptada por una mayoría, no lo haríamos probablemente nunca. Ni nuestros hijos. Ni nuestros nietos.
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A.G.:
Toca iluminar las tinieblas. Estamos en esto, en dar doctrina. Que ya es mucho. Lo demás, Luis Fernando, es imprevisible.
El problema es que se ha confundido algo prudencial ("ahora no podemos ir directamente de A a D, y hemos de pasar por B y C") con algo doctrinal ("ya no queremos ir a D").
Cogimos la bicicleta para ir a Santiago de Compostela, en vez del tren, y de repenta alguien decidió que lo importante no era ir a Santiago, sino conservar, preservar y cuidar la bicicleta. Ahora estamos dando vueltas en la bicicleta, sin saber muy bien a dónde vamos ni para qué emprendimos el viaje, aunque la bicicleta se cae de puro vieja.
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A.G.:
Gracias apreciado Luis I. Amorós.
Bien lo dices, respecto a la doctrina política tradicional, dando en la clave del asunto:
El problema es que se ha confundido algo prudencial ("ahora no podemos ir directamente de A a D, y hemos de pasar por B y C") con algo doctrinal ("ya no queremos ir a D").
Bien/mal se confunden e incluso se invierten. Hay en el pensamiento de hoy una esquizofrenia, en la que percibimos el mundo al revés.
Hace años empezaron los primeros síntomas de una actividad política y social con un sesgo desviado. Las cosas (acontecimientos, ideas, leyes...) no cuadraban. Ahora estamos en la lanzadera del disparate.
Se aborta, se promueve la eutanasia y se prohíbe el tabaco o las limitaciones de velocidad parecen dogmas.
Se lucha por un embrión de lince y se desechan embriones humanos.
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