(179) Entrevista al P. Gabriel Vetusto
—Hijo mío, ya va siendo hora me hagas una entrevista, ¿no te parece?
—Por supuesto, Padre.
—Es que me tienen que oir. Y ya estabas tardando mucho en proponérmelo.
—Es que… —intentar justificarme ante el Padre Gabriel es cosa inútil— no tengo excusa, Padre.
—Así me gusta, que seas humilde. Ahora, hale, comienza.
—Don Gabriel, tengo entendido que ud de chico era mariscaor.
—¿Cómo? ¡Y eso a quién puede importarle! Mal empezamos.
—Bueno, y sobre qué quiere que le pregunte.
—Pregunta sobre lo que quieras, claro, no quiero coartarte.
—Ejem, bueno, a ver, ¿cuándo surgió en ud la vocación sacerdotal?
—Ah bueno, eso, pues desde siempre, hijo, desde siempre. Yo era mariscaor, mariscaba con mi padre. Él acostumbraba rezaba algo, casi siempre el Santo Rosario, antes de salir a pescar en la barca de trasmallo, o a lanzar la red de acedía, cuando había vendaval. Sobre todo rezaba cuando soplaba levante, que decía venía del cielo, a barré el pecado. Y me decía: “los buenos sacerdotes son como el levante, llegan a un sitio y no paran de soplar hasta que el mal salió volando. Porque en verdá no soplan ellos, sino el Todopoderoso.”
Mi buen padre tuvo claro que el mundo es mal teatro, y que ante sus falacias sólo cabe una estrategia: ser partisano de la gracia. Y así nació esta expresión, que yo aplico a la lucha contra el ejército modernista, a mi vocación sacerdotal, al heroico oficio de ser santo en esta época.
—Tengo entendido que tuvo ud problemas en el seminario de Vitruvia.
—Ah, sí, bueno, me peleaba con todo el mundo, jeje. Uno de mis profesores, que era todo un personaje, (un fenomenólogo cristiano, se apellidaba), escribió un librejo sobre la doctrina del conocimiento en Santo Tomás que se titulaba: Nihil Scitur, y yo le dije un día: “Padre Eudemo, ¿cómo es que ha escrito ud un libro sobre el Aquinate, que se intitula «Que no se sabe nada?» ¿No es eso, aparte de especialmente antitomista, una completa memez?” Pero no le sentó bien, y me suspendió metafísica.
—¿No le agrada a ud el humanismo, tipo Maritain?
—Me gusta más mariscar, jeje. No, no me gusta, hijo. Es un trampantojo de tomismo, una mala ensalada de antropocentrismo y teocentrismo malamente aliñados, que no conciertan ni de broma; pero sobre todo, un buñuelo personalista. ¿Cómo vamos a ser teocéntricos, sin ser cristocéntricos primero, y poniendo al hombre en el centro pero como si no lo hiciéramos, y asegurando que no lo hacemos? ¿A qué estamos jugando? Nadie confiesa a Cristo sin confesarlo.
Mas, pregúntome, hijo mío, ¿acaso el fin último del hombre es ser feliz en este valle de lágrimas? ¿No es, más bien, por la gracia, la visión beatífica en el cielo? Y una vez sabido de este fin, no se convierte en fin primero y absorbente, hasta el martirio si se precisare? ¿No existe un orden creado, que es inmutable y no reducible a felicidad, sino a fidelidad? ¿Eh? Pregúntote, Alonsillo. ¿Eh? ¿Eh?
—Tranquilo, Padre, que yo no soy fenomenólogo ni aficionado de Buber ni Levinas ni Marcel…¡yo soy tomista!
—Ah vale, muy bien, te vas a librar entonces.
—Continuando con el tema de su formación en el seminario, creo recordar me comentó ud en una ocasión cuánto le había impresionado la personalidad del P. Igneo?
—Oh sí, fue un gran santazo. Tenía un celo por la salvación de las almas inaudito, el más grande que he visto. No callaba nunca a Cristo, siempre andaba atricionando las almas con el peligro del infierno, buscando recodos en los corazones, para que entrara la gracia con quebranto; siempre hablaba de la eficacia de la gracia y de la fealdad del pecado. Basaba sus homilías, ante todo, en el estado de gracia, y en la necesidad de nunca perderlo, por nada del mundo. Y si se perdiere, la urgencia sobrenatural de recuperarlo rápido, por confesión.
—¿Qué otros sacerdotes le dejaron huella?
—Huella buena, algunos. Pero huella mala, es decir, mala impresión, más de algunos, y entre otros el inefable Padre Castañoso S.I. Quiso ponernos una vez a hacer budismos y meditaciones raras, de esas que invocan no sé qué corrientes de energía sulfurosa, y yo le dije que nanai, que yo no adoraba demonios, ni me había de poner a remirarme no sé que punto misterioso a cuatro centímetros del ombligo. Si el bendito San Ignacio de Loyola hubiera levantado la cabeza, le daba algo.
Pero deje esto de mis estudios en el seminario, y pregúnteme cuál es para mí la más urgente tarea de la Iglesia, en el momento presente.
—¿Cuál es para ud la más urgente de la Iglesia, en el momento presente?
—¡Ah, hijo mío, me alegra mucho que me preguntes tal cosa! Pues verás, con mucho gusto te la respondo. En mi opinión, lo más urgente es tener buenos pastores. Y le digo qué entiendo yo, en mi mismidad, por buenos pastores.
—Sí, dígamelo, por favor, que es tema de importancia
—Sin duda, Alonsillo, es el EL TEMA más importante. Pues mira, hijo, qué cosa más fácil: buen pastor es el que pastorea; y esto no es verdad de perogruyo, sino verdad de Cristo y de la buena; porque si un pastor no pastorea, ¿qué hace de pastor? Mejor se vaya a plantar lechugas, a abrillantar su huerto vegano o a comer empanadas de brócoli. A lo que le apetezca, menos a ser pastor.
Buen pastor es el que tiene y educa buenos perros asustalobos, el que empuña sin miedo la vara de medir y traza líneas: aquí sí, allí no, por aquí sí, por allá no. Y el que pone en puestos importantes a los que Dios quiere en puestos importantes, a los fieles y acrisolados por la doctrina, que para ello les da gracias y mercedes. Buen pastor, es en definitiva, el que vela por sus ovejas, las protege, las arrebata del acantilado con el poder de Dios; y no deja se despeñen, ni coman veneno, ni pasten donde hay fieras, ni coman cicuta, ya se la den con mucha ternura o disimulada en reposterías.
—Vaya, padre Gabriel, es una buena definición.
El tiempo de entrevista se agotaba, que el hombre de Dios debía marcharse, a dar Misa al pueblo.
—Otro día continuamos, con el favor de Dios. Haz tenido una buena idea, Alonsillo, con esto de la entrevista.
—Sí, Padre. La continuaremos, si sopla el levante.
—Que sople, hijo, y que no pare.
13 comentarios
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A.G.: Sí, y además Infocatólica posee la exclusiva.
Así que aplaudo su nuevo plan de seguir compartiendo sus conocimientos y sabiduría de manera tan amable y didáctica.
Copio en mi bloc de notas sus frases en rojo.
Lo de atricionar las almas con el peligro del infierno parece antiguo ya pero sirvió como llamada de atención y habría que recuperarlo... No para asustar sino para entender que nos podemos quedar de espaldas a Dios para siempre completamente desgraciados... Quisiera que mis nietos captaran la necesidad de no perder el estado de gracia...
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A.G.:
Muy cierto, Martinna, habría que recuperar esta forma de hablar: estado de gracia, estado de pecado.
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A.G.:
De nada Curro Estévez.
Gloria a Dios y a su Santa Madre.
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A.G.:
ja ja sí, es verdad, el P. Vetusto ahí ha estado brillante.
Gracias Bruno.
No será Don Gabriel la antítesis más antitética de Don Higinio Fernández, ese famosísimo "antropoteólogo" que suele dignarse muy de vez en cuando, visitar los verdes prados de Infocatolandia?
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A.G.:
Me consta que Don Vetusto no se lleva bien ni con Don Higinio Fernández ni con Aetandi Gos, teólogo islandés.
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A.G.:
No lo sé, jeje, se lo preguntaré cuando lo vea. Pero me da a mí que no le van.
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A.G.:
En breve publicaré un post sobre Maritain. Por lo pronto, le anticipo que es imposible, en mi opiniòn, un humanismo teocéntrico. Primero, porque el cristianismo no es humanismo, pues dado que el pecado nos hizo inmundos, ¿no será más bien preciso un cristocentrismo? Vano es centrarse en el hombre, hijo de la ira, si antes no se centra uno en su Redentor y su Iglesia. Este humanismo falsamente teocéntrico solo conduce a la aconfesionalidad.
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A.G..
Apreciada Palas, con un ejército de Padres Vetustos no andaría el mundo como anda, ni tantos males nos aquejarían.
Persisten en la memoria, porque sólo piensan en la eternidad, como bien dice ud. Cuánta falta hace recordar que tontamente se condena quien tontamente elige a las criaturas contra el Creador.
Gracias, como siempre.
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A.G.:
Jeje, el estilo del Siglo de Oro lo tengo muy presente, como ha visto ud. Creo muy necesario escribir a hechura suya, aunque filosofando siempre. Yo me considero aprendiz de Cervantes, de Granada y sobre todo de Quevedo. Gracias por darse cuenta, Pavlvs.
Una de las mentes más preclaras que percibió tempranamente esa peligrosa deriva fue el sacerdote argentino y brillante intelectual P. julio Meinvielle, a quien está dedicada esta página web:
juliomeinvielle.org/sus-obras/
Allí encontrarás dos obras que aluden a MAritain: "De Lammenais a Maritain" y "Crítica de la Posición de Maritain sobre la Persona Humana"
El P. Julio fue duramente combatido -y de la peor manera: desde dentro mismo de la Iglesia- por haber osado dar la alerta ante las brechas que permitían filtrarse al "humo de Satán" dentro del cuerpo eclesial. Lo trataron de todo, intentando aislarlo para limitar su benéfica influencia. Le fabricaron una leyenda negra impresionante. Y muchos sospechan que su muerte, causada en 1.973 por un auto que lo atropelló al cruzar una calle, fue intencional.
Es que apenas un año después de su muerte dos laicos argentinos que también habían denunciado lúcidamente la infiltración de la Iglesia, Jordán Genta y Carlos Sacheri, murieron baleados por la guerrilla marxista.
Es que la mundanización de la Iglesia es condición esencial para el triunfo de Satán en la sociedad, y sus peones bien lo saben.
Maritain, en cambio, pareció no enterarse.
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A.G.:
jeje sin duda, el P Vetusto dedica muchas horas a predicar la doctrina de los méritos alcanzados por la pasión de Cristo, cómo se nos han de aplicar, etc.
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