(136) Sobre el fundamento de la doctrina luterana, que es la negación de la libertad
Nada ha de buscar el católico en la doctrina de Lutero. Porque la Iglesia católica enseña sin error la sana doctrina de la justificación, y la enseña con caridad, claridad y precisión, en esa gran maravilla que es Trento, sesión VI, y en el Magisterio de la Iglesia en general, encabezado por la doctrina sublime de Orange II.
Decimos esto porque, ahora que afortunadamente muchos católicos están reaccionando contra el antropocentrismo voluntarista, desafortunadamente se está popularizando el error de hacerlo mirando a Lutero, como si su doctrina pudiera remediarlo.
Lo hemos visto con el muy nocivo elogio del P. Cantalamessa a Lutero y su mal llamada Reforma, que tan certeramente ha analizado el P. José María Iraburu en este gran post.
Nosotros ahora en este articulo vamos a analizar de cerca el centro mismo de la doctrina Luterana, que no es el principio de la sola fe, ni de la sola gracia, ni de la sola escritura. Sino el fundamento de todo el sistema, que el mal denominado “reformador” califica como el «punto mejor y más importante» de su doctrina (“De servo arbitrio”. WA, t. XVIII, 786).
Como acertadamente explica el P. Lucas F. Martin Seco:
«En efecto, decir que el libre arbitrio es una palabra vacía de contenido equivale a establecer el fundamento intelectual de su teoría en torno a la justificación por la sola fe, de la justificación absolutamente pasiva, de la justificación sin obras.» (“Ley y Libertad según Lutero”)
La negación de la libertad humana por tanto, es el centro mismo del pensamiento luterano, que vicia por dentro su doctrina de la justificación. Como explica el P. José María Iraburu en este artículo:
«–Lutero niega la libertad humana (1483-1545), y llega a esa conclusión después de luchas morales muy angustiosas. Su negación de la libertad, clave de todo su sistema teológico, tiene pues una doble raíz: biográfica y doctrinal.»
El virus luterano mundaniza, seculariza, produce descristianización. Y su principal agente es la tesis de la negación de la acción libre de la causa segunda. Así pues, ¡nada de mirar a Lutero para combatir el error antropocentrista! ¡Miremos, antes bien, esa maravilla que es Trento!
I.- LA NEGACIÓN DE LA LIBERTAD, LO MEJOR Y MÁS IMPORTANTE PARA LUTERO
El reformador expone su vehemente negación de la libertad humana en un contexto donde no se da definición coherente alguna de ella. Lo que sí deja claro, con su lenguaje crispado y feroz, es que la causa segunda es irrelevante. Para él sólo cuenta la libertad de Dios, porque sólo cuenta la acción de la causa primera. Esto lo aprendió Lutero del Nominalismo de Occam a través de Biel.
Es importantísimo, pues, darnos cuenta de esto:
—Para Lutero, la negación de la libertad humana es una cuestión teológica, antropológica y doctrinal, que fundamenta su doctrina según la visión nominalista de la providencia divina (negación de las causas segundas y potencia absoluta de la causa primera).
Como vuelve a insistir acertadamente el profesor Lucas F. Martín Seco:
“A pesar de que la negación de la libertad es tan importante para Lutero, y a pesar de que esta obra -el De servo arbitrio- tiene como objetivo de estudio el libre arbitrio -la libertad-, no encontramos en ella una definición de qué se entiende por libertad. Sólo dos veces parece apuntarse hacia una descripción 5. De hecho, el profesor de Wittenberg preferiría que esta palabra –liberum arbitrium- desapareciera del lenguaje de los hombres, cosa que sería «lo más seguro y lo más religioso».
De usarla –prosigue– debe entenderse en el sentido de que el hombre tiene libre arbitrio sólo de lo que le es inferior, sólo de las cosas que le están sometidas a su dominio.
“Y si no queremos omitir del todo este vocablo -cosa que sería lo más seguro y religiosísimo-, al menos, enseñemos a usarlo de buena fe, de modo que se le conceda al hombre libre arbitrio sólo de la cosa que le sea inferior, no de lo que le sea superior, esto es: que sepa que en sus posesiones y facultades tiene derecho de usar, hacer, omitir conforme a su capricho (in suis facultatibus et possesionibus habere jus utendi, faciendi, omittendi pro libero arbitrio), aunque eso mismo esté regido por el libre arbitrio de Dios solo, hacia donde a El le plazca. Por lo demás, respecto de Dios, o en las cosas que atañen a la salvación o condenación, no tiene libre arbitrio, sino que está cautivo, sometido y esclavo o de la voluntad de Dios, o de la voluntad de Satanás»”
II.- LA NEGACIÓN DE LA LIBERTAD COMO NEGACIÓN DE LAS CAUSAS SEGUNDAS
Enseña la doctrina de la Iglesia que Dios es soberana causa primera, que quiere, en su designio, contar con la criatura para la realización de sus planes, de forma que por medio de su acción providente las criaturas colaboren con Él, cada una a su modo.
Como explica bellamente el Catecismo, recogiendo el Principio de Subordinación tomista:
CAT 306 «Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio.»
Sabiamente puntualiza el Catecismo que el hecho de servirse de verdaderas causas segundas no es un signo de debilidad en Dios. También en la obra de la justificación, Dios se sirve de la criatura racional porque es Todopoderoso y Omnipotente y puede hacerlo sin merma de su poder.
Lutero, sin embargo, estaba dramáticamente convencido de la imposibilidad de una auténtica participación de la criatura racional como causa segunda, porque ello supondría una muestra de debilidad divina. Como explica el prof. Martín Seco:
«De igual forma que el poder divino, para ser infinito, debía anular la libertad humana»
Es decir, que para Lutero la intervención libre de la causa segunda anula o merma la omnipotencia divina. Es claro que esta tesis la aprendió del nominalismo, y es su consecuencia lógica. La tesis luterana de la no-libertad, según él tesis segura y religiosísima, consiste en una mala concepción del papel de la criatura racional en la Creación, primero, y de la criatura racional justificada en la Redención, segundo. Así, para afirmar el poder de Dios, Creador y Redentor, ha de volver inoperante a su criatura.
Por tanto, para el pensamiento luterano, sólo Dios es libre. Sólo Dios es causa verdadera. De lo contrario, su poder sería menor. La obra es sólo de Dios. ¿Cómo? A través de su gracia, instrumento operativo, fuerza de la causa primera que no activa la causa segunda, sino la ignora. Gracia por tanto extrínseca, que la causa segunda recibe pasivamente.
Como el propio Lutero afirma en “De servo arbitrio”, XVIII:
«Síguese -escribe- que el libre arbitrio es un nombre absolutamente divino y que a nadie puede competirle más que a sólo la divina majestad, pues puede y hace estas cosas, como dice el Salmo: hace en el cielo y en !a tierra todo cuanto quiere. Así pues, si se atribuye a los hombres la libertad, no se obra más rectamente que si se les atribuyese la divinidad, cosa que es el mayor sacrilegio que puede cometerse»
Ante esta doctrina tan absurda, dañina e insana, el Concilio de Trento en su maravillosa Sesión VI, tuvo condenarla y advertir de sus peligros, dejando claro que:
«CAN. IV. Si alguno dijere, que el libre albedrío del hombre movido y excitado por Dios, nada coopera asintiendo a Dios que le excita y llama para que se disponga y prepare a lograr la gracia de la justificación; y que no puede disentir, aunque quiera, sino que como un ser inanimado, nada absolutamente obra, y solo se ha como sujeto pasivo; sea excomulgado»
III.- LA LIBERTAD COMO POTENCIA ABSOLUTA DE DIOS
Es sorprendente que Lutero atribuya solamente a Dios la libertad, como si ésta no fuese participable por la causa segunda, ni digna de sanar y rehabilitar por la gracia. Pero atención. Que Dios sea libre, para el reformador, sólo es posible si Dios tiene potencia absoluta. Luego Dios lo puede todo. ¿Puede también pecar? La doctrina católica afirma que no. Pero Lutero da un salto nominalista, cual Ockham redivivo, y se convence de lo contrario: Dios puede hacerlo todo, tanto el bien como el mal, si quiere. Luego el bien es todo cuanto quiere y hace Dios. El bien es lo que Dios quiere, no lo bueno.
Según la enseñanza de la Iglesia, Dios no puede pecar, no puede obrar el mal. Primero, por ser infinitamente perfecto en su bondad, y segundo por ser infinitamente libre. Si Dios pecara, no sería perfectamente libre. Porque pecar, en verdad, no es libertad, aunque sea signo de que existe albedrío y se puede abusar de él. Lo enseña León XIII en la extraordinaria Libertas, 5:
«El Doctor Angélico se ha ocupado con frecuencia de esta cuestión, y de sus exposiciones se puede concluir que la posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud. »
Para Lutero, en cambio, Dios al hacer cosas malas hace que esas mismas cosas malas se convierten en buenas.
Es Potencia Absoluta arbitraria.
Louis Bouyer la define con precisión en “La descomposición del catolicismo":
“El escotismo, y tras él los nominalistas, introducirán en su concepción de Dios mismo esa noción fatal de la potencia absoluta, según la cual podría Dios, con sólo quererlo, hacer que el mal fuera bien y el bien fuera mal”.
La visión de la libertad como potencia absoluta conduce al voluntarismo radical. Y es que, por más que el luteralismo declare la guerra al voluntarismo, cae en él por vía metafísica, aunque disfrazado por el principio teològico de la sola gracia. Lo explica con claridad el profesor Martín Seco:
«La libertad ya no será concebida como dominio sobre el propio acto para obrar libremente conforme a los dictados de la razón, sino como poder de colocar cualquier acto sin razón alguna. Teóricamente, la libertad consistiría en crearse a sí mismo y crear el bien y el mal a puro acto irrazonable. Se trataría de una voluntad sin principio. -se ha olvidado el ser-, y sin fin: una voluntad anárquica y ateleológica que no es otra cosa que la versión, a nivel de principio, de la teoría de la justificación: la certeza subjetiva como creadora de la salvación.»
Aplicado al ser humano, resulta que si bien no tiene libertad moral, sí tiene potencia absoluta para las cosas inferiores que nada tienen que ver con la obra de Dios, sino con la obra de los hombres.
Es el principio de secularización radical de las actividades humanas, que en el luteranismo encuentra su principio, y justamente en su tesis de la negación de la libertad.
IV.- LA POTENCIA ABSOLUTA APLICADA A LAS ACTIVIDADES TERRENALES
Este principio secularizador de la libertad divina, aplicada al cristianismo, conduce a la separación tajante del ámbito “humano” y del ámbito religioso, a la secularización de la vida social. Porque si bien, como hemos visto, se defiende que el ser humano no puede participar de la libertad divina en todo lo referente a su salvación, obra exclusiva de Dios, sí puede sin embargo tener su propio papel en aquello que no es obra sola y directa de Dios, como son las actividades inferiores del hombre: las actividades terrenales.
Por tanto, el ser humano sí puede tener un remedo de albedrío referido a lo exclusivamente terrenal (en definitiva, a lo corrompido y malo). La libertad es equiparada de esta manera al dominio absoluto de las cosas inferiores, a la potencia despótica y arbitraria que domina por puro voluntarismo las cosas materiales. Es el origen, pues, del liberalismo
La terible conclusión del “De servo arbitrio":
«Síguese ahora -insiste Lutero- que el libre arbitrio es un nombre completamente divino, y que a nadie puede convenirle más que a sólo la divina majestad. Pues ella puede y hace, como dice el Salmo, todo lo que quiere en el cielo y en la tierra. Y si el libre arbitrio se atribuye a los hombres, no se les atribuye con mayor rectitud que si se les atribuyese la divinidad misma; no puede darse sacrilegio mayor que éste»
Implica que el ser humano tiene sólo un pequeño ámbito donde tener no ya verdadera libertad, sino potencia absoluta para obrar, voluntad sin condiciones ni obstáculos: el supuesto terreno de lo propiamente humano: lo social, lo económico, lo político y, ¿por qué no? Lo moral. Y aquí nace el liberalismo.
La propia forma de hablar de Lutero en el “De servo arbitrio” acerca del libre albedrío siembra las bases para una visión liberal de la libertad. Dice Lutero:
«La expresión libre arbitrio es aquella palabra demasiado magnífica, amplísima y plena, con la que el pueblo juzga que se designa aquella fuerza que puede libremente volverse a un lado y otro, que no cede ante nadie ni está sometida a nadie»
Es en el ámbito terrenal, más allá de toda ley moral y de todo legislador, al margen de la obra de Dios, donde el ser humano puede ser libre sin estar sometido a nada ni a nadie.
Alberto Caturelli, en “Liberalismo y apostasía", expone con gran claridad el origen nominalista y luterano del liberalismo.
«Y así, de la síntesis de la libertad-espontaneidad y el voluntarismo como resultados del nominalismo de fondo, debe seguirse no sólo la no dependencia del poder secular sino la primacía del poder civil sobre la Iglesia. Asistimos así, con la primera ruptura entre el orden temporal y el sobrenatural, a la explícita declaración de la autosuficiencia del mundo del hombre. El voluntarismo occamista lleva implícita la necesidad de sostener que la misma sociedad civil tiene su origen no en la naturaleza sino en un acto de voluntad del hombre (soberanía popular) y que el derecho natural o sólo responde a una mera ordenación racional humana sin el último fundamento que es Dios»
Comprobamos pues, que el Lutero nominalista es el precursor de la secularización liberal.
Aunque no recomiendo su obra en general, por su falta de sólida doctrina, José Luis L. Aranguren acierta en “La ética protestante”, cuando explica muy bien todo esto:
«la moral puede ser, según el implícito pensamiento luterano, (…) asunto muy importante, pero perteneciente exclusivamente al orden terreno»
«Ocurrió así que, aun sin ocuparse Lutero de analizar la moral en cuanto tal, (…) hizo un hueco para ella, quiero decir, para una ética o filosofía moral autónoma, referida exclusivamente a los fines terrenos, a la realidad intramundana, a los hombres en su relación consigo mismos y de los unos con los otros. Lutero separó la religión de la moral. Sus sucesores, enteramente secularizados ya, llevarán a cabo la operación contraria, la separación de la moral con respecto de la religión»
Con esta separación de la moral de la religión, Lutero puso las bases para el aconfesionalismo, la separación Iglesia-estado, el liberalismo teológico, y muchos otros males. Las bases de la secularización fueron fieramente establecidas.
La negación de la libertad moral-espiritual, según esta visión, implica del mismo modo la reducción de la libertad al ámbito de lo malo, esto es, al ámbito de lo creatural-material, que es lo distintivo de lo totalmente corrompido. Queda apuntado el puritanismo protestante. Aquí la persona sólo puede estar segura de lo que quiere en cuanto terrenal, dado que no puede querer por sí misma nada en cuanto a su justificación. Como afirma genialmente Alberto Caturelli en la obra que hemos citado antes:
«Sólo un voluntarismo nominalista –por un lado el impulso primero y ciego del apetito y por otro la inexistencia de relaciones reales– permite afirmar en teología que el libre albedrío (potencia de obrar o no obrar o de obrar de esta o esta otra manera) sólo es libre para el mal. Siendo el mal sólo defecto (ausencia de bien y fatal no orientación de la voluntad al bien) es contradictorio sostener en filosofía que sólo hay libre albedrío para el mal. Sea esto lo que fuere, la afirmación fundamental de Lutero de que, después del pecado, «el libre albedrío está cautivo y reducido a servidumbre», implica que el hombre «no es libre salvo para el mal» (Disputa de Heidelberg, 13)
«Las consecuencias inmediatas se siguen rigurosamente, pues la sacralidad (…) deja de tener sentido. El mundo, si se me permite la expresión, se «mundaniza» del todo y la religión se enclaustra en la subjetividad de la conciencia.
A lo largo de este post hemos comprobado que, por su irracional lógica interna, la negación de la libertad humana produce los amargos frutos que todos conocemos, y que se resumen en una sola palabra: DESCRISTIANIZACIÓN.
Nada, pues, de combatir el voluntarismo mirando a Lutero.
En el siguiente post continuaremos analizando las nefastas consecuencias de esta doctrina, y sus dramáticos efectos en la vida cristiana. Porque en este tema, amigos, aún hay mucha tela que cortar.
28 comentarios
Para que luego diga Lutero que no tenemos libre albedrio.....
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A.G.:
Es eso, Maribel, que tenemos libertad, herida por el pecado, pero no destruida.
Como bien transmites con tu comentario, hay que confiar en la Iglesia, al 100%.
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Ahí tienen ustedes la raíz del nefasto virus de aconfesionalidad que impregna hoy casi todo el catolicismo.
El daño es inmenso.
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A.G.:
Así es, Luis Fernando, el daño es inmenso. Y es un virus masivo que sólo se combate con la doctrina verdadera. En eso estamos. Para eso estamos.
Saludos cordiales.
Ahí se ve claramente que aparte de nominalismo, el protestantismo tiene -como el Islam- una buena dosis de doctrina gnóstica circulando por sus venas, pudriendo con el tiempo todo aquellos fragmentos de verdad que pudiera conservar.
A.G.:"Así es, Luis Fernando, el daño es inmenso. Y es un virus masivo que sólo se combate con la doctrina verdadera. En eso estamos. Para eso estamos."
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Sí Alonso, pero fuerza es reconocer que también hay muchos por la contraria. Y grandes bonetes, además. Que viendo cómo se ha difundido el aconfesionalismo protestante dentro de la Iglesia, no han tenido mejor idea que... ¡ensalzar a Lutero!
Con lo cual echan combustible al fuego.
Hablando en términos castrenses, una actitud de este tipo configura lo que se llama "alta traición".
No quisiera estar en su pellejo cuando deban dar cuenta a Dios de lo que han hecho con sus talentos. Para lo cual en ciertos casos que yo me sé, falta apenas un puñado de años nomás.
Eso me hizo meditar sobre si Bonhoeffer o Niëmoller, que tomaron tantas decisiones, se dieron cuenta o no de que tenían libre albedrío.
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Luego las cosas evolucionan y llegamos a la situación actual, no sólo entre los protestantes, sino entre los mismos católicos
Yo siempre he pensado que el "dios" de Calvino es falso, no un ídolo, sino un demonio bien conocido en Roma: Jano, con sus dos caras.
Edmund Campion retaba a cualquier teólogo hereje a discutir con él para rebatirlo, y lamentablemente esa apologética de altura la hemos abandonado.
La teología de los reformadores es perniciosa, un mal objetivo. Salvando siempre la piedad personal de los que son tanto herejes como hermanos.
No me extraña que retara a los teólogos herejes él que en sus primeros años había agradado tanto con su oratoria a la mismísima Reina Isabel I Tudor.
Del resto del artículo destaco también sus reflexiones sobre el origen luterano-protestante de la secularización, de la descristianización y de todas las ideologías que llevan carcomiendo a Occidente desde la Ilustración y, que si Dios no lo remedia, conducirán tarde o temprano a su descomposición. Esta percepción de la marcha de Occidente y, particularmente, de Europa me parece que es de una evidencia incontestable. Por eso está muy bien traída la cita de López Aranguren.
Por último, amigo A.G., hay algo que me pregunto con inquietud: si la negación de la libertad humana en los términos planteados por Lutero ocupa un papel tan nuclear y relevante en su pensamiento, ¿la toma en consideración de esta cuestión ocupa la misma relevancia y 'nuclearidad' -perdón por el neologismo- en el diálogo ecuménico que la Iglesia católica entabla con los protestantes? ¿Conocen los pastores de nuestra Madre la Iglesia a quienes Ella misma confía la relación interconfesional la relevancia de este problema? La inquietud que me causa esta duda no responde sólo al discurso del P. Cantalamessa o al hecho de que el cardenal Kasper llegara a ser presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos. Por desgracia, no son casos aislados. Mi desazón en este campo viene dada por lo que vd en este blog ha dado en llamar la Gran Reducción.
Un abrazo en Cristo Resucitado y en la Virgen del Encuentro, Madre de la Iglesia
Siendo el punto común más importante de ambas herejías (porque el Islam es una herejía judeocristiana) que ellas nacen con la intención de poner la Religión al servicio del Poder.
Nada pues de "dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", antes bien, "dad al César lo que es del César y también lo que es de Dios".
El "trabajo" de Lutero, su "mérito", fue diseñar una seudo-teología que sirviera a sus patrones, los príncipes alemanes.
La obsecuencia del desgraciado monje llegó a tales extremos de abyección, que cuando los campesinos se rebelaron desesperados ante la tiranía a que se los sometía y los príncipes los masacraron sin piedad, Lutero sacó un indignado y combativo escrito...¡contra los campesinos!.
Cuando hoy en día vemos a las potencias protestantes apoyar a los islamistas, ya sea abiertamente, ya sea hipócritamente, bueno es recordar lo que hace ya tiempo nos enseñó el profeta Castellani.
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A.G.:
Lutero cree como Occam, que lo bueno es lo que Dios quiere, sea bueno o malo. Si es malo, pero Dios lo quiere, es bueno por ser sólo querido por Dios.
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A.G.:
Gramgus, es que el nominalismo es la estructura mental del voluntarismo. El nominalista es un voluntarista radical.
En efecto, es como dice:
"Lutero atribuye a Dios capacidad para el bien y para el mal, para la santidad y para el pecado. Lutero se muestra aquí como discípulo aventajado de Ockham".
Potencia absoluta.
De aquí que Dios sea, también, bajo esta perspectiva, causa del pecado de los que se condenan. El bien y el mal quedan subjetivizados, y la Ley Moral deja de ser una cuestión que brota de la naturaleza de las cosas, para ser algo meramente convencional.
Es cierto lo que dices, "Entender a Lutero es entender el mundo moderno y por qué es radicalmente anticatólico".
La Modernidad, como invención del nominalismo, por un lado desemboca en luteranismo, y por otro en ese catolicismo reducido y semipelagiano, antropocéntrico y voluntarista, que es otra falsificación del Evangelio.
Quisiera comentarle algo acerca de la inquietud que ha mencionado en su comentario:
"Por último, amigo A. G., hay algo que me pregunto con inquietud: si la negación de la libertad humana en los términos planteados por Lutero ocupa un papel tan nuclear y relevante en su pensamiento, ¿la toma en consideración de esta cuestión ocupa la misma relevancia y 'nuclearidad' -perdón por el neologismo- en el diálogo ecuménico que la Iglesia católica entabla con los protestantes?"
Creo que es una inquietud justificada, sobre la cual habría que reflexionar ampliamente, sobre todo a la hora de la actividad ecuménica. Principalmente porque, como bien comenta a continuación, existe una mentalidad eclesial profundamente afectada por ese catolicismo reducido que venimos analizando en este blog.
Por eso es una temeridad lanzarse al encuentro ecuménico sin realizar primero un autoexamen, una reorientación hacia la sana y verdadera doctrina de la Iglesia, ampliamente desconocida y silenciada.
Dado que la verdad en la caridad ha de ser el fundamento de todo ecumenismo, es necesario estar alerta contra las falsificaciones del Evangelio que hemos heredado del voluntarismo antropocéntrico; de lo contrario, estamos mirando a Lutero, y buscando vana y pseudoecuménicamente en su nefasta doctrina lo que no encontraremos sino en el Magisterio de la Iglesia. Y en otro sentido, nunca, como hasta ahora, ha sido tan necesario el Angélico para caminar con seguridad por estos caminos.
Para lograr lo cual no se contentó con difamar a la Iglesia resaltando sus defectos humanos y tratando a los papas de anticristos, sino que fue mucho más allá: desmontó los fundamentos del Orden Natural y de la Razón, al inventarse un Dios caprichoso que nos obligaría a llamar "Bien" a todo lo que a él se le ocurre que es bueno, y "Mal" a lo que se le antoja malo. Lo cual es perfecta figura del Tirano terrenal, no sometido a ley objetiva alguna.
Esto tuvo consecuencias históricas y políticas inmediatas e importantes: el Regalismo, el Absolutismo, el todo vale en las relaciones entre los estados, la Revolución Industrial amasada con sangre, sudor y lágrimas de millones de esclavos blancos, el esclavismo negro, la Piratería avalada por las coronas, etc., etc. Es la "Razón de Estado" liberada de cualquier condicionamiento moral.
Ahora bien, el "Dios-Capricho" que se inventó Lutero difiere del Dios Uno y Trino de los cristianos porque tiene una nota esencialmente disímil, lo cual daría pie a cuestionar qué tan verdaderamente cristianos son los herejes de esa cuerda. Habría que ver si son tan "hermanos" como pretenden, teniendo un Padre diferente del nuestro.
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A.G.:
Gracias Daniel.
Gloria a Dios. Cristo vence.
¿Cómo puedo yo hermanarme con quien sostiene que la comisión de un pecado es "liberadora"? ¿Y que por lo mismo la observancia de la norma moral, los Mandamientos, es "represora"?
Y aquí no importa un comino que sea ésa la forma de pensar más difundida en el mundo, que bien sabemos que es así, basta leer un periódico o mirar un telediario. Aquí lo que importa es lo que enseñó Cristo: el pecado esclaviza y la santidad libera.
Punto 3 del Alarde: "Mi misión consiste en predicar el Evangelio, administrar los sacramentos, instruir a los sencillos, convertir a los pecadores y luchar contra los errores de la doctrina: en resumen, generar alarma espiritual contra la suciedad del pecado y el orgullo de la ignorancia, con los que ahora muchos de mis compatriotas son engañados".
Estos sacerdotes jesuitas, porque casi todos ellos lo eran, insistían en que "la antigua religión inglesa no es ésta que ahora os enseñan, que está plagada de errores". Poco ecumenismo se ve ahí.
Felicidades a todos .
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