(37) De salir a pescar almas sin demora, y con las redes de Cristo
¡Insensatos! –que diría Gandalf!– Salid ya a pescar, ¡que es tiempo de pesca! No podemos dejar de echar las redes al mar.
No nos demoremos. Que hay muchos tiburones por ahí, bajo disfraz de escritor heterodoxo, filósofo relativista o gurú de la autorredención. Salgamos a pescar almas para Cristo.
¡Salgamos a hablar de su gracia a diestro y siniestro, para que a través nuestra el Señor arranque a muchos de las puertas del infierno!
Pues Cristo nos ha hecho a todos, según la medida y el orden de su don, pescadores de hombres.
Y nos hace pescadores Él, Pescador que domina el mar, los lagos, vientos, tempestades, y camina sobre las aguas cuando quiere, y de sus pasos nos hace participar a nosotros también cuando quiere, y a menudo si no hacemos vana la verdad y la gracia, que Él mismo nos trae (Jn 1, 17).
Ah, pero no te creas un gran pescador a tu manera o con tus propias redes, que no has sido tú quien le elegiste a Él, sino Él a ti. Y sin Él no puedes hacer…¡nada! (Jn 1, 15)
El alma de tu apostolado es tu unión con el Señor a través de la Santa Eucaristía, la oración constante, el desarrollo en ti de los dones del Espíritu Santo, yendo a todas partes con Jesús, contigo, junto a ti, marcándote el paso por delante, y …¡sin miedo!
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Y caminando a lo largo de Galilea vio a Simón y a Andrés, hermano de éste, que estaban echando las redes al mar, pues eran pescadores (Mc 1, 16)
Echaban las redes. No dice la Escritura que hubieran recogido algo. Trabajaban, se afanaban cuando llegó Jesús, que les ve.
Hasta no ser elegidos por Jesús, eran pescadores de otra manera. No pescaban hombres.
Hasta no habérseles aplicado los méritos de la pasión de Cristo, no eran pescadores a hechura de Cristo. ¡No pescaban hombres! Apenas pescaban peces, con sus redes rotas.
San Jerónimo, en su impresionante Tratado sobre el Evangelio de san Marcos, relaciona una pesca fructuosa con los méritos de Cristo:
“Simón, aún no Pedro (pues todavía no había alcanzado a ser la piedra para que se le llamara Pedro) Simón, digo, y su hermano Andrés, hallándose a la orilla del mar echando en él las redes (…) No se dice que las hubieran echado y que hubieran recogido peces (…) Lo que quiere decirse, pues, es que antes de la Pasión habían echado las redes, pero no se indica que hubieran capturado algo. En cambio, después de la Pasión lanzan la red y pescan; y pescan tanto que las redes se rompen”
De lo cual inferimos que es la gracia, que nos aplica los méritos de Cristo Pescador de Hombres, la cualidad sobrenatural por la que somos pescadores fecundos de almas, a la medida de su Voluntad.
Y les dijo Jesús: venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres (Mc 1, 17)
Exclama san Jerónimo, encendido con este pasaje:
”¡Dichoso cambio de pesca! Jesús los pesca para que ellos, a su vez, pesquen a otros pescadores. Se convierten primero en peces para ser capturados por Cristo, y serán luego ellos mismos quienes capturen a otros. Y les dijo Jesús: Venid en pos de Mí y os hare pescadores de hombres”
Y tuvo que llegar Jesús y mirarles infaliblemente, y a hacerlos pescadores a Su hechura, por voluntad de su Padre.
Es Él quien nos elige para pescar sus peces, que son todos los que Él quiera y nos dé pescar. En un principio, todos cuantos nos rodean, que no le conocen. Todos cuantos nos dé la providencia. Cualquiera, tal vez ese desconocido que te encuentras por la calle. El amigo que llevas años intentando catequizar sin conseguirlo a tu manera. Algún familiar, un compañero de trabajo… cualquiera…
Como una vez nos dijo san Juan Pablo II:
“la gracia del Señor, invisiblemente presente, renueva hoy entre nosotros como en aquel amanecer junto al lago, impulsándonos con nuevo fervor en nuestra misión de “pescadores de hombres” (12 abril 1987)
Y otra vez:
“Jesús en sus parábolas comparó el reino de los cielos a “una red arrojada al mar” (Mt 13,47) y los Apóstoles a “pescadores de hombres” (Mc 1,17). El mar es una hermosa imagen de este mundo en el que se desarrolla nuestra existencia. La humanidad surca las olas del tiempo avanzando hacia las riberas de la eternidad. Espera ser salvada por Cristo. A lo largo de su travesía, todo ser humano busca consuelo y seguridad en Cristo, al que “incluso el viento y el mar obedecen” (Mc 4,41). (16 de diciembre de 2000)
Los apóstoles pasan de ser pescadores a ser peces. Cristo echa sus redes, les toma en sus manos. Cristo es el pescador y por Él se recogen las redes llenas de peces.
Y al instante, dejando las redes, le siguieron (Mc 1, 18)
Los pescadores oyen a Jesús, y se vuelven peces al instante.
San Jerónimo insiste:
“Y al instante. La verdadera fe no conoce demora alguna. Al punto oye, al punto cree, al punto sigue y al punto se convierte en pescador. Y al instante, dejando las redes lo siguieron. Resultaba realmente imposible que, manteniendo las redes, hubieran seguido a Jesús.”
Dejando las redes. Manteniendo sus viejas redes, era imposible. Como ellos, hemos de usar las redes de la gracia. Por eso, hemos de abandonar nuestra confianza en medios propios, recursos propios, habilidades propias, redes propias. Abandonemos todo.
“Y al punto los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo, con los jornaleros, le siguieron (Mc 1, 20)
San Jerónimo explica así este pasaje:
“Aquí nos da a entender, sin duda, que los ojos y el rostro de Jesús irradiaban un algo divino y que fácilmente atraían hacia sí la mirada de quienes lo contemplaban. De lo contrario, al decir Jesús Seguidme, en modo alguno lo habrían seguido. (…) La palabra de Dios era eficaz; todo cuanto decía, se ponía en práctica. Así pues, si Él lo dio y se realizó, Él lo ordenó y fueron creados” (Sal 148, 5) del mismo modo Él los llamó y por eso lo siguieron”
La gracia es eficaz.
Para ser pescadores eficaces de Cristo hay que dejar nuestras redes de pescador. Y seguir a Cristo, para echar Sus redes, que son las verdaderamente nuestras, por la gracia.
Su hermano Juan, que se hallaban en una barca remendando redes (Mc 1, 19)
San Jerónimo explica que:
“Cuando se dice remendando las redes se da a entender que éstas estaban rotas. Echaban, pues, las redes al mar, pero al estar rotas no podían capturar pez alguno. Estaban remendando las redes en el mar, sentados en una barquichuela dentro del mar. (…) No en la orilla, ni en tierra firme, sino en una barca azotada acá y allá por las olas”.
Hay que dar entonces, movido por la gracia, el gran salto: de estar en una barquichuela azotada por el oleaje, sin pescar nada, a estar en la gran Barca donde Cristo pone el pie: y entonces nuestro apostolado da mucho fruto. Entonces pescamos de verdad. Porque Cristo está con nosotros. Entonces nuestras redes son las suyas.
Cristo es el Fundamento de nuestro apostolado. Él es la red. Él es la honda que vence al mal. Y toda profundidad es Cristo, mana de Cristo.
Fíjate en la etimología libre y espiritual de Fundamento. El Diccionario etimológico Corominas deriva fundamento de funda, que significa red de pescar. Y de funda viene fundamento. Fundamentum, que además de cimiento, fundamento, base, significa fondo del mar. Funditus significa hasta lo hondo, y fundo… hace pensar en producir en abundancia. Funda, además de red, es honda, y funditor es hondero, es decir, David, que mata a Goliat con la honda. Fundo es también derribar a tierra. El que tiene a Cristo por fundamento, pesca abundantemente con ese fundamento, con esa red, que es la gracia de Cristo, y vence a sus enemigos con la honda, que es ese mismo fundamento. Re-fundo… también hace alusión a rechazar, refutar el error. Y diffundo… a difundir (la verdad)
Nosotros estamos en la barca de Cristo, que es la Iglesia, por el bautismo. En la Iglesia remendamos nuestras redes con el hilo sobrenatural de la gracia. Cuanto más hilo sobrenatural más fuerte será nuestra red, más se irá haciendo la red de Cristo.
En el Señor pongo mis esperanzas (Sal 10, 2)
Que nuestras esperanzas de apostolado no recaigan en nuestras redes rotas, sino en la red sobrenatural de Cristo. Gastemos la vida en Cristo, que quiere ganar almas para Sí, a través de nosotros. Salgamos a pescar, que el Leviatán quiere devorar muchas almas por el fondo de los mares, para arrebatarlas al infierno.
El Espíritu de Cristo nos hace pescadores de hombres, embajadores del Amor de Dios. Sigámosle al instante, con esa libertad y valentía que fomenta en nosotros, para salir a proclamar su Santo Nombre.
Dejemos aquí, en esa barca vieja, nuestras propias y vetustas redes. Y lancémonos con Él al mar, en esta Barca que es la Iglesia.
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