(27) De la pereza metafísica que conduce a la muerte, y su remedio
Una y otra vez caemos en la misma sima y tropezamos con la misma piedra. Y nos desanimamos.
Pero hemos de tener esperanza.
¿En qué?
La Imitatio Christi nos dice en qué no hemos de ponerla:
“No debe poner su esperanza en cosa alguna de la tierra” (L I, c 12,1 )
En cosa alguna de la tierra:
es decir,
…ni en el amor, ni en el dinero, ni en la salud, ni en la familia, ni en los jóvenes, ni en la voluntad,
…ni en la lotería, ni en un nuevo gobierno, ni en un partido político nuevo, ni en nuevo proyecto educativo,
…ni en fabulosos y atractivos programas pastorales, ni en una nueva titulación, ni en los viejos planes ni en las nuevas ideas, ni en los teólogos de fama ni en grandes manifestaciones, ni en la naturaleza humana ni en una nueva declaración de intenciones… ni en cinco millones de firmas hemos de poner nuestra confianza.
En cosa alguna de la tierra.
Hemos de poner toda nuestra esperanza en UNA SOLA COSA, y esa cosa apropiárnosla y aferrarnos a ella. Que a eso nos mueve el Señor. Y luego, si Dios nos lo concede con su divino auxilio, ponerla a trabajar y no hacerla vana, nos cueste lo que nos cueste.
Hemos de poner toda nuestra esperanza en una sola cosa.
Una sóla cosa que no viene de cosa alguna de la tierra, sino que viene de lo alto.
Es lo único, repetimos, que debemos apropiarnos, de forma que apoyemos toda nuestra existencia en ella, y construyamos nuestra casa en su roca. Y dejaremos de caer y tropezar en las mismas simas y piedras.
Ya nos lo dice el Bautista:
“No debe el hombre apropiarse nada que no le venga de lo Alto” (Jn 3, 27)
Sólo debemos, pues, hacer propiamente nuestra una cosa. Una cosa que viene de lo alto.
Veamos cuál es.
La Palabra Divina nos lo dice con claridad.
“Poned toda vuestra esperanza en la Gracia de la Revelación de Jesucristo". (1 Pe 1:13)
En la gracia, en la vida sobrenatural, que juntamente nos viene con la verdad de Cristo, según Juan 1, 17:
“La gracia y la verdad nos vienen por Jesucristo”
No hay nada en la faz de la tierra ni en la propia naturaleza del ser humano que nos traiga por sí misma la gracia. Sólo Cristo Salvador, en su Cuerpo, que es la Iglesia.
Mas, ¿dónde encontramos la gracia de Jesucristo, nuestro Salvador, la gracia en que hemos de poner toda nuestra esperanza y edificar sobre ella nuestra vida, nuestra familia, nuestros planes, nuestros caminos y saberes y quehaceres?
En aquella que la guarda en su corazón y la custodia, y con amor la distribuye.
Aquella que a imagen de la Madre de Cristo conserva el Misterio de toda esperanza en su seno:
En la Iglesia, Madre de Gracia a imagen de María.
La Iglesia de Cristo, maternal Sacramento de Esperanza para el mundo, instrumento de salvación.
Por esto, porque sólo en la Gracia de Cristo hemos de poner nuestra esperanza para no caer en la mismas simas y no tropezar con las mismas piedras una y otra vez, ya sabemos dónde depositar toda nuestra confianza.
Como enseña bellamente el Catecismo:
1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
Una confianza que no es ciega o carnal, sino sobrenatural. Una confianza que nos impulsa a la hermenéutica de la reforma en la continuidad, como quería Benedicto XVI, y no a la ruptura, ni a las novelerías del espíritu de vértigo postmoderno, ni a la impostura de falsas teologías o falsas filosofías ancladas en el antropocentrismo más desesperanzado, que no confía ni en lo humano que glorifica, y que cae sobre sí mismo, una y otra vez.
Sepamos esto: el Espíritu Santo nos mueve a dedicarnos a todo aquello que aumenta en nosotros la Vida de Cristo.
A la Santa Eucaristía. A la oración continua. A la constante oración de alabanza, petición y adoración.
Porque oración y esperanza están íntimamente conectadas.
Como recuerda Joseph Ratzinger en su bello libro “Mirar a Cristo":
“En la Summa Theologica (II-II q17) Santo Tomás dice que la oración es interpretación de la esperanza. La oración es la lengua de la esperanza. La fórmula conclusiva de la oración litúrgica, por Cristo nuestro Señor, corresponde de hecho a la realidad: Cristo es la esperanza realizada, el ancla de nuestro esperar” (Edit. Edicep, Madrid, 1990, pág. 70)
Esta fuerza sobrenatural que posee la oración en espiritu y en verdad, y sobre todo la oración de la Iglesia, nos proporciona esperanza como en acorde. Como dice Ratzinger:
“Un hombre desesperado no reza, porque no espera: un hombre seguro de su poder y de sí mismo no reza, porque confía únicamente en sí mismo. Quien reza espera en una bondad y en un poder que van más allá de sus propias posibilidades. la oración es esperanza en acto” (Opus cit-, pág. 71)
Esto tiene grandes implicaciones para nuestro apostolado. La gracia nos mueve a un obrar, en ocasiones, que exige trabajos incontables. Pero Dios nos manda la fortaleza que necesitamos para realizar sus obras. El apostolado siempre es fecundo, en Nombre de Cristo, porque ante todo es don.
Quietismo del más grosero y vulgar sería no actuar, siendo movidos por el auxilio divino a ello, y anular la voluntad así, para no hacer lo que el Padre quiere, según la medida del don que nos da.
Este no hacer aquello a lo que la gracia nos mueve es fuente de desesperación.
Como recuerda Ratzinger, en el mismo libro
“Consideramos esta tradición en el pensamiento de Tomás de Aquino, que ha recuperado la herencia de los antiguos y de los padres de forma magistral, y ha sido capaz de unificarlos. Según él, la raiz de la desesperación se encuentra en la así llamada acidia, que nosotros, a falta de una palabra mejor, traducimos por pereza, entendiendo en todo caso con este término algo mucho más profundo que la simple pereza, en cuanto falta de voluntad de un hacer activo. Según Tomás,esta pereza metafísica es idéntica a la melancolía de este mundo, que según san Pablo conduce a la muerte (2 Cor 7, 10)” Opus. cit., pág 79
¡La pereza metafísica conduce a la muerte!!
Procede del optimismo pelagiano: yo puedo, yo soy capaz-. O semipelagiano: mi voluntad decide y pone su parte, y la otra parte es de la gracia, como sumandos iguales. Es fruto malo del antropocentrismo voluntarista, nominalista, antropotrópico, acelerado por el vértigo de la postmodernidad, y empeorado por los placeres de la técnica. Es optimismo extralitúrgico.
Pero hay remedio contra la pereza metafísica: la oración, que es esperanza en acto, movida por la ayuda sobrenatural del Espíritu del Señor, en que has de poner todo tu esperar, y que es fuente de obras saludables y fecundas.
Y no busques más en qué poner tu confianza.
Porque lo has encontrado.
En la gracia. El Señor te encontró, y te hizo buscarla libremente, apetecerla libremente, recibirla libremente. Así realizas, sustentado por ella, las obras que el Padre preparó para ti desde toda la eternidad.
Confía en ello.
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Alonso Gracián
5 comentarios
Paz y Bien.
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A.G,- Cuidado con ella. Hay que orar.
Gracias y saludos cordiales.
Si Dios mueve con su gracia, esta no se resiste, luego no hay lugar para la acidia como resistencia al movimiento de la gracia.
Si está dispuesto q seamos predestinados o no a priori, poco importa q rece uno o no.
Así que procuro olvidar lo recién aprendido y vuelvo a ver sentido al post, como siempre. Nuestras vidas están en las manos de Dios. Y él dijo " pedid y recibireis" Quiere nuestra colaboración. No sólo la mía por haber "sido testigo de la transfiguración" -me lo ha recordado la carta de Pedro- sino la de todos, TODOS.
Saludos en Cristo
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A.G.-Me alegro esté de acuerdo con el post en todo. Pero tenga en cuenta que ese todo va INCLUIDO en el misterio de la Predestinación. Como enseña el catecismo:
"CAT 600 (Dios) establece su designio eterno de “predestinación” incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia"
Saludos cordiales
Designio eterno de "predestinación", con comillas, y respuesta libre del hombre a la gracia, sin ellas.
Por ahora seguiré estudiando las comillas :)
La primera foto me suena un montón, pero no consigo situarla.
La otra sí.
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Déjese de comillas que nada significan, sino un mero resalte. Y piense en la Predestinación con mayúsculas y en cuán bueno es el Señor, que NO hace acepción de personas. Y POR ESO elige. Que en su elección va incluida nuestra libertad. Y dejemos aparte de ello el pecado, que es mysterium iniquitatis y rechazo voluntario de Dios.
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La segunda foto es, por supuesto, Canalejas. La primera, la Cartuja de Jerez.
Nuestra esperanza es Cristo.
Y como se habla aquí de lotería. Hubo un tiempo cuando no oraba como debiera, pues estaba interesado en comprar cupones de la ONCE, lotería, y yo lo veo no como una necesidad, sino como una adicción muy peligrosa. Pero en la medida que el corazón crece en la oración y en la participación eucarística, en la lectura de las Sagradas Escrituras, pues todos esos problemas desaparecen, y no podemos seguir el ejemplo, de volver a comprar esas cosas innecesarias, si queremos confiar más en la Providencia de Dios.
Precisamente, es la desconfianza en la Divina Providencia cuando un cristiano se afana por comprar loterías, etc. La vida del cristiano es mucho más alta que estas bajezas terrenales. No debemos buscar cosas fuera del Señor, confiemos profundamente en la Providencia de Dios, no con el propósito de enriquecernos materialmente, sino comprender desde la pobreza la verdadera riqueza espiritual.
La esperanza del alma cristiana es negarnos a nosotros mismos, para ser uno en Cristo Jesús para gloria de Dios Padre.
Si uno piensa, puedo hacerlo, ¿qué se puede hacer sin Cristo? hundirse en la oscuridad del fracaso, eso es lo que se consigue.
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A.G.- En efecto, José Luis, nada hemos de buscar fuera del Señor.
Que el Señor viva en nosotros es nuestro objetivo. Por eso, si nos alejamos de sus enseñanzas, que custodia y expone la Iglesia,
nos hundimos en la oscuridad del fracaso, como expresivamente dices. Nada de seguir ciegas opiniones humanas. Seguimos a una Persona, que es la Verdad.
Gracias por el comentario.
Disculpe, si le ha molestado mi comentario, pues desde luego no era esa mi intención, ni lo esperaba y sin embargo creo que capto un tono extraño en su respuesta sobre las comillas como si le pareciera mal lo que he dicho.
Y sin embargo el resto de su respuesta, sin pretenderlo me da claros indicios del porqué las tiene -que no es para resaltar la palabra como si se pusiera en negrita o se subrayase. Lo que se quiere resaltar es que no se puede entender la palabra de cualquier forma, sino de acuerdo con toda la doctrina de la Iglesia. Y en eso estoy, por eso digo que sigo estudiando las comillas, porque sigo estudiando lo que sobre esto dice la Iglesia.
No me gustaría que se malinterpretasen mis palabras y mucho menos que resultaran fastidiosas.
Despedida cordial
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A.G.- Jeje no me ha molestado en nada. Sólo quería decirle que las comillas en sí son sólo un resalte, no le dé más vueltas. Desde luego que el tema no se puede entender de cualquier forma, sino como enseña la Iglesia y, en este blog, a la manera tomista.
Ni mucho menos resulta fastidioso el comentario. Entiendo que la predestinación es tema complejo.
Saludos cordiales
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