(4) Suposiciones y sospechas
Numerosas teologías heterodoxas están dominadas por una filosofía de corte nominalista, que rompen la armonía fe y razón y preparan el terreno para el ataque a las esencias propio del postmodernismo teológico. A continuación, os presento algunas observaciones sueltas y asistemáticas sobre el Nominalismo, aunque sin centrarme en su mente pensante, que es Guillermo de Ockham. (-Néstor Martínez, por cierto, tiene publicado aquí en Infocatólica un estupendo articulo sobre el Nominalismo, que os recomiendo por su claridad y precisión.)
1. En 1339 el Nominalismo era prohibido en París, y poco después condenado. Aun así, se difunde rápidamente por toda Europa su vía moderna, y va sembrando la mala semilla de un árbol que perdurará hasta hoy en diferentes filosofías y teologías heterodoxas, deconstructivas, empíricas e inmanentistas, que niegan la realidad de lo común y universal. Detrás de todo ataque filosófico-teológico a la Ley Natural; detrás de toda devaluación o relativización de la razón natural; detrás de toda disonancia entre la fe y la razón; detrás de todo intento de disolver la metafísica, hay un virus nominalista o derivado de él. Son frutos de la gran sospecha de la nada tras nuestros términos universales: el principio de individuación es considerado un sin sentido; lo común, la semejanza, son reducidos a ficciones mentales, programaciones de la mente.
1.1. Tras el tremendo ataque a las esencias, propio de este momento de la historia contemporánea, ¿qué se esconde, sino la sospecha nihilista, la suposición de no haber nada tras algo llamado Ley Natural? Un individualismo feroz se esconde tras este ataque a lo universal-objetivo.
1.2. No es tarea vana diagnosticar el virus terminista y su amenaza. Vayamos a los orígenes, para conocer la causa de muchos males que nos han aquejado a los católicos durante demasiado tiempo.
2. Con el Nominalismo, la sentencia de Pedro Lombardo “en materia de fe, se cree a los pescadores y no a los dialécticos”, queda invertida. Comienza el giro antropocéntrico. A partir de entonces, muchos prefieren, en materia de fe, confiar más en la Dialéctica que en la autoridad apostólica.
3. Una incipiente embestida nominalista vino de la mano de Roscelino. Para San Anselmo, Roscelino es un dialéctico, para el que las sustancias universales son solamente un soplo de voz (flatus vocis).
3.1. San Anselmo culpa al nominalismo de Roscelino el que éste se haya obstinado en su herejía sobre la Trinidad.
3.2. Impresiona la clarividencia de este santo. Así explica el mal en que han caído los terministas: “En sus almas, la razón, que debe ser la parte dominante y juzgadora de todo lo que hay en el hombre, está de tal modo sumergida en las imaginaciones corporales, que no saben librar al alma de ellas, y permanecen incapacitados para discernirla, mientras que en cambio se deberían servir de ella “ (De fide Trin. 2) Y concluye.- “quien no entiende que el hombre no es el individuo mismo, de ninguna manera entenderá por hombre la naturaleza humana” (ibid)
4. Durand de San Porciano (c. 1270-1334) ) fue llamado por sus seguidores, muy significativamente, Doctor Modernus. Reduce lo universal a lo meramente individual (“Comentario a las Sentencias”, II y IV) y califica lo común como indeterminado, frente a lo individual, que es determinado. Se opone a toda autoridad en filosofía, por lo que renuncia al papel iluminador de la fe, sobrevalorando la experiencia y negando toda distinción entre lo sensible y lo inteligible. Hawkins lo llama el Locke medieval.
5. Para Pedro Aureolo (c. 1280/ 1322) el universal no tiene la menor realidad externa, sólo recopila semejanzas. Únicamente se conoce la apariencia o lo accidental, pero no la esencia. Anticipa a Kant, elaborando una distinción que recuerda al fenómeno y al noúmeno.
5.1. Su postura será radicalizada por Pedro de Ailly, (c.1350-1420), obispo de Cambrai, que expone una visión del mundo que recuerda a la película Matrix, de la que podía haber sido guionista. Afirma en su “Comentario a las Sentencias” III, q1, a2, que no podemos estar ciertos ni aun de la existencia de un mundo exterior a nosotros. Dios podría haber destruido todas las cosas externas, y haber conservado tan sólo nuestras percepciones, de modo que lo que vemos y sentimos sólo puede suponerse, sospechando la inexistencia de lo exterior. La razón natural, por tanto, no puede asegurar nada, ni siquiera la existencia de Dios.
6. El “Liber calculationum” de Ricardo Suiseth, (n.c. 1340, 1354) afirma que los sofismas surgen por culpa de la noción de infinito. De esta obra se desprende un nuevo concepto de la forma como mera magnitud. Se inicia la cuantificación del misterio.
6.1. La noción de lo infinito se comienza a matematizar, reduciendo lo suprainteligible a lo cuantitativo. La fascinación por la velocidad, el vértigo ante cantidades infinitas, se descubre en tratados como el “Tractatus de proportionibus”, de Tomás Bradwardine (c. 1290-1349), que preludia el mecanicismo determinista de la Ilustración, presagiando el hombre máquina.
7. Con la vía moderna de análisis se declaran como irresolubles un gran número de cuestiones metafísicas y teológicas. Todo el empeño monumental que la Escolástica sostiene para armonizar fe y razón queda disuelto en juegos de palabras y resolución de sofismas, sobre el cimiento de arena de un empirismo feroz, de corte superindividualista y voluntarista, que prepara el terreno para el semipelagianismo.
8. La Dialéctica, a partir del s XIII, comienza decididamente a devorar a la lógica. La suposición introduce los términos de la sospecha. En la lógica ockhamista, es la propiedad por la cual un término se puede poner en lugar de otro término para suponerlo –y de paso sospechar de la realidad que queda supuesta. O, como dice el propio Ockham (c. 1285-1349): “·la suposición es, casi, la posición de otro por algo, en lugar de algo”, de forma que el término supone, o está en lugar de. Pero este estar en lugar de es sólo una su-posición, un suponer, como si el propio término confesara: “sospecho que detrás de mí no hay nada. Es probable que no hay nada”. Esta es su oculta intención. ¡Sembrar la duda!
8.1. La suposición (suppositio) nominalista convierte la razón en dialéctica, e introduce la sospecha en el lenguaje de la razón, convierte el conocimiento natural de las esencias en mera conjetura, en un mero castillo de naipes, que hace problemática la sana doctrina y el conocimiento recto. ¿Será posible -sospecha- que detrás de los universales no haya nada universal? A lo sumo, un sofisma matemático cuantificable.
8.2. La Dialéctica es la lógica de la sospecha. ¡Esto suena muy actual! El cisterciense nominalista Juan de Mirecourt (m.c. 1345) (del que fueron condenadas en 1347 cuarenta proposiciones de su “Comentario a las Sentencias”) posee un escepticismo que anticipa el desencanto moderno; considera que hay dos formas de apreciar las consecuencias de la fe: la del creyente, y la del dialéctico.
8.3. A finales de ese mismo año de 1347, son condenadas tesis de otro nominalista, Nicolás de Autrecourt, (c.1300-1350) otro escéptico que anuncia la Modernidad; aun sin ser ockhamista, es más radical que él en su camino de escepticismo; enseña que la potencia divina puede causar apariencias sin substancia. O, como diría Abelardo, lo que la proposición dice es una nada.
8.4. La suposición en definitiva conduce a razonamientos efímeros, sin término medio, inmediatos, sin sustento en realidades permanentes, objetivas y universales. Sólo un cálculo mental.
9. El terminismo dialéctico se difundió por Alemania de la mano de Gabriel Biel (1418-1495). Lutero fue guiado hacia el nominalismo por los escritos de este autor. Parece haber aprendido en él la desconfianza radical en la razón, que conduce al fideísmo, y al creo porque es absurdo.
10. Los términos, pues, son reducidos a meros signos que fingen, suponen una realidad de la que no podemos estar ciertos. El terminismo desconecta la teología del conocimiento natural de Dios, y convierte en sofisma la ortodoxia. La desconfianza en el poder de la razón se extiende masivamente, abriendo la puerta al subjetivismo, al empirismo, al relativismo, al individualismo antropocéntrico.
10.1. Para la lógica terminista, en definitiva, las palabras no indican formas sustanciales, ni estructuras ontológicas, ni el orden objetivo del mundo, sino objetos experienciales cuantificables. La catequesis queda convertida en experiencia subjetiva y la metafísica en juegos de lenguaje. Las verdades dogmáticas son volatilizadas. Y cada vez cuesta más permanecer en la sana doctrina.
10.2. Por obra de la Dialéctica terminista se ha oscurecido el sentido común. Se extienden las teologías que se plantean si lo que tienen en común un individuo y otro y otro, existe en la realidad, y si hay un fin real al que aspira la naturaleza humana. Si malpensamos de la existencia de lo común, como se ha hecho frecuente en los últimos tiempos, y suponemos que no existe algo llamado Ley Natural, todo cuanto se desprende lógicamente de la aceptación racional de su existencia se convierte en mera conjetura, y, ¿quién fundamenta su vida en soplos de voz?
¡Hay que volver a Tomás!
18 comentarios
Saludos cordiales.
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A.G.- Sin duda, se abandona al Angélico y se naufraga en cualquier oleaje de doctrina. La formación católica se ha resentido terriblemente, es algo que espanta.
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Así es, los males que nos aquejan vienen de muy atrás, de la disolución de la Escolástica, que preludia el antropocentrismo renacentista. Si al nominalismo le sumamos el semipelagianismo del supermolinismo, pues la crisis está servida.
El verdadero enfrentamiento es entre escepticismo y credulidad. Mientras los escépticos basan sus razonamientos lógicos en lo observable, los crédulos lo hacen en realidades que "no se ven": los universales, los conceptos, la ley natural, los espíritus, la bondad, la verdad... La lógica de los crédulos es la misma que la de los escépticos pero, en el caso de los primeros, al no tener una base sólida, todo se queda disuelto en juegos de palabras y resolución de sofismas.
Creo que Santo Tomás, excesivamente entusiasmado por Aristóteles, dejó en un segundo término, o incluso se olvidó, de la doctrina del ejemplarismo e iluminismo agustiniano y contribuyó en cierta medida, aunque involuntariamente, al advenimiento del pernicioso nominalismo.
"Non in dialectica complacuit Deo salvum facere populum suum".
(San Ambrosio de Milán)
La distinción aristotélica entre el contenido inteligible de los conceptos y el modo en que éstos se dan en nuestra mente por la abstracción es la clave para la superación del nominalismo.
Saludos cordiales.
Y va una pregunta a modo de trabajo práctico acerca de lo que dices:
Al comentario de más arriba de Ramontxu, que es nominalista a rabiar según entiendo, ¿se le podría achacar que ignora "la distinción aristotélica entre el contenido inteligible de los conceptos y el modo en que éstos se dan en nuestra mente por la abstracción"?
Eso del platonismo al revés es verdad.
Me hace pensar en el absurdo del hiper-realismo, por ejemplo en el del abad de san Martín de Tours, Fredegiso (+ c. 834), para el que todo nombre significa algo que es y que no puede no ser. Hasta la misma nada incluye en esta visión superexistencial de los términos.
En su carta "De nihilo et tenebris" atribuye ser a la nada, y afirma incluso, con acentos nietzschenianos, que la nada es "algo grande y noble"
Es decir, que cree que algo por el simple hecho de ser nombrado ya tiene ser, porque nombrar es una forma de dar existencia. Algo así como una especie de pensamiento mágico. Este hiper-realismo conduce al materialismo radical de corte gnóstico.
Y todo ¿para qué? Para poder demostrar la existencia de Dios. Al final, siempre aterrizamos ahí, en ese punto de partida disfrazado de línea de meta.
Lo mismo Platón, un teísta obsesivo, por lo cual tuvo en San Agustín un notable seguidor...
¡Necesitábamos un ateo que no espabilara!
Ironías aparte, creo que lo tuyo es una pista a seguir: como el buen pensar concluye demostrando la existencia de Dios, quienes a priori rechazan su existencia tratan de imponer la Lógica del Disparate: la Ideología.
Y todo ¿para qué? Para poder demostrar la inexistencia de Dios. Al final, siempre aterrizamos ahí, en ese punto de partida disfrazado de línea de meta.
Juan Pablo II, manifestó en la Novo Millennio Ineunte, que nuestras Iglesias debén ser escuelas de Oración, donde se debe conocer el rostro de Cristo,cita estos autores.
Como tanto documentos magisteriales de los pontífices, brillan por su ausencia.
Desde aqui desaparecen los pelagianismos, semipelagianismos, voluntarismos, naturalismos,falsos humanismos, y por supuesto nace las verdaderas virtudes, que las da Dios,no son consecuencia de la voluntad, heréticas.
El buen pensar, bajo una adecuada guía, puede demostrarse y demostrar la existencia de Dios.
El mal pensar en cambio, especialmente si está contaminado de nominalismo, es impotente para ello.
Y tenemos un buen ejemplo en el razonar de Ramontxu: por ejemplo, él afirma que no existe nada REAL llamado "hombre". Que sólo existen los hombres concretos que vemos, pero no hay una realidad objetiva que sea común a todos ellos.
Esto choca frontalmente con todo: con el sentido común en primer término, y al efecto es oportuno señalar que la primera víctima del nominalismo es el sentido común.
Pero también choca contra la ciencia: un "hombre" sólo puede generarse a partir de otro "hombre", entonces hay una transmisión de "algo" (la esencia) que es tan real como estas teclas que estoy presionando.
Eliminado el sentido común, queda expedito el camino para la necedad solemne.
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A.G.-Bien lo has dicho, Ricardo. Cada vez estoy más convencido de la necesidad de hacer un apostolado del sentido común.
Se nota en personas muy eruditas, la falta de dicho amor.
el conocimiento sin amor, es muy incoherente, pero el que ama, es EL, no yo.
Aparte de los Místicos del Carmelo,Garrrigou Lagrange, afirma que es necesaria está vida, la vida mística para todos, llegar a la UNIÖN con el Señor.
En las Tres Edades de la Vida Interior, la purgativa, la iluminativa y la unitiva.
Y ni que hablar en muchos movimientos psudotradicionalistas, con sotana y todo,Pelagio, pseudopelagianismo, humanismos, naturalismos.Por algo el Catecismo Universal de la Iglesia, Trae al final, un capítulo sobre la oración.Sin el SEÑOR, nada, eso somos.
Nada de autosugestión colectiva, la libertad interior, en esté castillo hay un millón de moradas.
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A.G. Eso es, libertad interior. Jacques Philippe tiene por cierto un maravilloso libro sobre este tema.
Detrás de cada palabra nuestra, salvo los nombres propios, en todo caso, hay un concepto universal y abstracto. Para designar una mesa concreta no alcanza la palabra "mesa", que se puede aplicar, por definición, a todas las mesas posibles, sino que hay que señalarla con el dedo, porque ni siquiera "esta mesa" es privativa de alguna mesa singular.
Según el nominalismo, por tanto, ninguna palabra nuestra hace referencia a la realidad, no podemos decir nada sobre las cosas mismas, todo nuestro discurso, incluido el discurso científico, queda encerrado dentro de nuestra mente productora de ficciones.
Si pensamos que ésa es la filosofía que está en la base de la cultura moderna, podemos ir entendiendo muchas cosas.
Por ejemplo, la "perspectiva de género", para la cual ser varón o mujer es un mero "constructo mental", en nada diferente o superior a ser homosexual, bisexual, transexual, etc.
Sobre la base del suicidio de la razón no se puede construir la fe. Si todo es relativo, no puede haber una verdad revelada absoluta. La gracia, enseña con toda razón Santo Tomás de Aquino, supone la naturaleza. El apostolado de la inteligencia es hoy día más que nunca parte integrante de la evangelización, entiendo.
Saludos cordiales.
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A.G.-Gracias por tu muy clarificador comentario, Néstor, con el que estoy totalmente de acuerdo.
Sintonizo muy especialmente con eso del apostolado de la inteligencia, con el apostolado de la razón, algo muy urgente. La Iglesia siempre ha sido la guardiana del conocimiento natural, y en esta sociedad fragmentada, es muy necesario hacerlo, desofuscando la razón con la gracia e iluminándola con la fe.
De hecho, estoy convendido de que en esta misión de quebrantar el antropocentrismo postmoderno, el apostolado de la recta razón, de la inteligencia, tiene un papel fundamental.
Saludos cordiales
Es lo que pretende el zen: crear una falsa conciencia de que tras las palabras no hay realidades, sino sólo apariencias, sólo "mayko", engaños, ilusiones, incluso diabólicas.
En el ejemplo de la mesa hay que tener cuidado con lo que dice ya Aristóteles: los entes artificiales no tienen esencia o naturaleza. No es que en la mesa no haya esencias, es una reunión artificial de esencias, que por definición, son naturales: madera, metal, etc.
Pero por ser artificial, es una unión accidental, no esencial.
"Mesa" en definitiva es algo que tiene un ser solamente funcional, en relación a las necesidades del hombre.
Ese problema no se plantea con los ejemplos tomados de la naturaleza: el árbol, el perro, el gato, el mismo ser humano, no son unidades accidentales, sino sustanciales, no son conjuntos de esencias, sino esencias unitarias.
Su realidad no es meramente funcional, sino propiamente ontológica.
Saludos cordiales.
Reflexionando sobre el ente artificial. Tal vez haya de alguna manera grados de artificialidad, a que se llega por la composición del ente artificial. Por ej.
Hace tiempo leí en los Diarios de Ernst Jünger, convertido al catolicismo por Bloy, por cierto, que nos sentimos como en un lugar inhóspito ante la presencia de entes completamente artificiales; objetos de plástico, hormigones, materiales sintéticos, etc.
Sin embargo, en la presencia de objetos elaborados con materiales nobles el alma se siente a gusto.
En una iglesia de mármoles y maderas nobles, nos sentimos como en un hogar. Sin embargo, en edificios de cemento, hierro y hormigon, nos sentimos en lugar inhóspito.
De alguna manera, el objeto elaborado con material noble conserva su carácter vestigial, tal vez.
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