(3) De algunas observaciones sobre el misterioso Pulchrum, I.
A continuación, os propongo algunos puntos de reflexión sobre lo bello, el misterioso transcendental pulchrum.
1. Decía Benedicto XVI en la audiencia del 31 de agosto de 2011, que “el arte es capaz de expresar y hacer visible la necesidad del hombre de ir más allá de lo que se ve, manifiesta la sed y la búsqueda de infinito. Más aún, es como una puerta abierta hacia el infinito, hacia una belleza y una verdad que van más allá de lo cotidiano. Una obra de arte puede abrir los ojos de la mente y del corazón, impulsándonos hacia lo alto.”
2. Respecto a lo bello, también consideramos la primacía del ser, del conocer, y de la gracia. Por esta razón, en la Vía Pulchritudinis existen caminos transitables, donde ha de reinar la gratuidad del pulchrum, y otros no transitables, bloqueados por el mero utilitarismo funcional sin belleza. Tampoco olvidemos nunca que el sentire cum Ecclesia tiene sentido también en lo referente al arte.
3. Aunque lo bello puede servir a la evangelización, no servirá a través un arte meramente utilitario y funcional, en que el argumento es lo principal y la belleza lo secundario, -ni el pulchrum indecible puede ser convertible en mero mensaje evangelizador. Existe, a lo sumo, una belleza subcreada que puede ser aplicable, como diría Tolkien.
4. El 21 de noviembre de 2009 decía Benedicto XVI a los artistas: “Vosotros sabéis bien que la experiencia de la belleza, de la belleza auténtica, no efímera ni superficial, no es algo accesorio o secundario en la búsqueda del sentido y de la felicidad, porque esa experiencia no aleja de la realidad, sino, al contrario, lleva a una confrontación abierta con la vida diaria, para liberarla de la oscuridad y transfigurarla, a fin de hacerla luminosa y bella.”
5. El par de conceptos decir/mostrar, desarrollado por Wittgenstein, puede ayudarnos a comprender el misterioso pulchrum y su acción. Pues podríamos decir que, de alguna manera, el pulchrum se puede mostrar, pero no decir.
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6. La verdad se dice, el bien se hace, el pulchrum se muestra.
7. Lo bello consiste en una adecuada proporción, según el Angélico, Suma, Ia, q5, a4.1. Una adecuada proporción que se irradia y llama hacia sí, atrayendo, según explica el Pseudo-Dionisio: “(Lo bello transcendental se llama belleza) también porque “llama” (kaloûn) a todas las cosas hacia sí, -(y por eso recibe el nombre de kállos (belleza))-, y las reúne en sí” (“De divinis nominibus”, IV, 7, 1)
8. Josef Pieper lo expone con una gran claridad en su libro sobre “Virtudes fundamentales”, en las “Últimas cuestiones” sobre la Templanza: “Una vez más es preciso que nos esforcemos por entender la esencia del concepto, es decir, el sentido originario de lo bello. Se trata de la belleza irradiada por el ordenamiento estructural de lo verdadero y de lo bueno.”
9. Entre belleza visible y belleza invisible existe cierta misteriosa razón de semejanza. De otra manera, lo bello visible no podría servir de camino de ascenso a lo bello invisible. Hugo de san Victor incide en ello, en “Expositio in Hierarchia Coelestis”, II,1. “ existe cierta semejanza entre la belleza visible y la invisible, gracias a la emulación que el artífice de la invisible realizó entre ambas, en la cual, como en un espejo, de diversas proporciones se conforma una sola imagen”. De aquí que la belleza sensible puede ser, en virtud de esta relación, signo (signum) e imagen (imago) de la belleza invisible. Esto llevó a Hugo de san Victor a considerar que la belleza debía ser concebida figurativamente (figurative) y simbólicamente (symbolice) , siendo así la belleza de las criaturas (el decor creaturarum) un reflejo (simulacrum) de la de Dios.
10. La estructura conforme al logos del objeto bello, sea un cuadro, una sinfonía, o un poema, es lo que Heinrich Schenker denominaría razón estructural de la obra artística, algo así como su razón armónica. Así, lo bello no es irracional, sino antes bien está vivificado por el logos de la razón armónica, que guarda cierta relación de semejanza estructural, con la razón armónica de la realidad creada, siendo esta relación un signo de la belleza divina: nos conduce al Logos por Quien esa realidad bella fue creada. Podríamos hablar, por ello, de cierto isomorfismo analógico, o sígnico. Aquí entendemos isomorfismo no en sentido de igualdad, ni identidad, sino de semejanza, en el sentido en que lo entiende Nicolás de Cusa, “Dialogus de ludo globi”, II: «el arte creador, que el alma tiene la suerte de alojar, no se identifica con aquel arte por esencia que es Dios, sino que es solamente una comunicación y una participación del mismo» Si hablamos, por tanto, de una relación entre la belleza visible y la invisible, es porque existe una relación de participación y semejanza. A la manera de un isomorfismo sígnico o analógico, en virtud del cual lo bello es aplicable, y actúa a la manera de puerta hacia aquello que participa y que le es comunicado.
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11. Cuando se manipula utilitariamente la forma estética, subordinando el pulchrum al mensaje, la estructura racional interna de la forma estética sale afuera y se convierte en una cobertura, algo así como un exoesqueleto. La belleza se vuelve invertebrada. Se escucha la maquinaria, por así decir. El pulchrum queda oculto tras el caparazón de la forma. Ese exoesqueleto configurado según un código de asociaciones convencionales suele adoptar la forma de la alegoría. Y aunque los elementos parciales de la alegoría pueden ser bellos y tener potencia mostrativa, el sistema alegórico en sí mismo tiene como objetivo el discurso y no el pulchrum. Sabido es que Tolkien descartaba la alegoría.
12. “Lo bello trascendental se llama belleza por la hermosura que propiamente comunica a cada ser como causa de toda armonía y esplendor, alumbrando en ellos porciones de belleza a la manera del rayo brillante que emana de su fuente, la luz.” (Pseudo-Dionisio, “De divinis nominibus”). Es el pulchrum la causa de toda armonía y esplendor. Sólo por la belleza visible e invisible es transitable la Vía Pulchritudinis.
13. Con el gran arte cristiano ocurre que lo explícito del decir forma un acorde simultáneo con lo inefablemente mostrado, produciendo una acción compuesta, una acción acórdica. Por ejemplo, la Pasión según san Mateo de Bach, o el Oficio de Difuntos de Tomás Luis de Victoria. Aquí existe una relación misteriosa con la Transfiguración. El Verbo Trans-figurado es modelo del pulchrum que muestra plenamente y dice plenamente. El gran arte cristiano es un arte transfigurado. No es mera figuración.
14. El Acorde Transfigurado: existe un pulchrum indecible que se muestra en el pulchrum visible, de forma que la belleza creatural, la belleza artística y la belleza divina se manifiestan simultáneamente.
15. Se hace tan bella la imagen, que se vuelve transparente y se convierte en puerta. A través de ella se contempla el Misterio. Entonces el alma, como dice Macario el Grande, es “toda ojo, toda luz, toda rostro”. Es la auténtica vía pulchritudinis. Pero si la imagen no es bella, la mirada queda retenida en ella, y de su imperfección no surge la transparencia de la puerta abierta a lo que está más allá, al Otro Lado. La gloria no se hace visible y la opacidad de Este Lado oculta lo sobrenatural.
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16. Existe una relación misteriosísima entre toda belleza y la Transfiguración de Cristo.
17. Al caernos de la gracia en la Caída, nos caímos también de la belleza originaria. La belleza de la Creación anhela ansiosamente la restauración final, la redención de lo visible.
18. Aún no podemos habitar plenamente la belleza redimida y restaurada. Lo habitamos en primicia. Y esa primicia es el gran arte.
19. Lo necesario, ante todo, es que la imagen sonora o pictórica sea bella. Si es bella, servirá de puerta al misterio. Puede tener contenido teológico, y si lo tiene, cuanto más rico mejor, pero ese contenido teológico no quedará activado, por así decir, si la imagen no es bella. Es decir, en el arte, el argumento teológico no hace bella la imagen, si la imagen no tiene belleza propia, porque el pulchrum no se alimenta sino de armonía y esplendor.
20. Lo bello se muestra plenamente en Cristo. Lo que anhelamos de lo bello es su visión, el aspectus. Lo bello está en relación al conocer. Nos agrada la apercepción, la apprehensio. (Santo Tomás, Suma, I, q5, a4; II, 1 q27, a1). Los atributos de lo bello, íntegra perfección, proporción armoniosa, claridad y esplendor, se encuentran plenamente en el Verbo Encarnado, belleza perfecta e imagen del Padre. Conocer a Cristo, contemplarle, es la suma felicidad, y su ausencia, la suma desgracia. La visión misma de Cristo es la visión de la Belleza.
8 comentarios
Sin esta vida de Gracia como decía, no hay verdadera belleza.
El pecado no es belleza, esto lo sabemos en cuánto hemos dicho sí a Cristo que nos ha llamado. Si digo, que en el pecado no existe belleza, es porque hay personas que viven en una inmensa miseria espiritual, que cualquier cosa horrible, le parece un "arte", todo lo que no venga de Dios no hay belleza.
Declaraciones en una iglesia de mi hija de nueve años, futura doctora de la Iglesia :-)
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A.G.- Qué bello. Sin duda, qué a gusto se está donde hay belleza.
De hecho, si miramos la historia del arte, parece más difícil o menos frecuente lo contrario: la unión de la belleza y la moralidad, y más aún la unión de la belleza y el mensaje evangélico. Hay muchos escritores geniales, pero hay pocos Dante Alighieri, y no es de extrañar, pues se trata de juntar dos excelencias, que es lógicamente menos probable que tener una sola de ellas.
Y si se dice que Dante tampoco es que estuviese al nivel de Santa Catalina o San Francisco, precisamente, es más improbable aún encontrar alguien con más santidad e igual genialidad artística.
Es cierto por otra parte que la historia del arte quedaría tremendamente empequeñecida si se quitara todo el arte cristiano, pensemos sobre todo en la pintura. Pero incluso una gran obra de arte cristiano no tiene porqué ser específicamente cristiana ni derivar de ello su belleza. No faltan pintores cristianos que lo único que ponían de cristiano en su obras era la temática, como si esta fuese sólo un pretexto para pintar. Y algunos de ellos fueron seguramente grandes genios de la pintura.
Obviamente que la santidad tiene su belleza propia, pero de ahí no se sigue que sea belleza artística ni que sea capaz de producirla. Y a la inversa: la belleza artística no garantiza, como decía, la moralidad y menos la santidad.
Saludos cordiales.
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A.G.-De acuerdo, por supuesto, con que una obra de arte cristiano no tiene por qué ser explícitamente cristiano. Lo cristiano, en este caso, se muestra, aunque no se diga. Es una de las tesis del post. Pensemos en Tolkien, en Bruckner, y tantos otros. Saludos.
Y es que pocas cosas pueden ser más soporíferas y poco atractivas que una catequesis disfrazada de obra de arte cuando el disfraz es demasiado evidente.
Saludos cordiales.
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A.G.- Sin duda, el mensaje no da la belleza, si la forma no es bella. Muchos se ponen a hacer arte cristiano para evangelizar, pero no todos pueden hacerlo, sino sólo el que tiene el don. Un arte cristiano mediocre es sal sosa. Saludos.
Por lo menos en eso es en lo que me hace pensar la cita de Benedicto XVI del comienzo del post. El que percibe la belleza de lo creado experimenta sensiblemente un anhelo de Dios, y ese anhelo se plasma en la obra de arte.
Muy bueno el post.
¡Saludos!
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Gracias. Es verdad lo que dice, hay una belleza creada, y otra, que podemos llamar invisible. En el post argumento que pueden darse simnultáneamente, en acorde. Saludos.
Es verdad que belleza y moralidad no siempre van juntas. Lo que ocurre es que, dado que, propiamente hablando, el cristianismo no tiene "una moralidad", un constructo moral, sino que "lo que tiene" es la Ley Eterna, concretada en la Ley natural,
en el arte cristiano, belleza y ley natural, o ley eterna, van siempre juntas, aunque dado que existimos aún en un mundo caído a la espera de restauración, de forma incompleta, con cierta deformidad gimiente, por así decir.
Pero creo que en toda belleza hay orden creatural. Y el orden creatural, a diferencia de la moral, que es constructo, es inseparable de la belleza, si bien no se muestra en plenitud, todavía.
Si bien toda belleza está caída, está redimida, está herida, no es plena, y puede convivir con lo inmoral, pero lo que muestra, no es talmente un constructo llamado moral cristiana, sino el orden de la creación , y la ley natural, participación de la ley eterna.
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