En los altares - Santa Lucía
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Corría el siglo III, probablemente el año 281, cuando en Siracusa nació una niña a la que pusieron por nombre Lucía. Se puede decir que en aquellos años ya había una comunidad cristiana floreciente en aquella isla mediterránea.
Lucía, debido al ambiente cristiano en el que se crío tuvo una infancia en la que destaca su piedad no exenta de fervor en un tiempo en el que ser discípulo de Cristo, y decirlo, podía acarrear malas, muy malas consecuencias para quien fuera tan valiente como para hacer eso. Eran tiempos de arraigada fe y recio creer.
Como curiosamente pasa, en muchas ocasiones, los padres de Lucía no eran pobres de solemnidad sino que, muy al contrario, tenían tierras y formaban parte, por eso mismo, de la nobleza terrateniente. Esto quiere decir que, en aquel tiempo el cristianismo se había difundido más allá de la población pobre que, en un principio, seguía a Jesús.
Lucía perdió a su padre a la tierna edad de 5 años y su madre, Eutiquia, la educó cristianamente y tan bien lo hizo que, muy a pesar de que le hubiera buscado un buen partido para haber matrimonio, la joven Lucía había tomado la decisión que, en muchas ocasiones, toman aquellas personas que, muy especialmente, han sabido escuchar la voz de Dios: se consagraría al Creador con el voto de virginidad. Así, no consiente casarse y hace todo lo posible para retrasar la fecha de la boda.