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Hay que leer, yo los he leído, algunos de los comentarios que en diversos blogs del diario “Público” se han escrito, y se escriben, acerca de la desaparición de la edición de papel del comunista-millonario Roures.
Sin embargo, como no todos los pensamiento son iguales voy a traer aquí algunas de las cosas que el que esto escribe ha escrito acerca de tal engendro mediático, laicista y ateo donde los haya.
El diario ‘Público’ es una vergüenza públicamente laicista
Existen medios de comunicación que, con su actitud, definen, a la perfección, cuál es la visión que tienen de lo religioso y, sobre todo, la mayor o menor tirria que tienen a todo lo que pueda sonar, parecer o, simplemente, ser católico.
Un ejemplo del comportamiento que más bien podemos llamar barriobajero y ruin es que representa el diario (llamarlo prensa es excesivo y un insulto a la que lo es) “Público” porque, en realidad, lo que hace es tener un comportamiento bastante impúdico con lo que reproduce en sus letras (impresas o digitales) cuando algún tema relacionado con lo religioso se le cruza en su camino, podrida senda donde todo lo anormal tiene asiento, todo insulto es percibido como algo bueno (está al nivel de su escasa inteligencia) y, sobre todo, toda disminución de una supuesta inteligencia es marca de la casa (de la suya)
El diario “Público” es, religiosamente hablando, un blasfemador de primera división (aunque no pasaría de tercera regional en una nación con mínima vergüenza), un tergiversador de las noticias relacionadas con lo religioso y un algo que se alinea, digamos, con las corrientes “progres” de la Iglesia española.
Quizá poniendo algunos ejemplos se entenderá mejor lo que quiero decir porque en las páginas de “Público” se da cancha, en lo relacionado con la Iglesia católica, a todo lo que pueda desprestigiarla, sea soez o maloliente. O sea, laicismo puro y duro.
Y para muestra dos botones:
1.-‘Obispas’ excomulgadas desafían al Vaticano”
Hoy mismo, 22 de julio, han llevado a sus letras (difícilmente juntadas para formar un escrito) un título que, como muestra el número uno de esta corta relación de dos, lo dice todo: “Obispas excomulgadas desafían al Vaticano”.
Cabe decir que, aquí, la culpa de “Público” es doble porque, en realidad, recogieron una crónica de la Agencia EFE que es muy propicia para estos tiempos de verano pero que, en realidad, muestran qué nivel de inteligencia y de profesionalidad periodística existe en tal engendro.
Pero, por parte, y francamente lo digo, la noticia no tiene ni pies ni cabeza y demuestra que quien la redacta está preso (o presa, eso no lo sé yo) de algún tipo de virus enfermizo que le hace ver las cosas como, de ninguna manera, pueden ser. Y más aún quien la recoge sin contrastar la verdad del contenido de la misma.
En primer lugar, hay que negar la mayor: no resulta posible que haya “Obispas católicas” porque para ser “Obispo católico”, en primer lugar se ha de ser sacerdote y es, simplemente, imposible que tal función pueda ser desarrollada por una mujer.
La Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis de Juan Pablo II Magno (de 22 de mayo de 1994) sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres dice lo siguiente (y copio el texto porque se trata de uno que rige en la cristiandad católica que es, se supone, la misma –aunque no lo sea- que rige para tales personas que se “ordenan” a su gusto):
“Venerables Hermanos en el Episcopado:
1. La ordenación sacerdotal, mediante la cual se transmite la función confiada por Cristo a sus Apóstoles, de enseñar, santificar y regir a los fieles, desde el principio ha sido reservada siempre en la Iglesia Católica exclusivamente a los hombres. Esta tradición se ha mantenido también fielmente en las Iglesias Orientales.
Cuando en la Comunión Anglicana surgió la cuestión de la ordenación de las mujeres, el Sumo Pontífice Pablo VI, fiel a la misión de custodiar la Tradición apostólica, y con el fin también de eliminar un nuevo obstáculo en el camino hacia la unidad de los cristianos, quiso recordar a los hermanos Anglicanos cuál era la posición de la Iglesia Católica: “Ella sostiene que no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio, por razones verdaderamente fundamentales. Tales razones comprenden: el ejemplo, consignado en las Sagradas Escrituras, de Cristo que escogió sus Apóstoles sólo entre varones; la práctica constante de la Iglesia, que ha imitado a Cristo, escogiendo sólo varones; y su viviente Magisterio, que coherentemente ha establecido que la exclusión de las mujeres del sacerdocio está en armonía con el plan de Dios para su Iglesia”.
Pero dado que incluso entre teólogos y en algunos ambientes católicos se discutía esta cuestión, Pablo VI encargó a la Congregación para la Doctrina de la Fe que expusiera e ilustrara la doctrina de la Iglesia sobre este tema. Esto se hizo con la Declaración Inter insigniores, que el Sumo Pontífice aprobó y ordenó publicar.
2. La Declaración recoge y explica las razones fundamentales de esta doctrina, expuesta por Pablo VI, concluyendo que la Iglesia “no se considera autorizada a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal". A tales razones fundamentales el mismo documento añade otras razones teológicas que ilustran la conveniencia de aquella disposición divina y muestran claramente cómo el modo de actuar de Cristo no estaba condicionado por motivos sociológicos o culturales propios de su tiempo. Como Pablo VI precisaría después, “la razón verdadera es que Cristo, al dar a la Iglesia su constitución fundamental, su antropología teológica, seguida siempre por la Tradición de la Iglesia misma, lo ha establecido así".
En la Carta Apostólica Mulieris dignitatem he escrito a este propósito: “Cristo, llamando como apóstoles suyos sólo a hombres, lo hizo de un modo totalmente libre y soberano. Y lo hizo con la misma libertad con que en todo su comportamiento puso en evidencia la dignidad y la vocación de la mujer, sin amoldarse al uso dominante y a la tradición avalada por la legislación de su tiempo".
En efecto, los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles atestiguan que esta llamada fue hecha según el designio eterno de Dios: Cristo eligió a los que quiso (cf. Mc 3,13-14; Jn 6,70), y lo hizo en unión con el Padre “por medio del Espíritu Santo” (Act 1,2), después de pasar la noche en oración (cf. Lc 6,12). Por tanto, en la admisión al sacerdocio ministerial, la Iglesia ha reconocido siempre como norma perenne el modo de actuar de su Señor en la elección de los doce hombres, que El puso como fundamento de su Iglesia (cf. Ap 21,14). En realidad, ellos no recibieron solamente una función que habría podido ser ejercida después por cualquier miembro de la Iglesia, sino que fueron asociados especial e íntimamente a la misión del mismo Verbo encarnado (cf. Mt 10,1.7-8; 28,16-20; Mc 3, 13-16; 16,14-15). Los Apóstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores que les sucederían en su ministerio. En esta elección estaban incluidos también aquellos que, a través del tiempo de la Iglesia, habrían continuado la misión de los Apóstoles de representar a Cristo, Señor y Redentor.
3. Por otra parte, el hecho de que María Santísima, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, no recibiera la misión propia de los Apóstoles ni el sacerdocio ministerial, muestra claramente que la no admisión de las mujeres a la ordenación sacerdotal no puede significar una menor dignidad ni una discriminación hacia ellas, sino la observancia fiel de una disposición que hay que atribuir a la sabiduría del Señor del universo.
La presencia y el papel de la mujer en la vida y en la misión de la Iglesia, si bien no están ligados al sacerdocio ministerial, son, no obstante, totalmente necesarios e insustituibles. Como ha sido puesto de relieve en la misma Declaración Inter insigniores, “la Santa Madre Iglesia hace votos por que las mujeres cristianas tomen plena conciencia de la grandeza de su misión: su papel es capital hoy en día, tanto para la renovación y humanización de la sociedad, como para descubrir de nuevo, por parte de los creyentes, el verdadero rostro de la Iglesia". El Nuevo Testamento y toda la historia de la Iglesia muestran ampliamente la presencia de mujeres en la Iglesia, verdaderas discípulas y testigos de Cristo en la familia y en la profesión civil, así como en la consagración total al servicio de Dios y del Evangelio. “En efecto, la Iglesia defendiendo la dignidad de la mujer y su vocación ha mostrado honor y gratitud para aquellas que -fieles al Evangelio-, han participado en todo tiempo en la misión apostólica del Pueblo de Dios. Se trata de santas mártires, de vírgenes, de madres de familia, que valientemente han dado testimonio de su fe, y que educando a los propios hijos en el espíritu del Evangelio han transmitido la fe y la tradición de la Iglesia".
Por otra parte, la estructura jerárquica de la Iglesia está ordenada totalmente a la santidad de los fieles. Por lo cual, recuerda la Declaración Inter insigniores: “el único carisma superior que debe ser apetecido es la caridad (cf. 1 Cor 12-13). Los más grandes en el Reino de los cielos no son los ministros, sino los santos".
4. Si bien la doctrina sobre la ordenación sacerdotal, reservada sólo a los hombres, sea conservada por la Tradición constante y universal de la Iglesia, y sea enseñada firmemente por el Magisterio en los documentos más recientes, no obstante, en nuestro tiempo y en diversos lugares se la considera discutible, o incluso se atribuye un valor meramente disciplinar a la decisión de la Iglesia de no admitir a las mujeres a tal ordenación.
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
Mientras invoco sobre vosotros, venerables Hermanos, y sobre todo el pueblo cristiano la constante ayuda del Altísimo, imparto de corazón la Bendición Apostólica”.
Aunque, quizá, pueda parecer un tanto extenso el documento, con esto debería quedar bastante claro lo que aquí ni se puede hacer y, consecuentemente, lo que no es admisible y, ni siquiera, plantear.
En segundo lugar, no es posible que nadie que no puede ser “sacerdotisa” pueda desafiar al Vaticano en nada porque, por el simple hecho de haber dado el primer paso de haber permitido ser ordenadas (cosa imposible) sacerdotes (¿comprenden lo absurdo de todo esto?) ya han incurrido, de forma voluntaria y automática, en excomunión.
Por tanto, no se entiende cómo es posible que se pueda titular como se titula una noticia y, yendo más allá, cómo es posible, que se le pueda dar forma a un artículo de la forma en la que se le da: ridícula, absurda, basurienta.
Además, para ser “católico” no basta con decir que se cree en Cristo y en Dios sino que es, absolutamente necesario, tener una comunión con Roma, con el Santo Padre y seguir lo que, en los diversos aspectos, señala la Tradición y el Magisterio de la Santa Madre Iglesia. No hay otra forma y, además, no puede haber, ni hay, un catolicismo “colateral” (que esté de acuerdo y siga un aspecto y no esté de acuerdo y no siga otro aspecto)
Por eso, no cabe, aquí, escribir de “Obispas” ni de católicas ni de sacerdotes mujeres ni de nada de nada. Simplemente está fuera de lugar y sólo puede suponer la siembra de cizaña (otra vez aparece la mala arte de hacer tales cosas en el seno de la Iglesia) y querer, o pretender, hacer daño a la Esposa de Cristo que, por otra parte, no va a sufrir nada con las historias que se montan supuestas Congregaciones (no admisibles por Roma y, por lo tanto, no existentes a nivel católico)
2.-“’Líbranos del mal’ denuncia la red pedófila de la Iglesia”
En muchas ocasiones se pretende hacer daño a la Esposa de Cristo haciendo pasar las noticias por generalizaciones que, es de entender, por eso mismo, que se han de aplicar a toda la Iglesia.
Por ejemplo, cuando se dice que un reportaje “denuncia la red pedófila de la Iglesia” se está tratando de hacer ver que es toda la Iglesia la que fomenta la pedofília cuando, en realidad, se trata de casos muy aislados que, además, pueden darse en cualquier colectivo humano.
Lo que pasa es que se quiere molestar, hacer que cualquier persona que tenga a mal leer el engendro “Público” saque una conclusión clara: la Iglesia es partidaria de que se corrompa el ser humano haciendo de menos la dignidad de los menores de edad.
La forma que tiene, el autor de la noticia (Rubén Romero) de terminar la cosa es sintomática del sentido de toda ella y, sobre todo, de quién es el verdadero destinatario de la misma:
“Sobre todo porque el escándalo también salpicó al Papa Benedicto XVI. “Durante todo el tiempo que O’Grady abusó de niños, Ratzinger era el máximo responsable de estos casos como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe”, asegura Berg. Ratzinger fue demandado por algunas de las víctimas pero, según la cineasta, las administraciones de Clinton y Bush no estaban por la labor de que la demanda prosperara. ¿Una nueva forma de bula papal?”
El artículo 48 de la “Constitución Apostólica Pastor Bonus” (de Juan Pablo II Magno) sobre la Curia Romana dice que “Es función propia de la Congregación de la Doctrina de la Fe promover y tutelar la doctrina sobre la fe y las costumbres en todo el orbe católico; por lo tanto, es competencia suya lo que de cualquier modo se refiere a esa materia”
En principio, es muy posible que le correspondiera a la Congregación que, desde el mes de noviembre de 1981 al mes de abril de 2005 presidió el actual Santo Padre, Benedicto XVI, el conocimiento de tales casos. Sin embargo, de ahí a la casi “complicidad” que parece achacársele al entonces conocido, sólo, como Joseph Ratzinger, creo que hay un trecho demasiado grande y debería ponderarse mucho lo que se dice si no es que se quiere alcanzar el más absoluto de los ridículos como, por cierto, es el caso.
Sin embargo, como lo que se quiere es hacer daño a la Iglesia, al Papa Benedicto XVI y a quien se ponga por delante, por tal razón se hace como si todos fueran, al fin y al cabo, fuéramos culpables, en este caso, de los abusos a menores cometidos por algunas personas que, siendo sacerdotes, tienen, sí, mayor culpa, pero que, al fin y al cabo, no dejan de ser personas sometidas a las pasiones que, en caso de no saber controlar, pueden verse sometidas a la vergüenza de ser sorprendidas en la comisión de actos delictivos.
Y tales personas han de pagar por lo cometido. Eso lo ha dicho el mismo Santo Padre en su reciente viaje a Australia.
Pero eso no debe interesar a quienes, con ánimo torcido, tratan de hacer ver que toda la Iglesia es como las personas que incurren en graves pecados y delitos.
Dicen, además (como ya se ha reflejado aquí mismo, supra) que el reportaje con el que se pretende implicar a toda la Iglesia por parte de “Público” se titula “Líbranos del mal”.
Ciertamente, por eso mismo, pedimos a Dios que nos libre, espiritualmente hablando, de las malas personas que con malas artes pretenden causar malos pensamientos acerca de la Iglesia.
Y por si esto fuera poco, y no es por nada, creo que una persona muy importante en Religión Digital, por su anterior trayectoria profesional en ABC también escribe, ahora, en el diario “Público”.
Y es que la coherencia es lo mejor que se puede esperar de un católico porque ya saben aquello de “donde es sí sea sí y donde es no sea no”.
Pues aquí es no. Pero un no grande y rotundo.
Aquí también es mejor la honra que los barcos.
Santos Juliá, “Público” y la Iglesia
El pasado día 28, viernes, el diario Público publicaba una entrevista con el dizque historiador, Santos Juliá.
Entre las respuesta que tal historiador ofreció no podían faltar las referencias a la lglesia. Y, como era de esperar, las mismas son, digamos, algo sui generis. O sea, de la secta.
Es una pena, aunque seguro que para él no lo será, que el sentido totalitario de la vida política y social le acabe perdiendo. Así, ante la afirmación de Azaña (pues se trata de un libro escrito por Juliá) de “España ha dejado de ser católica”, dicho por el político analizado, en aquellas lejanas fechas de 1931, responde que en, realidad, “La cultura ya no era católica, la sociedad estaba muy secularizada. Por eso había que adecuar el Estado”.
Hay que entender que, como España ya no era católica, pues lo más conveniente era quemar templos, matar sacerdotes, religiosos y religiosas además de laicos por el mero hecho de decirse católicos.
Es de suponer que “adecuar el Estado” quería decir expulsar a los jesuítas de España, establecer una legislación contraria, del todo, a todo sentimiento católico que pudiesen tener los españoles, etc.
Más adelante reafirma el sentido laicista rampante que tiene Santos Juliá cuando entiende que, en la Transición, España “¡Estaba invadida de órdenes religiosas que controlaban la educación!”
Para Santos Juliá, que España había sido invadida por órdenes religiosas que, evangelio en mano, habían tomado la educación a la fuerza. No es que los españoles (la gran mayoría) estuvieran de acuerdo con la educación impartida sino que, al contrario, todo había sido por obligación.
Pero como los españoles somos, más que nada, ovejas que nos dejamos controlar por los pastores, no tuvimos más idea que, dice Juliá, inventar “la escuela concertada”.
Es decir, que para Santos Juliá, tampoco tiene valor alguno que muchos padres españoles se peleen, metafóricamente hablando, por llevar a sus hijos a tales colegios concertados porque saben que la educación (y no sólo la instrucción) es mejor que en los colegios públicos. Eso no importa, porque, además, el ser religiosos los colegios concertados, según Juliá, los descalifica de principio.
Pero resulta muy condescendiente Santos Juliá cuando entiende que la Iglesia, a la Constitución de 1931 “la repudiaba” mientras que ahora, “acepta la Carta Magna de 1978”.
Lo que calla el poco ínclito Juliá es que si la Iglesia católica hacía tal cosa con el texto de 1931 no era por capricho sino porque su contenido no era muy acorde con los valores cristianos ni los respetaba ni nada de nada. Al contrario, la Constitución de 1978, con todos sus defectos, tiene, de la religión católica, una visión bastante mejor que aquella.
Por tanto, las diferencias son notables aunque al historiador no las aprecie porque ha de tener, sin duda, el sentido olfativo histórico bastante estropeado.
Pero aún va más lejos.
Entiende Santos Juliá que, en realidad, la Iglesia Católica “se reconcilia con la democracia tras el Concilio Vaticano II”. Es decir, que ya había estado conciliada antes, es de suponer que con el quinquenio republicano (1931-1936) Y esto no se entiende si, según él mismo, repudiaba a la Constitución de 1931.
Pero donde arregla la cosa y demuestra el sentido anticatólico que tiene y el ansia, redomada, de tergiversarlo todo, es cuando dice, refiriéndose a la Iglesia católica de hoy, ahora, mismo, que “No digo que no haya movimientos involucionistas en el episcopado. Los hay, como hay cardenales y obispos con ensoñaciones nacionalcatólicas. Pero hoy serían barridos por las urnas, y entonces, en aquel quinquenio, gozaban de mucha fuerza”
Es decir que entre los obispos españoles existen “movimientos involucionistas”. Es decir, Santos Juliá dice que hay aunque no demuestra nada. Y eso es bastante penoso por su parte y con ello trata de sembrar una especie envenenada de tal calibre que resulta, por lo basta, muy propia de su pensamiento.
También hay obispos y cardenales (en España no hay tantos cardenales) que sueñan con nacionalcatolicismos y cosas por el estilo.
Y es que Santos Juliá no puede quitarse de la boca el lenguaje izquierdoso que tacha de todo lo mal a quien no piensa como él y para quien, tratándose de la Iglesia católica, toda idea es nefasta y todo comportamiento, ruin.
Vamos, lo esperable de tal tipo.
En “Público” confunden… que algo queda
Las cosas, según se digan, pueden parecer algo o nada. Sin embargo, cuando se trata de causar malestar y, por decirlo pronto, incordiar a la Iglesia católica diciendo lo que, en realidad, no es… entonces hay que levantar la liebre para ver si alguien se hace con ella.
El Santo Padre pronunció, el pasado 17 de septiembre, un discurso dirigido a un grupo de obispos de la Región Nordeste de la Conferencia Episcopal de Brasil, que estaban realizando la visita “ad limina Apostolorum”.
Pues, aunque parezca increíble, también es posible tratar de confundir lo que dijo el sucesor de Pedro.
Como no puede ser de otra forma, tenía que ser el nuevo órgano de expresión del régimen (pues “El País” ya pasó a mejor vida como tal), el diario “Público” el que se ha querido pasar de listo.
Y, claro, como no lo son…
Según nos dicen “El Papa pide a los sacerdotes que se alejen de la política“. Y esto es lógico porque es muy conocida la expresión “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”.
Hasta ahí, todo bien. Nada nuevo.
No crean, sin embargo, que la cosa va porque los sacerdotes no participen en política. De lo que se trata es de que la Iglesia católica no diga nada de nada. O sea, de que se mantenga en la sacristía sin decir esta boca es mía y olvidando aquello que dice que de “la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12, 34)
Por ejemplo, que no diga nada:
De un tema tan importante como la eutanasia, para que sea más fácil matar sin testigos…
De algo tan crucial como la familia, para que se pueda destruir más fácilmente la misma.
De algo tan esencial, para la dignidad de la persona, como la reproducción humana artificial, y así proceder como pequeños dioses creadores de sus aberraciones.
De la no poco básica consideración de la persona como un fin y no como un medio, y así hacer de su capa ideológica un sayo burdo.
Y así podríamos seguir un rato porque, en realidad, hay mucha diferencia entre que un sacerdote no participe en política y que eso suponga, en extensión, que la Iglesia católica, permanezca silente ante lo que pasa.
Dicen en “Público” que “Sus quejas públicas y polémicas han sido habituales, con ruedas de prensa convocadas exclusivamente al calor de las iniciativas políticas del Gobierno”
Eso lo dicen como justificando sus críticas y como base, con pies de barro, para impedir que la Iglesia católica diga lo que piensa de acuerdo a una doctrina milenaria y no traída al día de hoy por cualquier invención mundana.
Y es que si se trata de tergiversar lo dicho por el Papa en interés del Mal…van dados porque no comprender que entre Benedicto XVI y la Iglesia española hay una sintonía perfecta es, sin duda, vivir en Babia o en la inopia.
De todas formas, ya sé que lo de “Público” lo leen cuatro gatos pero, la verdad, da tanto malestar…
Y esto es una pequeña muestra de lo que hasta aquí se ha escrito desde el ya no diario en papel “Público” porque si tuviera que traer aquí lo que otras personas han escrito siendo bien acogidas en sus páginas, no acabaría nunca.
Ahora, no me negarán que está la mar de bien que tales tipos de personas se vayan lejos, pero que muy lejos, de la tinta y el papel
A mí, vamos, como si los operan.