7.05.13

Un amigo de Lolo - Jamás nos olvida Dios

Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa
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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Puedes pensar: ¡Es difícil recrear, en uno mismo, la voluntad de Dios! Y yo te digo: ¿No será imposible vivir al margen de ella?

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Jamás nos olvida Dios

“¡Qué memoria la de Dios, teniéndonos siempre a todos, vivos y calientes, en el pensamiento y en el corazón ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (23)

Qué cierta es aquella expresión de Jesucristo según la cual para Dios nada es imposible. Al contrario podemos decirla, y la diremos con toda la propiedad del mundo si planteamos el hecho de que para el ser humano no todo es posible que es, justamente, y según lo dicho, lo contrario a lo que pasa con nuestro Padre.

Por ejemplo, sabemos que, como seres humanos somos muy olvidadizos. Si, además, “gozamos” de una memoria, llamada “selectiva” (sólo nos acordamos de lo que nos conviene y cuando nos conviene) lo bien cierto es que de todo el resto de personas que hemos conocido y que, ahora mismo, tenemos en mente, difícilmente podemos decir que sepamos todo de ellas y, mucho menos, que siempre hagamos lo posible para orar por ellas (con necesidad o sin ella) o por llevarlas con nuestro corazón allá donde vamos.

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6.05.13

Serie Padre nuestroPerdona nuestras ofensas

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El Creador espera de nosotros que seamos capaces de pedir perdón por aquello que, de pecaminoso, hemos hecho o en lo que hemos caído.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie “Padre Nuestro” - Presentación

Padre Nuestro

La predicación de Jesús iba destinada a revelar a la humanidad el verdadero rostro de Dios, el misericordioso corazón del Padre y el la luz que podían encontrar en mantener una relación personal con el Creador. Por eso el Maestro se retiraba, muchas veces, a orar en solitario.

Seguramente sus apóstoles, aquellos discípulos que había escogido para que fueran sus más especiales enviados, veían que la actitud de recogimiento de Jesús era grande cuando oraba y, podemos decirlo así, quisieron aprender a hacerlo de aquella forma tan profunda. Y le pidieron que les enseñara a orar, según recoge, por ejemplo, San Lucas cuando le dijeron a Jesús “Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos” (Lc 11, 1).

Jesús, como era humilde y sabía cuál era la voluntad de Dios, les dice (esto lo recoge todo el capítulo 6 del Evangelio de San Mateo, que recomiendo leer completo en cuanto se pueda) qué deben y qué no deben hacer. Dios ve en lo secreto del corazón y, por lo tanto, no le sirve aquellas actuaciones que, a lo mejor, tienen sentido desde un punto de vista humano pero que, con relación al Creador, sobran y están fuera de lugar: aparentar la fe que, en realidad no se tiene; andar demostrando que se hace limosna; orar queriendo hacer ver en tal actitud; hacer que se sepa que se ha ayunado… Todo esto con intención de enriquecer su espíritu y presentarlo ante Dios limpio y no cargado de lo que no debe ir cargado.

Pues bien, entre aquello que les dice se encuentra la justa manera de orar al dirigirse al Padre. No se trata de una oración rimbombante ni muy extensa sino que es una en la que se encierra lo esencial para la vida material, incluso, pero, sobre todo, espiritual, que cada hijo de Dios ha de tener.

El “Padre nuestro” es, según Tertuliano, “el resumen de todo el Evangelio” o, a tenor de lo dicho por Santo Tomás de Aquino, “es la más perfecta de todas las oraciones”.

El punto 581 del Compendio del Catecismo dice, respondiendo a la pregunta acerca de qué lugar ocupa el Padre nuestro en la oración de la Iglesia, responde que se trata de la

Oración por excelencia de la Iglesia, el Padre nuestro es ‘entregado’ en el Bautismo, para manifestar el nacimiento nuevo a la vida divina de los hijos de Dios. La Eucaristía revela el sentido pleno del Padre nuestro, puesto que sus peticiones, fundándose en el misterio de la salvación ya realizado, serán plenamente atendidas con la Segunda venida del Señor. El Padre nuestro es parte integrante de la Liturgia de las Horas.

Por lo tanto, aquella oración que Jesús enseñó a sus apóstoles y que tantas veces repetimos (con gozo) a lo largo de nuestra diaria existencia, “es la más perfecta de las oraciones […] En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también llena toda nuestra afectividad (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 83, a. 9)” pues, en realidad, nos une al Padre en lo que queremos y en lo que anhelamos para nosotros y, en general, para todos sus hijos, como San Juan Crisóstomo “In Matthaeum, homilía 19, 4” cuando nos dice que “El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque Él no dice “Padre mío” que estás en el cielo, sino “Padre nuestro”, a fin de que nuestra oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia”.

Y, ya, para terminar esta presentación, les pongo aquí una imagen con el Padre nuestro en arameo como, es posible, lo rezara Jesús.

Padre Nuestro arameo

Perdona nuestras ofensas

Perdona nuestras ofensas

Jesucristo comprendía que el ser humano, sus mismos hermanos en la fe, tenía una tendencia muy a tener en cuenta que consistía en ofender más de lo que un hijo de Dios debería ofender.

Así, se ofendía tanto a Dios como al ser humano, al prójimo, y era preciso pedir al Creador que pusiera de manifiesto su corazón bondadoso y le perdonara por lo hecho, dicho o pensado.

Dice el Compendio del Catecismo (594), al respecto de por qué pedimos a Dios que nos perdone nuestras ofensas, que “Al pedir a Dios Padre que nos perdone, nos reconocemos ante Él pecadores; pero confesamos, al mismo tiempo, su misericordia, porque, en su Hijo y mediante los sacramentos, ‘“obtenemos la redención, la remisión de nuestros pecados’ (Col 1, 14)”.

Por lo tanto, lo que hacemos es, ni más ni menos, manifestar que, en efecto, somos pecadores y que es una realidad que, muchas veces, no somos capaces de evitar. Caemos en las tentaciones con demasiada facilidad y eso nos hace imposible presentarnos ante Dios sin haberle, antes, pedido perdón por tales pecados.

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5.05.13

La Palabra del Domingo - 5 de mayo de 2013

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Es conveniente, para tu vida eterna, que creas, por ejemplo, que existe la misma. A ella sólo se llega creyendo.

Jn 14, 23-29

Biblia

23 Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. 24 El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. 25 Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. 26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28 Habéis oído que os he dicho: “Me voy y volveré a vosotros.” Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. 29 Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

COMENTARIO

Las promesas de Dios siempre se cumplen

En este momento del relato evangélico referido a la predicación de Jesús en el mundo que le tocó vivir, no hace falta esconder nada para que aún no se sepa quién es aquel Maestro que les está hablando.

Jesús lo dice todo con una claridad más que evidente. No dice que no es quien es sino que, al contrario, quien le ama, ama a quien lo envío que no es otro que Dios mismo. Eso lo debían haber aprendido durante el tiempo que estuvieron pisando la tierra de los caminos por los que transmitieron la Palabra de Dios. Sin embargo, parece que aún no son capaces de entender lo que es tan evidente.

Quien, al contrario, no guarda en su corazón las palabras que dice Jesús no es que sea mala persona o algo por el estilo sino que, simplemente, no lo ama y, por lo tanto, no ama a Dios. Así de sencillo y así de real.

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4.05.13

Serie P. José Rivera - Fecundidad

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Cumplir con la voluntad, es cierto, no siempre es fácil ni resulta fácil.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie P. José Rivera
Presentación

P. Ribera

“Sacerdote diocesano, formador de sacerdotes, como director espiritual en los Seminarios de El Salvador e Hispanoamericano (OCSHA) de Salamanca (1957-1963), de Toledo (1965-1970), de Palencia (1970-1975) y de nuevo en Toledo (1975-1991, muerte). Profesor de Gracia-Virtudes y Teología Espiritual en Palencia y en Toledo.”

Lo aquí traído es, digamos, el inicio de la biografía del P. José Rivera, Siervo de Dios, en cuanto formador, a cuya memoria y recuerdo se empieza a escribir esta serie sobre sus escritos.

Nace don José Rivera en Toledo un 17 de diciembre de 1925. Fue el menor de cuatro hermanos uno de los cuales, Antonio, fue conocido como el “Ángel del Alcázar” al morir con fama de santidad el 20 de noviembre de 1936 en plena Guerra Civil española en aquel enclave acosado por el ejército rojo.

El P. José Rivera Ramírez subió a la Casa del Padre un 25 de marzo de 1991 y sus restos permanecen en la Iglesia de San Bartolomé de Toledo donde recibe a muchos devotos que lo visitan para pedir gracias y favores a través de su intercesión.

El arzobispo de Toledo, Francisco Álvarez Martínez, inició el proceso de canonización el 21 de noviembre de 1998. Terminó la fase diocesana el 21 de octubre de 2000, habiéndose entregado en la Congregación para la Causas de los Santos la Positio sobre su vida, virtudes y fama de santidad.

Pero, mucho antes, a José Rivera le tenía reservada Dios una labor muy importante a realizar en su viña. Tras su ingreso en el Seminario de Comillas (Santander), fue ordenado sacerdote en su ciudad natal un 4 de abril de 1953 y, desde ese momento bien podemos decir que no cejó en cumplir la misión citada arriba y que consistió, por ejemplo, en ser sacerdote formador de sacerdotes (como arriba se ha traído de su Biografía), como maestro de vida espiritual dedicándose a la dirección espiritual de muchas personas sin poner traba por causa de clase, condición o estado. Así, dirigió muchas tandas de ejercicios espirituales y, por ejemplo, junto al P. Iraburu escribió el libro, publicado por la Fundación Gratis Date, titulado “Síntesis de espiritualidad católica”, verdadera obra en la que podemos adentrarnos en todo aquello que un católico ha de conocer y tener en cuenta para su vida de hijo de Dios.

Pero, seguramente, lo que más acredita la fama de santidad del P. José Rivera es ser considerado como “Padre de los pobres” por su especial dedicación a los más desfavorecidos de la sociedad. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1987 escribía acerca de la necesidad de “acelerar el proceso de amor a los pobres” que entendía se derivaba de la lectura de la Encíclica Redemptoris Mater, del beato Juan Pablo II (25.03.1987).

En el camino de su vida por este mundo han quedado, para siempre, escritos referidos, por ejemplo, al “Espíritu Santo”, a la “Caridad”, a la “Semana Santa”, a la “Vida Seglar”, a “Jesucristo”, meditaciones acerca de profetas del Antiguo Testamento como Ezequiel o Jeremías o sobre el Evangelio de San Marcos o los Hechos de los Apóstoles o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías, de las cuales o, por finalizar de una forma aún más gozosa, sus poesías.

A ellos dedicamos las páginas que Dios nos dé a bien escribir haciendo uso de las publicaciones que la Fundación “José Rivera” ha hecho de las obras del que fuera sacerdote toledano.

Serie P. José Rivera
Fecundidad

Fecundidad

“El matrimonio es signo del amor de Cristo a su Iglesia. Necesidad de que la gente lo conozca así. Pero en primer término de que lo sepan -lo saboreen, penetrando sus últimas realidades- los casados. La disolución del matrimonio indica inequívocamente la obliteración de esta realidad. El casado se ha unido a Cristo -indisolublemente- a través del otro cónyuge; cualquier separación de él, es, irremediablemente, separación de Cristo. El matrimonio, bien concebido, ayuda a entender el celibato. La crisis del celibato sacerdotal manifiesta, sin más, la crisis del matrimonio. Importancia del nombre de Esposo que Cristo -y Dios- recibe en la Biblia. Mi predicación acerca de la madurez afectiva, que hace que el hijo -que somos todos- pueda tomar ya figura de esposa.”.

Estas palabras, escritas por el P. José Rivera en el volumen, de sus obras, titulado “Fecundidad” (1) clarifica, a la perfección el contenido de lo escrito, en el mismo, por el sacerdote toledano. El matrimonio, entendido desde el punto de vista católico, tiene una relación muy directa con el amor de Jesucristo y, por lo tanto, no es fácil entender que pueda haber disolución del mismo por mero capricho de alguno de los contrayentes. Y esto, teniendo en cuenta que, digamos, el propósito del matrimonio no es otro, por mucho que se quiera disimular tal verdad, es la perpetuación de especie humana, creación de Dios.

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3.05.13

Eppur si muove - ¿Revoluciones eclesiales?

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El Creador confía en su creación. Lo malo es cuando su creación no confía en Él.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Sabemos que por “revolución” se entiende un cambio brusco de determinada realidad. Así, por ejemplo, cuando se produjo la llamada Revolución Rusa ya sabemos qué tipo de mal advino para la humanidad de entonces y, por desgracia, de ahora misma.

Por eso cuando alguien reclama un cambio revolucionario quiere decir que la realidad en la vive no le gusta y que preferiría, con mayor o menor violencia, que, como se dice popularmente, “cambiase la tortilla” y lo que estaba arriba, pase a estar abajo y al revés…

En fin, a lo largo de la historia del ser humano se han producido muchas revoluciones. Unas habrán sido buenas para la criatura de Dios; otras no tan buenas sino pésimas y contrarias a la Verdad. Y es que es muy propio del ser humano equivocarse, meter la extremidad hasta el fondo y no querer sacarla de ahí por no enmendalla pues no vaya a decirse que nos desdecimos de lo que hemos dicho. ¡Faltaría más!

Pues bien, no vayan a creer ustedes que eso no pasa en materia eclesial. ¡Qué va! Aquí abundan aquellos que quieren una auténtica revolución dentro de la Iglesia católica y así lo dicen, venga o no a cuento, en toda ocasión que se les deja o que, sin dejarles, hacen lo que mejor les parece.

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2.05.13

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

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Panecillos de meditación

lama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Se humildes es saber, exactamente, qué posición ocupamos al respecto de Dios.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Ad pedem litterae - P. Pablo Cabellos Llorente

Presentación del artículo del P. Pablo Cabellos .

El Papa Francisco está sorprendiendo, desde el mismo momento de salir al balcón de la Plaza de San Pedro, a propios y a extraños. Sin embargo, da la impresión (que muestra una realidad) que predica, como se dice, con el ejemplo.

No se puede decir, como plantean algunos para llevar el agua a su molino, que ni el Beato Juan Pablo II ni Benedicto XVI, no hayan dado pruebas y muestras de humildad a lo largo de su pontificado. Lo que pasa es que ahora se hace grande lo que, en realidad, ha sido más que común en los papados anteriores al del ahora Papa Francisco.

Necesitamos ser humildes. Pero no se trata de una humildad de mentirijillas o de pose sino una que lo sea de verdad, cierta y patente. Por eso la humildad, para tener un fundamento sólido, tiene que sostenerse sobre la confesión de Cristo porque, de otra forma, se hace lo propio con el mundo y con el apoyo en la mundanidad y sus muchas llamadas de atención hacia ella que hacen los muchos poderes que dominan lo mortal y perecedero.

Y, ahora, el artículo del P. Pablo Cabellos Llorente.

Tiempos de humildad

Pablo Cabellos Llorente

El Concilio Vaticano II consideró deber de la Iglesia escrutar los signos de los tiempos para interpretarlos a la luz del Evangelio. Sin embargo, no faltan personas que intentan justamente lo contrario: desean desentrañar el mensaje de Cristo a través de los sucesos del mundo.

Los tres últimos papas -de manera diversa cada uno de ellos- han visto en la humildad una luz evangélica con la que mirar la historia cotidiana. Basta recordar la figura acartonada de Juan Pablo II predicando incansablemente sin importarle las duras críticas hechas a su imagen. Basta contemplar la renuncia y el desaparecimiento de Benedicto XVI, quien había aludido a la humildad como una virtud no tratada antes del cristianismo.

El Papa Francisco ha asombrado al mundo con su humilde sencillez desde su primera comparecencia pública, particularmente cuando dijo: “Y ahora querría dar la bendición, … Pero antes, antes, os pido un favor: antes de que el obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis al Señor para que me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de vosotros por mí. Pedir oraciones es manifestación de indigencia, de necesidad". El nuevo Papa utilizó el lenguaje de la esperanza humilde, como llamó Piper a la plegaria de petición.

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1.05.13

Una apología del obrero José, santo y padre de Jesús

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Ejemplos de verdaderos hijos de Dios tenemos más que suficientes como para poder fijarnos en ellos. Ciertamente, no es lo que siempre hacemos.

Y, ahora, el artículo de hoy.

San José Obrero

Dice San Josemaría en el número 47 de “Es Cristo que pasa” que

“El trabajo acompaña inevitablemente la vida del hombre sobre la tierra. Con él aparecen el esfuerzo, la fatiga, el cansancio: manifestaciones del dolor y de la lucha que forman parte de nuestra existencia humana actual, y que son signos de la realidad del pecado y de la necesidad de la redención. Pero el trabajo en sí mismo no es una pena, ni una maldición o un castigo: quienes hablan así no han leído bien la Escritura Santa.

Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad.

Para un cristiano, esas perspectivas se alargan y se amplían. Porque el trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios, que, al crear al hombre, lo bendijo diciéndole: Procread y multiplicaos y henchid la tierra y sojuzgadla, y dominad en los peces del mar, y en las aves del cielo, y en todo animal que se mueve sobre la tierra. Porque, además, al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora.

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30.04.13

Un amigo de Lolo -Somos hijos de un Padre que es Dios

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

7 Ten presente a Dios en todo aquello que hagas porque, de otra forma, difícilmente podrás llamarte hijo suyo.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Somos hijos de un Padre que es Dios

“¡Qué grandes con Dios, qué Dios más grande! ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (5)

A lo largo de la historia de la humanidad, el ser que creó Dios y que puso en la tierra para que se enseñoreara de ella y transmitiese a sus descendientes el poder sobre la misma, se ha relacionado con el Creador de muchas formas.

Así, por ejemplo, ha habido épocas en las que el hombre creyó que había muchos dioses a los que prestar devoción. Entonces, su corazón se embotó y se llenó de imágenes que no se correspondían con la verdad.

Abrahám pudo, sin embargo, transmitir a su pueblo que había un Dios que era Dios a quien debían seguir. Por tanto, debían abandonar los cultos paganos y politeístas que habían dominado a la descendencia del Todopoderoso.

El pueblo judío, elegido por Dios para ser quien transmitiese la Ley (dada a Moisés y reflejada en las Tablas) fue el primero que se dio cuenta de que con Dios era, en realidad, el pueblo más poderoso porque a nadie ni a nada podía temer. Y tuvo, como prueba, la persecución del Faraón por el desierto y la muerte de sus soldados ahogados en el Mar Rojo.

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29.04.13

Serie Padre nuestroDanos hoy el pan de cada día

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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dios nos entrega, cada día, alimento espiritual para alcanzar su definitivo Reino. No lo deberíamos desperdiciar nunca.

Y, ahora, el artículo de hoy.
Serie “Padre Nuestro” - Presentación

Padre Nuestro

La predicación de Jesús iba destinada a revelar a la humanidad el verdadero rostro de Dios, el misericordioso corazón del Padre y el la luz que podían encontrar en mantener una relación personal con el Creador. Por eso el Maestro se retiraba, muchas veces, a orar en solitario.

Seguramente sus apóstoles, aquellos discípulos que había escogido para que fueran sus más especiales enviados, veían que la actitud de recogimiento de Jesús era grande cuando oraba y, podemos decirlo así, quisieron aprender a hacerlo de aquella forma tan profunda. Y le pidieron que les enseñara a orar, según recoge, por ejemplo, San Lucas cuando le dijeron a Jesús “Maestro, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos” (Lc 11, 1).

Jesús, como era humilde y sabía cuál era la voluntad de Dios, les dice (esto lo recoge todo el capítulo 6 del Evangelio de San Mateo, que recomiendo leer completo en cuanto se pueda) qué deben y qué no deben hacer. Dios ve en lo secreto del corazón y, por lo tanto, no le sirve aquellas actuaciones que, a lo mejor, tienen sentido desde un punto de vista humano pero que, con relación al Creador, sobran y están fuera de lugar: aparentar la fe que, en realidad no se tiene; andar demostrando que se hace limosna; orar queriendo hacer ver en tal actitud; hacer que se sepa que se ha ayunado… Todo esto con intención de enriquecer su espíritu y presentarlo ante Dios limpio y no cargado de lo que no debe ir cargado.

Pues bien, entre aquello que les dice se encuentra la justa manera de orar al dirigirse al Padre. No se trata de una oración rimbombante ni muy extensa sino que es una en la que se encierra lo esencial para la vida material, incluso, pero, sobre todo, espiritual, que cada hijo de Dios ha de tener.

El “Padre nuestro” es, según Tertuliano, “el resumen de todo el Evangelio” o, a tenor de lo dicho por Santo Tomás de Aquino, “es la más perfecta de todas las oraciones”.

El punto 581 del Compendio del Catecismo dice, respondiendo a la pregunta acerca de qué lugar ocupa el Padre nuestro en la oración de la Iglesia, responde que se trata de la

Oración por excelencia de la Iglesia, el Padre nuestro es ‘entregado’ en el Bautismo, para manifestar el nacimiento nuevo a la vida divina de los hijos de Dios. La Eucaristía revela el sentido pleno del Padre nuestro, puesto que sus peticiones, fundándose en el misterio de la salvación ya realizado, serán plenamente atendidas con la Segunda venida del Señor. El Padre nuestro es parte integrante de la Liturgia de las Horas.

Por lo tanto, aquella oración que Jesús enseñó a sus apóstoles y que tantas veces repetimos (con gozo) a lo largo de nuestra diaria existencia, “es la más perfecta de las oraciones […] En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también llena toda nuestra afectividad (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 83, a. 9)” pues, en realidad, nos une al Padre en lo que queremos y en lo que anhelamos para nosotros y, en general, para todos sus hijos, como San Juan Crisóstomo “In Matthaeum, homilía 19, 4” cuando nos dice que “El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque Él no dice “Padre mío” que estás en el cielo, sino “Padre nuestro”, a fin de que nuestra oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia”.

Y, ya, para terminar esta presentación, les pongo aquí una imagen con el Padre nuestro en arameo como, es posible, lo rezara Jesús.

Padre Nuestro arameo

Danos hoy el pan de cada día

Danos hoy el pan de cada día

De las peticiones que hacemos en la oración, digamos, principal, del cristiano, la que se refiere al pan de cada día destaca porque supone, a diferencia de las otras, una serie de expectativas en las que centramos la misma.

Al respecto del significado del pan que pedimos a Dios, el Catecismo de la Iglesia Católica abunda en el mismo porque es importante no olvidar lo que tanta importancia tiene para los discípulos de Cristo lo que demandamos a Dios tantas y tantas veces. Dice lo siguiente (aunque pueda parecer un tanto extenso, nada es demasiado para quien necesita conocer y, si conoce, necesita recordar):

2828 “Danos”: es hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. “Hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 45) y da a todos los vivientes “a su tiempo su alimento” (Sal 104, 27). Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a nuestro Padre reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.

2829 Además, “danos” es la expresión de la Alianza: nosotros somos de Él y Él de nosotros, para nosotros. Pero este “nosotros” lo reconoce también como Padre de todos los hombres, y nosotros le pedimos por todos ellos, en solidaridad con sus necesidades y sus sufrimientos.

2830 “Nuestro pan”. El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales y espirituales. En el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en esta confianza filial que coopera con la Providencia de nuestro Padre (cf Mt 6, 25-34). No nos impone ninguna pasividad (cf 2 Ts 3, 6-13) sino que quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación. Así es el abandono filial de los hijos de Dios:
«A los que buscan el Reino y la justicia de Dios, Él les promete darles todo por añadidura. Todo en efecto pertenece a Dios: al que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no falta a Dios» (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 21).

2831 Pero la existencia de hombres que padecen hambre por falta de pan revela otra hondura de esta petición. El drama del hambre en el mundo llama a los cristianos que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus hermanos, tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la familia humana. Esta petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de las parábolas del pobre Lázaro (cf Lc 16, 19-31) y del juicio final (cf Mt 25, 31-46).

2832 Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo (cf AA 5). Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos.

2833 Se trata de “nuestro” pan, “uno” para “muchos”: La pobreza de las Bienaventuranzas entraña compartir los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros (cf 2 Co 8, 1-15).
2834 “Ora et labora” (Lema de tradición benedictina. Cf. San Benito, Regla, 20). “Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros”. Después de realizado nuestro trabajo, el alimento continúa siendo don de nuestro Padre; es bueno pedírselo, dándole gracias por él. Este es el sentido de la bendición de la mesa en una familia cristiana.

2835 Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de hambre de la que desfallecen los hombres: “No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4, cf Dt 8, 3), es decir, de su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben movilizar todos sus esfuerzos para “anunciar el Evangelio a los pobres”. Hay hambre sobre la tierra, “mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios” (Am 8, 11). Por eso, el sentido específicamente cristiano de esta cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios que se tiene que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía (cf Jn 6, 26-58).

2836 “Hoy” es también una expresión de confianza. El Señor nos lo enseña (cf Mt 6, 34; Ex 16, 19); no hubiéramos podido inventarlo. Como se trata sobre todo de su Palabra y del Cuerpo de su Hijo, este “hoy” no es solamente el de nuestro tiempo mortal: es el Hoy de Dios:
«Si recibes el pan cada día, cada día para ti es hoy. Si Jesucristo es para ti hoy, todos los días resucita para ti. ¿Cómo es eso? “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2, 7). Hoy, es decir, cuando Cristo resucita» (San Ambrosio, De sacramentis,5, 26).

2837 “De cada día”. La palabra griega, epiousion, no tiene otro sentido en el Nuevo Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de “hoy” (cf Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza “sin reserva”. Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia (cf 1 Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra (epiousion: “lo más esencial”), designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, “remedio de inmortalidad” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephesios, 20, 2) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf Jn 6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este “día” es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre “cada día”.

«La Eucaristía es nuestro pan cotidiano […] La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos […] Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación» (San Agustín, Sermo 57, 7, 7).

El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn 6, 51). Cristo “mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial” (San Pedro Crisólogo, Sermo 67, 7)

Vemos, por lo tanto, que el pan que pedimos a Dios no es, digamos, sólo el pan material sino uno que lo es crucial para nuestra existencia y que no es otro que el pan de la Palabra del Creador que alimenta nuestra alma y que ha de facilitar, en nosotros, los aspectos de la caridad relacionados, mucho, con esta petición: que el pan no sea, sólo, para nosotros, sino también para quienes lo necesitan y no lo tienen.

De aquí que el Compendio del Catecismo recoja, como hace tal texto católico, en unas pocas líneas lo mucho que aquí se ha traído. Dice, en el número 592 y respondiendo a la pregunta “¿Cuál es el sentido de la petición ‘Danos hoy nuestro pan de cada día’?”, que

Al pedir a Dios, con el confiado abandono de los hijos, el alimento cotidiano necesario a cada cual para su subsistencia, reconocemos hasta qué punto Dios Padre es bueno, más allá de toda bondad. Le pedimos también la gracia de saber obrar, de modo que la justicia y la solidaridad permitan que la abundancia de los unos cubra las necesidades de los otros.

Pedimos el pan de cada día, en primer lugar, porque sabemos que seremos escuchados por Dios y, en segundo lugar, porque confiamos en la bondad del Padre para que remedie nuestras precariedades sino temporales (que también cuando las hay) sí espirituales, de las cuales siempre deberíamos poder sanar. Por eso hacemos efectivo aquello que Jesús dijo y que recoge el evangelio de San Mateo (7, 7-11) cuando deja escrito que Cristo puso en el corazón de aquellos que le escuchaban esto:

“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!”

Debemos, sin embargo, tener en cuenta que cuando pedimos el pan a Dios nos referimos, más que nada, a Quien es al pan vivo bajado del cielo. Jesús, entonces, es a Quien pedimos al Creador. Por esto estamos de acuerdo con San Cipriano cuando sostiene que el pan que pedimos no es, repito, no es el pan común sino el nuestro, el de los que invocamos a Dios como Padre nuestro y Cristo es, por eso mismo, tal pan. Y cuando tomamos el pan eucarístico lo hacemos a sabiendas de que es el cuerpo de Cristo, Salvador nuestro. Y sabemos, también, que es un pan que da la vida eterna y que con él alcanzaremos, con gozo, las praderas del definitivo Reino de Dios.

Además, debemos tener en cuenta que pedimos el pan nuestro de cada día. Es decir, lo debemos pedir cada día pues, de lo contrario, nos arriesgamos a morir de hambre no sólo material sino, sobre todo, espiritual.

Eleuterio Fernández Guzmán

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28.04.13

La Palabra del Domingo - 28 de abril de 2013

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Amor, amor, amor. Tal es el mandamiento nuevo que Dios quiere que no olvidemos. Y perdón, perdón, perdón, su consecuencia.

Jn 13, 31-33a. 34-35

Biblia

31 Cuando salió, dice Jesús: ‘Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. 32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.’ 33 ‘Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros. 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.’”

COMENTARIO

Sobre todo… amor

Recoge el evangelio de San Juan lo que se ha llamado el discurso escatológico de Jesús. En él escancia, en el corazón de aquellos que entonces le escuchaban y ahora mismo le escuchamos, la verdad suprema que no puede ser olvidada: Jesús es Dios y a través de Él llega la salvación al mundo y a nosotros mismos.

Jesús sabía, a la perfección, lo que le iba a pasar. Acepta tal como está escrito que sea, Él, el cordero de Dios que va al matadero. Y, en cierta forma, eso dice en el texto que trae hoy la liturgia del día.

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