Protestantes y Sola Scriptura: examen libre de unos y de otra

Antes de nada, he de decir que lo que yo pueda dejar escrito en este post o en los que puedan venir, no lo hago desde el punto de vista teológico (pues no soy teólogo católico sino, a lo sumo, un simple estudiante) sino desde el entendimiento que de la realidad de que se trata uno mismo pueda tener. Por tanto, espero se sepa entender lo que digo (como estoy seguro que así será).

Protestantes y Sola Scriptura: examen libre de unos y de otra

Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta

1.- Así, con esta expresión, San Pablo, en su segunda Epístola a los Tesalonicenses, concretamente en el versículo 15 del capítulo 2, facilita, para sus entonces posibles oyentes, un correcto entendimiento de la transmisión de la Palabra de Dios y, así, de la Fe en cuanto ésta arraigaba y fructificaba en el fértil campo del conocimiento de lo dicho y hecho por el Hijo de Dios.

Como bien sabemos, en aquellos tiempos, pocas eran las personas que podían tener un texto escrito, aunque los hubiera, y pocas eran las personas que, por eso, podían aferrarse a la Escritura que, además, se estaba formando, en el denominado Nuevo Testamento. Ejemplo mismo de esto son estas misivas, estas cartas que el Apóstol San Pablo, de Tarso, escribe para clarificar muchos comportamientos de los discípulos de Cristo así como para fundamentar una manera de ser muy distinta a como lo era la de la sociedad en la que vivían. Éstas, aunque con el tiempo pasaran a formar parte de las Sagradas Escrituras, no dejaban de ser, eso, documentos que transmitían una tradición que se asentaba en el comportamiento y doctrina del Maestro.

No puede argumentarse, por eso, que, entonces, ya fuera algo sobre lo que nada se pudiese decir; algo, sin embargo, sobre lo que cabía cualquier interpretación, al albur de cómo el Espíritu Santo le soplase, y le sople, a cada cual. Esto último no es, por decirlo pronto, sino lo establecido por los hermanos protestantes, o lo que es lo mismo, que sólo atendiendo a lo que contienen las Sagradas Escrituras, podemos entender nuestro proceder y, sobre todo, podemos conducirlo. No cabe, pues, otra ayuda más, como si la exégesis no fuese posible, como si todo estuviese ya tan trazado que no cupiese dar ningún paso y sin poder atender otra cosa.

2.- Conocido por todos es que la transmisión del, sobre todo, Antiguo Testamento, se hacía de forma oral hasta que se fijaron por escrito aquellas tradiciones (porque tradición es “doctrina, costumbre, etc., conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos”) y hechos por los que la historia del pueblo elegido por Dios había pasado. Entonces, podríamos decir que en cuanto se escribió dejó de ser posible su tratamiento como texto explicable a las generaciones futuras, como si se hubiese petrificado bajo la poderosa mano de Dios y como si el Creador no permitiese que su semejanza pudiera argumentar sobre el sentido, para cada tiempo, que podía tener. Esta es una postura eminentemente reformadora, protestante, el entender que lo que fue tradición y ahora, entonces, es texto, dejó de ser tradición porque es texto ahora. Y esto contiene una contradicción evidente y que necesitaría explicarse, no sólo acudiendo a las citas bíblicas en las que se puede apoyar la teoría de la Sola Scriptura ya que también las hay que apoyan la tesis contraria, defendida aquí.

También sabemos lo que el Magisterio, como autoridad que en materia de dogma y moral ejercen el Papa y los obispos, significa para la vida de la Iglesia, la católica, en este caso, la nuestra. Este Magisterio no se constituye, o se forma y desarrolla, a lo largo de los siglos, por capricho de una jerarquía establecida desde tiempo inmemorial. Esto lo estableció el mismo Jesús, como es conocido por todos, en la figura de San Pedro, esa piedra sobre la que edificaría su Iglesia y a la que diría “Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo (Evangelio según San Mateo 16:19) Y esa persona, que también deja su huella en la Biblia o, al menos, su pensamiento (si no es él quien escribiera de propia mano), dijo aquello de que había que estar “siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen” (Primera Epístola de San Pedro 3:15). Esa esperanza, que, inmutable, ha permanecido en el corazón de los hermanos de Cristo e hijos de Dios, no cabe ser zaherida por una interpretación personalizada que establece y permite el “libre examen” de la doctrina luterana y sucesores protestantes.

Además, el mismo Mesías, como para afianza y conformar el magisterio de sus apóstoles les dice que “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a aquel que me envió” (Evangelio según San Lucas 10:16) Está muy bien el hecho de manifestarse en contra de determinadas actuaciones de miembros de la Iglesia pero de ahí a abandonar un criterio justo que tenía su asiento en la misma palabra de Jesús para establecer otro adaptable al de cada creyente según la inspiración del Espíritu Santo le asista, hay un trecho muy difícil de recorrer aunque, en realidad, haya sido tan fácil para muchos cristianos. Tan sólo hay que fijarse en el sinnúmero de iglesias protestantes que existen, cada cual distinta en algún aspecto. Tal es así que podemos decir, sin ánimo a equivocarnos, que existen tantas iglesias reformadas como personas sean capaces de establecer alguna diferencia con otras hermanas.

Esto, que parecería el ejercicio diáfano de la libertad donada por Dios al hombre en la creación no es más, al fin y al cabo, que un comportamiento ciertamente alejado de la Verdad.

3.- Antes he citado el texto de San Lucas en el que Jesús establece una línea directa de unión entre lo que escuchan sus discípulos y Dios, de manera que esa relación (oyentes-discípulos-Jesús-Dios) es fundamento de una transmisión de la Fe que parte de Él para seguir, a lo largo del tiempo, en las personas de sus “sucesores en la Palabra”, o sea, Apóstoles, San Pedro, obispos, Iglesia, Magisterio. Y con el Magisterio, la Tradición, o sustentado por ella, sería mejor decir.

Es conocido que el protestantismo niega la posibilidad de someterse a la autoridad de la Iglesia en materia de Sagrada Escritura. A este respecto, la Confesión de fe de Westminster, que es la profesión de fe calvinista, dice que “La autoridad de la Sagrada Escritura, a la cual se debe creer y obedecer, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino exclusivamente de Dios/…/” con lo que, a contrario, cada persona, en aplicación del conocido “libre examen” (ya mencionado) puede, con el necesario apoyo el Espíritu Santo, interpretar el texto sagrado. Y no sólo eso, que ya es bastante, sino aplicar, a su vida moral y ética, a su forma de comportarse en la sociedad, lo deducido de esa interpretación. Todo, como se ve, bastante subjetivo y personalista, pero no personalista en el sentido del Dios personal que es Dios sino en el sentido del unomismo unamuniano (o algo similar) que cada cual entiende sin, quizá, un mínimo del sentido comunitario que, al y al cabo, es la comunión con Jesús y que viene a ser el eje fundamental de la vida del cristiano.

Ejemplos de lo que esto ha traído como consecuencia: la multiplicación de opiniones protestantes (Luteranos, Menonitas, Presbiterianos, Bautistas, Metodistas, Adventistas, Pentecostales, etc.) sólo han colaborado a la fragmentación de la Iglesia, Esposa de Cristo y, por lo tanto, a fomentar una falta de credibilidad en el mensaje que Jesús vino a traer. Esto no quiere decir, por supuesto, que el hecho de que el católico entienda lo que entiende el Magisterio y lo siga y así lo manifieste, no pueda llevar discrepancia alguna, en buena fe entendida, de eso, sino que, eso, de la discrepancia, no puede devenir, sin solución de continuidad, la fundación de “iglesias” (este concepto ya está, en sí, pervirtiendo lo que Iglesia significa) por doquier, pues contradice lo dicho por Jesús en el sentido de la unidad de los hijos de Dios, hermanos suyos.

4.- Y si de Tradición y de Magisterio hablamos, aunque no se trate, aquí, de convencer a los que no se quieren dejar convencer, sí que resulta necesario hacer mención de aquello que determina que estos instrumentos de conocimiento de la Palabra de Dios y de todo lo que de esto se deriva sean los que son.

Si hay, en el ámbito de la Iglesia Católica, algo a lo que invocar en este tema, y teniendo en cuenta el sentido del Concilio Vaticano II, la apertura al mundo de la Esposa de Cristo y, más concretamente, la posibilidad establecida en el Decreto Unitatis Redintegratio (sobre el ecumenismo) de llegar a relaciones más que hermanas con las iglesias protestantes; si hay, digo, algo a lo que invocar es, sin duda la Constitución Dogmática Dei Verbum (sobre la divina revelación (DV), bastante clarificadora al respecto.

Dice San Pablo, en el versículo 16 del capítulo 3 de su Epístola a los Colosensesque la palabra de Cristo viva entre vosotros con toda su riqueza: enseñaos y aconsejaos unos a otros con talento…”. Habla, este Apóstol, de enseñanza y de consejos. Está claro que la enseñanza ha de basarse sobre algo que ya esté establecido, algo, digamos, reglado; sin embargo, el consejo, para darlo, o se soporta, en el conocimiento adquirido de forma particular…: al fin y al cabo, en la tradición, o entrega, de unos a otras personas de una experiencia, de una forma de hacer, de una forma de actuar en determinadas circunstancias.

Es evidente que, en cuanto referido a la Palabra de Dios transmitida por Cristo, tanto una, la enseñanza, las Escrituras disponibles entonces y el consejo, la tradición, seguida, desde antes y hasta entonces, han de estar “íntimamente unidas y compenetradas (DV, 9) pues de lo contrario podría contradecirse una a la otra y esto, esto sí, podría fundamentar una actitud crítica que, de principio, ya se establece desde el pensamiento de los hermanos separados.

Pero, seguramente, si el pensamiento protestante no está de acuerdo con la misma Tradición (en el sentido de no ser el propio pensamiento de Cristo reflejado en la Escritura, fieles a su principio de Sola Scriptura, como es lógico), con lo que no acuerda, de ninguna de las maneras, es con el Magisterio de la Iglesia, con la posibilidad de que la autoridad de la interpretación del texto sagrado pueda recaer en persona alguna. Y esto ha de ser así porque el Magisterio se asienta en la misma Tradición, lo cual fundamenta su propia existencia. Pues si Maestro fue Jesús, maestros han de ser sus sucesores ya que si Aquel dijera que el discípulo no ha de ser más que su maestro, sólo podía querer decir que habría de ser, por lo menos, como él, al menos intentarlo, pues mejor y más era, y es, imposible. Al menos, el tratar de transmitir su forma de ser, de vivir, su doctrina, la, al fin y al cabo, Palabra de Dios, es una buena manera de ser discípulos, aunque no más que el maestro, cosa que habría que preguntarse si no ocurre con aquellos que creen poder interpretar la Escritura por sí mismos, ni siquiera con la intervención del Espíritu Santo, pues esta persona de la Santísima Trinidad no puede ser más que el Hijo quien, por sí mismo, dijo e hizo lo que dijo e hizo. Y me refiero, claro, a los hermanos separados y su “libre examen”.

El texto de San Pablo citado al comienzo de este artículo dice bastante en cuanto a la legitimidad de interpretación de la Escritura. Recordemos eso de las “tradiciones” que había que mantener y conservar. Es decir, adaptando, aunque conservando, o sea, continuando en la práctica de virtudes y costumbres, pues no otra cosa que hacer que continúe una realidad es mantenerla y conservarla, el hecho de que ese mantenimiento se haga de acuerdo a lo consuetudinario, aquello que es virtuoso porque contiene, o representa, el mejor aspecto del proceder.

5.- En cuanto a la relación que existe entre la Palabra de Dios, y la Escritura que la contiene, y el Magisterio de la Iglesia, que es quizá el punto sobre el que se centra toda esta polémica que lleva siglos desarrollándose, hay que decir que es una relación de servicio del Magisterio a la Palabra de Dios, y no una suplantación, sustitución o nada similar de Ésta por aquella. No puede haber duda alguna que la autoridad que la Iglesia tenga lo es por haber sido establecida así por el mismo Jesucristo al entregar las llaves de su Reino al entonces Pedro, luego Apóstol Pedro y luego San Pedro. Y sus sucesores han de tener, por eso mismo, esa primera legitimidad entregada de corazón a corazón.

Por eso, una cosa procede de la otra de una forma bastante sencilla de entender y de ver: Jesús, Hijo de Dios y hermano nuestro, constituye, en manos de aquel pescador seguramente rudo y humilde, su Iglesia, la Iglesia y le da, a aquel primer Papa, por ser vicario suyo en la tierra, la posibilidad de atar y desatar en aquel momento, lo que tuviera que atar y desatar; posteriormente, se ha ido transmitiendo, con el paso de los siglos, de Pontífice en Pontífice, aquella primera gracia cristiana.

Esto, como consecuencia ineludible, en aplicación de aquel mantener y conservar las tradiciones, ha tenido que ir sirviendo a la Palabra de Dios con su interpretación ya que, de lo contrario, todo lo escrito desde entonces (y que estaba implícito cuando San Juan dijera en su Evangelio que Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían) no hubiera tenido sentido; es más, hubiera ido en contra de lo dicho por el Mesías. Que la interpretación “auténtica” de la Palabra de Dios (expresión recogida en DV, 10) corresponda a aquella Iglesia fundada por Cristo y no quepa, por lo tanto, otra que tenga ese valor, sólo es la correspondencia justa a lo que aquel galileo manso y humilde dejase oído, que no escrito, entonces. Se escribió lo que se escribió, y hemos de dar gracias a Dios por eso; pero no sólo se escribió, sino que también se transmitió lo hecho, vía apostólica. Por eso es muy importante la Escritura, radicalmente importante, básica, elemental, esencial, pero relacionada con ella, la Tradición no deja de aportar aspectos sin los cuales muchas cosas no podían haberse entendido.

Por otra parte el hecho de que, en algunos momentos de la larga historia de la Iglesia, algunos de sus miembros, pues personas eran y, por lo tanto, sujetas a errores y pecados, hubieran podido incurrir en abusos o utilizaciones torticeras del poder que ostentaban, no quiere decir que la autenticidad en la interpretación de la Escritura viniera a menos y que, por lo tanto, el Magisterio, tuviera que ser eliminado por ser cómplice de esas corrupciones sino que, al contrario, el mismo Magisterio, como ha demostrado, cauterizó esas heridas y las purificó de las desaguisadas, o malas, costumbres que torcieron la voluntad de Dios.

Por todo esto, y como con un texto empezamos, de San Pablo, tan utilizado por los hermanos separados para argumentar sobre sus creencias, con otro, del mismo Apóstol, terminamos. Aquella de la Epístola dirigida a los Tesalonicenses, la segunda, ésta, de la Epístola a los Corintios, la primera, capitulo 11, versículo 2, que dice:

Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido“.

Si el Apóstol, que al caerse del caballo camino de Damasco, descubriera la Verdad, alababa, entonces, a aquellos que eran los oyentes de aquella misiva, de aquella carta que trataba de reconfortarlos en la Fe y afianzar la misma en aquel su mundo alegrándose de haber conservado las tradiciones, cómo no alabaría a los que, a lo largo de los siglos han hecho lo mismo, cómo pensar que este texto no es, como lo es, presente, actual, para siempre.

Quizá sería conveniente, pienso yo, una respuesta por parte de los hermanos protestantes.

6 comentarios

  
Alberto
Estimado Eleuterio,

No creo que sea el evangélico más adecuado para responderte, habida cuenta que hay gente más preparada que se pasea por estos foros. Hecha la aclaración...

En cuanto al punto 1, los protestantes afirmamos que la Biblia es la fuente final y definitiva de la verdad revelada, pero no quiere decir que siempre se haya transmitido por escrito. Los libros de la Biblia surgieron en medio de unas circunstancias históricas concretas y conocidas, y muchas veces como respuesta a problemas reales que existían en las iglesias. La Iglesia de tiempos apostólicos solucionaba sus problemas en base a la autoridad apostólica, porque los Apóstoles fueron elegidos directamente por Cristo, y mientras ellos vivieron ejercieron una autoridad delegada por Cristo mismo. Esta situación de autoridad apostólica es única e irrepetible, y ni el mismo Clemente de Roma se puso al nivel de autoridad de los apóstoles. Aquí entraríamos en otro debate que es el de la sucesión apostólica.

Además, nosotros, los evangélicos, no rechazamos todas las tradiciones. Simplemente decimos que éstas, así como nuestra predicación y nuestras conductas deben ser conforme a las Escrituras.

Creo que el hecho de que en el pasado hubiera habido cristianos que no disponían de una Biblia, no es el tema de discusión. El principio de Sola Scriptura recaería sobre los maestros.

Por otro lado, no afirmamos que al acercarse a la Biblia cabe cualquier interpretación, eso es libre interpretación. Los protestantes defienden el libre examen, o sea la responsabilidad de cada creyente de escudriñar las Escrituras.

Respecto al punto 2, supongo que coincidirás al menos con nosotros que el modo más idóneo y seguro de preservar la enseñanza apostólica para mantenerla lo más fiel posible era ponerla por escrito ¿no?

Esto no significa que no valoremos los escritos de los padres apostólicos y eruditos del pasado, sino que la norma final es la Biblia.

Respecto al punto 3, creo que no compartimos el mismo concepto de “iglesia”. El término iglesia (ekklesia) tiene solamente dos usos en el Nuevo Testamento. Iglesia local o Iglesia universal como cuerpo de Cristo, que es el conjunto de todos los santos que ha habido, hay y habrá. Supongo que estas interpretando Cuerpo de Cristo como Iglesia Católica Apostólica Romana. Evidentemente no podemos estar más en desacuerdo.

Si te doy la razón en que la proliferación de distintas denominaciones evangélicas puede causar confusión en cuanto al mensaje del evangelio, pero aquí sólo existe la opción para Roma de entrar por el aro de su magisterio infalible.

Respecto al punto 4, sería imprescindible que definieras lo que entiendes por “Tradición”. Las Iglesias evangélicas también tienen sus tradiciones. Lo importante es identificarlas y someterlas a la Escritura.

Supongo que no te refieres a las tradiciones populares acumuladas a lo largo de los siglos, sino más bien (como ya he escuchado en otras ocasiones) a las enseñanzas de Cristo que no están recogidas en el Nuevo Testamento. La verdad es que no veo razón para negar que algunas enseñanzas de Cristo puedan no estar en las Escrituras, pero la cuestión es que la Iglesia Católica tiempo ha tenido en siglos para dar a conocer, y por qué no, publicar estas enseñanzas para beneficio de todos.

¿Qué información confidencial y clasificada es de origen verdaderamente apostólico con certificado? Y ¿Qué dogmas se basan en esta tradición?

Sería interesantísimo que nos explicara el contenido de la tradición apostólica que la iglesia de Roma guarda y que desconocemos los demás. Supongo que se podrán aportar las correspondientes pruebas de la autenticidad de las mismas.
05/11/08 4:20 PM
  
Fleming
Que pesadicos sois con los protestantes. Que la batalla está en otros terrenos donde nos están dando hasta en el carnet de identidad. Estrujaros las meninges para llegar a las amplísimas capas de la población a los que una de dos: o nos les interesamos o nos detestan. Para llegar al ciudadano formado que tiene sus referentes intelectuales muy alejados del evangelio.
Dejad a los protestantes en paz que es un recurso muy facilón.
Abrazos fraternales.
05/11/08 8:47 PM
  
Eleuterio
Alberto

Ya he dicho al principio del artículo que yo no soy teólogo (lo máximo que soy, ahora, es estudiante de Teología con los Dominicos). Por tanto, lo escrito lo hago desde un punto de vista laico y, seguramente, es posible que me pueda equivocar en lo que digo.

Por eso mismo, no puedo ir más allá de lo dicho aquí pero que creo que es bastante sencillo (tampoco puedo pretender ser más profundo): el protestantismo entiende que sólo la Escritura es válida y yo creo que, además, la Tradición (por no nombrar el Magisterio) también tiene su validez (dentro de lo que cabe cada uno de estos elementos).

De todas formas, diga lo que diga, el fin es el mismo: todo hay que verlo desde la Escritura (realidad con la que, por otra parte, no puedo estar en desacuerdo) pero también es posible tratar de comprender la misma haciendo "uso" de la citada Tradición.

Yo sé que, seguramente, me he metido en un buen al haber publicado este artículo que tenía escrito desde hace bastantes meses pero que, al fin y al cabo, sólo es una opinión que puede ser refutada con mayores conocimientos que los míos (que no son muchos). Por tanto, acepto toda clase de rectificaciones porque ni estoy en posesión de la verdad ni nada por el estilo sino que sólo soy una persona, cristiana católica, que cree que Jesucristo es más rico que lo que de Él contiene las Escrituras y no creo que sea, decir esto, nada que se oponga al Hijo de Dios ni nada por el estilo sino, simplemente, la respuesta a un paso del tiempo, a un proceder, quizá, distinto al evangélico (me refiero a la Reforma, claro)

Pero, en fin, sin poder entrar, ahora, en más profundidades, le agradezco, con toda franqueza, que haya querido comentar de una forma tan pormenorizada mi artículo que, comprendo, no es un dechado de virtudes sino una simple aportación más a la discusión de la que trata. Además, escribiendo es www.religionenlibertad.com el compañero José Miguel Arraiz, todo lo que yo diga es fácilmente superado (porque ya lo ha sido) por su gran conocimiento de estos temas.

Gracias, pues, por su intervención que ha hecho que, sobre todo, comprenda yo mismo que he de aprender, aún, mucho.
05/11/08 9:36 PM
  
Eleuterio
Fleming

Es verdad lo que Ud. dice sobre la necesidad de intervenir, por decirlo así, en sectores sociales que, literalmente, pasan de la religión. Sin embargo, por muy sesudo que pueda parecer el tema aquí tratado, tampoco está mal establecer puntos de diferencia con los hermanos en la fe (!Hermanos, al fin y al cabo!) porque es la mejor manera de comprender la nuestra.
05/11/08 9:38 PM
  
Fleming
Buena respuesta. Es lo que tienen algunos bloguers, que se crecen en la réplica.
Un saludo.
06/11/08 12:01 PM
  
Alfonso
Bueno, personalmente me creo el menos versado en estos temas en relacion con los que escribieron anteriormente, pero quiero dar mi humilde opinion:
Yo parto de la base que todos somos libres, llagada cierta edad, si lo queremos y lo necesitamos, a analizar lo que creemos, pensamos o tradiciones que seguimos. Si consideramos que lo que nos trasmitieron nuestros mayores, por escrito o verbalmente, es lo correcto, pues bien lo adoptare y lo voy a defender. Si considero, que lo que me enseñaron, no me convence o no me ayudo, creo que podemos optar por segir creyendo en lo que me enseñaron, cambiar o no creer en nada.

Quizas sea una vision subjetivista o muy individualista, pero creo que Dios se manifiesta de muchas maneras y en diferentes formas y maneras.

Todas las Iglesias, sueñan con ser unicas o creerse la Elegida por el Señor, lamentablemente existe Iglesia cuando hay dos o mas personas reunidas en el nombre de Jesus....No tiene porque existir una Organizacion o jerarquia, que me este diciendo como, cuando y que creer.

Es cierto de la importancia de las Organizaciones y del Liderazgo, cuando se trata de instruir, formar o predicar a un pueblo o comunidad....pero pensar, que lo ya establecido es infalible e inamobible, llamese tradicion, doctinas o dogamas, me parece utopico y que solo conlleva tranquilidad y comodidad a ciertos grupos, que ejercen el Liderazgo.......Gracias a Dios, todo cambia se modifica, se adapta a las nuevas realidades, por supuesto teniendo en cuenta lo anterior, lo previo, lo que nos entregaron nuestros mayores.

Esto que digo, no es nada nuevo, lo vemos en las ciencias, la politica, las artes y entoda manifestacion del hombre....y la realidad y la historia haci lo demuestran.

Siempre va a existir, nos guste o no, LA ESTATICA Y LA DINAMICA, y ambas se retoalimentan.
Muchas gracias.
11/01/10 2:00 PM

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