Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe"
Serie “El Camino de la Fe”
El Camino de la Fe - 8
Revisar el alma y el corazón
“Una mirada al pasado. Y… ¿lamentarte? No: que es estéril. —Aprender: que es fecundo”.
S. Josemaría
Camino, 239
Examinar lo que el creyente hace, piensa o, incluso, lo que no ha hecho o no ha llegado a pensar (por comodidad o comportamiento políticamente correcto) no es nada desdeñable ni, tampoco, se puede olvidar su práctica.
Sin duda es ejemplo de comportamiento cristianamente adecuado.
La cita que encabeza el artículo relativo al examen lo dice todo: no podemos lamentarnos, como si no fuera importante para nosotros pensar qué hacemos como cristianos, si llevamos una vida de tal guisa que, en verdad, se nos pueda decir que lo somos.
Y, sobre todo, no olvidar lo más importante: aprender de los errores en el conocimiento de que mejor cristiano no es quien no se equivoca nunca sino el que, sabiendo que se equivoca, pide perdón, se levanta y sigue adelante.
CAMBIO DE RUMBO
Creo que por inspiración del Espíritu Santo (otra respuesta no encuentro a que, de repente, se me haya ocurrido esto) debo hacer algo importante. Quizá se pensará que soy algo ridículo y que alguien como yo nada puede hacer al respecto. Sin embargo, acabo de darme cuenta de que, a lo mejor, es suficiente con que diga lo que pienso sobre cada uno de los apartados que contiene el libro “Camino” de S. Josemaria de la forma como lo hizo él mismo.
Por eso, a partir de hoy mismo, pondré el enlace a cada uno de los capítulos para que, quien quiera, pueda acceder a leer y disfrutar de los mismos pero yo trataré de plasmar lo que, para mí, supone tal o cual capítulo.
Espero que el fundador del Opus Dei sepa perdonarme.
Para empezar, la página dedicada a las obras de S. Josemaria, en el apartado dedicado a “Camino”, y, en concreto, en el capítulo titulado “Examen” trata, precisamente, sobre el tema, tan necesario, del conocimiento de nuestro mismo proceder.
Ahora, lo que sigue, es lo que yo entiendo, como cristiano (no miembro del Opus Dei aunque creyente en su espiritualidad) al respecto:
1 Como cristianos necesitamos reconocer si hay algo que pueda perturbar nuestra relación con Dios y si, además, algo hemos olvidado de la misma.
2 No huyamos del examen pretextando que sólo es para miembros de determinado instituto o determinada institución. Es excusa vana que no le vale a Dios.
3Que no entorpezca el camino del Examen tu voluntad de esconder lo que no puedes esconder a Quien te Creó y te ve.
4 ¿Cuándo, puedes preguntar, cabe examinarse o que te examinen? Siempre que tu corazón esté preparado para decir la verdad y que la misma no anule tu voluntad.
5A veces no sabes de qué hablar porque son tantas las noches de tu alma por las que pasas… Empieza, entonces, por el principio: Padre, siento ser así… y el resto emergerá, de tu corazón, pidiendo auxilio espiritual.
6 No dudes sobre la necesidad de limpieza del alma. Negra no puede presentarse a Dios que puede, en cualquier momento, pedir tu presencia ante Él.
7 Al fin y al cabo, la confesión es un examen. Se hace ante quien representa a Cristo. No vale llevar “chuletas” para copiar ante las preguntas. El corazón ha de hablar sin artimañas ni entuertos que debiliten tu versión de lo que te pasa.
8 Te van a preguntar por el cumplimiento de la voluntad de Dios. Quizá lo primero que deberías saber es qué quiere el Creador de ti.
9 Si te das cuenta de los talentos que tienes, pregúntate si los haces producir al ciento por ciento o sólo a un tanto por ciento bajo… por comodidad o por conveniencia.
10 Quizá te cueste responder ciertas cosas que llevan a la “loca de la casa” (como llamó Sta. Teresa a la imaginación) por mundos que no te están permitidos. ¡Rompe, de raíz, con tal caso! Tu bienestar espiritual está en juego.
11 No vale la vergüenza para acudir al examen. Sobra porque malogra tu corazón y, en todo caso, te faltó para no caer en lo que ahora quieres olvidar pero no puedes.
12 Antes de acudir al examen debes revisar, a conciencia, lo que no puedes olvidar pues es común que la memoria nos juegue “malas” pasadas y sea demasiado “selectiva” con lo malo que, de todas formas, va a permanecer en tu corazón aunque sea bajo una capa de disimulo.
13 Examinarte es tan importante para ti como pueda ser mantener una relación con Dios a la que puedas llamar honrada.
14 Si, como dijo Cristo, del corazón habla la boca, nada mejor que mantener un corazón limpio de las asechanzas del mundo para que de él sólo salga lo bueno y benéfico y de lo que, luego, puedas decir: ¡Sí, creo en Dios, y así hago!
15 La verdad, en tu examen, ha de ser como si pasaras un trapo limpio por una superficie sucia: ha de brillar, la misma y, en todo caso, tardar mucho tiempo en volver a ensuciarse.
16 ¡Luz, luz, luz! Eso puedes pedir en tu examen. Ten en cuenta que, en la oscuridad del mundo, una luminaria es muy necesaria y, muchas veces, caminamos a oscuras porque, a voluntad, hemos escondido, bajo el celemín, lo que nos podía hacer ver.
17 Llevar a otros cristianos al examen es, sin duda, tarea apostólica. No olvides que, para eso, nos envió Cristo en Pentecostés: curar al enfermo por sus pecados, dar de beber al sediento el agua viva que sane su corazón; ser, por eso mismo, apóstoles de hoy y de siempre.
18 No olvides que el examen no supone que Dios vigile lo que haces (pues todo lo sabe) sino que, voluntariamente, manifiestas tu voluntad de que lo sepa, que no es lo mismo. Así demuestras ser, verdaderamente, libre.
19 Cuando acabes el examen da gracias a Dios por haberte hecho así: a su imagen y semejanza. Será la mejor manera de comprender que nada puedes ocultar y, sobre todo, que nada quieres ocultar.
20 Siempre se hace necesario pedir perdón. Examínate y comprenderás, seguramente, la verdad de esto.
Al fin y al cabo, cada uno de nosotros necesitamos ser examinados de lo que hacemos para, sobre todo, no equivocarnos sobre nuestro comportamiento como hijos de Dios.
Nuestro Padre Eterno no merece menos.
Así lo reconoció S. Josemaría. Por eso, en el punto 235 de “Camino” dice lo que dice: “Examen.-Labor diaria.- Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio.
¿Y hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna?”
Con esto se destaca, por una parte, que no consiste, el examen, en algo puntual de lo cual podemos olvidarnos a vuelta de página de nuestra vida. Muy al contrario, consiste en un, a modo, de confesión de fe porque, al fin y al cabo, examinándonos de lo que hacemos y creemos admitimos la fe que tenemos de una forma no esporádica.
Por otra parte, es bien cierto que si algo anhelamos es la vida eterna junto a Dios.
Decir lo contrario es, sin duda, prueba de no tener una visión sobrenatural muy desarrollada o, simplemente, de haberse dejado arrebatar, definitivamente, por el mundo.
Decía S. Josemaría que teníamos que ser del mundo pero no mundanos.
Y el examen espiritual nos ayuda, exactamente, a eso.
16 comentarios
"18 No olvides que el examen no supone que Dios vigile lo que haces (pues todo lo sabe) sino que, voluntariamente, manifiestas tu voluntad de que lo sepa, que no es lo mismo. Así demuestras ser, verdaderamente, libre".
“Examen.-Labor diaria.- Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio.
¿Y hay negocio que valga más que el negocio de la vida eterna?”
Muy por el contrario, Santa Teresita de Lisieux: "Hay una ciencia que Dios ignora, la de contar. Dios no sabe contar".
"Siempre que tu corazón esté preparado para decir la verdad y que la misma no anule tu voluntad".
"17 Llevar a otros cristianos al examen es, sin duda, tarea apostólica"
En cuanto al punto 18 lo que he querido decir es que el sometimiento a la voluntad de Dios ha de ser voluntario. Tal es la manera, creo yo, correcta de comportarse para un cristiano.
Además, creo que Dios, sabiéndolo todo, ha de preferir que nosotros, sus hijos que, además, consideramos que lo somos, así lo hagamos.
Es decir, que un padre (en este caso, el Padre), aún sabiendo lo que un hijo haya podido hacer, entiende mejor que el mismo hijo lo diga.
En cuanto a lo del negocio, creo que, en otra ocasión, ya salió esta discusión.
La referencia a tal palabra creo yo que quiere decir que es algo que nos interesa mucho. Es de suponer que una persona, en cuanto empieza un negocio, pone todo su interés en él y hace todo lo posible para que salga bien.
Pues eso, creo yo, es a lo que aquí ha de querer decir: si anhelamos la vida eterna (aunque es Dios el que nos la da)no podemos quedarnos de brazos cruzados. Hemos de actuar como cristianos, con el propósito (tema, por cierto, del próximo artículo de esta serie) de ser cristianos y de llevar a buen puerto nuestra barca.
En cuanto a lo de la posibilidad de que la verdad anule la voluntad es, ésta, bastante cierta.
Así, cuando, a sabiendas de que hemos hecho algo que, digamos, es pecado; es decir, en cuanto reconocemos la verdad, ésta puede producir, en nosotros, el efecto, de anular nuestra voluntad o, lo que es lo mismo, de proceder al correcto examen de lo hecho.
Seguramente será un mecanismo psicológico.
No se trata de forzar a nadie a acudir al examen. Es, muy al contrario, una tarea, como digo, apostólica.
Consiste, la misma, en ejercer, por ejemplo, la corrección fraterna que muy bien puede llevar, una vez la misma puesta en práctica, a una persona a acudir al examen.
Pero no entienda que quiero decir que "llevar" es obligar pues la libertad es un don de Dios que mucho debemos apreciar.
Y si es así: ¿Que debe de hacer el hombre frente a otro hombre: escuchar, obedecer o mandar?
Lo mismo, Tomás sobre tus disquisiciones sobre el examen de conciencia. Hasta donde tengo noticia, el examen que se practica en el Opus Dei es más o menos igual que lo que dices de San Ignacio. Y ya sabemos que los Ejercicios son un hito y un referente de primera en la Iglesia, lo cual no ha impedido que los jesuitas estén rodando desde hace años por el terraplén, sin vocaciones ni apostolado, mientras que el Opus no cesa de dar vocaciones y cristianos fieles a la Iglesia. Y sobre lo de la teología... dime si las personas que no son sacerdotes y que se alimentan espiritualmente de la Compañía de Jesús tienen una formación teológica superior a los seglares formados por el Opus Dei.
Simplemente quería terciar en la consabida contraposición entre jesuitas y Opus, cuando ambos son frutos indudables del Espíritu Santo y puntales de la Iglesia. El enfrentamiento entre ambas, iniciado históricamente por los primeros, hasta donde sé, no es uno de los capítulos más presentables de la Iglesia.
Cuando yo me refiero al examen no crea que quiero hacerlo, sólo, en el sentido del Opus Dei.
Lo que quiero es, como Ud. ha dicho, hacer extensiva tal práctica. Pero no de la forma en la que, bien, hace el Opus Dei, sino de la forma que cada cual pueda hacer consigo mismo para ver lo que, efectivamente, no ha hecho mal.
Yo no creo que seas una expresión inadecuada porque creo que el vocabulario tiene el sentido que, en la ocasión de que se trate, pueda tener.
Es decir, que tanto "negocio", en el sentido que aquí hay que darle, como "economía de la Salvación" son, en mi modesto entender, expresiones que, entendidas correctamente, hacen mucho bien a la Iglesia católica.
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