Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe"
Serie “El Camino de la Fe”
El Camino de la Fe - 6
Cierta forma de sufrir. Sobre la mortificación y su sentido
“Si no eres hombre mortificado nunca serás alma de oración”.
Camino, 172
En muchas ocasiones se le achaca al Opus Dei cultivar un sentido algo extraño de la mortificación. Seguramente se confunde lo que es el sufrimiento con la aceptación del mismo.
En el punto 185, S. Josemaría da la clave de muchas cosas: “el mundo admira solamente el sacrificio con espectáculo, porque ignora el valor del sacrificio escondido y silencioso”.
En realidad, el tema de la mortificación, del sufrimiento por la fe, es uno que lo es muy especial. Supone, en primer lugar, la expresión de una voluntad fiel; en segundo lugar, es, exactamente, la manifestación de comprensión que, sobre la fe, se tiene: de las dificultades que, muchas veces, conlleva confesarla y, sobre todo, del corazón que se muestra al callarla.
Por eso, bien podemos decir que el fundador de la Obra, en este capítulo dedicado a la mortificación, comprendió lo que en la misma se encuentra dicho con bastante claridad y acierto.
Y lo hizo, sobre todo y resumiendo, en dos sentidos:
1.-Estableciendo un comportamiento moral relativo a la mortificación.
2.-Fijando, en concreto, determinados aspectos de la mortificación.
Pasemos, ahora, a cada uno de los dos sentidos.
1.-Estableciendo un comportamiento moral relativo a la mortificación
S. Josemaría planteaba la realidad de las cosas, digamos, de cara y sin ningún tipo de medias tintas. De aquí que escribiera, ni más ni menos y para empezar a comprender ciertos comportamientos que “Donde no hay mortificación no hay virtud” (1)
Por tanto, y desde un principio, tenemos que comprender que, para llevar un comportamiento cristiano, la mortificación (sea la que sea y en las condiciones particulares de cada cual) resulta necesaria. Por muy duro que pueda caer en nuestros oídos, dejarse amparar por lo que, en principio, puede parecer negativo, es la mejor forma de ser, de verdad, cristianos y, ciertamente, hijos de Dios.
Por eso, la mortificación es, también o, también, encierra un comportamiento moral que no hay que desdeñar.
Por ejemplo, una forma muy común y ordinaria de mortificarse es, digamos, soportar a aquellas personas que tienen un comportamiento más cargante. Muy bien dice S. Josemaría al respecto: “No digas: esa persona me carga – Piensa: esa persona me santifica” (2)
Ante esto es muy fácil pensar que se trata de una forma muy extraña de mortificarse. Sin embargo, lleva implícito tal comportamiento la paciencia y no poco amor que perdona la insistencia e, incluso, la pesadez.
De aquí que la mortificación pueda entenderse desde diversos puntos de vista porque, en realidad, “Donde no hay mortificación no hay virtud” (3), como hemos dicho arriba.
Pero también, en muchas ocasiones, hay que dejar de ser uno mismo para que los demás sean. Esto lo interpreta el fundador del Opus Dei diciendo lo siguiente: “Paradoja: para vivir hay que morir” (4)
Independientemente del sentido escatológico que tiene tal afirmación, aquí el caso es que, diciendo esto entendió a la perfección S. Josemaría el objeto de nuestra vida presente pero más el de la vida futura. No es de extrañar que, por lo tanto, se preguntase “¿Qué importa perder 10 años, veinte, cincuenta…, si luego es el cielo para siempre, para siempre…, para siempre?” (5)
Y el triple “siempre” indica, seguramente, el sentido primero y último de la mortificación: tiene su objetivo, su destino y su fin.
Y el fin último es el siguiente: “Todo lo que no te lleve a Dios es un estorbo: arráncalo y tíralo lejos” (6)
Ya sabemos lo que tenemos que apartar de nuestro corazón y, también, de nuestra vida: la desidia, la desgana, el ser negativos, el evitar la mortificación por comodidad, etc.
De todo lo dicho, podemos extraer una serie de, digamos, principios de los que podemos hacer uso a nivel espiritual y material:
1.-Olvido de la compasión de uno mismo:
“No me seas flojo, blando – Ya es hora de que rechaces esa extraña compasión que sientes de ti mismo” (7)
Esto nos obliga a olvidar el desaliento y el negativismo, impropio en un cristiano que se sabe hijo de Dios, Pastor Bueno y Padre Creador.
2.-Olvido de lo políticamente correcto
“Si han sido testigos de tus debilidades y miserias, ¿qué importa que lo sean de su penitencia?” (8)
Esto nos impele a actuar según debemos y no según espera una sociedad hedonista y relativista como la que nos tocado vivir.
Al final de todo lo dicho, bien podemos preguntarnos si se obtiene algo fructífero de la mortificación.
Muchas personas, alejadas del espíritu de fe, dirán que no.
Al contrario, la respuesta es sí, sin duda alguna. Por eso S. Josemaría, muy seguro de tal extremo, escribió que “Estos son los frutos sabrosos del alma mortificada: comprensión y transigencia para las miserias ajenas; intransigencia para las propias” (9)
Esto lo que, en general, ha de querer decir es que mientras nosotros comprendemos los defectos y miserias que los demás puedan tener hacemos lo posible, mortificándonos, de hacerles la vida mejor. Transigimos, pues, con los demás.
Sin embargo, con nosotros no podemos hacer lo mismo porque bien sabemos que, al tener conocimiento de lo que en el mundo sucede, no podemos caer en ciertas tentaciones. Por eso no podemos transigir con nosotros mismos.
Aunque esto último, por supuesto sea muy difícil de llevar a cabo porque, en realidad, nadie ha podido demostrar que ser cristiano sea, precisamente, fácil.
2.-Fijando, en concreto, determinados aspectos de la mortificación.
No vaya a creerse que mortificarse supone, nada más, que un modo moral de comportarse porque, en realidad, la mortificación tiene sus caminos, sus posibilidades, su forma de ser.
La mortificación no es una bonita teoría espiritual sino que, a modo de posibilidades, puede hacerse efectiva sin que sufra, para nada, nuestra integridad moral o, incluso, física.
Seguramente nada hay más extremo en el amor que negarse a uno mismo.
De aquí que S. Josemaría diga “Ningún ideal se hace realidad sin sacrificio. – Niégate.- ¡Es tan hermoso ser víctima!” (10)
Cualquier persona ajena al pensamiento cristiano podría aducir, al respecto de lo escrito por el autor de “Camino”, que negarse es una forma poco digna de comportarse.
Tal es el pensamiento políticamente correcto porque lo mejor para quien se diga discípulo de Cristo es darse a los demás de tal forma que se olvide de sí mismo y perdone de tal forma que no recuerde la ofensa; ser, para los demás, asidero que nunca ponga reparo a ser asido; negarse, pues, para afirmar, ante los demás, que ser hijo de Dios quiere decir, por ejemplo, tal forma de actuar.
Además, una variable de negarse es, también, lo que S. Josemaría llama “rendir el propio juicio” (11)
Para un cristiano ninguna ocasión sobra para actuar así (“No desaproveches la ocasión”, dice, en el punto 177 citado en la nota anterior) Lo que es humanamente costoso “!qué agradable es a los ojos de Dios¡” (12)
Y eso ha de importarnos más porque ya sabemos que el comportar humano tiene, para el Creador, un sentido distinto al que nosotros le damos. Muy distinto.
Algo, por otra parte, tenemos que tener en cuenta y que incide, mucho, en la visión que los demás tienen sobre nosotros: cuando aceptamos cualquier mortificación no tiene que ser, la misma, una carga para nadie: “Busca mortificaciones que no mortifiquen a los demás” (13)
Y esto porque, evidentemente, una cosa es lo que nosotros entendamos que debemos hacer pero de tal actuación no puede derivarse perjuicio ajeno pues sería una forma de comportarse muy egoísta y, así, poco cristiana y muy contraria todo lo aquí escrito.
Además de lo dicho, el fundador del Opus Dei tenía conocimiento de aquello que puede producir mortificación y que, sin duda, puede ser ofrecido a Dios.
Entendía que son “tesoros” que no hay que desperdiciar: “hambre, sed, calor, frío, dolor, deshonra, pobreza, soledad, traición, calumnia, cárcel…” (14)
Pero lo más curioso no es la relación exacta que hace sino los puntos suspensivos que situó al final de la misma. Por tanto, hay más mortificaciones que, bien entendidas, fortalecen el alma.
Que cada cual ponga, en el fiel de su balanza, cómo puede agradar a Dios con ellas…
Pero hay ejemplos concretos.
Uno de ellos es, en general, el cuerpo, materia en la que vivimos. Así, dice que “Al cuerpo hay que darle un poco menos de lo justo. Si no, hace traición” (15)
Y esto es, además, un gran principio porque aceptar todo lo que nuestro deseo pueda entender bueno es un buen (pero mal) camino hacia la molicie y la desgana vital. Por eso hay que admitir que dar un poco menos de lo que demanda, seguramente, será bueno para nuestra salud (y no sólo física)
Aunque, sin duda alguna, si hay un momento del día en el que la mortificación se manifiesta en toda su crudeza y en el que podemos sacar gran provecho espiritual de él es, precisamente, el de incorporarse al diario vivir.
Sobre esto, dice S. Josemaría lo siguiente: “El minuto heroico. —Es la hora, en punto, de levantarte. Sin vacilación: un pensamiento sobrenatural y… ¡arriba! —El minuto heroico: ahí tienes una mortificación que fortalece tu voluntad y no debilita tu naturaleza” (16)
Y tal forma de actuar ¡Fortalece nuestra voluntad!
Si que entendía, S. Josemaría, la naturaleza humana… empezando por la suya, seguramente.
Entonces… ¿Podemos decir que la mortificación es algo ajeno a la vida del cristiano?
A lo largo de estos puntos hemos visto que S. Josemaría no pretendía, con ellos, atribuir un sufrimiento gratuito (porque sí) o sin sentido. Muy al contrario, la validez de la pauta que indican los puntos de este capítulo de “Camino” se encuentra en el propio sentido de los mismos: así se es mejor cristiano porque ciertos valores no se dejan volar.
Al fin y al cabo, mortificarse es, eso sí, algo que se aleja mucho del mundo hedonista en el que nos ha tocado vivir.
Eso sí es cierto.
NOTAS
(1) Punto 180
(2) Punto 174
(3) Punto 180
(4) Punto 187
(5) Punto 182
(6) Punto 189
(7) Punto 193
(8) Punto 197
(9) Punto 198
(10) Punto 175
(11) Punto 177
(12) Ídem anterior
(13) Punto 179
(14) Punto 194
(15) Punto 196
(16) Punto 206
18 comentarios
Yo no soy del Opus Dey. Y tengo mis más y mis menos. Pero cabe decir que: ¡Corto y breve! Te ha pillado: ¡cuáles!
No serás tú del antiguo contubernio "masónico judío".
Es que hoy es día de SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA. Y éste sí que fue un judío de los buenos.
Que triste es pasar por la vida sin conocer tu propio cuerpo.SE TRATA DE UNIR NO DE SEPARAR.Separar es enfrentar.Pero la Iglesia siempre separo trágicamente.Separo clero-laicos,hombre-mujer,cielo-tierra,sagrado-profano,humano-divino,natural y sobrenatural.Los curas son enemigos del Reino de Dios.Son odiadores profesionales de todo lo humano como la sexualidad o el desnudo.Son odiadores profesionales de de la belleza,odiadores de la vida.Dentro del clero no hay Salvacion.El clero es una casta agresiva, ellos saben que tienen los dias contados pero mientras seguiran siendo una seria amenaza para los derechos humanos y para la convivencia democratica de todos.La libertad de conciencia del hombre es infinitamente superior a cualquier institucion.Es urgente una Iglesia plural con una cristologia tambien plural.
la mortificación no es otra cosa que el necesario ejercicio de negarse a sí mismo con el fin de que sea Dios el que viva en nosotros. Creo que todo el mundo lo puede entender sin calentarse la cabeza. Así de sencillo. Y sobran todos los rollos, los rollitos y los rollazos.
Pues es bien cierto lo que Ud. dice.
Siento, entonces, haberme extendido más de la cuenta.
A mi caes hasta simpático. Pero en mucho me temo que como sigas así hasta los de la sinagoga te van echar.
Me gustaría responderte pero es que eres como esa mosca que no hay quien rabo le arranque. Haber si va resultar que tú sólo tienes cuerpo y no tienes alma.
¡SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA!
No me he referido ni de lejos a que tu trabajo sea un rollo; sino más bien a la cantidad de "literatura" que se ha escrito sobre el tema y que no es otra cosa que babas y monsergas de gente que tiene en su casa un parral con muchas goteras. Pero que ayuda y facilita a la confusión general.
Más grave es la manía que tienen por negar la Realeza Social de Nuestro Señor. Su liberalismo político y económico me parece preocupante.
Y sí, hoy y siempre:
SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA
Efectivamente, hay muchos caminos para llegar a Dios. Por eso, tan válido como otros es del Opus Dei. Aprovechar el que sea ha de ser bueno para nuestra alma y, al fin y al cabo, para todos nosotros.
Siento, pues, no haber entendido lo que ha querido decir.
Por otra parte, sí que hay mucho escrito sobre el tema. Creo, por eso, que lo dicho por S. Josemaría es importante sin ser muy extenso ni sensiblero.
No voy a negar que el tema del liberalismo político y económico no se me haya dicho antes. Seguro que muchas personas entienden lo mismo de la posición del Opus Dei al respecto.
Sin embargo, creo que sigue siendo un buen camino para llegar a Dios y, sobre todo, para reconocer su presencia en el mundo, sus huellas.
Lo del liberalismo me parece una tontería. El opus Dei no tiene un posición como institución y son sus mienbros los que deciden si siguen una ideología. Mi padre es del Opus Dei y es difícl encontrar a alguien más opuesto al liberalismo.
Sobre la mortificación. Lo que siempre me ha gustado del Opus Dei es que no se inventan cosas. Todas las devociones son las que siempre se han practicado en la Iglesia: la visita al Santísimo, las jaculatorias, el rosario, las romerías...Y la mortificación también forma parte de esa tradición y la que se aprende en el Opus Dei es la mortificación en la vida ordinaria.
Evidentemente, mucha gente puede leer Camino y quedarse frío, pues perfecto. Vaya Iglesia seríamos si todos fuésemos iguales. Para eso Dios (que a creativ no le gana nadie) ha inspirado tantas congregaciones y movimientos con su propia espiritualidad, para que todos podamos encontrar nuestro camino al Señor.
“No digas: esa persona me carga – Piensa: esa persona me santifica”... lleva implícito tal comportamiento la paciencia y no poco amor que perdona la insistencia e, incluso, la pesadez".
y yo añado a la insistencia y a la pesadez el propósito de hacer daño insultando y calumniando lo que es mas querido para los católicos .Alivia pensar que en el fondo te hace un favor , te ayuda a santificarte.
Gracias Eleuterio, hoy ante alguna basura que he leido en vez de indignarme , me sirve para algo bueno
Totalmente de acuerdo con Ud.
Existen muchas formas de entender el camino que nos lleva hacia Dios. El del Opus Dei es uno de ellos y no es tan raro como, en muchas ocasiones, se nos quiere hacer ver.
Es que, a veces, la paciencia es muy buena.
Voy a contar una anécdota.
En catequesis (en nuestro caso la familiar) contaba un compañero Guía de Padres (miembro del Opus Dei) lo siguiente:
Una mujer estaba siempre discutiendo con su marido: que si esto, que si lo otro. En fin... lo que a veces suele ser normal. Siempre discutían dentro de casa de forma que su vida social era, digamos, de lo más común.
Entonces, en una ocasión, cuando volvían de la calle, al abrir la puerta con la llave la mujer le dijo al marido: "sabes, con esta llave me gano el cielo".
Ni qué decir tiene que el marido no la entendió pero Dios seguro que sí.
Algo de eso ha de ser la paciencia que, a veces, hay que tener con algunas personas.
Y, por cierto, gracias a Ud.
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