Moverle la silla a Benedicto XVI

Desde el mismo momento en que Joseph Ratzinger salió al balcón de la plaza de San Pedro ataviado con el ropaje que, para la ocasión, había elegido, y pronunció aquellas palabras que decían que era un humilde trabajador de la viña del Señor muchos empezaron a maquinar todo lo posible para oponerse a su papado.

Los antecedentes no habían sido “buenos” (pero lo fueron): buen teólogo, magnífico profesor y, además, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la “antigua Inquisición” como suele denominar a tal Congregación los malpensados para poner en mal lugar a su antiguo Prefecto)

Esto lo que, en general, quiere decir, es que ni era bien visto por ciertos sectores políticos ni tampoco por algunos sectores de la misma Iglesia católica, más proclives a mantener posiciones llamadas “progres” que son, exactamente, las contrarias a las que propone y defiende la Iglesia fundada por Cristo.

Y, como es de esperar, la cosa sigue. A peor.

Por eso, no es de extrañar que el diario laicista “El País” publicara, el pasado 29 de marzo, un dizque “Reportaje” para echar más leña al fuego y, si eso es posible, poder quemar dentro de la misma al mismo Benedicto XVI.

Un tal Miguel Mora firmaba el citado reportaje y lo titulaba de esta forma tan, digamos, falsa: “El error Ratzinger se agiganta”.

No tiene él toda la culpa porque, en realidad, se basa, para escribir su artículo, en un libro de don Giancarlo Zizola titulado “Santidad y poder. Desde el Concilio a Benedicto XVI. El Vaticano visto desde dentro” y en unas opiniones, seguramente muy respetables, de don Filippo di Giacomo, sacerdote y periodista, 11 años de misionero en el Congo, a día de hoy juez vicario en Roma.

Pero me centro, ahora, en lo dicho por Zizola pues creo que, en ello, se centra la cuestión del papado de Benedicto XVI al que se responde con un posible “error” que, se supone, es el de su propio nombramiento como Santo Padre.

Aquí, seguramente, y teniendo en cuenta el medio informativo que recoge la tal noticia, sólo cabe esperar que se trate de un ataque directo al catolicismo o, más claro lo digo, a cierta forma de catolicismo que no se conforma con estar con el siglo ni, por eso, actúa de forma políticamente correcta ni se aviene con las conformidades del mundo que, como sabemos, tiende más a lo egoísta, hedonista y relativista que al comportamiento recto, diáfano y conforme a una clara doctrina.

Y esto no es idea torticera del que esto escribe porque el mismo Zizola, en la primera parte de un artículo publicado en “Atrio” ha dejado escrito que “Si el tema crucial de la crisis actual es purificar las mentes de las teologías restrictivas y centradas en el cristianismo occidental, un nuevo concilio no podría dejar de plantearse, como núcleo central, un anuncio evangélico que ‘hable’ a la gente contemporánea globalizada, desprendiéndose del bloqueo de la infraestructura cultural grecorromana, lo mismo que al principio se desprendió de su envoltura mosaica.”

Y es que, resulta, que propone la celebración de un nuevo Concilio que “supere” al Vaticano II.

Pero, además, le parece, digamos, un tanto regular que el mismo “Credo” sea, eso, el mismo, en todo el mundo. Por eso dice que “El ‘credo’ que profesamos a partir de las categorías filosóficas grecorromanas tiene el mismo derecho de profesarlo un chino o un indio a partir de sus propias categorías culturales”

Pues yo creo que el credo ya lo profesa un chino o un indio de la forma que tiene que profesarlo y que, en realidad, lo que se intenta es desvirtuar el símbolo de nuestra fe adaptándolo a cada lugar donde se tenga que rezar, explicar su contenido o sea lo que sea que tenga que hacerse con él.

A esto sólo puede llamársele relativismo y a lo que hace Giancarlo Zizola (y no sólo él) con artículos como éste es, sencilla y exactamente, moverle la silla a Benedicto XVI.

Ni más ni menos.

Por otra parte, esto escrito por quien firma el artículo de “El País” y que es que “No se apaga el tam tam de los tambores. Tras su periplo africano y la encendida polémica sobre el sida y los preservativos, afirmar que Joseph Ratzinger es un papa cada vez más cuestionado es una obviedad. Fuera de la Iglesia, no cesan las críticas y los ataques. En Francia y Alemania, las encuestas entre católicos registran ya la palabra “dimisión", y Gobiernos, ciudadanos y ONG dejan ver su abierto descontento” sólo es la misma basurilla de siempre.

El mismo ruido con el mismo sinsentido se siempre.