La muerte callada de un sacerdote
Hay muertes que, no por posibles, dejan de producir un estremecimiento en el corazón del creyente.
Por ejemplo, cuando muere un sacerdote por causas, digamos, no naturales (siendo, las propias del ser humano, la enfermedad o, simplemente, los estragos de la edad) una tristeza grande se apodera del alma de quien reconoce que tal persona era trabajador de la mies del Señor.
Por ejemplo, ha sido el P. James Mukalel, sacerdote católico de apenas 39 años y radicado en la diócesis siro-malabar de Betlthabgady, en la India.
Fue el pasado 30 de julio cuando encontraron su cuerpo sin vida terrena.
No importa, a mi modesto entender, que haya muerto por una causa que, a lo mejor, no es religiosa sino que la muerte de un servidor de Dios siempre acaba acarreando males mayores para los hijos del mismo Padre.
Aunque, siendo en la India donde tantos malos sucesos ha recibido la comunidad cristiana, nada sería de extrañar.
No es, pues, el primer ministro de Cristo que ha soportado tan inesperado destino.
Tampoco será el último que muera así.
¿Qué pasa cuando un sacerdote muere de tal forma?
En el número 79 de “Es Cristo que pasa”, dice S. Josemaría que “Con este sacerdocio ministerial, que difiere del sacerdocio común de todos los fieles esencialmente y no con diferencia de grado, los ministros sagrados pueden consagrar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, ofrecer a Dios el Santo Sacrificio, perdonar los pecados en la confesión sacramental, y ejercitar el ministerio de adoctrinar a las gentes, in iis quæ sunt ad Deum, en todo y sólo lo que se refiere a Dios”.
Ahí es nada.
Consagran el Cuerpo y la Sangre de Cristo y nos sirve, a todos, para recibir al Hijo de Dios…
Ofrecen el Santo Sacrificio a Dios…
Perdonan los pecados…
Transmiten la doctrina de la Santa Madre Iglesia…
No parece poca cosa.
Por eso, cuando muere un sacerdote como lo ha hecho el Padre James Mukalel, deberíamos preguntarnos hasta dónde soportaremos tanta tristeza y desazón.
¿Importa poco, quizá?
Para más de uno, por desgracia, nada. Está lejos y, al fin y al cabo, un sacerdote…
Para otros muchos, todo, porque la muerte callada de un sacerdote es, por decirlo pronto, la muerte silenciosa y entregada de nuestro hermano y, siempre, padre.
Descanse, pues, en paz, James Mukalel, hijo de Dios, hermano, sacerdote de la Iglesia católica.
4 comentarios
Muchas gracias por hacer tan buena acción.
Seguro que Dios le bendice a Ud. por acordarse del Padre Mukalel.
Eso, dicho en un artículo como el de hoy, es de muy mal gusto. Además, no es cierto.
No lo borro el comentario para que se vea la forma de ser que tienen algunas personas.
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