Juan Pablo II Magno - Familia
Serie “Juan Pablo II Magno“
“¡El futuro de la Humanidad se fragua en la familia!”
Esta expresión, fijada por escrito por Juan Pablo II Magno en la Exhortación apostólica Familiaris consortio (FC) (1981) indica, a la perfección, el sentido que de tal institución, tenía el Papa polaco.
Sabemos que en la fragua se forjan los metales y que tal forja se consigue avivando el fuego que le da vida. Por eso, utilizar tal imagen para definir a la familia es ejemplo de lo que, exactamente, ha de ser tal célula básica de la sociedad.
Pero, por mucho que diga en bastante ocasiones (y, por eso, se hace lo posible para tergiversar el sentido mismo de la familia) la familia no es algo negativo para la sociedad sino todo lo contrario.
De aquí, que en la misma Exhortación citada arriba, dijera que: “La institución matrimonial no es una ingerencia indebida de la sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de una forma, sino exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la defiende contra el subjetivismo y relativismo, y la hace partícipe de la Sabiduría creadora” (FC 11)
Todo esto dicho sobre la familia ha de tener algún sentido para que se le otorgue la importancia que tiene; alguna misión especial reservada, por Dios, para ella. Y así es.
“En este sentido, partiendo del amor y en constante referencia a él, el reciente Sínodo ha puesto de relieve cuatro cometidos generales de la familia:
1) formación de una comunidad de personas;
2) servicio a la vida;
3) participación en el desarrollo de la sociedad;
4) participación en la vida y misión de la Iglesia”
De aquí que “Amar a la familia significa saber estimar sus valores y posibilidades, promoviéndolos siempre. Amar a la familia significa individuar los peligros y males que la amenazan, para poder superarlos. Amar a la familia significa esforzarse por crear un ambiente que favorezca su desarrollo. Finalmente, una forma eminente de amor es dar a la familia cristiana de hoy, con frecuencia tentada por el desánimo y angustiada por las dificultades crecientes, razones de confianza en sí misma, en las propias riquezas de naturaleza y gracia, en la misión que Dios le ha confiado: «Es necesario que las familias de nuestro tiempo vuelvan a remontarse más alto. Es necesario que sigan a Cristo” (FC 86)
Bien, ya sabemos la razón de la importancia de la familia y qué es lo que la hace importante.
Pero es que, además, “La familia, como comunidad educadora fundamental e insustituible, es el vehículo privilegiado para la transmisión de aquellos valores religiosos y culturales que ayudan a la persona a adquirir la propia identidad. Fundada en el amor y abierta al don de la vida, la familia lleva consigo el porvenir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz” (Jornada Mundial de la Paz, 1994) (2)
Por otra parte, reconocemos la situación por la que pasa la Familia en España (y no sólo en España) y no es, precisamente, buena.
Juan Pablo II Magno, sobre la misma, nos dice lo siguiente:
1.-“En un momento histórico en que la familia es objeto de muchas fuerzas que tratan de destruirla o deformarla, la Iglesia, consciente de que el bien de la sociedad y de sí misma está profundamente vinculado al bien de la familia, siente de manera más viva y acuciante su misión de proclamar a todos el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia, asegurando su plena vitalidad, así como su promoción humana y cristiana, contribuyendo de este modo a la renovación de la sociedad y del mismo Pueblo de Dios” (FC 3)
2.- “Queridas familias: vosotras debéis ser también valientes y estar dispuestas siempre a dar testimonio de la esperanza que tenéis (cf. 1 P 3, 15), porque ha sido depositada en vuestro corazón por el buen Pastor mediante el Evangelio. Debéis estar dispuestas a seguir a Cristo hacia los pastos que dan la vida y que él mismo ha preparado con el misterio pascual de su muerte y resurrección.
¡No tengáis miedo de los riesgos! ¡La fuerza divina es mucho más potente que vuestras dificultades! Inmensamente más grande que el mal, que actúa en el mundo, es la eficacia del sacramento de la reconciliación, llamado acertadamente por los Padres de la Iglesia «segundo bautismo». Mucho más impacto que la corrupción presente en el mundo tiene la energía divina del sacramento de la confirmación, que hace madurar el bautismo. Incomparablemente más grande es, sobre todo, la fuerza de la Eucaristía”(Carta a las familias, 1994) (18)
“Familia, ¡vive de manera concorde y plena tu misión!”
Con invocaciones como ésta termina el Mensaje de S.S. Juan Pablo II para la Jornada Mundial por la Paz de 1994.
Y eso lo deberíamos tener en cuenta.
2 comentarios
Tiene Ud. toda la razón en lo que dice. Y, además, está, siempre, a nuestro lado.
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