Juan Pablo II Magno: Iglesia y medios de comunicación
Serie “Juan Pablo II Magno“
En un mundo como el actual los medios de comunicación tienen una importancia no pequeña y trasladan a la opinión pública pensamientos e ideas que pueden resultar trascendentales para la vida en común.
Son, por eso mismo. “Vehículos de formación y de cultura” y “deben contribuir a la renovación de la sociedad” (Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1985)
Por eso, Juan Pablo II Magno tuvo muy en cuenta el papel que la Iglesia católica ha de tener en los medios de comunicación así como lo que, para la misma y sus comunicadores, supone tal medio de transmisión de la fe.
Conviene saber y reconocer algo fundamental; algo sin lo cual resulta difícil dar un paso adelante:
“Realmente los mass media ofrecen, a menudo, el único contacto que la Iglesia tiene con los no católicos, o la comunidad en sentido más amplio, y por tanto deberían ser usados de modo creativo y responsable” (Exhortación apostólica Ecclesia in Oceanía, 2001, 21)
Por tanto, la Iglesia católica, con los medios de comunicación que tenga a su disposición no puede hacer como si no estuviera en el mundo, como si, en realidad, permaneciera ausente de la realidad que la circunda. No es esto posible.
En primer lugar, “Grande es la responsabilidad de los responsables de los medios de comunicación social, llamados a trabajar para que la transmisión eficaz de los mensajes contribuya a la cultura de la vida, proponiendo con gran respeto a los valores de la sexualidad y del amor, sin enmascarar lo que deshonra y envilece la dignidad del hombre” (Encíclica Evangelium vitae, 1995, 89)
Mucho más lo es, pues, cuando los medios de comunicación pertenecen, o están en manos de la Iglesia católica, la responsabilidad que les corresponde a tales responsables no pudiendo olvidar, en tal caso, ni la dignidad de la persona ni esconder aquello que deshonre al ser humano permitiendo que no se transmita la verdad de las cosas so pretexto de una tranquilidad social o de un pensamiento políticamente correcto. Menos aún si se trata, precisamente, de la “cultura de la vida”.
No es de extrañar que, sobre esto, dijera Juan Pablo II Magno, en la Jornada Mundial de las Comunicaciones de 1988, que “Es necesario que los profesionales de la comunicación, cualquiera que sea su modo de intervención, observen un código de honor, se preocupen de compartir la verdad del hombre y contribuyan a un nuevo orden mundial de la información y de la comunicación”
Por otra parte, se reconoce fácilmente que hoy día la fe y la moral cristiana no gozan de una aceptación excesiva y que, siempre que eso es posible, se oculta la primera y de pretiere la segunda. “Esto sucede porque la cultura mediática se ha ido penetrando progresivamente por un sentido típicamente posmoderno donde la única verdad absoluta admitida es la inexistencia de la verdad absoluta, o, en caso de que ésa existiese, sería inaccesible a la razón humana y, por lo tanto, irrelevante” (Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2001)
No debe importar, por lo tanto, liberarse de aquello que pueda lastrar el funcionamiento de los medios de comunicación de los que dispone la Iglesia católica si, con eso, se sana la transmisión de la verdad y se profundiza en la misma aunque, por ello, disminuya el crédito mundano que el mundo le otorga.
Sobre esto último, dos cosas muy importantes recuerda Juan Pablo II Magno que son, a saber:
1.-“La información parcial, arbitrariamente impuesta desde arriba o por las leyes del mercado de la publicidad, la concentración monopolística, las manipulaciones de cualquiera género, no sólo son atentados al recto orden de la comunicación social, sino que terminan también por dañar los derechos a la información responsable y poner en peligro la paz” (Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1983)
2.-No es fácil permanecer optimistas sobre la influencia positiva de los mass media cuando éstos parecen ignorar el papel vital de la religión en la vida de la gente, o cuando las creencias religiosas son tratadas sistemáticamente en forma negativa y antipática“ (Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1997)
En tales textos plantea una serie de realidades que resultan esenciales para comprender al papel que deben jugar los medios de comunicación de la Iglesia católica:
-No dejarse dominar por las leyes del mercado de la publicidad.
-No permitir que la información se transmitida de forma parcial por defender determinados intereses de grupo.
“Dañar los derechos a la información responsable” (como se ha recogido arriba) si, además, la tal información va referida a la misma evangelización, debería quedar muy lejos de cualquier medio de comunicación que quiera llamarse, seguir llamándose, católico.
Eleuterio Fernández Guzmán
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