¿Hasta dónde ha de haber separación entre política y religión?
Se lee y se oye muchas veces que la Iglesia católica no puede, como institución espiritual, entrometerse en la vida política. Que no puede opinar, siquiera, de los asuntos materiales de la tierra; que, en fin, mejor estaría en la sacristía y, en todo caso, llevando una contadía privada de su doctrina y pensamiento.
Esto es, como bien puede pensarse, algo extraño a la realidad de las cosas.
Sabemos lo que Jesucristo dijo cuando, con ánimo de cogerlo en un renuncio, le enseñaron una moneda: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Lc 20:25)
Sin embargo, no dijo que la separación fuera de tal forma que no existiera relación alguna entre lo político y lo religioso. Eso no lo dijo porque comprendió que, simplemente, era imposible: la Iglesia la había creado para que estuviera en el mundo, para que, con la transmisión de la Buena Noticia, el mundo cambiara su corazón de piedra por otro de carne.
Esto lo ha comprendido, a la perfección, Benedicto XVI, el denostado, cuando, en su primera encíclica, Deus caritas est, establece, más que nada, el deber de la Iglesia y, en realidad, la relación que debe existir entre política y religión.
Así, “La Iglesia tiene el deber de ofrecer, mediante la purificación de la razón y la formación ética, su contribución específica, para que las exigencias de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables” (Deus caritas est, 28)
Es decir, que es obligación de la Iglesia. No se trata de una actuación que, por capricho, hace la Esposa de Cristo sino que, al contrario, ha de llevar a cabo por imperativo (y gozo) espiritual.
Y, sin embargo, existe y debe existir separación entre César y Dios:
“La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. (Deus caritas est, 28)
Como consecuencia de todo lo dicho, el diagnóstico social y político, lo ofrece, gratis et amore, Benedicto XVI:
“La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien” (Deus caritas est, 28)
Entonces, ¿Qué problema supone, para la política, que los valores cristianos jueguen el papel que les corresponden en la sociedad?
Razones hay o, mejor, motivos (por ser egoístas y personales)
Por ejemplo, el amor puede resultar incómodo en una sociedad hedonista y que, por falta del mismo, puede ser capaz de promover la eutanasia que es la mejor manera de demostrar que no hay amor donde hay dolor.
También, es de entender que cuando se pretende hacer del poder político uno que lo sea omnímodo y que la justicia quede reservada para determinados sectores ideológicos, no se acepte un valor como el que de la justicia tiene la Iglesia católica: bajo el reconocimiento de Dios como Creador dar a cada uno según lo suyo.
Pero tampoco ha de extrañarnos que cuando se pretende hacer de la política una actividad suficientemente prepotente como para imponerse a la sociedad en la que se está, un valor como la humildad pueda tener cabida en una sociedad que se ha endiosado con el supuesto poder que, el hombre, ejerce sobre la realidad que le rodea. Por eso no cabe humildad… porque molesta.
Y, por acabar con un valor importante, ¿No molesta, acaso, la templaza a una sociedad enferma de política?
Ante la moderación y la sobriedad que promueve tal virtud se opone el exceso del ejercicio del poder atropellando derechos propios de la persona; ante la continencia que emana de tal virtud y que supone el uso moderado de lo que es bueno, en el uso del tiempo, en el cuidado de la salud, en la administración de los bienes y en el ejercicio equilibrado de los talentos, cierta actividad política malbarata tales bienes y despilfarra lo bueno en beneficio de lo ruin, difunde la pérdida del escaso tiempo con el que contamos en espectáculos mundanos y, sobre todo, procura que las posibilidades de desarrollo de los talentos que cada cual tenemos se pierdan en la maraña de comportamientos políticamente correctos que, con fruición, se difunden desde el poder político.
Según lo hasta aquí dicho, la pregunta que da título a este artículo y que se refiere a la separación entre política y religión, la podemos responder diciendo que, en realidad, no se trata la actividad pública y la creencia no estén separadas sino que, en realidad, a la política no le interesa lo bueno y benéfico que lo religioso tiene y defiende.
Por eso el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, sus adláteres políticos y los medios de comunicación que apoyan a unos y a otros tratan de zaherir, siempre que pueden, a la Iglesia católica, hacen de menos a los valores aquí citados y, sobre todo, procuran que la voz de quien corresponde difundirlos permanezca lo más callada posible.
Han de saber, sin embargo, que no podrá prevalecer la política torticera sobre la fe cierta ni, tampoco, el intento de silenciar al creyente ni a quienes nos representan y pastorean.
Y es que sabemos quiénes son, aquí, los lobos.
Eleuterio Fernández Guzmán
24 comentarios
Estoy de acuerdo contigo. Sin embargo, no he querido decir que la religión deba ocuparse de la política sino que, muchas veces, a la política no le gusta ni le conviene lo que la religión dice.
Ni le gusta los valores cristianos ni le interesa lo que eso supone.
Por eso digo que, por supuesto que en nuestra vida, con nuestra unidad de vida, está el ejemplo y, al fin y al cabo, la implantación del reino de Dios. Pero no por eso podemos dejar de reconocer que, en realidad, la separación entre política y religión lo es, más que nada, para evitar que la primera contagie a la segunda porque si es al revés, tal separación no conviene.
La Iglesia nunca ha admitido solemnemente ni siquiera que haya separación entre la Iglesia ni el Estado. Ahora, en el plano práctico, y dadas las circunstancias, ¿es deseable la separación Iglesia-Estado? Pues en mi opinión, sí.
Ahora pasemos a otro plano: separación política-Religión. Esto es muy distinto de la separación Iglesia-Estado. La política nunca ha estado separada de la Religión, ni puede estarlo, y aún más, todos los Papas y especialmente los últimos, y particularmente Benedicto XVI inciden contínuamente en la sujeción que al "orden moral objetivo" (que obviamente responde a los principios de la Religión Católica) deben tener los sistemas políticos.
Para un católico, que cree que la Creación toda ha sido alcanzada por la Redención de Cristo, es inaceptable que la política quede sustraída a esta Redención universal. Quienes han sostenido esto históricamente han sido los liberales. Todo lo que se pide al poder político, mirado desde esta nueva perspectiva redentora, es que deje a la Iglesia que lleve a cabo su misión libremente, y que no legisle ni se entrometa en realidades sobre las que no tiene ninguna potestad (vida, familia, educación, religión, etc.). Y ya está.
Eso es lo que, al parecer sin saber explicarme, he querido decir yo.
Ni más ni menos.
Como creo que los comentarios anteriores aclaran lo que Eleuterio quería expresar, sólo puedo añadir que no debemos equivocar conceptos. Por supuesto que los católicos debemos proponer nuestro modelo de sociedad, es decir, cómo, siguiendo las enseñanzas de Cristo, se debe organizar políticamente un país. Lo que debemos tener claras son las palabras de Jesús: "Mi reino no es de este mundo" (Jn 18, 36), y, por tanto, tener claro que opciones como el cesaropapismo o la democracia cristiana que apuntaba Luis López no deben constituir el fin de una propuesta cristiana de sociedad.
Lo que sí que creo es que, como a modo de doctrina transversal, los valores cristianos sí que deben ser propuestos. El caso es que si alguna opción política los acepta como propios y, por tanto los defiende (de verdad), es lógico pensar que apoyar tal opción ha de ser un claro objetivo por parte de cualquier católico.
Si entendemos por política, el proyecto masónico-liberal-marxista que se está concretando a través de la democracia liberal, cae de suyo que la relación con la Iglesia ha de ser confrontativa.
Y esta confrontación no obedece a razones "religiosas", en el sentido común de la palabra, porque el democratismo no se sustenta en una religión (religación con Dios), desde que llega a negar a Dios. El democratismo tiene por fundamento espiritual cierto conjunto de ideologías, aparentemente opuestas entre sí pero que responden a una cosmovisión y a una antropología coincidentes, las cuales confrontan necesariamente con la cosmovisión y la antropología que devienen del Evangelio.
Esta confrontación inevitable hace que la Iglesia sea vista como factor de atraso y en casos hasta como enemiga por parte de las democracias liberales, especialmente en cuestiones que atañen a la moral y al dercho a la vida. La separación es de hecho, la vamos, la palpamos.
¿Hasta dónde? Hasta donde las democracias lo permitan, habrá separación. La iglesia se muestra siempre dispuesta a colaborar, pero no la dejan sino que la aíslan, la marginan y la combaten de mil modos.
En este orden y como bien acaba de acotar Eleuterio, los católicos debemos apoyar a las opciones políticas cuya cosmovisión más se acerque a la de la Iglesia, porque de esa manera contribuiremos a facilitar la benéfica influencia de la Iglesia en el logro del Bien Común, que es el recto objetivo de la política.
Si bien es cierto que los llamados "políticos" no buscan por lo general tal cosa sino lo que tú dices, que es politiquería partidocrática, no por eso debe redefinirse la política, que es una noble actividad que la Iglesia llama a practicar a los católicos que se sientan con vocación.
Abunda Ud. muy bien en la tesis que yo mantengo: en
realidad se trata de que a la política, el César, no le
conviene para nada una relación con la religión. Menos aún si
si tal religión es la católica, con fuertes convicciones
morales que, muchas veces, no soporta el César.
Si a alguien le quedan dudas, puede acudir a lo que dijo San Pío X cuando se aprobó en Francia la Ley de Separación en 1905. Verán...
Se quiera o no se quiera, siempre ha de haber una distancia entre le Iglesia y el Estado. Otra cosa es que lo que dice la segunda no tenga que influir en lo que hace el primero y que, por eso mismo, su doctrina nada tenga que influir.
Por otra parte, mi ignorancia me dice que, por favor, nos diga lo que Pio X dijo sobre la Ley de Separación francesa de 1905. Seguramente, nos ayudará (a mí por lo menos) a tener algo más claro el asunto del que tratamos.
Yo no sé por qué se saca tanto a AES, que es un partido fundado hace cuatro o cinco años que lo único que hace en este sentido es copiar lo que siempre ha defendido la Tradición política española, representada en España por la CTC desde hace más de ciento setenta años. Pero dejemos las siglas políticas para las elecciones.
Totalmente de acuerdo con lo que dicen Ricardo de Argentina y Torquemada. En España particularmente, la letra de la constitución setentayochista es literalmente ignorante de Dios, relegando a la Iglesia a mero fenómeno cultural, y la dinámica política desde aquella fecha va más allá, enmarcándose en la guerra entre Revolución y España tradicional que viene aconteciendo por lo menos desde 1808, apuntando las declaraciones e iniciativas de los políticos que se ven todos los días en prensa, radio y TV a retomar con saña redoblada lo que comenzó en el s. XIX.
De esa dinámica deriva, como apunta Ricardo, que sea particularmente difícil en España que el Estado se mantenga en sus justos términos, puesto que la dinámica que se deriva de su propia naturaleza es la de atacar a la Iglesia.
Cuestión candente para todo católico español es la de argumentar sólidamente en cualquier circunstancia y ante cualquier persona la legitimidad de la Religión y de la Iglesia Católica para afirmar su vocación de iluminar a los hombres y orientar la actividad política cuando ésta se desborda y se vuelve contra el propio hombre. Pero para argumentar esto, antes hay que CREER que Cristo vino al mundo realmente para iluminar y salvar a los hombres. Porque hay sacerdotes y prelados que parece que es que ni se lo creen.
Perdone, de nuevo, mi ignorancia pero ¿Podría escribirnos algo más sobre Tradición política española, representada en España por la CTC? pues, el que esto escribe ya lo hizo sobre AES y Familia y Vida.
No me importaría, por tanto, hacer lo mismo, con la opción política de la que Ud. escribe, como una posible, y real, opción política a la situación por la que, actualmente, pasa España.
Esto no significa conformismo, que quede claro, sino al contrario, significa que, como decimos por aquí, "Cuando el galpon se abandona, se llena pronto de ratas". O también que el caldo de los malos es la inacción de los buenos. La proliferación de los malos es una señal de que podemos hacer más , pero como el servidor malo y perezoso, solemos hacer menos de lo que podemos, enterrando muchas veces nuestro talento.
Porque es posible que prestemos atención a nuestros pecados de acción que no a los de omisión, que son tan graves.
Gracias, Lucas, por acertar a poner en pocas palabras lo que muchos pensamos.
Me refiero a que la Iglesia y el Estado deben estar separados, pero eso no significa que política y religión deban de estarlo. Es más, en el caso de los cristianos (y los católicos, en particular) no debe, puesto que nuestra Fe determina nuestro modo de ver la política e incluso nos impone el deber moral de participar en ella para cambiar las leyes cuando son injustas.
La artificial (y obligatoria) separación entre política y religión que algunos quieren imponer no es más que un engaño cuyo propósito es que los católicos acabemos dando nuestro voto a partidos que legislan activamente contra la Fe (o que, una vez hecha la legislación, no hacen nada al respecto).
Para el "sabio" de nuestra época no hay conocimiento objetivable alguno salvo aquel que puede ser sometido a la metodología experimental: aquello que puede ser medido, es; de lo contrario, no es. Esto tiene consecuencias directas en el terreno de la moral y, por ende, de la política. ¿Puede, acaso, medirse o verificarse empíricamente, desde el control exhaustivo de las variables y bajo modelos estadísticos para hallar la significación de sus cambios, realidades inmateriales o espirituales como la dignidad, el deber, el compromiso, el derecho, la fraternidad, la persona, etc.? Como ello no es posible obviamente, no existen; y así, sobre las realidades que escapan al estrechísimo y reduccionista marco de la ciencia empírica, sólo nos queda el consenso social para definirlas, definiciones que variarán en función de intereses puramente circunstanciales, ajenos a toda verdad objetiva.
La política que padecemos en la actualidad es una consecuencia directa de este marasmo gnoseológico, que conduce a un marasmo ético de proporciones gigantescas. Lo terrible es que Europa, que había logrado conciliar ambas formas de conocimiento de un modo razonable y muy provechoso, hace siglos que lleva automutilándose de un modo suicida. De hecho, por seguir con la metáfora, tales son las heridas que nos hemos infligido nosotros mismos que nuestro estado es ya casi terminal.
Por supuesto que hablar de las relaciones que puede haber entre razón y fe es situarse en un espacio temporal del discurso, por así decirlo, anterior a la relación que pueda haber entre política y religión o, al fin y al cabo, entre el César y Dios.
Por eso, el mundo materialista en el que vivimos lo mide todo a través del prisma de lo empírico y, lo que es peor, con el asidero del "todo vale". Sin embargo, no todo vale sino todo aquello que transmite una actitud hedonista y relativista de la existencia.
En tal estado de cosas la razón puede, quizá, creer que ha superado a la fe porque, siguiendo con el análisis que puede hacer la primera al respecto de la segunda, ésta no es demostrable con datos y cifras, con análisis económicos o,incluso, políticos.
Sin embargo, bien sabemos las personas que nos sabemos hijos de Dios y aquellas que tenemos de la religión como una parte muy importante de nuestra vida (y que la consideramos como esencial para la misma) que no existe tal separación (entre razón y fe) sino que la primera se ha de conducir a través de la segunda si es que quiere tener una visión de las cosas que no se aleje de los verdaderos intereses del ser humano.
Por eso Europa se ha estado alejando (y se está alejando) de la fe: porque ha puesto a la razón sobre la fe o, mejor, pisoteando la creencia en Dios y lo que eso significa como realidad tangible y demostrable con actos, obras y formas de proceder.
Sin embargo, teniendo en cuenta que las relaciones entre la política y la religión están siendo llevadas hasta la casi aniquilación de la segunda en la vida común de los españoles (y del resto de europeos) no quiero pensar, siquiera, lo que es el análisis de las relaciones entre razón y fe. Es, como dice, Eduardo, algo bastante más profundo y sobre lo que, por desgracia, no hay demasiado interés en el común de las personas.
Ahí está el problema comunicativo.
http://www.germinansgerminabit.org/lewis/lewis.html#lewis23
Gracias por recordar el texto de CS Lewis. En el siguiente párrafo del mismo coincido, totalmente, con el escritor inglés:
"Por supuesto, no queremos que los hombres dejen que su cristianismo influya en su vida política, porque el establecimiento de algo parecido a una sociedad verdaderamente justa sería una catástrofe de primera magnitud".
No me extraña que el maligno esté en medio de todas las manipulaciones que, sobre la Iglesia, se urden.
Es así de simple: España sólo sanará cuando vuelva a sus raíces, a los principios políticos que la hicieron conocida y civilizadora entre las naciones. Estas palabras no son mías, son de Juan Pablo II, primero en Santiago de Compostela en 1982, y luego en la Plaza de Colón de Madrid en 2003.
Estos principios tenían como fundamento primero el respeto y el apoyo a la misión de la Iglesia, puesto que la Religión Católica es columna fundacional de España.
La Comunión Tradicionalista afirma la necesidad de la continuidad política de esa España católica y civilizadora, y denuncia que los sucesivos intentos desde el siglo XIX por alterar su constitución natural y sus instituciones políticas no son más que intentos de destruir su verdadero rostro. En una palabra, es la Revolución, cuya avanzadilla vemos hoy día en el Gobierno de ZP. Ya lo dijo Ramiro de Maeztu: "España es una encina media sofocada por la yedra. Tal es así que a veces sólo se ve la yedra, y pareciese que esa es su sustancia. Pero la yedra no se puede sostener sobre sí misma."
Estos principios que pretenden ser sofocados son los de siempre: Dios-Patria y Rey.
Copio de la web de la CTC en lo que respecta al primer principio:
I. El Carlismo proclama como base sustancial de su Ideario político su fe en Dios Creador, Señor y Legislador tanto de los individuos como de las sociedades; en la Realeza de Jesucristo, fundamento de toda legítima autoridad, y en la Iglesia Católica, por El fundada, única verdadera.
II. En su consecuencia, asume el Derecho Público Cristiano integrado por el Derecho Natural, la Revelación y el Magisterio de la Iglesia, al que, bajo su exclusiva responsabilidad, ajustará sus normas de gobierno.
III. Por ello el Carlismo, consecuente con el ideal de NADA SIN DIOS proclama que no sólo al hombre sino también a toda organización social o política alcanza la obligación de cumplir los deberes para con Dios y con la Religión verdadera, por lo que el Estado debe:
a) Reverenciar públicamente a Dios como Supremo Señor y Legislador...
b) Conformar las leyes y actos de gobierno a los principios naturales y cristianos enseñados e interpretados por el magisterio auténtico de la Iglesia Católica...
c) Preservar la general creencia religiosa del pueblo español frente a los ataques que puedan menoscabarla, sin perjuicio del debido respeto a los legítimos derechos de la persona y de los criterios que se deriven de las realidades sociológicas de la nación y en última instancia del bien común de los españoles y de la Iglesia Universal.
Leer todo aquí:
http://www.ctcarlista.org/html/content/02quequeremos/ideario/ideario.htm
Muchas gracias por su aportación sobre la Comunión Tradicionalista.
Dejar un comentario