Comentarios de precepto -1 de noviembre: solemnidad de Todos los Santos
Se recogen, en este apartado, comentarios relativos a días de precepto, exceptuados los domingos, para los cuales ya está el apartado La Palabra del Domingo. Para estos comentarios se hará uso, o se hará el comentario, de todos los textos que el Calendario Litúrgico establece para ese día, apoyándose, como texto base, en este caso, el del Evangelio de Mateo.
1 de noviembre SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Los textos a los que hace referencia el Calendario Litúrgico, para este día, son
Ap 7, 2-4.9-14
Sal 23, 1-6
1Jn, 3,1-3
Mt 5, 1-12a
Ap 7, 2-4.9-14
2 Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: 3 “No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios".
4 Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000, pertenecientes a todas las tribus de Israel.
9 Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
10 “¡La salvación viene de nuestro Dios
que está sentado en el trono,
y del Cordero!".
11 Y todos los Ángeles que estaban alrededor del trono, de los Ancianos y de los cuatro Seres Vivientes, se postraron con el rostro en tierra delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo: “¡Amén!
¡Alabanza, gloria y sabiduría,
acción de gracias, honor, poder y fuerza
a nuestro Dios para siempre! ¡Amén!".
13 Y uno de los Ancianos me preguntó: “¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?".
14 Yo le respondí: “Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: “Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
Sal 23, 1-6
1 Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
2 porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano.
3 ¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
4 El que tiene las manos limpias
y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos
ni jura falsamente:
5 él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su salvador.
6 Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
1Jn, 3,1-3
1 ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios,
y nosotros lo somos realmente.
Si el mundo no nos reconoce,
es porque no lo ha reconocido a él.
2 Queridos míos,
desde ahora somos hijos de Dios,
y lo que seremos no se ha manifestado todavía.
Sabemos que cuando se manifieste,
seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es.
3 El que tiene esta esperanza en él, se purifica,
así como él es puro.
Mt 5, 1-12a
1 Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
2 Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
3 “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
4 Felices los afligidos, porque serán consolados.
5 Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
7 Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
8 Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
9 Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
10 Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
11 Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
12 Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
COMENTARIO
De los que están con Dios; de la santificación
1.- Según una de las acepciones de la palabra “santo”, éste, o éstos, son aquellos que, como personas, muestran una especial virtud y son, por eso, ejemplo para sus semejantes.
Es en este día, primero del mes de noviembre, cuando recordamos, solemnemente, a todos los que, cumpliendo aquellos, digamos, requisitos, se encuentran disfrutando de esa eternidad tan justamente otorgada por Dios.
2.- A la hora de encarar el tema de esta fiesta de precepto, la de todos los santos, la de los santificados por Dios, esto puede hacerse bien analizando si la salvación, y la subsiguiente eternidad, se obtiene por obras o por fe (realidad que se puede apreciar, fácilmente en los textos de hoy) o, al fin y al cabo, cómo podemos comportarnos par seguir ese camino que, al fin, nos lleve a Dios. Escojo, en evitación de mayores polémicas, algo resueltas por el acuerdo contenido en la Declaración Conjunta sobre la doctrina de la Justificación, suscrita por la Federación Luterana Mundial y el Consejo Pontificio Para La Unidad De Los Cristianos, en 1999; escojo, digo, la segunda opción que, al fin y al cabo, puede resultar más productiva de cara a ofrecer, al menos, unas pautas de comportamiento.
3.- Todos los que somos conscientes de la filiación divina que nos contempla y adorna nos sentimos marcados, sino en la frente sí el corazón, con una señal, a modo de sello del que habla el capítulo 7 del Apocalipsis.
Sin embargo, a pesar de lo que dice Juan, en su primera epístola, es decir, a pesar de que ya somos hijos de Dios (gracias a Jesucristo reafirmado esto) y aunque aún no seamos capaces, ni podemos, entender ni ver lo que esto significa, sí que están dadas unas pautas de comportamiento, unos quehaceres a los que debemos hacer frente, encarar puedo decir, pero que ese ser hijos de Dios pueda apreciarse ya, para que los que sean nuestros próximos, vean que, efectivamente, lo somos.
4.- El Salmo 23, siendo aplicable no sólo al tiempo y época en la que se escribió y fijó por escrito sino a ahora mismo, a siempre, pregunta, nos inquiere, sobre qué hay que hacer para subir (aquí metafóricamente) a la “Montaña del Señor” (entendamos, por esto, al mismo Reino de Dios) Ya tenemos, aquí, aquellas pautas a las que he hecho referencia. Hay que tener las manos limpias y puro el corazón, además de no rendirse a los ídolos (no sólo semireligiosos, claro) ni jurar en falso. Todo un programa de limpieza del alma. No robar, ni desear bienes ajenos, no calumniar ni ofender (aquí de palabra que sale infectada del corazón) no fijar su atención de respeto ni adoración en aquello que resulte ajeno a Dios ni someterse, por tanto, al control de esos ídolos (dinero, ambición, etc) que tanto daño hace al hombre como hijo de Dios que ha de respetar más a su Padre Creador que a eso que tanto pervierte, al fin y al cabo, su corazón (el del hombre, digo)
Sabemos que la salvación sólo puede venir de Dios y del Cordero (Jesús) porque con su sangre o, mejor dicho, en su sangre, limpiamos nuestros pecados, en ella nos ganamos esa salvación eterna.
Resulta, creo yo, importante, hacer un alto en este comentario para ver esto. El versículo 14 del capítulo 7 del Apocalipsis dice que los que venían de la tribulación habían blanqueado sus vestiduras “en” su sangre (en la del Cordero). No dice que los han blanqueado “con” su sangre. Eso, que parece ser, sólo, una cuestión de puro lenguaje, o de traducción, incluso, es, por eso mismo, muy significativo. Al decir “en” su sangre, debe de querer decir que las vestiduras han pasado por la sangre; es decir, que se han hecho Cristo y, así, han quedado limpias. Si hubiera dicho “con” la sangre podríamos haber entendido que se sirvieron de ella pero como si Jesús se limitara a darla pero no a prestar nada más. Sería como una disociación entre el Cuerpo de Cristo y los beneficiados por su sacrificio de Cordero. Sin embargo, ese “en” nos señala que pasaron a formar parte del cuerpo de Cristo. Como pueda ser esto, yo no soy capaz de entenderlo ni creo que eso sea importante ahora, pero, por otra parte, sí creo que esto se produce así, porque tengo fe. El caso es que esa incorporación al Reino de Dios a través de esa singular purificación en la sangre del Cordero nos debería decir mucho sobre nuestro comportamiento en relación al ejemplo del Mesías, de cómo debería ser.
5.-Volviendo al cómo se ha de actuar para seguir esa santidad, sería mejor bajar un poco a la tierra para ver cómo debemos de actuar para conseguir la santificación, es decir, tratar de ser justos y ejemplares. Para esto, nada mejor que las Bienaventuranzas, verdadero programa de gobierno de, para, la vida eterna, aquí.
Decir algo nuevo sobre este discurso de Jesús, aunque fuera pronunciado en momentos diferentes y aquí se junten todos para dar una cierta unidad, no viene al caso. Además, yo mismo ya lo he hecho (ver “El cumplimiento de la palabra de Dios en Jesucristo en las bienaventuranzas de San Mateo”, en formato de libro electrónico en www.buzoncatolico.com) y, aunque sólo sea por eso, y porque soy consciente de que muchos lo han hecho mejor, tan sólo haciendo referencia a lo fundamental se puede entender qué es lo necesario para alcanzar esa santificacion: alma de pobres (tener), afligidos (sentirse), pacientes (ser), tener hambre y sed de justicia (de Dios), ser insultados y perseguidos por causa de Cristo.
Todo esto, lo dicho antes, es el instrumento, la herramienta para tener “una gran recompensa en el cielo”. Pero para eso hemos de ser aquí, creo yo, mártires, es decir, testigos, porque programa tenemos para esto. Más arriba de estas líneas está bien explicitado.
Otros ya lo cumplieron, los mismos a los que celebramos, por eso es este día una celebración, este 1 de noviembre, de cualquier año, hasta la eternidad desde donde ya nos miran.
Amén; o sea, así sea.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto
El texto bíblico y la imagen han sido tomadas del servicio de Biblia de www.catholic.net
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