12 de octubre: cuando se tiene tanto que celebrar…
Ya sabemos que hoy día las cosas se han sacado de madre, por así decirlo, en muchos aspectos de la existencia. Y una de ellas es lo que fue, al suceder, y lo que supuso, luego, el descubrimiento de América que, como todos sabemos, acaeció un día como hoy pero de 1492.
En torno a la llamada “Leyenda negra” que se ha suscitado, seguramente desde hace mucho tiempo, en contra de España, de su historia y de lo que fue la misma, es bien cierto que se dicen exactas barbaridades pues ya sabemos que cuando las cosas no son del pensar de según qué tipo de personas lo mejor que saben hacer es meter la pata. Y la meten más que bien y en este tema, el que hoy tratamos, la meten y la remeten y no quieren sacarla del sito para nada de nada pues ahí viven, en su ignorancia, tan contentos de haberse conocido.
Sabemos que es muy políticamente correcto hacer eso de respetar las costumbres ajenas. Lo que pasa es que cuando tales costumbres se desbarran y, así, por decirlo pronto, suponen una afrenta a la humanidad lo que toca ser es verdaderamente intolerante con ellas. Y no vale ningún comportamiento como el que decimos arriba, el políticamente correcto, ni nada por el estilo pues lo que es una barbaridad es una barbaridad lo diga quien lo diga.
Y ahí estaban aquellas costumbres de algunos lugares de la no descubierta América consistentes en sacrificar seres humanos. Es decir, era algo propio del sitio aquel que, en muchos pueblos indígenas, se tuviera por costumbre coger a una persona, colocarla en el sitio apropiado para la cosa, rajarle el cuerpo de parte a parte, sacarle el corazón y tirar el cuerpo por las escaleras del templo de que se tratase. Y luego, como podemos suponer, lo más propio de aquella costumbre era “comerse” el cuerpo del sacrificado. Y eso era una costumbre que, al parecer, hay que respetar porque es propio de aquella idiosincrasia…
Y llegan los “invasores” españoles al lugar de marras. Y, claro, dado las costumbres occidentales de respetar la vida de los seres humanos (a no ser que alguno se empeñara en no respetar la ajena, claro está, y como es este caso precisamente) no tuvieron a bien seguir permitiendo que a miles y miles de personas (espanta sólo leer las cifras de seres humanos sacrificados al año, por ejemplo, por los aztecas) se les diera el pasaporte para el otro mundo porque había algún descerebrado que creyera que con la muerte de tales personas se iba a aplacar el ser de un dios imaginario y sanguinario.
Y pasó lo que tenía que pasar y que ha pasado a lo largo de la historia de la humanidad: guerra habemus. Y es que estamos más que seguros que en tal momento no cabía diplomacia que valga con aquellos que de matar al prójimo, así, de forma bastante sanguinaria, hacían su vida ordinaria pues según las cifras no habría día que allí no hubiesen sido sacrificadas miles (al menos cientos; una, hubiera sido excesivo) de personas, incluyendo niños. Y sobre esto, es alucinante que cuando un niño lloraba ante tal situación (¿Quién no lo haría?) se creía que era signo de que iban a haber grandes lluvias… En fin…