Liturgia y paraliturgias (Romaxes como ejemplo)
Gracias a Dios (y nunca esto estuvo mejor escrito) la Iglesia católica no se ha desarrollado en la anarquía litúrgica ni ha tenido que improvisar, a lo largo de sus dos mil años de existencia, como bien se le ha ocurrido.
Gracias a Dios también tenemos, los seres humanos, un lenguaje que nos sirve para comunicarnos y, sobre todo, para definir qué es de lo que hablamos.
Así, cuando hablamos de liturgia tan sólo con acudir a un diccionario que sepa lo que dice (pongamos, por ejemplo, el de la Real Academia Española de la Lengua) podemos comprender que tal palabra, de los dos significados que recoge el diccionario, una viene, al caso, que ni pintada: “Orden y forma con que se llevan a cabo las ceremonias de culto en las distintas religiones”.
Hasta aquí todo parece sencillo de entender. Pero veamos hasta donde hemos llegado: religión católica sigue, en cuanto a la liturgia, un orden y una forma en las celebraciones que se lleva a cabo.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la celebración sacramental más importante que existe, a nivel católico, es la de la Santa Misa, Eucaristía o, simplemente, Misa. Y es así porque recordamos el sacrificio que hizo el Hijo de Dios por la humanidad y, según tengo entendido, para salvarnos.
Por eso, la Eucaristía no la podemos celebrar como nos dé la gana, como nos convenga por mor, digamos, de la inculturación o, simplemente, como mejor le venga al sacerdote que ha de oficiarla.
Al respecto del tema relativo a la liturgia resulta, siempre, acudir a nuestros maestros, sabios y conocedores de todo lo relacionado con la misma. Y tenemos uno a mano que, además, es Papa.