InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Categoría: Apostolado laico -La Palabra para el Domingo

15.12.24

La Palabra del domingo - 15 de diciembre de 2024

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Lc 3, 10-18

Tercer domingo de Adviento 


En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: —‘¿Entonces, qué hacemos?’ Él contestó: —‘El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo’.

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: 

—‘
Maestro, ¿Qué hacemos nosotros?’ Él les contestó: —‘No exijáis más de lo establecido.’ Unos militares le preguntaron: —‘¿Qué hacemos nosotros?’ 

Él les contestó: —‘No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.’ El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: —‘Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.’ 

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.”



El anuncio que hace el Bautista


Como el Mal nunca descansa y como culminación de las maldades de Herodes, tetrarca de Galilea, éste, ante la acusación de Juan, hijo de Zacarías y de Isabel, sobre su ilícito matrimonio con Herodías, manda que lo prendan y sea encarcelado. Y lo hace porque, seguramente, no quería que u “honestidad” se viera comprometida por aquel hombre pobre y vestido con piel de camello que predicaba en el desierto. 

Juan, antes de este terrible momento, como decimos, predica. Su predicación, continuación de su presentación al mundo, a su siglo, con ese “enderezad sus sendas” (se refiere a las del Señor) y la dura acusación a los hipócritas, a los que llama raza de víboras (Lc 3,7) tiene un sentido, que en este texto del evangelista médico de Pablo, doble, porque dos cosas nos quiere decir.
 
El profeta de lo ordinario

Juan, el Bautista, en la primera parte de este discurso, justo antes de clarificar quién es él y, sobre todo, quién vendrá, da una explicación, ante las preguntas que le hacían, de cómo se debe actuar, de cuál ha de ser el comportamiento de sus discípulos porque no todo valía y, sobre todo, lo bueno debía ser conocido por aquellos que quisieran seguirlo. 

Juan el Bautista: la historia del precursor de Jesús - Biblia

Era una pregunta muy genérica eso de “¿qué debemos hacer?”. Sin embargo, a esto Juan contesta de una forma muy específica. No se limita a dar un gran discurso moral que pudiera valer para todos, no hace que su predicación sea algo vacío sino que, al contrario, da a cada uno una respuesta porque cada hijo de Dios merece ser escuchado y, personalmente, atendido. 

Juan, el Bautista, tenía, por así decirlo, respuestas para todos. Pero ¿Qué quiere decir el primo de Jesús, por qué contesta así y no de otra forma? 

Sabemos que, en nuestra vida, convivimos con personas diversas, distintas, con dignidad propia, que cada cual tiene unas relaciones particulares, un medio en el cual desarrolla su existencia. En esa vida, en ese convivir, en esos momentos en los que podemos manifestar un comportamiento que sea más o menos adecuado con lo que es un comportarse, después, y ahora, cristiano es cuando debemos hacerlo. 

Para cada uno de los que le preguntan Juan tiene algo que decirle: para el que tiene dos túnicas, que reparta una, para el que tiene de comer, que reparta; también para quien sobre impuestos, que no abuse, etc. Esto lo dice como resultado, eso que ha de devenir, de esa conversión, decimos, de ese bautizo que él ofrece. Cabía, por lo tanto, un cambio de actitud donde, sobre todo, debía tenerse muy en cuenta la misericordia y el amor. 

Pero lo que resulta más importante, a nuestro entender, es que viene a decir que en cada circunstancia, en la de cada cual (porque cada uno le pregunta según lo suyo), en la vida ordinaria de cada quien, debemos llevar una conducta acorde con esa voluntad de Dios. Así, por ejemplo, nos preguntaremos antes de cada acción qué querría Dios que hiciéramos. Ese profeta, Juan, es, por eso, profeta de lo ordinario, pues en su boca, a través de ella, nos comunica el qué para cada cual, sin formulismos de carácter absoluto, pues es evidente que cada uno estamos en el siglo y somos, por eso, seculares, de una forma distinta. 

Pero Juan, viendo que podrían, quizá, por sus palabras y sus hechos, confundirlo con quien tenía que venir, con el Cristo esperado por el pueblo de Israel, no tiene más remedio que pronunciarse al respecto. Era, además de profeta de lo ordinario, profeta de la Verdad que llegaba. 

A este respecto, por muy importante que fuera decir a cada uno lo que tenía que hacer, aún tenía reservado un mensaje trascendente para el pueblo que lo escuchaba. Venía el Cristo, a quién él no era digno, en frase muy conocida, de desatarle la correa de sus sandalias. Para nosotros esta expresión, además de referirse a ese trabajo propio de sirvientes en aquella época, quiere decir lo que sigue: alguien se desata la correa de las sandalias cuando va a descansar de un camino hecho, para que descansen los pies que le han llevado por esa senda. Pues bien, ni siquiera Juan, con el camino que había recorrido, espiritualmente hablando, en su vida, podía ponerse a la altura de aquel que, sin haber, aún, recorrido su camino, y el nuestro, entre la gente, ya había caminado bastante, mucho, pues venía de Dios, quien todo lo ve y quien, en su Reino, todo lo tiene ya andado. 

Además, su bautizo, el de Juan, el de agua, el que perdona los pecados, no es nada comparado con el que trae Jesús porque es un bautismo de fuego, de Espíritu (recordemos Pentecostés y las lenguas de fuego en cuanto a la utilización de este símbolo) y con el que no sólo venía a perdonar los pecados sino que, además, cambiaría el corazón de piedra por otro de carne, más dado a la misericordia que al sacrificio (como dijo el propio Jesús). 

Este mensaje era claro, diáfano, pues si él mismo había criticado a sus contemporáneos (como, por otra parte, habían hecho siempre los profetas) mucho más haría Jesús en su predicación. 

Para nosotros Juan refiere, al decir eso de “fuego que no se apaga” algo trágico. Lo trágico, para quien sea esa paja que se aparta de Dios, voluntariamente, es que ese resquemor que pueda sentir en su corazón no se apaga nunca, que siempre tenga, aunque no quiera, esa desazón, ese sentimiento de no haber hecho bien, lo correcto. Los demás, aquellos que, tras su conversión, tan necesaria entonces como ahora, ingresará, por así decirlo, en el “granero” de Dios porque habrá sido fruto bueno (unos el 30, otros el 40 y otros el 100%, como dice la parábola del sembrador). 

Todo esto era, como dice el texto de Lucas, un anuncio de la “Buena Nueva”, de que Jesús estaba al llegar. 

A nosotros, ahora que tantos siglos después escuchamos estas palabras se nos pide, también, el acogernos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra que, mientras Jesús acudía a Juan, como estaba escrito, guardaba todo aquello en su corazón.

PRECES

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren cambiar su corazón. 

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no esperan la venida de Cristo. 

Roguemos al Señor.

ORACIÓN


Padre Dios; ayúdanos a escuchar las palabras del Bautista y ponerlas por obra. 
 
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 
Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Juan, desde el vientre de su madre, ya sabía todo lo que debía saber. Y bien que lo demostró. 

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna. (¡Con nuevos artículos sobre Lolo!)

 

17.11.24

La Palabra del Domingo – Domingo, 17 de noviembre de 2024

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Mc 13, 24-32
 

24 ‘Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, 25 las estrellas irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán sacudidas. 26 Y entonces verán al Hijo del hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; 27 entonces enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. 28 ‘De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. 29 Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que El está cerca, a las puertas.30 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. 31   El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.’”

  

Para siempre con Él

 

Después de haber hecho explícita la importancia que tiene, para nuestra alma, dar no de lo que nos sobra sino de lo que nos es imprescindible, es decir, de nuestro amor y de nuestra misericordia, de nuestro perdón y de nuestra comprensión (me refiero al episodio de la viuda y de la limosna del templo de la semana pasada) Jesús comienza un, denominado, discurso escatológico, es decir viene a profetizar, o sea, a decir lo que sucederá. Esto, no hay que dudarlo, el hecho de que ha de pasar porque el Mesías ya lo ha visto en la eternidad en la que habita junto a Dios.

Esta parte, este texto que el calendario litúrgico nos reserva para el día de hoy, se encuentra (es conveniente leer lo que hay antes y después, es decir Mc 13,1-23 y Mc 13,33-37) entre el anuncio, primero, de lo que ha de suceder cuando haya quienes se hagan pasar por Él y el hecho de que hay que estar preparados: “velad, por tanto, ya que no sabéis cuando viene el dueño de la casa” (Mc 13,35a). Es decir, que esta parte (Mc 13, 24-32) supone el centro de este discurso y, por eso,  la importancia que tiene y a la que ahora me refiero.

En esta parte concreta del discurso de Jesús, creo yo que pueden apreciarse dos elementos que resulta importante destacar: por una parte, el hecho de que Jesús deja claro que (al igual que dijo que Él estará siempre con nosotros, pero siempre, siempre)  sus Palabras, su Palabra (que es, por eso, Palabra de Dios) estará, también, con nosotros, que no pasará, que siempre podremos acudir a ella en busca, no sólo de consuelo sino, sobre todo, de doctrina y de camino.

El Periódico de México | Noticias de México | Columnas-VoxDei | «El cielo y  la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»

Por esto, esta parte es tan importante.

Los cristianos, los discípulos, sus discípulos, siempre podemos refugiarnos en Él y en su Palabra para sacudir nuestro corazón y solventar las muchas preguntas que nos hacemos a diario: ¿hasta dónde debo amar; hay, acaso, límites?, o ¿cuál es, para mí, el sentido de la caridad ante el necesitado?, o ¿qué puedo y qué no puedo perdonar? Si Él dice que “el cielo y la tierra pasarán pero” sus “palabras no pasarán” y esto quiere decir que, también en la eternidad, cuando ese cielo y esa tierra hayan pasado, para nosotros, las Palabras de nuestro hermano Jesús alumbrarán nuestro paso mostrándonos el camino mejor.

Por si no fuera suficiente, para nuestro corazón anhelante, con saber que tendremos, a nuestra mano y a nuestro corazón, de donde salen las obras, el Verbo, otra cosa nos comunica el Mesías de total importancia para nuestro devenir.

Con relación a la parte siguiente, y final, de este discurso que, en su totalidad, recoge Marcos en 13, 1-37, destaca algo esencial: de cuándo ha de suceder lo que Jesús dice no sabemos nada; ni siquiera los ángeles ni Él mismo, pues sólo Dios lo sabe. Esto ha de servirnos de alerta. Si los cristianos (y no digo sólo los católicos) hemos de mantener una relación con Dios a través de la oración y con el prójimo a través de nuestro comportamiento directamente relacionado con ese “amor” que le debemos por ser, además de hermano nuestro, hijo de Dios, no podemos dejarnos vencer por el desaliento ni por el pesimismo. Contra el primero hemos de luchar con la esperanza del que sabe que todo bien está por llegar; contra lo segundo, esa losa triste que nos hunde en la fosa terrible de la perdición, hemos de luchar reconociendo, en nosotros, esa filiación divina que nos señala como herederos del Reino de Dios.

Ese “velad” con el que acaba este discurso que, aunque no esté comprendido en el texto para el día de hoy, es de vital importancia y resulta esencial para tener una idea completa de lo que hablamos, nos muestra la necesidad de mantener esa doble relación-realidad (Dios-prójimo) que, de verdad, nos acerca al Padre.

Para este día de hoy, y para mañana, y para siempre, podemos preguntarnos cómo está nuestro nivel de apertura al prójimo y nuestro nivel de relación con Dios. Ese permanecer despiertos va dirigido, directamente, a nosotros, a todos los que, de una manera o de otra, nos sentimos llamados a formar parte de esa multitud que lavará sus pecados en la sangre del cordero, esa sangre que clama, desde el Reino de Dios, desde la otra parte del Reino, nuestra atención y nuestro corazón.

PRECES

 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no tienen en cuenta que el final del mundo, de este mundo, ha de llegar.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que creen que les basta este mundo para vivir.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a estar preparados, a prepararnos.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

 

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Seguramente, saber lo que va a pasar debería ayudarnos a ser conscientes de lo que eso supone para nuestra alma. Debería…

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

10.11.24

La Palabra del Domingo – Domingo, 10 de noviembre de 2024 

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Mc 12, 38-44

38 Decía también en su instrucción: ‘Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, 39 ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; 40 y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa. 41 Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. 42 Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as.

43 Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: ‘Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. 44 Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.”

 

COMENTARIO 

Lo que más vale y sirve 

Escatología y merecimiento. Estos dos conceptos, que encierran mucho de lo que Jesús nos comunicó, tienen mucho, todo, que ver en el texto que el Calendario Litúrgico nos ofrece para hoy. Escatología y merecimiento es lo que se refleja en la actuación de la viuda y sentimiento de comprensión por parte de Jesús.

En este texto de Marcos, Jesús nos aclara dos situaciones que, siempre, suelen producirse y que han de suponer, para sus discípulos, un ejemplo de lo que no puede ser y, a la vez, y al contrario, de lo que ha de ser.

En primer lugar, Jesús hace hincapié en que hay algunas personas (en este caso los escribas pero que se puede extender a otros) en las que primero, en su comportamiento, priva la apariencia sobre lo que de verdad tendría que ser su forma de actuación ya que, además de creer en Dios, eran personas notables dentro de la sociedad de la época.

Lo que en la vida de estas personas predomina, a lo que le dan más importancia, es aquello que los demás ven, lo que pueden tener como actuación de persona notable, importante, indiscutiblemente superior: ser saludados en las plazas (por la popularidad que esto encierra), ocupar los puestos de honor en las sinagogas, los primeros asientos, donde se supone que se sientan los notables.

Pero no sólo este aspecto exterior es criticado, con razón, por Jesús. También las acciones que hacen, no sólo la apariencia, importan al Mesías. Estos escribas se hacían cargo de los bienes de aquellos hombres que habían fallecido, dejando a sus viudas en una probable miseria, en una pobreza inmerecida y causada, sólo, por la avaricia de aquellos aparentes creyentes. Y, además, y esto molestaría mucho a Jesús, “fingen hacer largas oraciones”. Este fingimiento lo es en el conocimiento de que no lo hacían con fe sino, seguramente, por cumplir con unas formas, para hacer ver que rezaban largamente. Recordando aquello que dijo el Mesías de que “no todo el que dice Señor, Señor…” refiriéndose a aquellos que parecen ser muy piadosos y a la hora de la verdad, en su corazón, nada es lo que parece es fácil imaginar lo que le molestaba esto a Jesús. Y si, además, sabemos que “Dios ve en lo oscuro”, a esto ha de acarrear lo que sigue.

El sentido escatológico, del más allá, de la vida eterna, del definitivo Reino de Dios, del otro lado del Reino (pues en este mundo ya podemos disfrutar de este lado de este) se refleja en ese juicio al que seremos sometidos. Aquellas personas, ahora escribas, serán “juzgados con más severidad” motivado, esto, por su apariencia, buscada, primero, de cara a los demás y, segundo, por abusar de sus cargos. Esto les debería de pesar, en sus vidas, aunque, por su forma de actuar, no lo parezca.

También nosotros deberíamos pensar si es más importante lo que de nosotros puedan pensar. Me refiero al tema de los respetos humanos, lo que verdaderamente ha de ser importante para nuestras vidas, lo que de verdad ha de ser esencial para tener una relación correcta con Dios.

El merecimiento, lejos de asentar sobre su realidad el conseguir la vida eterna, pues es una donación gratuita de Dios por su bondad, lo vemos en el caso de la viuda.

El Periódico de México | Versión para imprimir | Columnas-VoxDei |  «Guardaos de los escribas»

De las personas que acuden al Templo, muchas de ellas dan mucho ya que tenían mucho para dar pero, en realidad, daban lo que les sobraba. Al menos, es lo que aparece, a mí me parece, en el texto de Marcos.

Pero otras personas, como la viuda, a los ojos de Dios, tienen más mérito ya que lo que da no le sobra, no es lo que pueda despreciar para darse importancia. Da lo que, para ella, a este caso me refiero, al de la viuda, es muy importante, vital, esencial para su propio menester. Eso es lo que importa, al fin y al cabo, que demos lo que poseemos pero no porque nos sobre. Creo yo que es más importante ofrecer a Dios a nosotros mismos y no unas migajas de nuestro tiempo que empleamos en ayudar a los demás, en la forma que sea. Dios ha de querer, de nosotros, todo lo que poseemos, no obstante somos creación suya.

Pensemos que este texto acaba y empieza con el mismo tema. Los escribas, al parecer, esquilman a las viudas, y a pesar de todo, una viuda da todo lo que tiene. Pensaría, erróneamente, que si lo que había acaparado el escriba era para Dios, que no sería así, probablemente, pues de otra forma no sería criticado por Jesús, bien podía dar lo que tenía, que era poco, también para Dios.

Y nosotros, ¿también damos todo lo que poseemos, todo lo que somos, a Dios? o ¿somos cristianos a tiempo parcial, de esa forma light que tanto impera hoy día?

 

PRECES

 

Pidamos a Dios Por todos aquellos que prefieren ser hipócritas al respecto de su fe.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no comprenden lo que vale la pena hacer en materia espiritual.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a comprender tu Palabra y el mensaje de Cristo.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

¡Qué diferente es la percepción que tiene Dios de las cosas de la nuestra!

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

 

3.11.24

La Palabra del domingo - 3 de noviembre de 2024

Resultado de imagen de SAnta BibliaMc 12, 28b-34



 “’¿Cuál  es el primero de todos los mandamientos?’ 29 Jesús le contestó: ‘El primero es:  ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor,  30  y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y  con todas tus fuerzas. 31 El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  No existe otro mandamiento mayor que éstos.’ 32 Le dijo el escriba: ‘Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que  Él es único y que no hay otro fuera de Él,  33 y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.’ 34    Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: ‘No estás lejos del Reino de Dios.’ Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.”

COMENTARIO


La verdadera Ley de Dios

 
Muchas de las personas que seguían a Jesús y muchas de las que le perseguían le hacían preguntas. En unas ocasiones era para del Maestro y otras para ver si contestaba de forma que se le pudiera acusar de no seguir la Ley de Dios. Eran, pues, muchas veces, una simple y vulgar trampa en la que, no lo olvidemos, caían los que la habían tratado de plantear.

Pero la pregunta que le hacen a Jesús y que trae aquí el evangelio de San Marcos es clave. Como para ver si conocía la Ley de Dios esa clase de inquisición podía aclarar muchas cosas para sus presentes oyentes y para los que, en un futuro, conocerían de su doctrina y mensaje. Si la norma divina, en general, estaba constituida por los diez mandamientos que Dios entregada a Moisés, saber cuál es el más importante, el primero, no dejaba de tener importancia. Aunque, claro, el escriba ya sabía la respuesta. Quizá se tratara de una prueba de fe.

Como siempre, Jesús sorprende a todos. Y parece mentira que aún no lo conocieran lo suficiente como para saber que ciertas preguntas no se le debían hacer. Y es que no sólo les refiere cuál es el primero de los mandamientos sino, por estar totalmente ligado a él, también se segundo: Dios y prójimo, esos son los ejes por donde ha de ir el corazón del hombre como hijo de Dios.

El Señor, nuestro Dios, es el único Señor y lo amarás - Alfa y Omega

Al primero de ellos, Jesús contesta con una respuesta que era de esperar: el Shema : “Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4-5) en el que se expresa, con meridiana claridad, cuál es el más importante de los mandatos divinos, que nuestro Dios es el único Dios. Pero no sólo dice esto. Dice algo que da contenido a esa unicidad de Dios: no sólo es el único Dios sino que, por eso, y por ser hijos suyos, tenemos que amarlo con todo nuestro, su, corazón y con toda nuestra, su, alma y con todo nuestro, su, espíritu y con todas nuestras, sus, fuerzas.

Podemos preguntarnos que cómo se ama a Dios con todo nuestro corazón, y con nuestra alma, etc. Esto es, evidentemente, cosa difícil, por ese mismo cómo. Y la dificultad está no en lo que hay que hacer sino en nuestra propia naturaleza humana. Sin embargo, si transformado nuestro corazón de piedra en uno de carne amamos a los demás perdonando, queriendo, con misericordia… pues entonces estamos amando a Dios con nuestro corazón. De la misma manera, con toda nuestra alma le amamos si tenemos un contacto con él diario, a cada momento, si nuestro estado de oración es despierto, si preferimos la Palabra que sale de la boca de Dios antes que el pan, como gusto propio.

De la misma manera,
si sometemos, por controlados, los muchos apetitos humanos que nos poseen (concupiscencias incluidas) para, así mostrar, un espíritu más puro y unas ganas, por fuerzas, más acendradas de tener y mantener una relación de exquisita filiación y amor con el Padre Eterno, pues entonces le amaremos sobre todas las cosas y cumpliremos con lo dicho por Jesús.

Pero Jesús, por si no fuera esto ya demasiado, también les habla del segundo mandamiento general (que englobaría desde el 4º al 10º de los contenidos en las tablas de la Ley: amarás a tu prójimo como a ti mismo) Esto que a veces resulta muy complicado de llevar a cabo, lo llevó, con todas sus consecuencias, escrito en su comportamiento, el mismo Cristo.

Es de suponer que nadie vaya a someterse a sí mismo a ningún trato vejatorio, a que nadie, contra sí mismo, haga nada que le pueda perjudicar, ni pensará mal de sí mismo, ni se dañará. Pues entonces, eso que hacemos con nosotros mismos es lo que debemos hacer por los demás. Pero, claro, nadie podría argumentar que hace algo malo a otro porque también se lo hace a sí mismo pues esto sería intrínsecamente perverso, además de ser una exclusa en exceso burda a los ojos de Dios.

Por lo tanto,
el amor al prójimo, al próximo (véase, por ejemplo, la propia familia) es la otra forma de manifestar amor por Dios. De otra forma se perdería una parte muy importante de esa relación que tenemos con el Padre.

La respuesta del escriba es, según Jesús, acertada, correcta, de acuerdo a lo que Él mismo había dicho. El Reino de Dios se acerca a esa persona o, mejor, esa persona se acerca al Reino de Dios, que así se manifiesta y esto es reconocido por el Mesías. Sin embargo, teniendo en cuenta que el Reino de Dios ya lo trajo Jesús, es de entender, de lo dicho por Jesucristo, que aún le faltaba depurar su corazón, hacer de este uno de carne. Sin embargo, pues, algo había avanzado.

Nosotros, los que hoy seguimos a Jesús y los que creemos que Dios es el único Dios y que hay que amarlo de la forma que dice esa conocida oración judía (y, por lo tanto, nuestra) tenemos buen espejo en la figura de nuestro hermano Cristo y mucho podemos aprender de lo que contiene la Escritura (que refleja su vida y hechos ) y, así, también podemos conseguir que se pueda decir de nosotros que, aunque pueda faltarnos mucho para alcanzar el Reino de Dios, el del otro lado del mundo, en éste, en esta parte del Reino, ya gozamos con la contemplación anticipada, y espiritual, del rostro de Dios y que, además, tenemos en nosotros en Reino que nos corresponde, la gracia del Todopoderoso y Creador.

 
PRECES
 
Pidamos a Dios por todos aquellos que no tiene por importante para sus vidas la verdadera Ley de Dios.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no tienen a Dios por Padre legislador y juzgador.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a llevar en nuestros corazones tu santísima Ley.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

  

El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Dios tiene una Ley que deberíamos respetar pero…

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

27.10.24

La Palabra del domingo - 27 de octubre de 2024

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Mc 10, 46-52

 
“46 Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino.47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ‘¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!’ 48 Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ‘¡Hijo de David, ten compasión de mí!’ 49 Jesús se detuvo y dijo: ‘Llamadle.’ Llaman al ciego, diciéndole: ‘¡Animo, levántate! Te llama.’ 50 Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. 51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ‘¿Qué quieres que te haga?’ El ciego le dijo: ‘Rabbuní, ¡que vea!’ 52 Jesús le dijo: ‘Vete, tu fe te ha salvado.’ Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino.”


COMENTARIO

Ut videam! (¡Que vea!)

Bartimeo es un hombre pobre. Ejemplo de la exclusión que suponía, para la sociedad de la época, no ser válido (y no sólo físicamente, pues recordemos la consideración que se tenía del niño y de la mujer) es que había devenido mendigo: un mendigo ciego. No sabemos si era mendigo por ser ciego  o lo era por otra causa, pero, teniendo en cuenta los muchos casos en que en la Escritura se dan casos similares, fácil es pensar que, en esto, sus contemporáneos tampoco habían seguido la Ley de Dios, la de la misericordia. Porque, además, estaba sentado fuera de la ciudad (‘salía de Jericó”, dice el texto), como si estuviera excluido, por si no fuera poco su situación. Por eso su situación era tan especial y tan necesitada de un auxilio grande, más que notable y voluntario de parte de quien quisiera ayudarle.

Jesús, da la impresión, que por Jericó sólo pasa de largo, sin quedarse para nada. Marcos dice que llegaron y ya salían. Sin embargo no perdía, puedo decir, “ripio” de lo que pasaba a su alrededor. Es fácil imaginar que el gentío que lo acompañaba sería bastante tumultuoso y ruidoso. Pero Bartimeo, como aquella semilla que está, porque crece, en el borde del camino, espera que el agua viva caiga sobre él o, al menos, le escuche. Espera, por decirlo pronto, alguna esperanza que le saque de su postrada situación. Por eso se ve en la obligación de alzar la voz, de levantar, por encima de aquella gente, su grito de desesperación que busca lo contrario de lo que lo ampara, ahora. Tiene ansias de conocer a quien pasa. Es posible que sepa de quien se trata (pensemos en alguien que le hubiera dicho, a aquel ciego, que venía Jesús por el camino) y, está seguro, sólo Él pueda ayudarle.

En Bartimeo se reconoce a aquel que, persistente, desea, con fe, alguna cosa que, para él, es muy importante. Pero no sólo lo es para su persona sino que va más allá. Ese “que vea”, esa necesidad de desprenderse de ese velo que lo separa del mundo que le rodea, bien podemos aplicarlo a nosotros: También debemos querer ver, con los ojos de la fe, aquello que nos rodea para, así, hacer cambiar nuestra vida si sigue un camino equivocado. Y si es posible, hacerlo con tanta insistencia como este ciego Bartimeo.

XXX Domingo del Tiempo Ordinario

Es más, el hijo de Timeo, tira aquello que, seguramente, es lo único que tiene: “su manto”, aquello que lo cubre de las inclemencias del tiempo, aquello que va a quedar viejo, que ya no necesita porque algo bueno le espera. Deja atrás lo que fue para ser otro hombre, curado, con posibilidad de ver y de mirar.

Pero Bartimeo no se limita a pedir lo que hubiera sido perfectamente comprensible. Con su fe, que Jesús reconoce, pide al maestro que tenga piedad, misericordia. Esto, como no puede ser de otra forma, ejerce un efecto inmediato en Jesús que, al ver a Bartimeo, sabiendo quiera era, pues conoce su fe (como haría con los amigos del paralítico que bajan, a través del techo, hasta donde se encuentra predicando, para que lo cure) y, a pesar de esto, insiste en preguntarle que qué es lo que quería. Sin duda lo que pretendía Jesús es que el propio Bartimeo manifestara esa voluntad que se apoyaba en su fe. Porque el Mesías siempre espera que se le pida (actitud de oración tan necesaria…) y, con esto, reconoce lo que ya sabía y que confirma. Aquel ciego merecía verdaderamente lo que pedía.

Así
Jesús, como tantas veces, como tantas otras veces, procede a curar la enfermedad de aquella persona, a devolverlo a la vida común entre sus contemporáneos, a salvarlo para la vida civil de la que era, seguro, un excluido. Por eso le manda que se vaya, a vivir, ahora que puede. Pero esa curación, esa sanción, tiene un fundamento que ha de ser superior al mismo fundamento que origina tal acto. No lo hace, ese milagro, porque el ciego le hubiera caído especialmente bien, que también, sino porque demostró, ha demostrado, la fe suficiente como para que el Mesías le ayude. No es que no lo hubiera hecho igual si esa era su voluntad, sino que insiste en que ha sido la fe la que le ha salvado.

Este es un mensaje claro para nosotros. Lo que nos salva, la fe. Con la fe podemos encarar los problemas, aun los más graves, de nuestra vida. Pero como Bartimeo, no basta con reconocer el bien que nos haya hecho Dios sino que acto seguido, sin solución de continuidad, hay que seguir a Jesús, reconocer en Dios a nuestro Padre, no dejar caer en saco roto lo hecho sino saber cuál es la primera razón, la causa, de que eso se haya producido. Fe, pues; obras, también.

No seamos, pues, ciegos voluntarios, sino, al contrario, pretendamos, al menos, sanar nuestra vida con una visión y fe de Dios que, verdaderamente, nos ayude.

PRECES
 

Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren dejarse iluminar por Cristo.

Roguemos al Señor.

Pidamos a Dios por todos aquellos que no buscan a Cristo.

Roguemos al Señor.

ORACIÓN

Padre Dios; ayúdanos a aceptar la luz que tu Hijo trajo al mundo para que el mundo se salvase.

Gracias, Señor, por poder transmitir esto.

 
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

No deberíamos ser ciegos tantas veces porque es cierto que lo somos… voluntarios.

Para leer Fe y Obras.


Para leer 
Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.