Triduo Pascual: Viernes Santo
El siguiente paso que damos lo damos con Cristo que, como culminación a la misión para la que había sido enviado al mundo por Dios, muere por cada uno de aquellos que lo confiesen hijo del Todopoderoso.
Nosotros, por el mismo, que en este segundo paso quedamos mirando hacia el domingo de Resurrección, debemos tener en cuenta algunas cosas y aprender otras o, mejor, recordarlas todas y no dejarlas escondidas debajo de cualquier celemín.
Cristo se entrega por sus amigos.
Cristo perdona a sus enemigos.
Cristo muere para que nos salvemos.
Cristo muere porque cumple con la misión que tenía encomendada.
Cristo muere porque era fiel a Dios.
Cristo muerte porque sabía lo que le iba a pasar.
Cristo muere…
Cristo, en efecto, tras una horrible Pasión que hemos tenido tiempo más que suficiente como para asimilar cómo fue, muere en la cruz. Tal fue su Cruz, aquella que llevó cargando no sólo con la madera que la formaba sino con los pecados de la humanidad toda y entera. Por eso le pesaba tanto y por eso la santificó, limpiando los pecados que cargaba con las gotas de su divina y santa sangre.
Lo que aquí debemos tener muy en cuenta es que Cristo muere por nosotros. ¡Sí!, por cada uno de sus hermanos da su sangre porque somos sus amigos y no hay, como dijo Él, nada mejor que dar su vida por ellos.
Aquella Vía de la Cruz que se recuerda hoy mismo tuvo mucho de lo que deberíamos aprender. Así, por ejemplo, hubo muchos que se burlaron del Maestro, que hicieron mofa y escarnio de una su persona a la que tanto daño se le había inferido. Otros, sin embargo, lloraron. Y lloraron porque conocían a Quien llevaban atado como un animal y del cual tiraban como si lo fuera. Y, seguramente, pidieron a Dios que abreviara aquel camino de sangre y de luz.
Y es que es cierto que entre la sede del Procurador y el monte de la Calavera apenas había un kilómetro de separación. Es decir, humanamente hablando apenas unos diez minutos podría haber invertido cualquier ser humano en llegar de un lado a otro. Sin embargo, para quien tanto había sido maltratado (ya se había producido la flagelación y la colocación de la corona de espinas) aquellos escasos mil metros supondrían, valga la expresión, un Calvario anticipado.
En efecto, entre Jerusalén y el Gólgota (aquel lugar de la Calavera donde crucificaron a Jesús junto a Dimas y Gestas) pasó mucho que muestra hasta dónde el ser humano puede ser cruel y hasta dónde puede ser misericordioso y dirigirse al Padre en busca de consuelo.
Y, al final de aquel camino, Jesús muere. Eso es lo que recordamos cada Viernes Santo que es aquel día en el que se recoge que el Hijo de Dios dio su vida en cumplimiento de su misión y que, por eso mismo, santificó a Dios y se santificó a sí mismo.
Por lo apenas aquí dicho pero por la importancia sublime que tiene la Cruz para los discípulos de Cristo, desde entonces la misma es símbolo de mucho. Es cierto que hay quien tiene por necedad o por locura una muerte así pero para aquellos que hemos asumido que es la manifestación suprema del amor (¡Y es Amor de Dios!) nada mejor que tener a la Cruz como instrumento espiritual para nuestra salvación, roca firme sobre la que construir una existencia bien humana y bien divina y, sobre todo, la mejor forma de mostrar y demostrar a Dios que, cargando cada uno la nuestra, vamos en pos de Cristo con intención de completar en nuestra carne lo que falta a las tribulaciones del Mesías (cf. Col 1, 24).
Su Cruz, por tanto, es nuestra Cruz y su sufrimiento es el nuestro. Por eso no podemos, sino, agradecer a Dios que permitiese aquella santa inmolación y que la sangre del Cordero sirviese para lavar nuestras culpas y pecados.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Una Semana verdaderamente crucial en la historia de la salvación.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
Todavía no hay comentarios
Dejar un comentario