Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher – 9. Cuando realidad y ficción son lo mismo

Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas” (Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma. 

Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las que dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden… 

Pues bien, el 12 de mayo del año 1944 nuestro autor le escribe una carta pero algo especial (de la que ahora diremos algo) en la que le dice a su hijo Christopher esto que sigue:

“Tienes todo mi cariño, y mis pensamientos y plegarias. ¡Cuánto deseo saber! ‘Cuando vuelvas a las tierras de los vivos, y volvamos a contar nuestros cuentos sentados junto a un muro al sol, riendo de nuestras viejas desdichas, entonces me dirás’ (Faramir a Frodo)”

Como hemos dicho arriba, algo vamos a decir del método con el que se ha comunicado, en este caso y en otros muchos, J.R.R. con C. Y es que no ha hecho uso de la común misiva vía carta sino que lo ha hecho del “airgraph”. ¿Y qué es eso? 

El que esto escribe reconoce que no sabía lo que significaba tal palabra aunque pudiera parecer algo así como algo que se escribe y se envía por el aire. Y lo decimos por la separación de las palabras que pueden querer decir eso, a saber, “air” y “graph”. 

En realidad, eso es de lo que se trata, pero investigando algo más hemos sabido que era un método de comunicación utilizado en la II Guerra Mundial (ámbito en el que todas estas cartas se enmarcan) y que consistía en fotografiar las cartas en miniatura y, luego, enviarlas por airmail… (aquí al lado ponemos un ejemplo de eso)

Pues bien, eso lo hace J.R.R. cuando cree oportuno que debe hacerlo y es, a lo largo de sus cartas a su hijo, en muchas ocasiones… 

De todas formas, lo tomamos, así dicho en general, como una carta más… pues lo es. Y perdónennos si hemos sido algo pesados con esto pero cuando se descubre algo que se desconocía… a uno le gusta transmitirlo… 

Bueno… pues vayamos a la cosa. 

En esta carta hay algo que muestra hasta qué punto se puede tener de la realidad un concepto tan acercado al corazón de uno. Y no nos referimos a las expresiones de amor que el padre dedica al hijo lo cual, por decirlo pronto, es lo que espera cualquiera de otro cualquiera… No. Queremos referirnos a otra cosa que hay después y que no es puesto en boca o palabras del propio Tolkien padre sino de uno de sus personajes pero que muestra, como decimos arriba, la unión que puede haber tan grande entre la realidad y la ficción. 

En realidad, lo que le dice Faramir a Frodo es lo mismo que le quiere decir J.R.R. a C. 

Es cierto y verdad que las guerras son…¡las guerras! Y eso quiere decir que, en efecto, bien puede considerar Christopher que se encuentra en el mundo de los muertos y que, cuando regrese cabe su padre estará en el de los vivos… Y no es exageración y menos ahora cuando estamos en el tiempo en el que estamos a punto, puede ser, de todo lo malo y peor que puede demostrar el ser humano… 

Todo lo que pasa Christopher en su especial situación allá en tierras muy alejadas de las de su padre lo puede considerar el mismo como un episodio de su vida en el que, incluso allí, cabe la esperanza de que todo termine. Y aunque ahora sepamos que aún quedaba bastante tiempo para que terminara la Segunda Guerra Mundial (lo haría el 2 de septiembre de 1945 y la carta es del 12 de mayo de 1944… en fin…) es bien cierto que el padre le dice al hijo “cuando vuelvas”. Y eso sólo puede querer decir que el primero tiene la cierta esperanza de que el segundo vuelva a su lado. 

Todas las palabras del padre rezuman nostalgia de la buena  vida o, lo que es lo mismo, no trata de evocar viejos tiempos que ya han pasado y no van a volver sino, justamente, lo contrario: cuando vuelva Christopher de la guerra las cosas volverán a ser como antes y, en efecto, se contarán los cuentos que antes se contaban sentados junto al muro en el que se sentaban para contarlos y, en fin, todo aquello será el porvenir y lo otro, las “viejas desdichas”, habrán quedado atrás, se olvidarán y quedarán enterradas para siempre. 

Entonces, cuando eso pase, todo serán risas y los malvados que tanto han aparecido en sus vidas dejarán el mundo de los vivos para irse lejos, más allá de lo que será entonces un amanecer claro mirando el Brandivino pasar, calmado, en una vida recuperada ya para siempre.

Eleuterio Fernández Guzmán

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra. 

Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.