Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher – 8. Espíritu Hobbit
Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.
Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden…
Pues bien, el 6 de mayo de 1944 escribe el padre al hijo una carta (numerada con el 22 desde que empezó a hacer tal cosa) en la que decía esto que sigue:
“Bueno, ahí tienes; un hobbit entre Urukhai. Mantén el hobbitismo en el corazón, y piensa que ésa es la sensación que producen todas las historias cuando se está en ella.”
Quizá podía pensarse que esto que dice J.R.R. es algo extraño. Sin embargo, lo dice después de haber escrito (inmediatamente antes) sobre la situación en la que se encuentra su hijo Christopher en plena Segunda Mundial y sabiendo que él mismo estuvo en una situación similar (aunque durase poco la misma) cuando participó en la Primera gran Guerra del siglo XX (entre 1914 y 1918)
Nada, de todas formas, aquí es extraño.
En primer lugar, porque El Hobbit había sido publicado unos años antes y ambos sabían a qué se refería el padre al decir eso del “hobbitismo”. Ya no se trataba de un ser que vivía en agujero en el suelo sino que el mismo había salido del mismo y ya hacían algún tiempo que había tenido una aventura inesperada.
Pero es que, por decirlo así, mucho tenía que ver lo que decía J.R.R. acerca de la actitud que debía tener su hijo allá en África y lo que él mismo pensaba sobre sí.
El caso es que la comprensión de lo que entonces pasaba era más que evidente por parte del padre. Y es que antes dice, refiriéndose a la situación general de la guerra, esto:
“Pero todas las Grandes Cosas planificadas en grande le dan esa sensación a la persona en el potro del tormento, aunque en general funcionan y cumplen su cometido. Un cometido en definitiva malo. Porque estamos intentando conquistar a Sauron con el Anillo. Y (según parece) lo lograremos. Pero el precio es, como lo sabrás, criar nuevos Saurons y lentamente ir convirtiendo a Hombres y Elfos en Orcos. Esto no quiere decir que en la vida real las cosas resulten tan claras con en una historia, y empezamos con un vasto número de Orcos de nuestro lado…”
Con esto entendemos que le quería decir J.R.R. a Christopher que las circunstancias en las que se encontraban no iban a desembocar, en definitiva, en nada bueno pues todo podría repetirse con el tiempo. Sin embargo, que en su situación debía, eso, comportarse como lo haría un Hobbit.
Ser como un Hobbit y tener el comportamiento de uno de ellos debía ser el pensamiento, así dicho en general, del propio autor de tal obra. Y es que, como él mismo dice en alguna ocasión, quizá a través de uno de sus personajes (Thorin, Escudo de Roble) “Si le diéramos más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, este mundo sería más feliz” y que sí, que se trata de un Enano pero no quita que un Hobbit (tan especializado en el comer y lo demás) pudiera pensar lo mismo.
La buena vida, en fin, como ejemplo de cómo se puede vivir o anhelar vivir. Tal forma de pensar y, luego, en su espacio ideal que es La Comarca, donde toda intoxicación maquinista del mundo exterior está fuera de lugar y no se aprecia nada de nada…
Es cierto y verdad que J.R.R. Tolkien no tuvo una buena vida, por decirlo así, hasta que empezó a escribir y eso le rentó económicamente. Sin embargo en su espíritu más profundo y en todo de su corazón, el hobbitismo del que habla y recomienda a su hijo Christopher plasma a la perfección su voluntad de :
- Vivir lo más tranquilo posible,
- Tener buenas conversiones sin prisa,
- Echarse a la boca la pipa con el buen tabaco de La Comarca que el Viejo Tobby había sabido elaborar, bien fuera la hoja de Valle Largo o Estrella Sureña,
- A ser posible, no tener o protagonizar excesivas aventuras,
- Disfrutar de unas buenas ingestas de las más variadas viandas de su tierra,
- Procurar ser lo más sedentario posible,
- Ser lo más amigable y pacífico posible,
- Manifestar siempre una clara aversión a la guerra,
- Cantar en buena compañía,
- Contar cuentos de tiempos pasados,
- Etc., etc. y etc.
Entendemos, por tanto, que cuando J.R.R. Tolkien recomendaba el tal espíritu Hobbit no es que lo hiciera como algo beneficioso para otra persona (que también) sino que él mismo estaba imbuido del mismo y le gustaba ser, eso seguro, uno de aquellos medianos personajes que tanto bien han hecho al mundo, en general, y a nosotros, en particular.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
1 comentario
Creo que en una de sus cartas Tolkien dice que el personaje de Sam es, por así decirlo, su alter ego en su obra ya que comparte mucho de su carácter con Sam.
Y leyendo y leyendo esa vida sencilla de los hobbit es algo que creo que está en el fondo de nuestra mente.
Me quedo sobre todo con la frase de Thorin. Cada día lo vemos desgraciadamente. Qué felices seríamos.
EFG
Creo que muchos lectores de Tolkien nos gustaría llevar una vida Hobbit...
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